María Jesús González-Espejo, autora de “El arte de envejecer sabiamente”: “En España está muy mal visto hablar de dinero y es un error”
La autora en una pionera en muchos frentes del mundo de la abogacía. Con este libro y una plataforma de servicios vuelve a hacer de rompehielos en un espacio escamente explorado. Foto: Carlos Berbell/Confilegal.

María Jesús González-Espejo, autora de “El arte de envejecer sabiamente”: “En España está muy mal visto hablar de dinero y es un error”

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21/3/2025 01:00
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Actualizado: 21/3/2025 09:55
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Vino al mundo con una mente organizadora y una personalidad decidida y un carácter firme. María Jesús González-Espejo es, por naturaleza, una pionera. Fue introductora del «Legal Design Thinking» y de eventos innovadores, como «hackatones» y el «Legal Design Challenge».

En 2020, la International Legal Technology Association (ILTA) la nombró una de las cinco mujeres más influyentes en LegalTech a nivel mundial. ​

Abogada de formación, comunicadora en esencia, María Jesús González-Espejo se ha adentrado ahora en otro espacio ignoto, el del envejecimiento. Acaba de publicar el libro «El arte de envejecer sabiamente. Guía para adoptar mejores decisiones vitales y disfrutar de un futuro más pleno», un libro innovador que podría haberlo titulado «Todo lo que necesitas saber para afrontar tu vejez y sobre lo que no encontrabas respuestas».

El libro no es un punto y final sino el comienzo de algo mucho más importante cuya semilla es el Instituto de Smart Ageing, una plataforma de servicios para hacer que la última parte de la vida de las personas sea una carretera rodada y sin obstáculos.

Lo explica todo en esta entrevista.

“El arte de envejecer sabiamente” es el título de tu libro. ¿Cuál fue el momento de tu vida en el que te diste cuenta de la necesidad de abordar el envejecimiento de manera estratégica?

Bueno, fueron dos cosas. Primero, darme cuenta de que, de repente, mis padres se habían hecho mayores y necesitaban ayuda. Y segundo, tomar conciencia de que yo también estaba empezando a envejecer.

En mi caso, siendo una mujer divorciada y con dos hijas, no quería convertirme en una carga para ellas. O, al menos, quería ser la carga más ligera posible. Además, si algún día yo no estoy, quiero que lo que dejen atrás sea un legado bien organizado. Esa fue mi principal motivación para abordar este tema.

Pero el libro va mucho más allá de un simple “best seller”. ¿Es un medio para otro fin?

Los libros siempre son un medio para otro fin. Al final, cuando uno escribe un libro, también lo hace para aprender.

Yo quería aprender sobre este tema y, si era posible, darle un enfoque académico. No hacer afirmaciones basadas solo en intuiciones o suposiciones, sino en estudios científicos, en investigaciones que lo respalden. Incluso he realizado mis propias investigaciones.

El objetivo de mi libro era ordenar toda esa amalgama de ideas que tenía sobre qué debo hacer para dejar todo bien organizado cuando yo no esté. O qué debo hacer para cuidar mejor de una persona mayor.

Pero no se queda ahí. Tu libro es la base para otras iniciativas, el Instituto de Smart Ageing, es la base de operaciones.

Claro. Lo que ha sucedido aquí es que, al terminar el libro, me di cuenta de algo fundamental: podemos envejecer de forma ingenua o de forma inteligente. Y para envejecer de manera inteligente, es necesario seguir una metodología. Hay que abordar el envejecimiento apoyándose en pilares sólidos que, en mi caso, he identificado como nueve.

Estos pilares, bien articulados, conforman un método.

¿Y cuál es ese método?

Reflexiona. Piensa en todos estos temas, comprende qué decisiones hay que tomar y adóptalas en el momento adecuado. Lo he llamado Justo a tiempo: para envejecer sabiamente”.

Los nueve pilares del envejecimiento inteligente. ¿Qué quieres decir, de forma específica, con el término envejecimiento inteligente?

Me refiero a comprender los retos que vienen. Entender cómo te van a afectar para tomar las decisiones adecuadas a tiempo. En el ámbito de la salud, es muy sencillo. Muchas personas tienen hábitos poco saludables: algunos fuman, otros beben más de la cuenta, otros se alimentan mal o no incluyen la actividad física en su rutina diaria. Todos estos son malos hábitos. Si los corriges a los 30 años, es mucho mejor que si intentas hacerlo a los 70.

