Firmas
Opinión | Con León XIV la Iglesia Católica no cambia de rumbo
Manuel Álvarez de Mon, letrado, exmagistrado y exfiscal, explica las razones por las que la Iglesia, con León XIV, no cambiará de hoja de ruta.
10/5/2025 05:35
|
Actualizado: 10/5/2025 01:12
|
La Iglesia Católica tiene a su frente al obispo de Roma, el sucesor de san Pedro, el Papa, que por disposición de Jesucristo «es el principio y fundamento perpetuo y visible de su unidad, es el Pastor de toda la Iglesia, tiene la potestad plena, suprema y universal, que puede ejercer siempre con entera libertad», como se recoge en la Constitución dogmática Lumen Gentium, una de las cuatro constituciones promulgadas por el Concilio Vaticano II, siguiendo toda la dogmática y Tradición de la Iglesia desde los tiempos de Jesucristo, al hacer de Simón —y solamente a él— (a quien dio el nombre de Pedro) la piedra de su Iglesia.
Le entregó las llaves de ella (Evangelio de Mateo 16, 18-19) y lo instituyó Pastor de todo el rebaño (Evangelio de Juan 21, 15-17).
Así lo recoge también el actual Catecismo de la Iglesia Católica, promulgado por el papa san Juan Pablo II el 11 de octubre de 1992, en aplicación del Concilio Ecuménico Vaticano II, siendo su misión conservar el depósito de la fe.
Pues bien, desde el punto de vista eclesiástico, de la fe, cualquier Papa —sea quien sea— siempre seguirá ese rumbo, pues su misión es dar cumplimiento al mandato de Jesucristo hasta el fin de los tiempos.
Esto no obsta para que, humanamente, ese mandato se manifieste en una pluralidad de formas, cada papa con las suyas, dando distinto énfasis, en cada momento, al contenido esencial —siempre invariable y único— de la fe.
De aquí surgen las especulaciones sobre las prioridades temporales y el estilo de cada Papa.
Esto es importante, pues la Iglesia Católica vive en medio de la sociedad, de cada tiempo y lugar, y su deber de servir a todos los hombres, creyentes o no, le exige preocuparse por los problemas de toda la sociedad mundial, especialmente de los más necesitados.
Dicho lo anterior, en efecto, la actitud y acción de los Papas puede diferir en su enfoque y ejecución.
Pues bien, el nuevo papa León XIV ha manifestado ya que seguirá la estela de sus antecesores, fundamentalmente Francisco y León XIII. Veámoslo.
Respecto de Francisco, el nuevo Papa lo citó expresamente en sus primeras palabras públicas tras ser elegido, encabezando su saludo «con el deseo de paz a todos», saludo del mismo Jesucristo a los apóstoles tras su Resurrección.
Ese deseo de paz —gran preocupación del papa Francisco y también de sus antecesores— está plasmado, entre otras, en las encíclicas Mit Brennender Sorge, de 1937, del papa Pío XI, ante el avance del nazismo en Alemania, y en la célebre Pacem in Terris, de 1963, del recordado san Juan XXIII, sobre la paz entre todos los pueblos, que ha de fundamentarse en la verdad y la justicia.
ACERCAR LA IGLESIA A LAS PERIFERIAS, COMO FRANCISCO
También enlazó el nuevo Papa con el anterior Francisco al recordar su antigua diócesis de Chiclayo, en Perú, y la función misionera de la Iglesia Católica, que él mismo practicó personalmente. Esto significa acercar la Iglesia a las periferias, como tanto anhelaba Francisco.
Además, ya antes —siendo el cardenal Robert Francis Prevost Martínez— León XIV defendió, en la estela de Francisco, a los inmigrantes y censuró por ello la política del presidente Donald Trump sobre esta materia.
Finalmente, la preocupación social de Francisco está presente en el nuevo Papa al adoptar el nombre de León XIV, que lo enlaza con su antecesor León XIII, el elaborador formal de la doctrina social de la Iglesia Católica ante los graves problemas sociales de su época.
