Lincoln salvó a un acusado de asesinato gracias a la Luna: ¿Cómo lo hizo?
Henry Fonda interpretando a Abraham Lincoln en "El joven Lincoln", donde se cuenta esta historia, el caso del almanaque y la Luna.

Lincoln salvó a un acusado de asesinato gracias a la Luna: ¿Cómo lo hizo?

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24/8/2021 01:00
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Actualizado: 24/8/2021 01:00
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Abraham Lincoln, el hombre que después se convertiría en uno de los grandes presidentes de los Estados Unidos, fue un brillante abogado civilista.

En 1857, cuatro años antes de convertirse en el decimosexto presidente de ese país, había acuñado una importante reputación en esta jurisdicción.

Habían sido 20 años de intervenciones ante los tribunales y más de 4.000 casos a sus espaldas. Su eficacia estaba probada.

Apenas había tocado la jurisdicción penal. Su experiencia se reducía a apenas una docena de casos asesinatos. Y había perdido la mitad de ellos.

Sin embargo, cuando conoció, por los periódicos, que el joven William «Duff» Armstrong había sido acusado de un asesinato, Lincoln, conmovido, escribió de inmediato a la madre de joven, Hanna Amstrong, ofreciéndole sus servicios gratis total, o «pro bono», como se dice en ese país.

¿Por qué lo hizo? Porque el joven era hijo de Jack Amstrong, un gran amigo suyo, compañero de carrera en la Facultad de Derecho de Nueva Salem, Illinois, ya fallecido.

LOS HECHOS

Los hechos sucedieron la noche del 29 de agosto de 1857 en el condado de Cass, estado de Illinois, en torno de a las 11 de la noche.

La víctima había sido James Preston Metzker.

El hombre había sido golpeado violentamente por dos individuos en una arboleda cercana a sus casa.

El hombre pudo volver a caballo a su casa, pero dos días más tarde falleció.

Junto a Armstrong fue detenido también James Norris, quien fue juzgado en un juicio aparte, anterior, y condenado por homicidio imprudente a 6 años de cárcel.

La cosa, por ello, no pintaba bien. Nada bien.

El juicio se celebró, por el procedimiento del tribunal del jurado –como es lo normal en Estados Unidos– en el Palacio de Justicia de Beardstown, en el mismo estado.

LINCOLN DESTRUYÓ AL «TESTIGO DIRECTO» EN SU INTERROGATORIO

Durante el juicio, el momento decisivo del juicio tuvo lugar cuando a Lincoln le correspondió interrogar al testigo principal, el testigo de cargo de la acusación, Charles Allen. «La estrella» del proceso. El que mandaría a su cliente a la cárcel resto de su vida.

Eso pensaba todo el mundo.

Allen afirmaba haber visto con toda claridad esa noche cómo el acusado, el patrocinado de Abraham Lincoln –como se diría en España–, «Duff» Armstrong había golpeado a Metzker.

Lincoln le pregunto a Allen que a cuanta distancia se encontraba.

– A 45 metros –contestó el testigo de cargo.

– Era de noche, ¿verdad? –prosiguió el abogado defensor Lincoln.

– Era de noche, sí. Pero vi cómo Amstrong golpeó a Metzker. Con toda claridad. Gracias a la luz de la Luna. Había una Luna llena que lo iluminaba todo –contestó Allen.

– Luna llena, ¿verdad? –le inquirió Lincoln.

– Luna llena –contestó el testigo Allen, sin saber que acababa de meterse en unas arenas movedizas de las que no había escapatoria de ningún tipo.

Lincoln lo miró fijamente.

Se volvió a su mesa y tomó el almanaque que había llevado para ese acto. Lo tenía encima de la mesa.

Un almanaque es un registro que comprende todos los días del año, distribuidos por meses, con datos astronómicos, como ortos y ocasos del Sol, su entrada en cada signo del Zodíaco, principio de las estaciones y, muy importante, las fases de la Luna.

– Señor Allen –le dijo Lincoln–, de acuerdo con este almanaque, la noche del 29 de agosto no había Luna llena, como usted afirma. El almanaque dice la Luna va baja. A las 11 de la noche la Luna se estaba poniendo. No estaba en lo alto, como dice. Por lo tanto, es prácticamente imposible que hubiera luz suficiente para que usted pudiera haber visto, con toda claridad, la agresión, como dice afirmar.

El dato que Lincoln puso sobre la mesa, sorpresivamente parea todos los presentes, hizo trizas la credibilidad de Allen.

No podía haber visto con toda claridad al acusado porque, sencillamente, no había Luna llena.

Había oscuridad. Su testimonio, por lo tanto, carecía de validez.

El futuro presidente de los Estados Unidos, como era lógico, entregó una copia del almanaque al juez del caso, su señoría James Marriott. Otro al fiscal, Hugh Fullerton, y otra al jurado. Porque en el sistema estadounidense no hay acusación particular ni popular.

Fueron apenas unos minutos.

Suficientes para percibir en el ambiente que la credibilidad de Allen se había volatilizado.

El fiscal Fullerton ordenó de inmediato a uno de sus asistentes que fuera a comprar más almanaques, de otras editoras, para contrastar la argumentación de Lincoln.

El joven volvió con dos copias publicadas por dos empresas diferentes que ratificaban la argumentación del futuro presidente.

No se sabe qué almanaque utilizó Lincoln. Si el Jayne’s Almanac, el Goudy’s Almanac, el Ayer’s American Almanac, el Old Farmer’s Alamanck o el Illustrated Family Christian Almanac, que eran los que se publican entonces.

Ni con cuales regresó el asistente del fiscal.

Pero el impacto que tuvo la estrategia de Lincoln en ese juicio está fuera de toda duda.

Los 12 hombres que componían el jurado absolvieron al acusado, a «Duff» Amstrong, el hijo de su gran amigo Jack, con un veredicto de no culpabilidad.

Fue caso del almanaque y la Luna.

La historia forma parte de la película «El joven señor Lincoln», estrenada en 1939, con Henry Fonda en el papel estelar del mítico presidente del país de la bandera de las barras y las estrellas.

Ni que decir tiene que fue todo un éxito de taquilla.

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