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El recuerdo de tu voz, José Manuel Maza

El recuerdo de tu voz, José Manuel Maza
Miguel Durán, expresidente de la ONCE, es el socio director de Durán y Durán Abogados. Carlos Berbell/Confilegal.
21/11/2017 14:10
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Actualizado: 21/11/2017 14:10
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Conocí a D. José Manuel Maza a mediados de diciembre pasado, con ocasión de un acto de la Asociación de Jóvenes Abogados.

Allí me lo presentó, precisamente, nuestro director del Confilegal, Carlos Berbell.

Recuerdo que nos estrechamos la mano y la suya, a diferencia de lo que sucede penosamente en no pocos casos, no era una mano entregada con la blanda languidez con que mucha gente la da, sino que me la dio con calidez cordial, con mucha afabilidad.

Los ciegos -como es natural- a diferencia de vosotros, los videntes, vivimos de otras percepciones. Los que tenéis el maravilloso don de poder mirar a la cara de vuestro interlocutor, apreciáis sus gestos, su mirada, su lenguaje corporal, en suma.

Nosotros, esencialmente, tenemos que guiarnos por la voz; y la voz tiene tono y timbre, tiene entonación, transmite, al fin y a la postre, mucho más de lo que los videntes os imagináis.

Por eso, me permito en este artículo -escrito desde la emoción de la pérdida de un excelente jurista- insistir más en aquellos aspectos de D. José Manuel que más de manifiesto se me pusieron a mí en mi corto, pero magnífico, trato con él.

El caso fue que, llevado de mi natural un tanto osado, lo primero que hice fue preguntarle si podría llamarle para mantener una entrevista en su despacho (en broma, le dije que no era por la Gürtel), y él, con total naturalidad, me respondió que estaría encantado de recibirme y que, a priori, yo no tenía que auto-limitar ningún asunto.

Su voz

Aquella voz del magistrado Maza -pensé- era una voz que transmitía cercanía, bonhomía, seguridad y confianza en sí mismo; era una voz apacible, sencillamente sencilla y generadora de empatía.

Así que, al día siguiente, mi secretaria concertó la entrevista que, por mor de las fiestas navideñas, hubo de retrasarse algo. Me la fijó, finalmente, para últimos de enero.

Y allí fui para explicarle cómo se desempeña un modesto abogado ciego en esta bendita profesión. Pero sucedió que, en el ínterin, se produjeron las tremendas declaraciones del ex juez Santiago Vidal, donde éste venía a reconocer que, ilegalmente, se habían hecho con todos nuestros datos fiscales y que, dentro de la fiebre independentista -afirmaba- tenían ya con ellos más de trescientos jueces de la planta judicial total de Cataluña, que sobrepasa los ochocientos.

Como quizá algunos de los lectores de estas líneas sepan, yo fui el denunciante inicial y primero del Sr. Vidal y de otros, denuncia que, luego, desde una impecable instrucción desarrollada en el Juzgado de Instrucción nº 13 de Barcelona por el juez Ramírez Sunyer, desembocó en las entradas y registros en la Consejería de Economía de la Generalitat de Cataluña que, a su vez, acabó por generar el encarcelamiento de “los Jordis” por la actuación, presuntamente sediciosa al menos, que ambos tuvieron el día 20 de septiembre pasado. Informé, por tanto, en aquella entrevista a D. José Manuel Maza acerca de nuestra iniciativa (aquella denuncia la suscribimos mi sobrino y socio, Miguel Ángel Durán, y yo mismo).

Prudencia

Desde la prudencia que le caracterizaba, José Manuel Maza me indicó que, si yo estaba seguro de mi actuación, debía seguir adelante, aunque ello podría comportar que, admitida a trámite que fuera nuestra denuncia, en virtud d la aplicación del artículo 773,2 LECrim, pudiera ordenarse, por parte del magistrado instructor en quien recayera la denuncia, que cesaran la diligencia de investigación que había abierto la Jefatura de la Fiscalía de Cataluña.

Me apresuré a ofrecerle nuestra retirada si él creía que, de persistir nosotros, podría dificultarse la investigación de los hechos que, para mí, al menos suponían delitos de revelación de secreto, prevaricación, sedición y rebelión.

Pero José Manuel Maza me aclaró que no; que él no pretendía otra cosa que la de que lo que fuera perseguible penalmente se persiguiera y que, en todo caso, como quiera que la Fiscalía habría de estar presente en las actuaciones, “pues ya iríamos viendo”.

Le hice una de mis bromas con eso de “ver” y los tres (había otra persona relevante de la Fiscalía con nosotros, cuyo nombre no deseo desvelar sin su permiso), reímos tranquilamente.

Seguridad

Y es verdad, todo en aquella reunión fue tranquilo, como tranquilo era el propio magistrado Maza -porque también me transmitió siempre, entonces y en otros momentos en que luego hablamos- esa sensación de seguridad, de no sentirse apurado por nada, pese a la índole -muchas veces de suma gravedad- que los asuntos en que intervenía revestían.

Por no alargar innecesariamente estas líneas de homenaje a José Manuel Maza, diré, con brevedad, que, a partir de entonces, llegamos a hablar en un par o tres de ocasiones más; que, siempre, encontré en él, en su voz (que jamás olvidaré) el timbre agradable que tenía, pero, sobre todo, ese tono cordial, pausado, propio de quien no lleva nunca la lengua por delante del pensamiento.

Tengo esa voz muy presente; y, dentro de un rato, cuando visite su “capilla ardiente” y rece una oración por él, me parecerá que le sigo oyendo, desde la inmensa atalaya de la Eternidad, desde donde, a buen seguro, ya sabrá, ya conocerá el final de todos los asuntos en que le ha tocado intervenir.

Y también por todo ello, sé que José Manuel Maza (que -estoy seguro- siempre obró con arreglo a su conciencia y al sentido de lo justo) no tomará en cuenta los vómitos verbales de los que, después de su inesperada desaparición, han aprovechado para intentar dañar su memoria; porque esos desalmados nunca le tuvieron a tiro de su veneno y ni siquiera ahora podrán ni con su buena fama, ni con el gratísimo recuerdo que nos ha dejado a la inmensa mayoría.

Querido D. José Manuel, ¡no nos olvide desde el Más Allá!

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