Guillermo Serrano: «La guerra civil española tiene su explicación en la guerra de Marruecos»
En su libro, Guillermo Serrano Sáenz de Tejada, cuenta que la derrota que el líder rifeño Abd El Krim infligió al Ejército español, en la que fueron masacrados 10.000 soldados de reemplazo y su general de División, Manuel Fernández Silvestre –en la foto, detrás del autor– condicionó nuestra historia posterior que desembocó en la guerra civil de 1936.

Guillermo Serrano: «La guerra civil española tiene su explicación en la guerra de Marruecos»

AUTOR DE “DE LA GUERRA DE MARRUECOS Y EL COMBATE QUE NO DEBIÓ SER”
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25/7/2021 01:00
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Actualizado: 25/7/2021 01:00
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“El Ejército que España tenía en el Rif en 1921, cuando sucedió el desastre de Annual, en el que alrededor de 10.000 militares españoles murieron a manos de los rifeños liderados por Abd el Krim, no era un ejército en el estricto sentido de la palabra. Era un cuerpo de ejército dotado para una misión más bien policial y de apoyo a la construcción de edificios civiles e infraestructuras que para luchar contra un enemigo armado. Esa es la realidad”, afirma Guillermo Serrano Sáenz de Tejada, autor del libro “De la guerra de Marruecos y el combate que no debió ser”.

Un libro publicado por el Ministerio de Defensa y que cobra máxima actualidad en este tiempo, cuando se conmemoran los 100 años del desastre de Annual. 

“Aquello cambió la historia de España. Porque fue el germen de los oficiales africanistas que después protagonizaron el fallido golpe de Estado contra la Segunda República, el 18 de julio de 1936, y la contienda que vino detrás. La guerra civil española tiene su explicación en la guerra de Marruecos”, añade con seguridad Serrano, que profesionalmente ejerce como especialista y asesor financiero de empresas de tecnología.

Serrano es sobrino nieto del alférez Salustiano Sáenz de Tejada, del Regimiento de Caballería de Húsares de la Princesa nº 19, que llegó en septiembre de 1921 para tomar parte en la reconquista de las posiciones donde las fuerzas españolas habían sido aniquiladas con saña. Tres meses más tarde en una operación en el puesto avanzado de Issen Lassen, ya como teniente del Grupo de Regulares Alhucemas nº5, este joven de 21 años perdía la vida durante una carga de caballería.

En su libro, que narra la inmediata respuesta del Ejército español a la matanza del llamado desastre de Annual, sucedido entre el 22 de julio y el 9 de agosto de 1921 y en el que, principalmente, soldados de reemplazo fueron exterminados por las fuerzas rifeñas, emergen algunos de esos militares africanistras: José Sanjurjo, Miguel Cabanellas, José Millán Astray, Ignacio Despujol…

No menciona directamente a Emilio Mola, Manuel Goded, Enrique Varela, Gonzalo Queipo de Llano o el propio Francisco Franco, porque tuvieron su protagonismo en otras operaciones no expresamente cubiertas en su relato.

“Para entender el origen del desastre de Annual tenemos que remontarnos a la Conferencia de Algeciras de 1906. En España se vivía el trauma que supuso la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas tras la guerra con Estados Unidos. El Gobierno liberal del momento, liderado entonces por Segismundo Moret, aceptó la propuesta impulsada por Gran Bretaña y Francia que se le hizo de ocupar la franja septentrional de Marruecos, y la más pobre, también. Que iba desde Larache, en la costa atlántica, hasta Zoco el Arbaa, en el extremo opuesto. Frente a las Islas Chafarinas”, cuenta Serrano.

El libro de Serrano establece las claves para comprender por qué España se metió en este avispero militar en el norte de África, que condicionó nuestra historia posterior. Foto: Carlos Berbell/Confilegal.

LA ZONA MÁS POBRE DE MARRUECOS

Ni en los mejores momentos del Imperio español ese territorio tuvo interés para España.

Habría que remontarse al periodo romano y a excepción de la ciudad romana de Volubilis, a 260 kms a sur de Ceuta,  la civilización europea echó pocas raíces en la zona.

Por algo sería.

