Miguel Winkels Arce posando con el todoterreno comprado con donaciones de españoles y entregado al Ejército ucraniano. Foto: MWA.
Drones, voluntarios y resistencia: la lucha en Ucrania vista desde dentro por el voluntario español Miguel Winkels
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06/3/2025 00:45
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Actualizado: 06/3/2025 01:05
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Tiene 58 años y es economista. Miguel Winkels Arce había llegado un punto en su vida en que había alcanzado su independencia económica. Acostumbrado a las cifras y a los mercados, hace poco más de un año su vida tomó un rumbo inesperado. Sintió la llamada de algo mucho más grande que él mismo.
Ya no podía seguir mirando las noticias sobre la guerra de Ucrania y no hacer nada. Y fue así como terminó en el corazón de ese conflicto. Llevando ayuda, conduciendo todoterrenos por caminos marcados por la destrucción, entregando provisiones y viendo de cerca el rostro de la resistencia.
«En el siglo XXI, nadie pensaba que volveríamos a ver en Europa una guerra con masacres de civiles, fosas comunes, torturas y violaciones sistemáticas como arma de guerra», dice Winkels.
“Pero es lo que ha pasado. Los rusos siguen con una mentalidad de la Edad Media. Si llegan a un territorio sienten que tienen barra libre para robar, violar a mujeres, niños y hombres, y a matar. Se han llevado a miles de niños ucranianos secuestrados a su territorio”.
Su voz es pausada, pero cada palabra tiene un peso inmenso. Desde su primera incursión en Ucrania, Winkels ha sido testigo de historias que la mayoría solo puede imaginar desde la seguridad de sus hogares.
«Al inicio, sin apenas medios, con civiles y voluntarios, los ucranianos consiguieron frenar al que se supone que es el segundo ejército más poderoso del mundo. Eso demuestra una determinación increíble, pero también deja claro que necesitan ayuda constante», cuenta.
Un ejército de voluntarios
La guerra en Ucrania no solo se libra en el frente, cuenta. Se libra en los corazones de miles de personas alrededor del mundo que han decidido no quedarse de brazos cruzados. Desde médicos hasta ingenieros, desde exmilitares hasta simples ciudadanos, todos han encontrado una manera de ayudar.
Winkels ha trabajado especialmente con dos organizaciones no gubernamentales (ONG), Help99, con base en Estonia, y actualmente One Team One Fight, una iniciativa internacional que recauda fondos para ayudar a equipar a unidades del ejército ucraniano.
«Yo empecé donando dinero, pero me di cuenta de que podía hacer más. Así que viajé a Ucrania para entregar personalmente vehículos todoterreno, equipados con ruedas de todoterreno, visores nocturnos, inhibidores de drones y camuflaje», detalla. Son, mayormente Mazda L200 y Toyotas Hilux, duros y resistentes. Pero también Range Rovers y Isuzus.
Estos vehículos son fundamentales. «El ejército recibe blindados de Occidente, pero las tropas de infantería dependen de estos todoterrenos para moverse, evacuar heridos y transportar provisiones», explica.
Son, en esencia, las venas por las que corre el sustento de la resistencia.
El esfuerzo logístico de estas ONG no solo es inmenso, sino también una carrera contra el tiempo. Cada semana se organizan convoyes con material de primera necesidad. Algunos de los vehículos nunca regresan. Quedan destruidos por los bombardeos o se pierden en el caos del conflicto.
«Algunas entregas tienen cierto riesgo», dice Winkels. «Los bajamos desde Estonia. Sabemos que hay zonas donde el simple hecho de moverse te pone al alcance de los drones rusos. Pero no hay otra opción. Los entregamos a una distancia de 10-20 kilómetros del frente. Bajamos varios vehículos y los conductores volvemos en uno».
“La reciente bronca de Trump a Zelenski en la Casa Blanca, ese intento de humillación al presidente ucraniano, ha provocado otra ola de donaciones», afirma Miguel Winkels.
Cuando conducen de noche lo hacen sin luces. Se guían por visores de visión nocturna que les permiten ver el camino con la misma claridad que si fuera de día. «El peligro está en los drones que están continuamente sobrevolando el cielo. Cualquier tipo de luz nos convertiría en un blanco fácil», detalla.
Él mismo ha entregado hasta ahora tres vehículos al Ejército ucraniano; uno, el pasado mes de diciembre, fue un todoterreno completamente equipado, producto de aportaciones de españoles. “Fueron 19.000 euros lo que costó”, cuenta.
