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Opinión | En un «ring» de boxeo donde la legalidad y la precariedad se enfrentan Just Eat lanza un directo con su nuevo convenio
Gemma Cuena es socia directora de Cuena y Gómez Abogados.
19/2/2025 05:35
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Actualizado: 19/2/2025 12:17
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El sector del reparto de comida a domicilio ha sido, en los últimos tiempos, uno de los más impactados por la regulación laboral en plataformas digitales. En el ring del delivery se enfrentan dos modelos de negocio: el de los repartidores autónomos, y el de los trabajadores con contrato laboral.
Just Eat sube al combate, con más peso en su esquina, pero resistente, apostando por un sistema sólido de contratación laboral, como boxeador de fondo, recibiendo los golpes de los costes laborales, pero con la promesa de la estabilidad.
Un modelo que implica asumir salarios, cotizaciones a la Seguridad Social, indemnizaciones y otros derechos laborales que conlleva un elevado coste.
En la esquina opuesta, sus rivales, más ligeros y ágiles, se mueven con rapidez, esquivando los golpes legales y apostando por un modelo de colaboración independiente con repartidores autónomos a pesar de las múltiples sentencias judiciales y sanciones millonarias que los van acorralando contra las cuerdas.
Just Eat refuerza su guardia introduciendo mejoras en el nuevo convenio colectivo
Just Eat y los principales sindicatos firman el segundo convenio colectivo asestando un directo al modelo «freelance» de la competencia, marcando un antes y un después en la regulación del reparto que contrasta con el modelo imperante de otras plataformas. Entre sus novedades, apostando por un sistema más justo y regulado, destacan:
1.- El sistema de consolidación por horas, que permite a los repartidores acumular jornadas de forma más predecible y con mayor seguridad en el salario.
2.- La revisión salarial que ajusta las retribuciones a la inflación y las condiciones del sector.
3.- Una mayor garantía en la contratación que se aleja de los falsos autónomos y promueve una relación laboral más estable.
El acuerdo responde, en parte, a la presión regulatoria en Europa y a la creciente jurisprudencia que ha cuestionado la relación laboral de los trabajadores en plataformas digitales.
En España, la “Ley Rider” ya obligó a muchas empresas del sector a cambiar su modelo de negocio, y este convenio parece ir aún más allá en la consolidación de derechos. Pero, ¿podrá Just Eat resistir con estos costes elevados o caerá ante la agilidad de la competencia?
Las reglas del juego: implicaciones legales y laborales mediante una defensa blindada
El nuevo convenio de Just Eat lanza un gancho a la idea de que las plataformas digitales solo pueden operar al margen de los derechos laborales. Se ha demostrado que es viable operar en el sector sin recurrir a la figura del autónomo, desmontando el argumento de utilizar esta figura como única fórmula para sostener el negocio.
Las implicaciones de este convenio pueden ser amplias para los trabajadores, por un lado, porque suben la guardia con mayores garantías laborales y estabilidad en sus condiciones, representando un avance para los trabajadores. Y para la competencia, por otro, porque el golpe está dado. O se adaptan, o arriesgan más sanciones y controversias legales.
Esto genera una presión sobre otras plataformas que ahora deben decidir si siguen el mismo camino o si insisten en modelos alternativos que podrían traerles problemas legales.
A nivel internacional, este debate está lejos de resolverse. En la Unión Europea, la Directiva sobre trabajo en plataformas digitales sigue en discusión, y las posiciones de los Estados miembros reflejan la tensión entre dos modelos: el de la regularización laboral, impulsado por países como España y Francia, y el de la flexibilidad extrema, defendido por algunas economías más desreguladas.
Veremos si el árbitro, representado por tribunales y reguladores, se inclina por un combate a 12 asaltos o habrá un K.O. regulatorio que incline la balanza.
¿Será Just Eat un modelo a seguir o un peso pesado con pies de barro?
La pregunta clave es si este modelo podrá ser replicado por otras plataformas de delivery, que han sido reticentes a la regularización de sus trabajadores. Pero ¿será Just Eat el campeón del modelo laboral o un competidor en riesgo de quedar fuera de combate?
Just Eat optando por el contrato laboral, sus competidores buscando golpes legales con estrategias para esquivar la normativa con sentencias contradictorias y modelos híbridos de contratación.
Un caso paradigmático es el de Glovo, que ha sido condenada en múltiples ocasiones por el Tribunal Supremo por utilizar a repartidores como falsos autónomos. En 2023, la Inspección de Trabajo impuso a la empresa una sanción de 57 millones de euros por no regularizar a más de 8.000 repartidores.
Otras plataformas han intentado adaptarse a un marco legal, pero sin asumir el modelo laboral tradicional, como es el caso de Uber Eats, por ejemplo, que establece acuerdos con cooperativas que contratan a los repartidores, lo que en la práctica sigue sin ofrecer estabilidad laboral.
Por lo que, a mi parecer, mientras Just Eat sube al ring con el peso de la estabilidad y los costes laborales, sus competidores apuestan por la velocidad y la esquiva.
¿Será el modelo laboral la clave para ganar por resistencia o terminará agotado antes del último asalto?
El éxito o el fracaso de este convenio dependerá en gran medida de su implementación real y de la respuesta del mercado. El verdadero combate empieza ahora: la viabilidad de este convenio se decidirá en la cancha del mercado y en la respuesta de los consumidores.
Si Just Eat resiste a los golpes y sigue en pie, logrando mantener su competitividad frente a otras plataformas que continúan operando con modelos más flexibles (y menos garantistas), es posible que se vean obligadas a seguir la misma estrategia.
Por tanto, nos encontramos ante la gran pregunta: ¿es este convenio un asalto hacia un modelo más justo o es simplemente un espejismo, un experimento que no llegará a consolidarse?
El caso es que Just Eat demuestra que se puede pelear en el ring del delivery sin precarizar a los trabajadores.
Pero en un sector en el que la regla general sigue teniendo la etiqueta de “colaborador independiente”, la verdadera batalla aún no ha terminado.
GLOVO CAMBIA DE GUARDIA: DEL ESQUIVE A LA DEFENSA ESTRUCTURADA
Glovo, después de años esquivando golpes y jugando al contragolpe legal, parece haber cambiado de estrategia. Tras las sanciones millonarias y sentencias en su contra, la plataforma ha decidido recientemente bajar la guardia del modelo autónomo y adoptar una postura más defensiva: formalizar contratos laborales para sus repartidores en España.
Este inesperado movimiento, equivalente a un boxeador que deja de moverse al filo de las reglas para asentarse en el cuadrilátero, supone un giro importante en la batalla del delivery.
Si bien aún no está claro si estos contratos serán indefinidos o temporales, lo cierto es que Glovo ya no solo busca esquivar, sino que se prepara para recibir los impactos dentro de un marco más regulado.
¿Se trata de una verdadera conversión o de una estrategia para ganar tiempo y desgastar al rival? La campana sigue sonando y el combate aún no ha terminado.
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