Si el Gobierno español hubiera dado la espalda a la celebración de la Conferencia de Algeciras nuestra historia, sin duda, habría cambiado. No habría habido aventura colonial en el Rif, no hubiera sucedido el desastre de Annual. Los generales, jefes y oficiales africanistas hubieran sido formados como militares en una España en paz que supo mantenerse al margen de la primera Guerra Mundial«, añade el autor.

«El informe del general Juan Picasso [tío del pintor Pablo Ruiz Picasso], redactado con la finalidad de cargar la responsabilidad de los sucedido exclusivamente al Ejército revelando todo tipo de errores cometidos, tampoco se habría redactado y la clase política no se habría cebado con un Ejército, que tildaron de inoperante, corrupto y de peores cosas. Esta campaña de evidente desprestigio creó un profundo resentimiento entre aquellos militares que lucharon en la guerra de Marruecos hacia la clase política y que explica se convirtieran en el núcleo de la sublevación militar de 1936”, subraya.

Seis años después de la Conferencia de Algeciras, el 27 de noviembre de 1912, Francia y España firmaron un tratado por el que se decidió el reparto de Marruecos entre las dos naciones.

Francia se quedaría con la parte meridional y España con la septentrional, la más pobre, las provincias de Gomara, Yebala y el Rif.

Fue una cuestión de geopolítica. Gran Bretaña fue determinante en este Tratado porque no quería tener en el estrecho de Gibraltar a una poderosa potencial colonial como Francia. No querían esa potencial amenaza al tráfico marítimo entre Gran Bretaña y la India, que pasaba por el Canal de Suez.

Prefería, en su lugar, a los españoles. Gran Bretaña apoyó a Francia en sus pretensiones con Marruecos con condiciones y a cambio de que esta les cediera el control de Egipto. España fue usada como un mero peón de las grandes potencias. Pero se podía haber opuesto, al igual que hizo no entrando en la Primera Guerra Mundial”, relata Serrano.

El Rif, en aquel momento, estaba formado por 66 cábilas o tribus que vivían, literalmente una vida de subsistencia de corte medieval, o inclusive más atrás.

El Sultán de Marruecos –un título convertido en Rey en nuestro tiempos– apenas se podía decir que hubiera ejercido la soberanía sobre esos territorios.

Operaba con cierto parecido a los reinos cristianos con las taifas árabes; les cobraba impuestos a cambio de cierta “protección” y liderazgo religioso.

Las 11 cábilas que rodeaban Melilla no estaban entre las más belicosas.

De hecho, el Tercio de Extranjeros, la Legión, se creó a principios de 1920, como fuerza de choque, para hacer frente a la rebelión de Ahmed al-Raisuni, que lideraba a algunas de las cabilas de Yebala.

Ahí parecían estar los problemas militares y no en la zona de influencia de Melilla.

El teniente de húsares, Salustiano Sáenz de Tejada –en el centro de la foto–, tío abuelo del autor, cayó en la operación de reconquista del territorio perdido a manos de Abd el Krim, durante una carga de caballería.

ABD EL KRIM

La Primera Guerra Mundial, de la que España se quedó al margen, tuvo también su traslación en el Rif.

Alemania financió a multitud de harcas, con armas y dinero, para que hostigaran a las fuerzas militares francesas en su zona de protectorado.

Uno de ellas fue creada por la familia de Mohamed Abd el Krim el Khattabi, quien se convertiría en líder de la belicosa tribu de los Beni Urriaguel y de otras muchas colindantes, que vieron en él el caudillo que les libraría del yugo extranjero.

“Desde el minuto uno, el Estado español había aplicado una política de colonialismo moderno. Con la ayuda del ejército, construyó carreteras, ferrocarriles, colegios, hospitales, etcétera, con la finalidad de mejorar el nivel de vida dentro de su Protectorado. La familia Abd el Krim, particularmente, había sido muy cuidada por el Estado español».

Y recuerda que «este líder y su hermano, Mohamed, estudiaron el bachillerado en Tetuán y Melilla. Mohamed se convirtió en ingeniero de Minas. Estudió en las Universidades de Madrid y Málaga. Abd el Krim también estudió en la Universidad de Salamanca durante un tiempo. Fue un ciudadano consentido de España”.

El rifeño llegó a trabajar en la Oficina Central de Tropas y Asuntos Indígenas de Melilla, como traductor en árabe-español, y de columnista en el diario “El Telegrama del Rif”.

