Quico Alsedo, autor de “Algunos hombres buenos”: “Por supuesto que existen las denuncias falsas»
Quico Alsedo, periodista de El Mundo, autor de "Algunos hombres buenos", relata en su libro una realidad de la que nadie habla pero que existe. Foto: Carlos Berbell/Confilegal.

Quico Alsedo, autor de “Algunos hombres buenos”: “Por supuesto que existen las denuncias falsas»

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18/6/2023 00:45
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Actualizado: 22/6/2023 12:59
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Este quizá haya sido uno de los libros más difíciles de hacer realidad. Por una razón muy simple: porque va contracorriente. Quico Alsedo, un periodista serio y concienzudo que trabaja en el diario El Mundo.

Un hombre de una pieza que ha tenido la valentía de publicar este libro, «Algunos hombres buenos», de la mano de La Esfera de los Libros, relatando las historias de ocho hombres que han sido víctimas de mujeres que les han robado a sus hijos.

Hombres a los que la justicia les ha dado la razón pero que no han encontrado una traducción material a sus decisiones.

Quico Alsedo se licenció en derecho, sabe el material que tiene entre manos. Y es muy consciente de que el sistema, que nació para proteger a las mujeres de la violencia machista, está en parte averiado. Porque ha creado víctimas entre algunos hombres a los que sus exmujeres les han llegado a acusar falsamente de haber abusado sexualmente de sus hijos.

En un estado de derecho donde impera la libertad de información y de expresión este era un libro necesario. Para denunciar una realidad que existe y que muy pocos quieren ver.

Para concienciar a la sociedad de que los hombres también son víctimas de mujeres que no son, en absoluto, «seres de luz».

Esta es su entrevista, sin condiciones previas. De periodista a periodista, como solemos decir, a calzón quitado. A algunos es probable que les moleste conocer esta verdad.

No son bulos. Es lo que hay.

¿Existen las denuncias falsas?

Las denuncias falsas por supuesto que existen. Lo saben quienes trabajan en los Juzgados de Familia, lo saben los abogados, procuradores, jueces, fiscales, funcionarios… Todo el mundo sabe que en los contextos de los divorcios, en muchas ocasiones, se utiliza la ley hasta el límite.

¿Qué sucede? Que las leyes para las mujeres no son lo mismo que las leyes para los hombres en estas situaciones. Cuando hay denuncias por presuntas agresiones.

Y esas denuncias penales por presuntas agresiones detienen los procedimientos de familia. Los congelan. Y hacen que estos hombres no puedan ver a sus hijos hasta que se sustancian los procedimientos penales.

Esto hace que muchos de estos hombres puedan ser separados de sus hijos. Por supuestos que se presentan muchas denuncias instrumentales, como saben los profesionales del derecho, y es habitual.

Pero luego se desincentiva la denuncia de esas denuncias falsas. Por eso no hay cifras reales de cuántas denuncias falsas hay. Por supuesto es un fenómeno que se produce, claro que sí.

Existen pero no se persiguen.

Sólo un 0,0074 % de las mujeres que acusaron falsamente entre 2009 y 2020 fueron condenadas.

¿Sabes cuántas condenas por acusaciones falsas hubo en 2020?

¿Cuántas?

Cero.

¿Qué cuentas en “Algunos hombres buenos”?

Cuento la historia de 8 hombres que fueron denunciados de forma instrumental y por cosas que no habían hecho por las madres de sus hijos. Para ser separados de sus hijos.

Son hombres que perdieron, en muchos casos, el contacto con sus hijos por espacio de muchos años. Algunos los perdieron definitivamente.

Solo dos de los ocho los recuperaron definitivamente. En el libro vengo a contar cómo la utilización, por estas mujeres, de los vericuetos judiciales y las leyes a su favor han servido finalmente para perjudicar a estos hombres.

En el libro reivindico que hay hombres que sufren situaciones a manos de mujeres que es absolutamente impopular pero hay que contarlo.  

Todos los casos reproducen injusticias absolutamente increíbles. Y las víctimas son hombres.

Sabes que tu libro va “contra corriente”, ¿verdad?

Lo que cuento no es más que la verdad y nada más que la verdad. Es algo que ve mucha gente todos los días, principalmente los profesionales y los trabajadores de familia.

