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Opinión | Irán post-régimen: el polvorín que nadie quiere encender (pero que algunos se empeñan en hacerlo)

Opinión | Irán post-régimen: el polvorín que nadie quiere encender (pero que algunos se empeñan en hacerlo)
Jorge Carrera, abogado, exmagistrado, exjuez de enlace de España en Estados Unidos y consultor internacional hace un análisis geopolítico sobre los riesgos catastróficos de un colapso del régimen iraní, advirtiendo que la caída podría desatar un conflicto regional, proliferación nuclear y una crisis global sin precedentes.
21/6/2025 05:35
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Actualizado: 20/6/2025 20:42
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El futuro de Irán es una de las preguntas más explosivas de la geopolítica actual. Mientras algunos sueñan con el colapso del régimen islámico y la promesa de una nueva era, un análisis sobrio y sin concesiones nos obliga a plantear una pregunta incómoda: ¿Y si el remedio fuera infinitamente peor que la enfermedad?

Este no es un ejercicio académico cualquiera; es una advertencia.

La premisa de este análisis es puramente hipotética: una derrota militar impulsada por Estados Unidos que desmantele la autoridad central iraní. Es un escenario que ronda las mentes de muchos halcones, pero que, paradójicamente, debería generar más miedo que esperanza.

¿Por qué? Porque el colapso de un estado tan complejo y militarizado como Irán es el equivalente geopolítico de patear un avispero nuclear.

El fantasma del estado fallido: Irak, Libia, Siria… ¿Irán a la enésima potencia?

Olvídense de las transiciones pulcras y los amaneceres democráticos.

La historia reciente de Oriente Medio es un cementerio de buenas intenciones y consecuencias catastróficas. Irak, tras la invasión de 2003, se fragmentó en un vacío de poder que alimentó el caos y la insurgencia.

Libia, sin Gadafi, se hundió en una guerra civil interminable, la proliferación de milicias y un estatus de «estado fallido». Siria, tras la agitación, se convirtió en un «vacío de seguridad» explotado por grupos armados y divisiones étnicas y religiosas. Yemen, una tragedia humanitaria aún en curso, demuestra el horror de un conflicto prolongado y la actividad yihadista.

Irán es todo eso, pero multiplicado.

Es un país más grande y complejo, con una diversidad étnica (azeríes, kurdos, baluchis) que, sin un poder central, se desataría violentamente, buscando autonomía o independencia.

Esto no es una suposición; es una certeza basada en la historia. Estos movimientos podrían arrastrar a vecinos como Turquía, Irak o Pakistán, transformando una crisis interna en un conflicto regional explosivo.

El urgente peligro de la proliferación nuclear y de misiles

Pero el mayor escalofrío que recorre la espina dorsal de cualquier analista serio es el destino del programa nuclear iraní. Irán ha acumulado más de 400 kg de uranio enriquecido al 60% de pureza, «peligrosamente cerca del material apto para armas» (90%).

En un escenario de colapso, el control de este material y la experiencia técnica relacionada podría caer en manos de facciones deshonestas, actores no estatales o incluso potencias externas.

Esto no se trata de desarrollar una bomba después del colapso, sino de asegurar el material peligroso existente. Una crisis internacional sin precedentes que alteraría fundamentalmente el panorama global de no proliferación.

No puede olvidarse que una vez enriquecido el uranio al 90%, el tiempo y el esfuerzo necesaria para construir una bomba no es excesivo.

A esto se suma el «poderoso arsenal de misiles balísticos de Irán», controlado por el CGRI.La fragmentación de esta fuerza militar implicaría la dispersión de misiles avanzados, incluyendo hipersónicos como el Fattah-1, entre grupos en pugna, o su venta a actores externos. Imagine milicias o grupos terroristas con misiles de largo alcance. Es una pesadilla estratégica.

¿Intervención internacional? un campo minado de buenas intenciones y costos elevados

Algunos argumentarán que una intervención internacional podría estabilizar la situación. Sin embargo, las lecciones de Irak y Afganistán son aleccionadoras: las operaciones de estabilización son complejas, prolongadas y enormemente costosas en vidas y recursos.

Una presencia militar extranjera, incluso con intenciones nobles, a menudo es percibida como una ocupación, alimentando el resentimiento y una insurgencia nacionalista.

¿Estamos dispuestos a embarcarnos en una misión de décadas, con miles de millones de dólares y vidas en juego, en el país más grande y complejo donde hemos intentado algo similar?

La cruda realidad: los costos superan con creces los beneficios

La caída forzada del régimen iraní, sin un plan post-conflicto excepcionalmente robusto, multilateral y basado en el consenso interno, sería un desastre de proporciones bíblicas.

No solo provocaría flujos migratorios masivos hacia Europa y la región, sino que también convertiría a Irán en un santuario ideal para grupos terroristas transnacionales, con el riesgo aterrador de que accedan a conocimientos especializados o incluso a materiales nucleares.

La interrupción del Estrecho de Ormuz causaría una crisis energética global y dispararía los precios del petróleo.

En este escenario, el «remedio» no solo sería peor que la «enfermedad»; sería una epidemia geopolítica.

La verdadera estrategia no debe ser provocar el caos con la esperanza de un orden milagroso.

Debe ser una planificación meticulosa para contener la proliferación nuclear, apoyar cualquier proceso político genuinamente inclusivo liderado por los iraníes si el régimen colapsara por sí mismo, y prepararse para las ondas sísmicas de una región ya al límite.

De lo contrario, lo que hoy es un problema, mañana será una catástrofe sin precedentes.

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