También se convirtió en “cadi” de Melilla, una mezcla de juez islámico y gobernador local.

“Pero todo se vino abajo en 1915. Los servicios de inteligencia franceses informaron a los españoles del papel que estaba jugando Abd el Krim en la guerra de guerrillas contra Francia. Cayó en desgracia para los españoles. A él y a su familia se les despojó de sus privilegios. En esto la presión francesa fue determinante”, subraya el autor.

Unas declaraciones públicas del general de División Dámaso Berenguer, máxima autoridad militar española en el Rif, en abril de 2021, fue lo que levantó en armas al líder tribal Abd el Krim, cuyas fuerzas aniquilaron a las unidades militares comandadas por el general de División Manuel Fernández Silvestre, en el centro.

LA CHISPA QUE COMENZÓ TODO

Según relata Serrano en su libro, la chispa que hizo estallar el conflicto fueron unas declaraciones que hizo, en abril de 1921, el general Dámaso Berenguer, alto comisionado español en Marruecos –máxima autoridad militar–, durante una visita al Peñón de Alhucemas, donde se reunió con representantes de las tribus.

En ese marcó rebeló públicamente la intención del Ejército español de entrar en la cábila de Beni Urriaguel en un futuro próximo.

Era el territorio de Abd El Krim, que en ese momento tenía 41 años. Se sintió muy amenazado.

La realidad es que España se había tomado con tranquilidad lo del control de la zona oriental del Rif.

Había territorios en los que el Ejército  no había puesto el pie nunca después de 9 años de Protectorado. Existía cierta presión tanto en España como en Francia para que se sometiera a todo el territorio bajo su jurisdicción.

“Las informaciones que recibió el general Berenguer sobre la actitud de Abd el Krim, quien había sucedido a su padre al frente de la cabila, le llevaron a escalar el conflicto y ordenar al cañonero Lauria, que abriera fuego contra el zoco de Aixdir, la ‘capital’ del territorio de ka tribu de Beni Urriaguel. El general sabía que Abd el Krim estaba tratando de que los líderes tribales favorables a España se sometieran a su voluntad, de rechazar la presencia española. De ahí la operación de castigo como medida de presión”, cuenta.

Un mes más tarde, Abd el Krim advirtió al alto mando militar español que no intentara cruzar con sus tropas el río Amekran para adentrarse en la cabila amiga, y aliada, de Tensamán.

Un “consejo” que el general de División Manuel Fernández Silvestre, comandante general de Melilla no siguió.

De hecho, entre mayo y junio de 1921 hizo un espectacular avance, rápido y casi incruento, hasta casi alcanzar la Bahía de Alhucemas, a 129 km al oeste de Melilla.

“En mi libro abro uno de los capítulos con un refrán popular: ‘Vinieron los sarracenos y nos molieron a palos, que Dios ayuda a los malos cuando son más que los buenos’. La realidad fue que un cuerpo de ejército que, en teoría, era mayoría en la posición de Annual, acabó quedándose en minoría. Dentro de la comandancia de Melilla España contaba con unos 25.000 soldados sobre el papel. Se estima que alrededor de 4.000 o 5.000 estaban de permiso en la Península», aclara.

«De los aproximadamente 20.000 que quedaban operativos, 10.000 hacían tareas de retaguardia en la ciudad de Melilla y alrededores. De los 10.000 restantes, la mitad consistían en mías de Policía Indígena y Regulares –formados principalmente por tropa indígena y en menor medida españoles– sumados a varios regimientos de tropas peninsulares. La fuerza militar con capacidad ofensiva podría cifrarse en unos 10.000, pero repartidos por decenas de puestos dentro de la zona controlada por el Ejército, y con Silvestre le acompañaban entre 7.000 y 8.000 en un principio, hasta terminar con menos de 2.000”.

Se estimaba que Abd El Krim contaba en un comienzo con alrededor de 1.500 combatientes.

Mapa de los lugares donde las tropas españolas fueron arrasadas por los rifeños.