Las donaciones llegan de todas partes. “La reciente bronca de Trump a Zelenski en la Casa Blanca, ese intento de humillación al presidente ucraniano, ha provocado otra ola de donaciones. Me contaban hace unas horas que en Rumanía, a las pocas horas de conocerse lo ocurrido, un colega de una ONG había conseguido reunir 10.000 euros para la compra de otro todo terreno”, relata.
El apoyo de los voluntarios no es sólo ayuda material; el saber que decenas de miles de personas alrededor del mundo está con ellos eleva la moral de los defensores ucranianos.
La guerra de los drones
La tecnología ha cambiado el campo de batalla para siempre, sentencia el economista español. «Cuando Estados Unidos redujo el envío de munición en 2023, los ucranianos encontraron una alternativa en los drones», cuenta Winkels.
En apenas un año, Ucrania pasó de no fabricar drones militares a producir más de un millón.
«Miles de personas en todo el mundo comenzaron a donar dinero específicamente para la compra y fabricación de drones. Los ucranianos convirtieron fábricas enteras en centros de producción de drones de ataque y vigilancia», relata.
Uno de los más temidos es el apodado «Baba Yaga» por los soldados rusos. «Es un dron de carga que vuela de noche y lanza bombas sobre las trincheras rusas. Los soldados rusos lo llaman así porque lo asocian con la bruja del folclore eslavo que secuestra niños y ataca en la oscuridad», describe.
Pero la guerra no es estática. Cada avance en tecnología trae una respuesta. «Los rusos desarrollaron inhibidores de señales para neutralizar los drones ucranianos. La respuesta fue inmediata: ahora se usan drones con conexión por fibra óptica para evitar bloqueos», explica.
Es un ajedrez mortal donde la innovación es la diferencia entre la vida y la muerte.
Los drones han redefinido la guerra de trincheras. Winkels ha visto cómo los soldados ucranianos han desarrollado estrategias para esquivar los ataques aéreos.
«Las trincheras han tenido que ser reforzadas. Todo movimiento en el campo de batalla ahora depende de la información de los drones». En la actualidad, los ataques a gran escala se planifican con tecnología de vigilancia en tiempo real, una ventaja que los ucranianos han aprendido a usar con maestría.
Las mujeres en la resistencia
No son solo los hombres quienes han tomado las armas, aclara Winkels. «Muchas mujeres han perdido a familiares en la guerra y han decidido alistarse», dice el español.
«Están en todas partes. En unidades médicas en el frente y en la logística». Algunas son extranjeras, llegadas para apoyar en hospitales de campaña, otras son viudas de soldados caídos que ahora portan un fusil en su honor.
La guerra no distingue género, y ellas tampoco. Algunas han alcanzado posiciones de liderazgo en unidades militares.
Winkels ha conocido a mujeres que dirigen escuadrones de drones, que patrullan en el frente o que han dedicado su vida a entrenar nuevas generaciones de combatientes. «Son igual de valientes que cualquier soldado. Y a menudo, su convicción es incluso más fuerte».
«Si cae Ucrania, cae Europa»
Para Winkels, la lucha de Ucrania no es solo por su soberanía, sino por el futuro del continente. «Si Rusia gana esta guerra, no se detendrá en Ucrania. Los países bálticos, Polonia y otros estados estarán en el punto de mira», advierte.
Estonia ya ha comenzado a preparar la movilización de reservistas. El miedo a una expansión de la guerra está latente en toda Europa del Este.
«La mayoría de los europeos no entiende lo que está en juego. No es solo una guerra en un país lejano. Si Ucrania cae, Europa quedará en una posición de extrema vulnerabilidad», insiste.
Winkels es testigo de una guerra que no solo se mide en batallas ganadas o territorios perdidos, sino en el sacrificio de miles de personas que se niegan a rendirse.
«La mayor parte de los soldados que he conocido no eran soldados antes del 2022. Eran profesores, panaderos, médicos, abogados, actores, periodistas, fontaneros…», cuenta.
«El miedo a una expansión de la guerra está latente en toda Europa del Este».
Para muchos de ellos, el costo de la resistencia ha sido la pérdida de una pierna, un brazo, la vida de un amigo. «Los rusos han sufrido más de 250.000 bajas y 600.000 heridos, pero siguen enviando más soldados al frente. Ucrania, en cambio, tiene que ser más eficiente con menos recursos», explica.
«Y los ucranianos no se van a rendir. Ya saben lo que significa vivir bajo el dominio ruso y no quieren volver a eso», concluye.
Para Miguel Winkels y los miles de voluntarios que ayudan a Ucrania, esta guerra no es solo un conflicto lejano, sino una batalla crucial para la seguridad y el futuro de Europa. Él, como muchos otros, ha decidido no mirar hacia otro lado. Por eso ya está preparando un nuevo viaje a Ucrania.
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