Los adelantados en la historia de España: jueces y mucho más
La figura de los adelantados tuvo una gran proyección durante los primeros años de la conquista y población de la América española. Sobre estas líneas, Juan de Garay, adelantado y fundador de las ciudades de Santa Fe y Buenos Aires.

Los adelantados en la historia de España: jueces y mucho más

Desde la Antigua Roma los jueces han recibido diferentes nombres: pretores, alcaldes, oidores, corregidores y también adelantados. Estos últimos tenían una evidente raigambre española. Como los corregidores, del que fueron antecedentes, poseían funciones gubernativas también.

El cargo de adelantado fue creado en el siglo XI y así aparece en manuscritos castellanos y navarros de esa época. No se sabe a ciencia cierta qué funciones tenían aquellos primeros oficiales del rey.

Alfonso X el Sabio acabó con esa indefinición al llevar a cabo una profunda reforma organizativa del Reino de Castilla y León, cuya cúspide fue la promulgación del Código de las Siete Partidas.

Las Siete Partidas, como también se conoce a este Libro de las Leyes, fue un cuerpo normativo que dio, por primera vez, uniformidad jurídica al reino. Los historiadores coinciden en que fue el legado más importante que ha hecho España a la historia del derecho, ya que estuvo vigente en Iberoamérica hasta finales del siglo XIX.

Es decir, tuvo una vida efectiva de más de seiscientos años.

En las Siete Partidas aparece precisamente el cargo de adelantado mayor. El adelantado mayor era un juez territorial que constituía una instancia intermedia entre los jueces locales y los tribunales de la corte.

Sus funciones no se limitaban sólo a lo judicial sino que ejecutaba las órdenes del rey y era su representante en la demarcación asignada.

El primer adelantado recibió su nombramiento en el concejo de «La Frontera», en las tierras de la Andalucía del siglo XIII, que acababan de ser conquistadas a los árabes tras intensas batallas.

GRAN ÉXITO EN LA RECONQUISTA Y EN LA REPOBLACIÓN POSTERIOR

Como era lógico, la Corona de Castilla llevó a cabo un proceso de repoblación, que conllevaba la creación de nuevos pueblos y villas, un proceso en el que los adelantados jugaron un importante papel.

Tuvo tal éxito el nuevo cargo que pronto se implantó en el resto de Castilla, León, Galicia y Murcia, sustituyendo a otro cargo, el de merino mayor, que no poseía funciones judiciales.

Los puestos, como era lógico, terminaron por coparlos los miembros de la nobleza.

Con el paso del tiempo, el cargo fue perdiendo sus competencias originales judiciales, que fueron asumidas por otras instituciones, como las Audiencias y los corregidores, hasta quedar en un mero cargo honorífico, en todos los sentidos.

Un cargo que, sin embargo, prolongó su vida en la América española.

El Rey concedía a los hombres que descubriesen y poblasen nuevas tierras, en nombre de la Corona, el título de Adelantado. Así los adelantados resucitaron. Eso sí, el adelantado debía costear la empresa y pagar a la Corona lo que se denominaba el quinto del Rey (el 20 % de las ganancias).

Lo que quedaba establecido en el contrato que ambos suscribían, denominado capitulaciones, donde quedaban fijados los derechos y obligaciones de cada uno.

Se convirtieron en jueces, con competencias, en grado de apelación, en las jurisdicciones civiles y penales. Además, podían nombrar alcaldes, designar oficiales de la antigua hacienda y organizar milicias y nombrar capitanes.

Sin embargo, el florecer de los nuevos adelantados duró poco más de cien años.

El último nombramiento se produjo a finales del siglo XVI. Después desapareció de la estructura organizativa estatal de España, que siguió los vientos de modernización de la época.

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