LA DESBANDADA

“A estos se les unieron, casi en bloque, las tropas de la Policía Indígena –una fuerza de policía que hacia la funciones propias de una policía municipal y guardia civil a la vez–. Abandonaron el lado español. El general Silvestre resistía  en Annual, un monte sin apenas vegetación que acabó sitiado por las harcas de Abd el Krim que terminó por  doblarles en número. con una oficialidad española apesadumbrada por las pérdidas de los puestos de Abarrán y de Igueriben, donde alrededor de 400 soldados habían perdido la vida semanas antes”, destaca.

Silvestre temió que correrían la misma suerte y al amanecer del día 22 ordenó la retirada de la tropa hacia otros puestos fortificados mejor defendidos. Lo apresurado de las órdenes y ante el ataque continuado de una fuerza ya superior, provocó la  desbandada”.

Los cadáveres de los soldados españoles se pudrieron durante semanas al sol. Así fueron encontrados cuando las tropas españolas, semanas más tarde, respondieron a la agresión de las huestes del líder rifeño Abd El Krim.

Y con ellos la matanza de las fuerzas españolas, derrotadas, desmoralizadas y en retirada, durante ese mismo día y los siguientes.

Nuestros soldados, todos ellos de reemplazo, que estaban haciendo el servicio militar, fueron cazados como conejos, pasados a cuchillo con saña, masacrados de las maneras más dispares, para ser despojados después de todo lo de valor que llevaran encima, en especial del armamento.

Fue un duro golpe para España y para nuestro Ejército, incluyendo al general Fernández Silvestre, cuyo cadáver no fue recuperado jamás.

La peor derrota jamás sufrida. Humillante.

Las huestes de Abd El Krim preservaron las vidas de algunos de los oficiales: “Porque su mente medieval era mercantilista. Se podía exigir rescate por ellos. El empresario Horacio Echevarría, intermediando en nombre del gobierno liberal de Manuel García-Prieto, pagó 4 millones de pesetas por la liberación de 400 oficiales en enero de 1923”.

Para responder a este desastre, el gobierno envió de inmediato “fuerzas militares preparadas para el combate, bien pertrechadas».

Incluyendo a La Legión al mando de su teniente coronel, Millán Astray, quien al desembarcar dirigió una arenga a la ciudadanía para tranquilizarla: «¡Melillenses! Aquí está la legión. Estáis salvados. La Legión está aquí para morir por vosotros!».

En los meses posteriores, las tropas españolas recuperaron casi todo el territorio perdido, infringiendo duras derrotas a las fuerzas rifeñas.

La ofensiva se paró, sin embargo, en noviembre de 1921, en parte por el coste que supuso casi un tercio de los presupuestos del Estado durante ese año”.

Las grandes operaciones acabaron por retrasarse hasta septiembre de 1925.

“Durante ese tiempo, Abd El Krim declaró el Gobierno Confederal de la República del Rif, con capital en Aixdir, la que anteriormente ordenó bombardear el general Berenguer. Trató de vender concesiones de minas de hierro en la City londinense y de comprar aviones. En 1925 lanzó una ofensiva en el Valle del Uarga, ya dentro  del  Protectorado francés que consideraba suya, incluso llegando a combatir a las fuerzas del mariscal Louis Hubert Lyautey. Llegaron a 30 kilómetros de Fez”, subraya Serrano.

ESPAÑA Y FRANCIA SE UNEN

Las victorias de Abd El Krim provocaron algo con lo que éste no contaba: que España y Francia unieran fuerzas militares para acabar con él.

El 8 de septiembre fuerzas conjuntas de los dos países desembarcaron en Alhucemas, bajo el mando del general Miguel Primo de Rivera, que dos años antes había dado un golpe de Estado en España.

Ocho meses y medio después, el 26 de mayo de 1926 Abd El Krim se rindió a los franceses. No a los españoles. Sabía lo que le esperaba de ser juzgado por un tribunal militar español.

Salvó la vida. Con su derrota España vengó la humillación de la carnicería de Annual.

“En Annual comenzó todo. El Rey, como militar, fue también acusado por parte de las fuerzas políticas de la izquierda de ser el culpable de lo sucedido y de haber consentido el golpe de Estado de Primo de Rivera en 1923. El estado de opinión que se creó contra él y todo su régimen condujo a la proclamación de la República, en 1931. Lo que fue el prolegómeno de la guerra civil de 1936, dirigida por los oficiales africanistas».

«Como se suele decir, de aquellos polvos, estos lodos”, concluye.

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