Pero nadie se a levantar el dedo y a contarlo. Para gran parte de la sociedad esto no sucede. ¿Cómo una madre va a hacer las cosas que cuento en el libro? Hace unos días estuve con Rafael Marcos, el exmarido de María Sevilla. Fuimos los dos al programa de Ana Rosa.

María Sevilla había secuestrado a su hijo, Samuel, por lo que fue condenada por la Justicia a dos años y cuatro meses de cárcel en 2019 por secuestrar a su hijo.

– ¿Cuántos años estuviste sin ver a tu hijo? – le preguntó Ana Rosa.

– Siete. De los cuatro a los once años – le contestó.

Si una mujer cuenta que lleva siete años sin ver a su hijo porque su marido le ha hecho todo lo que María Sevilla le hizo a Rafael Marcos, sabiendo que la Justicia le ha dado la razón una y otra vez al marido, habría fuego en las calles.

Pero si le sucede a un hombre…, a las pruebas me remito. No pasa nada.

He contado la realidad. Algo evidente que mucha gente no quiere ver.

«La sentencia contra Irene Montero no deja de ser una ‘condenita’: han sido 18.000 euros»

¿Se equivocó Irene Montero al hacer esas declaraciones contra el marido de María Sevilla, al calificarlo de maltratador sin haber sido condenado jamás?

Rafael Marcos me dijo que sentía que había sido utilizado por la política, por Irene Montero, cuando lo calificó de maltratador.

El mensaje que la ministra envió fue “Aquí tenéis a un maltratador, que es muy malo y que, a través de él, se demuestra que las mujeres sufren”.

Pero la reflexión de Rafael Marcos fue más allá: «Yo creo que María Sevilla también ha sido utilizada por la política, por Irene Montero: ‘esta es la pobre mujer maltratada’”.

María Sevilla también ha tomado parte voluntaria en esa utilización. Porque ella secuestro a su hijo y lo separó del padre durante siete años.  

La política utiliza a las personas sin ningún reparo para perjudicar a niños indefensos e inocentes a los que les fastidia la vida. La política no chequea la veracidad de esta gente cuando utiliza este tipo de casos.

Quico Alsedo
«Las verdaderas víctimas, lo cuento en el libro, no son los hombres. Son los niños y las niñas que son separados y privados de una figura referencial central, su padre», explica. Foto: Carlos Berbell/Confilegal.

¿Cómo valoras la sentencia que le ha impuesto la Sala de lo Civil del Supremo por llamar maltratador a Rafael Marcos, el marido de María Sevilla?

Es una condena con un “timing”, de una oportunidad evidente. Porque es el último clavo en el ataúd político de esta mujer. Pero la sentencia contra Irene Montero no deja de ser una “condenita”: han sido 18.000 euros.

Pero hay que reconocer que condenar a una ministra en ejercicio de este país, con unas elecciones generales convocadas a la vuelta de la esquina, es muy fuerte.

Este caso llama mucho la atención. Porque Samuel, que vive con su padre, se niega a ver a su madre, a la que califica de mentirosa. No quiere tener ninguna relación con ella. ¿Por qué?

Las verdaderas víctimas, lo cuento en el libro, no son los hombres. Son los niños y las niñas que son separados y privados de una figura referencial central, su padre.

Cuando a Samuel empezó a ver con perspectiva por dónde había pasado, dónde había estado, cómo había tenido una infancia que no era normal, en la que no pudo relacionarse con niños porque su madre lo llevaba itinerando por toda España, huyendo de los poderes públicos, llegó a sus propias conclusiones.

A día de hoy María Sevilla sigue diciendo, cuando Samuel lleva ya años viviendo con su padre, que Rafael Marcos abusó de él.

Es comprensible que el chaval vea las cosas claras y no quiera ver a esa señora mientras siga diciendo cosas de su padre que son mentira. No quiere exponerse, con un criterio bastante instintivo, a que su madre lo dañe.

En un momento aludes al síndrome de Saturno devorando a sus hijos…

En estas mujeres existe una pulsión posesiva extrema con respecto a sus hijos. El sentimiento de posesión está exacerbado.

Una psicóloga que saco en el libro cuenta que estas mujeres se llegan a creer su mentira, después de repetirla una y otra vez, y a su hijo lo convierten en un muñeco que mueven para darle satisfacción y sentirse madre.

De la lectura de “Algunos hombres buenos” se deduce la existencia de una cierta “industria”, formada por profesionales, hablo de abogados, psiquiatras, psicólogos, que ponen su profesión al servicio de estas mujeres que se inventan cosas y casos que manipulan a la justicia para obtener los resultados que buscan.

Todo el mundo sabe, en el mundo legal, que cuando llega una clienta con un problema de estos una de las soluciones es poner una denuncia por violencia de género. Porque con ella “se encauza el problema”.

Cuentas que hay psicólogos que hacen informes sin ver a los niños, sin ver a los padres…

Hay mucho profesional bien intencionado que parte de la idea, de que se producen muchos abusos intrafamiliares que quedan en el olvido. Y es verdad. Y eso es cierto. Nadie paga por ello.

Hay unas estadísticas abrumadoras que indican que existe un porcentaje increíble de abusos que da la impresión de que en todas las casas hay un tío que abusa de los niños.

Hay que ver cómo se construyen estas estadísticas y hasta qué punto son abrumadoras.

Ya sabes el dicho, hay mentiras, grandes mentiras y estadísticas.

Seguro que hay profesionales de la salud mental que piensan que, para cortar por lo sano, pues pueden producirse casos como los que relato en el libro. En vez de a favor del reo, a favor de…

«He contado algo que es evidente y que mucha gente no quiere ver»

En la investigación que has realizado sobre la asociación Infancia Libre, de la que formaba parte María Sevilla, cuentas que los casos siguen el mismo esquema con asistencia de abogados, psiquiatras… A los niños secuestrados incluso se les daba psicofármacos.

La policía armó un informe para pedir que se aplicara el delito de organización criminal.

Infancia Libre era una asociación que era un referente para Podemos.

Podemos se llevó a María Sevilla, la entonces presidenta de Infancia Libre, al Congreso de los Diputados. Llegó a encargarle a esta mujer un informe sobre violencia intrafamiliar en Granada. A una mujer que afirmaba que su exmarido abusaba de su hijo y que el sistema no la protegía.

La política utilizó a María Sevilla y a Rafael Marcos.

Esto mismo me decía Francesco Arcuri, el exmarido de Juana Rivas. La política utiliza a los niños hasta estropearlos. Le da igual. Los tritura.

A Arcuri le preguntaban sus hijos después, ‘papá, ¿es verdad que tú nos pegaste?’. Y él les contestaba, ‘no lo sé, decídmelo vosotros’.

Evidentemente nunca les puso la mano encima, pero la cosa puede llegar hasta esa distorsión o ceguera.

Porque los niños son esponjas e interiorizan las actitudes de sus padres.

Cuando María Sevilla fue al Congreso de los Diputados, llevaba una camiseta de Infancia Libre que decía «Los niños no mienten, los abusadores, sí».

Su coartada era que lo que dijera el niño ante el juez había que creerlo a pies juntillas porque el maltratador siempre miente.

Fíjate hasta donde llega la manipulación.

Quico Alsedo
«Las mujeres no son más madres que los padres, padres», afirma el entrevistado. Foto: Carlos Berbell/Confilegal.

Cuando analizas la actividad de los poderes públicos en este tipo de casos que relatas en “Algunos hombres buenos”, utilizas un adjetivo muy específico: pereza. Y se lo atribuyes tanto a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado como a los jueces. Pereza por perseguir a las madres secuestradoras. Y señalas que en 2021 hubo 434 secuestros y en la primera mitad de 2022, 293. ¿De dónde viene esa pereza?

Yo creo que hay muchos profesionales que pisan con pies de plomo. Hablo de fiscales, de jueces, de policías, de profesionales de la salud.

En el libro cuento uno de los casos de Fiscalía que da orden de mantener la acusación aunque no haya nada, por si acaso.

¿Cuál fue la primera historia que te llevó a desenredar esta madeja que lleva por título “Algunos hombres buenos”?

Fue el caso de Juana Rivas. Mi jefe en El Mundo me encargó retomarlo un año después de que estallara. ¿Por qué razón? Porque nadie entendía ya nada.

Esta mujer había generado manifestaciones en las calles que pedían su liberación. La noticia estaba en todas partes. Nadie sabía si era buena o mala.

Tuve la suerte de poder acceder en exclusiva al informe judicial italiano que decía que Juana Rivas estaba muy lejos de ser una madre ejemplar.

