Las posibilidades de éxito como modelo de negocio en los despachos de abogados
Christine Baranski y Cush Jumbo, dos de las protagonistas "The Good Fight", una serie de televisión de temática jurídica, producida por la CBS.

Las posibilidades de éxito como modelo de negocio en los despachos de abogados

En la práctica de la abogacía, una de las cuestiones e interrogantes que los despachos se plantean es determinar qué operativa se va a seguir para planificar la estrategia jurídica y procesal del caso, pero también las posibilidades de éxito o fracaso que el caso conlleva. Y para ello, algunos acuden a «expertos» que evalúan los riesgos y costes que ese proceso. Algo que refleja la serie The Good Fight.

Es cierto que esto ocurre especialmente en los Estados Unidos, donde solo un 10 por ciento de los asuntos llegan a los tribunales. Allí, los procesos son carísimos, especialmente cuando hablamos de demandas colectivas, que se suelen prolongar en el tiempo y donde hay que recurrir a muchos informes periciales y testigos.

El procedimiento es muy sencillo. Los inversores analizan un pleito potencial y si les interesa, asumen todos o parte de los gastos. Si la demanda tiene éxito, se llevan un porcentaje de lo recibido.

En la citada serie, se explica cómo encontrar «un benefactor» para entablar una demanda colectiva contra 12 empresas de ámbito nacional por despido improcedente.

El diálogo entre «los benefactores» y el socio director del despacho no tiene desperdicio.

Analista 1: ¿Qué tienes?

Socio director del despacho: Una nueva demanda, de última hora. Una colectiva contra 12 empresas de ámbito nacional. Necesito financiación. Unos 140.000 dólares.

Analista 1: ¿Cuántos demandantes?

Socio director del despacho: Estamos recopilándolos, pero creemos que 20, tal vez más. Familias de clase trabajadora, todos vendedores minoristas.

Analista 1: ¿Quién es el caso inicial?

Socio director del despacho: En la página 3. Frank Gwinn, de 32 años. Padre divorciado. Buen testigo, es licenciado en BMI,y vende zapatillas deportivas. No hay litigios en su pasado ni antecedentes.

Analista 2: Va retrasado con un préstamo.

Socio director del despacho: De estudiante, en el 2012. Ya ha vuelto a hacer pagos.

– Analista 1: ¿Tu propuesta?

– Socio director del despacho: Financiáis 600 horas facturables y un pago inicial de 300.000 dólares. Tenéis dos vías de escape. Una, despeñes de la moción de desestimación: dos; a los 6 meses del juicio… si es que llegamos tan lejos. Os llevaréis el 40 por ciento del premio hasta los ocho millones de dólares.

– Analista 2: (Tras ir apuntando todo en el ordenador) No.

– Socio director del despacho: ¿Por qué? No conseguiréis nada mejor.

– Analista 2: La moción de desestimación es ante el juez Kevin Drago.

– Socio director del despacho: Ya hemos ganado con él.

– Analista 2: A nuestro algoritmo no le gusta. No con este caso.

– Socio director del despacho: Vuestro algoritmo no tiene en cuenta que soy un abogado de puta madre.

– Analista 1: No digas tacos a Jerry le molestan.

– Socio director del despacho: ¿A vuestro algoritmo le gusta este caso?

– Analista 2: Sí, lo puntúa bien, se puede ganar dinero. El problema es el juez.

– Socio director del despacho: Tranquilos, puedo conseguir otro juez.

– Analista 1: ¿Cómo piensas hacerlo?

– Socio director del despacho: Soy un buen abogado.

Lo curioso del caso es que esos analistas son los que deciden en último término a través de su algoritmos, la viabilidad o no de un caso. En definitiva son los que deciden si se va a juicio o no, solo es cuestión de estadística, de números, poco importan las personas.

Aquí en nuestro país, por ejemplo, Therium Capital Management, un fondo de inversiones británico  se dedica a financiar reclamaciones millonarias. Su objetivo es financiar reclamaciones judiciales por valor de entre 70 y 100 millones de euros.

Este tipo de prácticas son cada vez más frecuentes. Sin embargo, pensamos que solo ocurren en la ficción… Y no es así.

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