Los pijaos, pueblo “gourmet” caníbal de la actual Colombia, eran especialistas en carne de niño
Los méxicas –conocidos popular y erróneamente como aztecas–, a quienes derrotó la coalición de pueblos indígenas capitaneada por Hernán Cortés, no fueron el único pueblo caníbal y antropofágico de la América precolombina con el que se encontraron los españoles.
En la actual Colombia habitaban varios pueblos caníbales como los natagaimas, los guauros, los tamagales y los pijaos. Todos ellos compartían lengua, costumbres y el gusto por la carne humana.
Sin embargo, de todos ellos destacaban estos últimos, los pijaos. Habitaban el centro oeste de la actual Colombia, cuenta el profesor argentino e hispanista Marcelo Gullo Omodeo en su libro “Nada por lo que pedir perdón”, publicado por la editorial Espasa.
Gullo Omodeo es uno de los hispanistas que más combate la leyenda negra y la imagen de arcadia feliz o paraíso terrenal que, según los antagonistas a todo lo hispánico, existía antes de la llegada de los españoles a América.
En este último libro subraya la realidad que imperaba entonces.
La antropofagia no solo era practicada por los méxicas, los mayas o los caribes, llamados estos últimos “los vikingos de las Antillas”, porque en sus incursiones, que llegaron hasta Jamaica, La Española y las Bahamas, mataban sistemáticamente a los varones y capturaban a las mujeres, a las que convertían en esclavas sexuales y con las que hacían guisos después.
COMÍAN NIÑOS ASADOS, PREVIAMENTE SACRIFICADOS
En Colombia destacaron, en esa misma línea, los pijaos, del que ahora la mayor parte de las referencias históricas negrolegendarias, “han olvidado” o pasan por encima este aspecto tan importante de su existencia.
Eran, según el profesor Gullo Omodeo, un pueblo “gourmet” de carne humana.
“A los pijaos les encantaba comer niños asados, hasta el punto de que el bocadillo predilecto parecía ser la carne de niño”, refiere el historiador Manuel Lucena Salmoral, quien ha estudiado muy seriamente el tema del canibalismo de este pueblo, relata Gullo Omodeo.
A las criaturas las asaban “en barbacoas, a modo de parrilla, y las llevan en el zurrón, comiendo de ellas por el camino”, cuenta Lucena Salmoral.
Este pueblo tenía como práctica la captura de las mujeres de sus enemigos para convertirlas en esclavas sexuales y embarazarlas.
A los hijos que nacían los alimentaban con mucho esmero hasta que cumplían 12 o 13 años, momento en el que estando “bien gordos, los comían con gran sabor”, refiere el antropólogo alemán Hans Disselhoff.
El inca Garcilaso de la Vega también señala que cuando las mujeres que tenían como esclavas ya no servían para la reproducción, se las comían.
Y añade que los pijaos, en muchas provincias “fueron amicísimos de la carne humana, y tan golosos que antes que acabase de morir el indio que mataban le bebían la sangre por la herida que le habían dado”.
LOS ESPAÑOLES COMBATIERON LAS PRÁCTICAS CANÍBALES
Los pijaos, explica el profesor Gullo Omodeo, combatieron contra los españoles junto a los paeces, y fueron derrotados.
En el siglo XVII Lograron reunir a 6.000 guerreros de los pueblos yalcón, avirama, pinao, guanaca y Timana. Todas antropófagas, “hasta el extremo de que su único alimento consistía en la carne humana y para procurársela vivían en constante guerra las unas contra las otras […]. Al pueblo de Carnicerías, en territorio de los paeces, le dieron los españoles ese nombre porque allí encontraban mataderos y mercados públicos de carne humana”, según el etnólogo Carlos Cuervo Márquez.
Esto que cuenta el hispanista argentino sobre los pijaos, no lo explican muchos de los historiadores y etnólogos sobre este pueblo u otros caníbales, que directamente, o de refilón, compran la leyenda negra española.
Cuervo Márquez, refiere Gullo Omodeo, no solo no criticaba a los caribes sino que los admiraba y respetaba aludiendo a que sus características eran comunes a todos los pueblos de América.
“Un argumento que equivale a decir que no se puede acusar a Hitler por los crueles asesinatos que ordenó porque también lo hicieron Stalin y otros dictadores europeos de su época”, afirma el profesor Gullo Omodeo en su libro.
EL CANIBALISMO, CONTRARIO A LA MORAL CATÓLICA
El canibalismo que combatieron los españoles era contrario a la moral católica porque la Iglesia consideraba -y considera- que toda vida humana es sagrada desde su concepción hasta su muerte natural.
Por eso, los españoles, a su llegada a Tenochticlan (el actual México D.F.) relataron estas costumbres de una forma aterradora y los consideraron actos denigrantes opuestos a la fe cristiana.
Gullo Omodeo refiere el testimonio del arqueólogo Enrique Vela en el que describe el plato Tlacatloalli, que se comía para honrar a Xipe Tótec, dios de la primavera. Para ello se sacrificaba a un guerrero de los pueblos vencidos por los méxicas (aztecas).
“Después era desollado, desmembrado y cocido a fuego lento en caldo de maíz. El muslo derecho estaba destinado a la persona más importante de la fiesta, esto es, el emperador o el gobernador, mientras que el muslo izquierdo y los dos brazos eran para el guerrero que lo había capturado en batalla. Las costillas las disfrutaban los comensales invitados. Cuando llegaron los españoles, prohibieron el consumo de carne humana, que fue sustituida por la de cerde, lo que permitió el nacimiento del pozolo, que los mexicanos consumen a día de hoy”, refiere Vela y cita Gullo Omodeo.
En el catolicismo, el cuerpo humano se considera un templo del Espíritu Santo y una creación de Dios que debe ser tratado con respeto y dignidad. El canibalismo, por lo tanto, es visto como una profanación de este templo.
Además, el catolicismo se basa en la ley natural, que es un orden moral inherente que se supone que todos los seres humanos pueden comprender a través de la razón. Desde esta perspectiva, el canibalismo es visto como intrínsecamente desordenado y moralmente incorrecto.
De ahí que fuera combatido por los colonizadores españoles hasta su extinción.
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