Era todo lo contrario. Un peligro para sus hijos. Los niños, eran dos, debían estar con el padre, por ello.

Arcuri es el paradigma del hombre dedicado a sus hijos. Absolutamente volcado.

Su familia le llamaba “il mammo”, “el madre”. Es un término italiano muy expresivo, una reinterpretación de «la mamma».

Cuando conoce a Juana Rivas tiene negocios en Londres. Cuando ella se queda embarazada, los deja para dedicarse al crío que va a nacer.

Arcuri es un hombre de izquierdas. De izquierda canónica italiana. Cercano al comunismo. Muy contestatario.

Supuso un punto de inflexión sobre el tema.

¿Y qué pasó?

Empecé a recibir una lluvia fina y ácida de padres en esa situación. Descubrí que estaba mucho más extendido de lo que había podido sospechar.

Son personas que no tienen donde llorar. Hay un caso que solo menciono en el epílogo, de un hombre de un pueblo de Palencia, al que su exmujer le puso veintipico denuncias.

Todas archivadas. Interviene un psiquiatra de Infancia Libre.

No vio a su hijo durante toda su infancia –el chaval tiene hoy 22 años-. Se desvincula por completo emocionalmente de él por decisión de su exmujer. Pero siguió pagando la pensión todos esos años.

Es una situación increíble.

«Ni todas las mujeres ni todos los hombres son seres de luz»

Una de las cosas que cuentas es que estas mujeres ven la custodia compartida como una amenaza.

Claro que sí. Ellas defienden el concepto de madre, que es un concepto muy claro en nuestras cabezas, como madre a tiempo completo porque no se puede ser madre a tiempo parcial.

Pero las cosas han cambiado. Igual que la mujer ha pedido lo bueno fuera. Más sueldo, las mismas condiciones que los hombres, lo que está muy bien, los hombres también reclaman cuidar a sus hijos en pie de igualdad con ellas.

Las mujeres no son más madres que los padres, padres.

No hace mucho, una juez tuitera escribió en Confilegal que «las mujeres no son seres de luz».

No podría estar más de acuerdo. Ni todas las mujeres ni todos los hombres son seres de luz.

Al final del libro expresas una idea muy preclara: “El paradigma de la izquierda no defiende la igualdad sino la diversidad. Para generar igualdad en esa diversidad hay que tratar de forma desigual a los desiguales”.

Es que el principio de igualdad se rompe en esta historia. Yo soy partidario de la discriminación positiva. El Tribunal Constitucional dijo en determinado momento que para justificar esa desigualdad que plantea la ley vamos a tratar de manera desigual a los desiguales.

Estoy de acuerdo con que haya planteamientos diferentes, dependiendo de si es hombre y mujer. Pero no de esta manera.

Tal como está todo planteado, unido a la lentitud de la justicia, al funcionamiento lento que todos conocemos, esto no funciona.

Algo habría que hacer. Porque el sistema, en lo que a esta problemática respecta, está claramente averiado.

¿Por qué lo titulaste “Algunos hombres  buenos”, como la película de Jack Nicholson y Tom Cruise?

La temática de la película y la de mi libro no tiene nada que ver, más allá del hecho de que en el fondo lo que está en juego es la dignidad.

El título ironiza con el hecho de que si todos los hombres somos malos, ¿queda alguno bueno?

Yo creo que la mayor parte de los hombres no haríamos daño a una mujer. Ni nos haríamos daño entre nosotros. Ni mucho menos a nuestros hijos.

Sergio Puerto, uno de los protagonistas del libro, dice que el género no puede decir que una persona sea buena o mala. Porque esa es la misma discriminación que denuncia el feminismo. Es puro racismo.

Uno de tus ocho protagonistas afirma que todo el sistema está montado para creer a la denunciante, sea verdad o no lo que cuenta.

Es la sensación que acompaña a casi todos. Se han pasado el día yendo a la comisaría a poner denuncias, se han gastado fortunas en detectives para saber dónde están sus hijos. Van al Grume, la policía de menores, donde no les hacen caso.

Y eso teniendo sentencias a su favor. Entiendo que digan que todo está absolutamente podrido.

Yo no lo creo, pero sí pienso que hay una descompensación que está produciendo unos efectos espurios.

Las medidas que se están aplicando para combatir la violencia de género no están solucionando las cosas.

Esa es la realidad.

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