Esta doctrina se recoge en su encíclica Rerum Novarum, de 1891, que pasamos a exponer brevemente.
El contexto histórico de la encíclica es finales del siglo XIX.
En aquel momento se negaba toda relación entre leyes morales y económicas. La única ley suprema reguladora de las relaciones económicas era la libre e ilimitada competencia.
Los precios de las mercancías y servicios, los beneficios, salarios e intereses del capital debían determinarse exclusivamente por las leyes del mercado. El poder público debía abstenerse de intervenir.
Con ello, las riquezas se acumulaban en manos de unos pocos, mientras las masas trabajadoras quedaban sometidas a una miseria cada día más profunda y a condiciones de trabajo inhumanas, que amenazaban su salud física e integridad moral.
A menudo, estas condiciones afectaban también a niños y mujeres. Además, el espectro del paro siempre estaba presente, lo que llevaba paulatinamente a la desintegración de las familias.
Como consecuencia, muchos se echaban en manos de revolucionarios, que frecuentemente proponían remedios peores que los males que pretendían solucionar.
LA ENCÍCLICA RERUM NOVARUM
Ante esta situación, el papa León XIII, en la encíclica Rerum Novarum, publicó su mensaje social, fundado en los principios de la naturaleza humana y en el espíritu del Evangelio.
Los principios básicos expuestos por aquel Pontífice fueron los siguientes:
Primero: El trabajo no puede considerarse como una mercancía cualquiera, sino que procede directamente de la naturaleza humana, y su retribución no puede fijarse por meras reglas de mercado, sino conforme a leyes de justicia y equidad.
Segundo: La propiedad privada, para ser justa, lleva intrínsecamente una función social, orientada tanto a la utilidad propia como a la de los demás.
Tercero: El Estado, cuyo fin es proveer el bien común, ha de intervenir para tutelar los derechos de todos los ciudadanos, especialmente los más débiles: trabajadores, niños y mujeres.
Además, debe mejorar la condición de vida de todas las personas y velar por que los contratos de trabajo se regulen conforme a la justicia y equidad.
Cuarto: Se afirmó en la encíclica el derecho de los trabajadores a formar asociaciones obreras, entonces limitadas o directamente prohibidas.
Quinto: Por último, dice el papa León XIII, trabajadores y empresarios deben regular sus relaciones basándose en la solidaridad humana y la fraternidad cristiana, ya que tanto la libre competencia ilimitada del liberalismo como la lucha de clases del marxismo son contrarias a la naturaleza humana y a la concepción cristiana de la vida.
Esta encíclica, recordada cuarenta años después en la encíclica Quadragesimo Anno, de Pío XI, ha sido reconocida como la Carta Magna para la instauración de un nuevo orden económico y social, y fijó las bases para el desarrollo del derecho laboral.
Pues bien, con su nombre, el nuevo papa León XIV recuerda de entrada la gran labor social de su antecesor León XIII, cuya senda sin duda seguirá en defensa de los más necesitados, ahora en todo el mundo como Papa, como ya lo hizo antes como cardenal Prevost en Chiclayo, Perú.
Como colofón, recordemos las palabras de Benedicto XVI, cuando era el cardenal Ratzinger, en la Instrucción Libertatis Conscientia:
“La Iglesia, experta en humanidad, ofrece en su doctrina social un conjunto de principios de reflexión, de criterios de juicio y de directrices de acción, para que los cambios en profundidad que exigen las situaciones de miseria y de injusticia sean llevados a cabo de una manera tal que sirva al verdadero bien de los hombres”.
Como vemos, la Iglesia no cambia de rumbo, aunque los Papas puedan recorrer caminos distintos.
Manuel Álvarez de Mon Soto es funcionario jubilado del Estado. Ha sido magistrado, fiscal y funcionario del Cuerpo Especial de Instituciones Penitenciarias. Actualmente es letrado del Colegio de la Abogacía de Madrid.
[email protected].
Otras Columnas por Manuel Álvarez de Mon Soto: