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Hibristofilia, el trastorno que sufren algunas mujeres que se sienten sexualmente atraídas por criminales

Norbert Feher, alias "Igor el Ruso", en la cabina blindada instalada en la sala de vistas de la Audiencia Provincial de Teruel, donde fue juzgado –y condenado a 21 años de prisión– por la tentativa de asesinato de dos personas. La mascarilla le da un aire familiar al doctor Hanibal Lecter, el protagonista de la película "El silencio de los corderos" al que dio vida Anthony Hopkins. Los criminales como "Igor el ruso" atraen a un determinado tipo de mujeres que sienten atracción por mantener relaciones sexuales con personas peligrosas, como él. Se llama hibristofilia y lo explica en su columna José Manuel Herráiz Salas, educador de Instituciones Penitenciarias. Foto: EP.
19/4/2021 06:46
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Actualizado: 19/4/2021 00:11
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Mayoritariamente el grupo de personas que se sienten sexualmente atraídas por este hatajo de individuos peligrosos son las mujeres.
Sienten atracción sexual por personas que cometieron atrocidades, crímenes execrables, como asesinatos, violaciones o robos a mano armada. La psicología le ha dado un nombre: hibristofilia.
John Money, un reputado psicólogo y sexólogo, acuñó el término en los años 50. Con ello definió un fenómeno que, desde su punto de vista, era patológico y afectaba mayormente a las mujeres heterosexuales.
La verdad es que no hay muchos estudios científicos sobre la hibristofilia. Tampoco datos sobre cuanta gente siente tendencias hibristófilas. Porque no es una enfermedad sino una preferencia sexual. Y puede manifestarse en distingos grados de intensidad.
La psicóloga forense Katherine Ramsland, autora de varios libros sobre asesinos en serie, consiguió entrevistar a varias mujeres que habían contraído matrimonio con criminales de este tipo. Concretó tres motivos principales que alimentaban estaba atracción.
La mayoría pensaba que con su amor podrían redimir a estos hombres en los que anida la maldad. Se ven a sí mismas como redentoras.
Otras mujeres sentían compasión, pena o ternura por el hombre encarcelado, a pesar de las atrocidades cometidas, y tratan de proteger al niño que intuyen que todavía habita en su interior.
Por último, una minoría de mujeres, quiere compartir la fama y la atención mediática de sus novios criminales con el objetivo de firmar un contrato para rodar una película, una serie o escribir un libro.
Algunas mujeres se enamoran de los criminales y asesinos solo viendo noticias en la televisión, o en documentales, o mirando sus fotos o leyendo lo que hicieron en la prensa escrita y digital.
Ese fue el caso de Charles Manson. En 2015, con 80 años y cumpliendo una pena de cadena perpetua por el asesinato de la actriz embarazada Sharon Stone, y 6 personas más –un hecho acaecido en 1969–, rompió su compromiso de boda con su «prometida», Afton Elaine Burton, de 27 años, cuando se enteró de que proyectaba sacarse unos ingresos exponiendo su cadáver públicamente cuando muriera.
Las hibristofílicas comienzan escribiendo a estos sujetos a las prisiones en las que cumplen condena. Algunas los llaman por teléfono y, finalmente, van a visitarlos. En muchas ocasiones les ayudan con su defensa legal y les ayudan dándoles dinero.
Las hemerotecas nos proporcionan un sinfín de casos ya clasificados, sobre dicha relación, que culminan en parejas. Mujeres que terminan casadas con violadores, asesinos, transgresores y con múltiples incidentes en prisión.
En las cárceles este tipo de sujetos suelen ocupar una situación aparente de «dominio», o ejercen algún tipo de autoridad o prevalencia. En general sus relaciones más habituales son con el personal de la propia institución penitenciaria y mayoritariamente del voluntariado (escuela, talleres, pastoral, cursos etc.).
¿Qué es lo que hace que una persona sienta una atracción sexual por un peligroso delincuente?
La fascinación quizás. La seducción no parece ser el motivo inicial ya que el movimiento inicial parte siempre de la persona en libertad.
Para Norbert Feher, «Igor el Ruso» –entre otros muchos alias–, es probable que ya tenga una pléyade de “groupis-talegueras” que le tendrán entretenido en la más que probable pena de prisión permanente revisable, una cadena perpetua que le ira llevando de prisión en prisión, hasta que encuentre su “hibristofílica” personal.
O quizás no sea tan “afortunado” como los de ahora, que ya tienen esa parafilias cubiertas.
Como Jeffrey Dahmer (conocido como “el caníbal de Milwaukee”) o Dylann Roof, el joven que asesinó a nueve personas en una iglesia en Charleston en 2015 y ha sido condenado a muerte.
¿Enfermedad, notoriedad o simplemente una “amor” al prójimo mal canalizado?
O un flechazo que surgió en las peores condiciones.
Juan José Garfia y María del Mar Villar se conocieron en 1992, con los barrotes de por medio, en la cárcel de El Dueso (Cantabria).
Él tenía 25 años y cumplía una condena de 113 por un triple asesinato: en 1987 mató a un guardia civil, a un policía municipal y a un empresario.
Sin mediar palabra.
Ella tenía 32 cuando fue destinada a este penal como enfermera de Instituciones Penitenciarias.
Hoy en pleno Siglo XXI, con la puesta en marcha del módulo Nelson Mandela del centro penitenciario de Teixeiro, hasta ahora compuesto únicamente de hombres, se va a convertir en un módulo mixto, según indica este viernes la Delegación del Gobierno en Galicia.
Los módulos mixtos en los centros penitenciarios son una apuesta de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias para fomentar la igualdad entre hombres y mujeres privados de libertad.
¿Se terminará de ese modo con la hibristofilia penitenciaria?
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