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Opinión | Fugas de prisión: Cuando la realidad supera la ficción

Opinión | Fugas de prisión: Cuando la realidad supera la ficción
Javier Nistal Burón, jurista del Cuerpo Superior de Instituciones Penitenciarias, exdirector general de Ejecución Penal y Reinserción Social de Instituciones Penitenciarias, aborda la temática de las fugas de las prisiones desde el mundo del cine. "El conde de Montecristo", obra de Alejandro Dumas, fue uno de los casos más relevantes.
15/3/2025 05:36
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Actualizado: 15/3/2025 03:42
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Que la realidad supera a la ficción no es solo una frase hecha, es una verdad contrastada y, como prueba de ello, podemos referir las fugas reales de las cárceles, algunas de las cuales han sido llevadas a la gran pantalla.

También, estas fugas reales han tenido su reflejo en la literatura, como la que protagonizó el famoso seductor Giacomo Casanova en la célebre prisión de los “Plomos de Venecia” situada en el imponente conjunto del Palacio Ducal de esta ciudad y que su autor relató, con todo detalle, en su libro autobiográfico “Historia de mi fuga de las prisiones de Venecia que llaman los Plomos”.

Otra emblemática obra de la literatura, como “El Conde de Montecristo” de Alejandro Dumas, también narra una fuga de una cárcel, aunque ésta es de ficción.

LA ALTERNATIVA A LA INDESEADA ESTANCIA EN LA CÁRCEL

La cárcel es un lugar donde se está a la fuerza y de mal agrado, no en vano es un castigo; un lugar que se considera indeseable y del que casi parece “obligado” escapar, sobre todo, cuando pueden existir razones justificadas para ello, como es la de estar sufriendo una condena injusta, o cuando las condiciones del internamiento son tan inhumanas y degradantes, como las que hemos podido ver reflejadas en algunas buenas películas del género carcelario, como “El expreso de Medianoche” (Alam Parker,1978), “Brubaker” (Stuart Rosenberg 1980) y la brasileña “Carandiru” (Héctor Babenco, 2003). 

Sin embargo, hay veces que el carácter indeseable de la prisión de la que todo mundo quiere escapar, se transforma en todo lo contrario, es decir, en un espacio agradable en el que se quiere permanecer a toda costa, porque hay personas que en la prisión llegan a gozar de unos beneficios y de unas comodidades, que nunca podrían tener en el exterior.

Esta es una triste realidad, que el cine ha reflejado, también, en alguna película como “El hombre de Alcatraz” (John Frankenheimer, 1962) y en la emblemática “Cadena Perpetua” (Frank Darabont, 1994).

En esta última, vemos cómo la ausencia de expectativas de futuro, acabará llevando al suicidio al personaje Boorks (James Whitmore) que sale en libertad después de permanecer encerrado la friolera de 50 años.

Brooks was here”, rezaba un mensaje, que éste escribió con la punta de su navaja en la pared de la habitación, antes de ahorcarse.

Lo mismo le toca pasar a otro personaje de esta misma película Redd (Morgan Freeman) cuando sale en libertad condicional, tal y como él mismo lo pone manifiesto en una carta que escribe a sus excompañeros de internamiento: “todo lo que hago ahora es pensar en maneras de violar mi condicional para que me envíen de vuelta. Es algo terrible vivir con miedo…. Lo único que quiero es volver al sitio en donde todo tenía sentido. Al sitio en donde no tengo que tener miedo todo el tiempo...”.

FUGAS DE PELÍCULA. REALES Y FICTICIAS

Sin duda, la búsqueda de la libertad es algo ansiado por quien está privado de la misma, lo que podemos ver reflejado en la excepcional película El Muro(Yilmaz Güney, 1983), de ahí que la fuga de la cárcel en busca de esa libertad sea visto como un acto épico de enorme arrojo y osadía, que siempre nos fascina al comprobar cómo pese a las estrictas normas de seguridad y vigilancia en las prisiones, algunos de sus reclusos se las ingenian para burlar esos controles.

Las formas reales que algunos presidiarios han utilizado para fugarse de la cárcel en la que estaban recluidos han sido de lo más variado e ingenioso, desde la espectacular fuga en helicóptero, pasando por fugas violentas tras la toma de rehenes; fugas a través de túneles, previamente excavados en el suelo del presidio; fugas a través de falsificaciones documentales, haciéndose pasar los fugados por otras personas; también fugas cuyos protagonistas han salido de prisión disfrazados de guardianes o mezclados entre los visitantes.

Otra forma frecuente de fugarse de la cárcel ha sido descolgándose con sábanas por las ventanas de la celda, previamente, haber serrado los barrotes; fugas en cubos de basura, en bolsas de viaje y hasta en los altavoces de un equipo de música. Especialmente original fue la fuga del legendario bandido John Dillinger, que fabricó una pistola falsa con una pastilla de jabón y la usó para someter a los guardias y escapar de la prisión en el coche del Sheriff, así como la fuga de tres presos políticos contra el apartheid en el año 1979, de una prisión de Sudáfrica con duplicados de las llaves realizados en madera, llevada al cine con el título la“Fuga de Pretoria” (Francis Annan, 2020).

Y es que, tanto en la ficción del cine, como en la realidad, han sido muchos los presos confinados en una cárcel que se han enfrentado a sus barrotes, logrando escapar de ellos.

Fugas que han reflejado muchas buenas películas, entre ellas, podemos citar:La evasión (Jacques Becker, 1960), La leyenda del indomable (Stuart Rosenberg, 1967), donde un prisionero Lucke Jackson (Paul Newman), reintenta la fuga una y otra vez, demostrando una rebeldía encomiable. 

Al igual que Henri Charrière (Steve McQueeen) en la película Papillon ((Franklin J. Shaffner,1973) u otras películas como Un condenado a muerte se ha escapado (Robert Bresson, 1956),Soy un fugitivo (Mervyn LeRoy, 1932) y la imprescindible Fuga de Alcatraz (Don Siegel, 1979) que protagoniza Clint Eastwood.

También, la película española La fuga de Segovia” (Imanol Uribe, 1981) que relata la fuga real de unos treinta presos etarras que se produjo en abril de 1976.

REFLEXIÓN FINAL

Es cierto que no es nada fácil fugarse de una prisión, pero la realidad nos ha demostrado que, de algunas de las cárceles que eran consideradas inexpugnables, lo han logrado algunos de sus presos, lo que evidencia que algo ha debido de fallar en los controles a los que estaban sometidos estos encarcelados.

Y ese fallo, en la inmensa mayoría de las ocasiones, no ha sido otro que el fallo humano, por no haber adoptado los responsables de la seguridad las medidas necesarias para prevenir unas fugas, que no se preparan de un día para otro y, que bien podrían haber sido evitadas si los muchos controles que existen en todas esas prisiones hubieran funcionado de forma adecuada.

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