El ‘violador de Pirámides’ en libertad tras cumplir 20 años de prisión
Arlindo Carvalho, el llamado 'violador de Pirámides', sentado en el centro durante su juicio.

El ‘violador de Pirámides’ en libertad tras cumplir 20 años de prisión

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26/1/2017 05:59
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Actualizado: 26/1/2017 07:55
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Arlindo Carbalho Corbero, de 53 años, conocido como ‘el violador de Pirámides’, que fue condenado a 514 años de cárcel como autor de 35 violaciones, entre otros delitos, ha quedado en libertad tras cumplir 20 años en prisión.

Arlindo, casado y con dos hijos, fue detenido en enero de 1997, cuando tenía 34 años, tras mantener en jaque a la policía buscándole durante más ocho años. Según declararon en el juicio los policías que participaron en el caso, a quienes el acusado les dijo, al ser detenido en casa de sus suegros: «Ya era hora de que me detuvierais».

En dependencias policiales confesó ser el autor en los últimos ocho años de 140 agresiones sexuales en Madrid, la cifra más alta de la que guardan memoria los archivos de la policía, pero en el juicio, Arlindo no negó ni admitió ser el autor de las 43 violaciones que le imputaba el fiscal, aunque reconoció abiertamente su irrefrenable afición a perseguir en la calle o en el metro a las mujeres por las que se sentía atraído.

Todas las víctimas fueron mujeres, siempre diferentes, a las que seguía tras haber terminado su jornada laboral como instalador de gas a domicilio, en unos hechos que se desarrollaron en un largo periodo de tiempo: ocho años, desde 1988 cuando tenía 23 años, hasta 1996″.

La sentencia del Tribunal Supremo, que confirmó en 2001 la condena que ya le había impuesto un año antes la Audiencia Provincial de Madrid, señalaba que ‘el violador de Pirámides‘ solo podía estar por esta causa «un máximo de veinte años de prisión».

El «comportamiento sexual compulsivo» de Arlindo (uno de los mayores violadores en serie de la reciente historia de Madrid) no le convertía en un enfermo mental incapaz de distinguir entre el bien y el mal, según la sentencia.

El violador atacaba a sus víctimas entre las ocho de la tarde y las once de la noche los días de diario y entre las tres y las seis de la tarde los fines de semana.

Para asaltarlas les ponía una navaja en el cuello o en la espalda -a veces también utilizó un bolígrafo-. Bajo amenazas, las conducía hasta algún descampado. «No me mires a la cara y cierra los ojos», les repetía durante el camino. Luego consumaba la agresión sexual.

En muchas ocasiones atacaba a las mujeres poco antes de ir a buscar a su esposa a la salida del trabajo, en la glorieta madrileña de Pirámides, una zona en la que actuó insistentemente y que le valió que se le dio su apodo.

Su doble vida llegaba al extremo de que algunas joyas que robaba a sus víctimas las regalaba a sus familiares cercanos.

A parte de la zona de Pirámides y de otros barrios del sur de Madrid, el violador sembró el terror en los municipios madrileños de Leganés, Getafe, Móstoles o Alcorcón. Sin embargo, nunca atacó a nadie en Fuenlabrada, localidad en la que vivía.

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