6 grandes películas sobre demandas colectivas: a veces David sí triunfa sobre Goliat
El cine ha demostrado cómo las demandas colectivas son una herramienta para dar voz a los ciudadanos y nivelar el terreno frente a corporaciones que, de otro modo, quedarían impunes. Subrayan la importancia de abogados comprometidos y dispuestos a asumir grandes riesgos, que actúan no solo como defensores de sus clientes, sino como agentes de cambio en un sistema que, cuando no se cuestiona, perpetúa las desigualdades estructurales.
Las demandas colectivas, en este sentido, sirven como un mecanismo de transformación social, desafiando y modificando las prácticas abusivas de las corporaciones y obligando a la sociedad a cuestionarse sobre los derechos fundamentales.
Las demandas colectivas han sido un recurso fundamental para que los ciudadanos puedan enfrentarse a grandes corporaciones, cuyo poder económico y de influencia muchas veces dificulta la posibilidad de alcanzar justicia.
Películas como The Rainmaker, Class Action, Dark Waters, Erin Brockovich, A Civil Action y North Country simbolizan el papel crucial de las demandas colectivas para equilibrar la balanza del poder en un sistema en el que los recursos y el dinero suelen favorecer a las empresas por encima de los individuos. Y, además, reflejan los enormes desafíos que enfrentan los abogados que defienden estos casos.
En The Rainmaker, basada en la novela de John Grisham, el joven abogado interpretado por Matt Damon, debe enfrentarse a una poderosa aseguradora que niega el tratamiento médico a un niño enfermo de leucemia.
La película, dirigida por Francis Ford Coppola, retrata el poder de las grandes compañías de seguros y la dificultad de enfrentarse a ellas en un tribunal, destacando la vulnerabilidad de los ciudadanos frente a corporaciones con vastos recursos, cuya principal estrategia de defensa es enterrarte en tácticas dilatorias diseñadas para desorientar y agotar a los oponentes: abrumador despliegue de documentos legales, las continuas solicitudes de pruebas adicionales y los interminables aplazamientos judiciales.
El compromiso de buenos abogados
Los abogados comprometidos con estas causas, como se muestra también en A Civil Action, Dark Waters o Erin Brockovich, deben sacrificar tiempo, dinero e incluso su estabilidad personal en pos de la justicia, enfrentándose a un sistema que muchas veces parece diseñado para favorecer a los que tienen más recursos.
En todos estos casos, las demandas colectivas van más allá de la compensación económica; tienen un impacto social al exigir que las corporaciones cumplan con estándares de responsabilidad y ética. Algo que, en la mayoría de los casos, no están dispuestas ni a plantearse.
En A Civil Action, el abogado Jan Schlichtmann (interpretado por John Travolta), presionado por sus socios y en medio del desastre financiero, termina aceptando la propuesta de acuerdo que le propone uno de los propietarios de una de las empresas demandadas, una suma que apenas sirve para sufragar los gastos del proceso pero que no evita la bancarrota de su pequeño bufete.
Es la típica historia de David contra Goliat. Y, al final, el protagonista, sin nada que ganar, conseguirá que la Agencia Nacional del Medio Ambiente se interese por el asunto e imponga unas sanciones más justas y severas que las pactadas en la primera indemnización. El caso se dio a conocer como Anne Anderson, et al., v. Cryovac, Inc. et al., siendo este el primer caso de alegación del Acta 96 F.R.D. 431 (denegación de la acusación a desestimar).
En Dark Waters (Aguas Oscuras), basada en el caso de DuPont y la contaminación de aguas en Virginia Occidental, vemos cómo la presión de un grupo de afectados puede sacar a la luz prácticas encubiertas y obligar a la empresa a revisar sus acciones para proteger a la comunidad.
Vemos como el abogado Rob Bilott (Mark Ruffalo), un abogado que, tras ser ascendido a socio en su prestigioso bufete “Taft, Stettinius y Hollister”, que defendía a grandes empresas químicas, decide dar un giro inesperado en su carrera que le lleva a combatir los mismos intereses que alguna vez protegió.
Sin embargo, todos el proceso, que comenzó en 1998, fue larguísimo y hasta 2015 no comenzaron los juicios. Aunque tras sucesivas derrotas judiciales, DuPont acabó aceptando la derrota y llegó a un acuerdo por 670, 7 millones de dólares.
Como resultado del trabajo de Rob han surgido movimientos en todo el mundo para prohibir los PFOA e investigar otros 600 productos químicos “eternos” relacionados. Casi todos están sin regular.
Aún hoy, se cree que hay PFOA en la sangre de casi todos los seres vivos del planeta, incluyendo el 99% de los seres humanos.
Estos asuntos requieren de gran cantidad de recursos y, en la mayoría de las ocasiones, enfrentarse a enormes bufetes de abogados con fondos ilimitados. Algo que plasma de manera magistral Erin Brockovich, donde la protagonista (Julia Roberts), a pesar de no tener una formación legal formal, debe convencer a una comunidad entera para que luche contra la corporación PG&E, que ha contaminado el suministro de agua local. Este esfuerzo de unificación no solo requiere habilidades legales, sino también un profundo compromiso ético y humano.
Erin Brockovich consiguió que 650 afectados demandaran a PG&E; el caso, resuelto en 1996, consiguió la indemnización más alta jamás pagada en la historia de los Estados Unidos: 333 millones de dólares. En 2006, PG&E tuvo que pagar otros 295 millones a más víctimas y en 2008 pagó lo que se creía eran los últimos 20 millones del caso.
Este mecanismo es esencial para combatir las prácticas abusivas de las corporaciones que, en muchos casos, imponen su voluntad y sus prácticas en detrimento de los derechos de los ciudadanos.
El impacto político de las demandas colectivas
Otras ficciones como Class Action, protagonizada por Gene Hackman y Mary Elizabeth Mastrantonio, nos muestran la historia de un abogado experimentado en derechos civiles que lidera una demanda colectiva contra una compañía automovilística acusada de fabricar vehículos con defectos de seguridad.
La historia se vuelve más intensa cuando la hija del abogado es asignada para defender a la compañía, creando un conflicto familiar y profesional.
Eso sí, el film muestra cómo este tipo de demandas pueden empujar a las empresas a tener que rendir cuentas y a mejorar la seguridad de sus productos, demostrando que estos litigios tienen un efecto disuasorio.
Las películas analizadas demuestran que las demandas colectivas no solo afectan a las partes directamente involucradas, sino que pueden tener un impacto a nivel social y político.
Así, otra ficción, inspirada en hechos reales, como North Country (Tierra hostil), protagonizada por Charlize Theron, es capaz de contar la historia de una mujer que, junto a sus compañeras, presentó una demanda por acoso sexual contra una compañía minera en Minnesota.
Fue una de las primeras demandas colectivas de acoso en los Estados Unidos, e ilustra Romper lo difícil que es romper la conspiración del silencio. Requiere de mucho coraje, pero solo la oposición a la injusticia flagrante tiene la oportunidad de generar cambios estructurales en las políticas de una industria y en la protección de los derechos de los trabajadores.
Como decíamos al principio, este tipo de demandas colectivas representan, en muchos casos, la épica lucha de David contra Goliat: ciudadanos comunes enfrentándose a corporaciones gigantescas que, de otra manera, podrían quedar impunes ante prácticas abusivas.
The Rainmaker, Class Action, Dark Waters, Erin Brockovich, A Civil Action y North Country, capturan la esencia de estas luchas, revelando el valor de este recurso jurídico para equilibrar la balanza en un sistema en el que el poder económico, por desgracia, suele ser determinante.
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