Otro hábito clave es el ahorro. Puedes vivir gastando todo lo que tienes, como ocurre con muchos jóvenes ahora, que practican un carpe diem extremo porque han visto las incertidumbres del mundo y piensan que quizás mañana no estén. Es comprensible y puede ser divertido, pero el problema es: ¿qué pasará cuando lleguen a la vejez y no tengan un colchón financiero?

En definitiva, hay que interiorizar hábitos saludables en distintos ámbitos: salud, finanzas, asuntos jurídicos, vivienda y vida social. Tener amigos, tener aficiones… Que la jubilación no te pille sin saber qué hacer con tu tiempo, sin nadie con quien compartir, sin un solo abrazo cuando lo necesites.

Porque la realidad es que, en el futuro, no habrá suficientes cuidadores para atendernos a todos. Y si no has cultivado una red de apoyo, ¿a quién vas a acudir cuando lo necesites?

Eso es el envejecimiento inteligente.

Uno de los hábitos que propone cultivar es el del ahorro para tener un colchón financiero cuando llegue el momento. Foto: Carlos Berbell/Confilegal.

Por tus palabras se deduce que, como individuos, no estamos tomando ninguna decisión consciente sobre esta etapa de nuestra vida…

En países como Estados Unidos existen “coaches” especializados que ayudan en distintos aspectos de la vida, como las finanzas o la salud mental. Además, hay también especialistas en la planificación del envejecimiento.

Por ejemplo, cuando una persona se hace mayor y sus hijos no saben qué hacer con ella, –y la propia persona tampoco–, estos especialistas orientan sobre las opciones disponibles: dónde debería vivir, qué alternativas existen, cómo gestionar esa etapa.

Además, ayudan a mediar entre los hijos y los padres, porque muchas veces esas situaciones generan conflictos por opiniones encontradas. También canalizan las relaciones familiares, ya que, en general, no sabemos ser suficientemente respetuosos con la voluntad de las personas mayores.

En resumen, hay países donde este proceso está bien estructurado, y otros, como España, o en general los de cultura hispana, donde tendemos más a improvisar que a planificar. ¿Y qué es lo que ocurre? Que si no planificamos, lo que viene es muy grande.

¿Qué errores se están cometiendo las instituciones ante esta realidad que se nos avecina?

Bueno, quizás el principal error, como mencioné en la tribuna que publiqué con vosotros, es lo que explica el concepto sociológico de la Ventana de Overton. Este concepto señala que, en la opinión pública, no pueden estar simultáneamente sobre la mesa más de cinco temas de interés.

Y el envejecimiento no está incluido entre ellos. Aparece de forma sesgada de vez en cuando, pero solo cuando una situación puntual lo impulsa, como ha ocurrido recientemente con el debate sobre las pensiones, la vivienda, el edadismo o la soledad no deseada. A veces, también se habla de las listas de espera en la Sanidad, que afectan en mayor medida a las personas mayores.

Sin embargo, lo que no está en esa Ventana de Overton es una aproximación de conjunto al envejecimiento y sus retos. Lo más importante es que esta aproximación debe ser integral.

No podemos abordar los problemas del envejecimiento de manera aislada, porque están interconectados. Tampoco podemos centrarnos únicamente en tres o cuatro aspectos, porque, si no atendemos al conjunto, los problemas desatendidos crecerán aún más.

«Si no has planificado bien y tienes hábitos de gasto elevados, cuando tu sueldo se reduzca con la jubilación, te enfrentarás a otro trauma importante».

¿Cuáles son los mayores peligros de una jubilación improvisada? ¿Y qué pasos concretos recomiendas tomar con antelación?

A ver, hay personas a las que la jubilación les llega de manera imprevista y, aun así, son capaces de adaptarse. No creo que a todos nos afecte de la misma manera.

¿De qué depende esto? Creo que de algo bastante obvio: hay personas con una gran capacidad de adaptación al cambio y otras que no la tienen. Sin embargo, esto está estudiado. Hay investigaciones que demuestran que quienes se preparan para la jubilación afrontan esa etapa de forma mucho más positiva.

Por lo tanto, independientemente de lo que nos depare el futuro —que será diferente para cada uno—, a todos nos beneficiará estar preparados.

¿Cómo podemos prepararnos?

Pues podemos prepararnos para el momento en que, un día, el teléfono deje de sonar con la frecuencia de antes, cuando la gente que solía llamarte ya no lo haga. Podemos prepararnos para el día en que te levantes por la mañana y veas tu agenda vacía. Para muchas personas, eso produce vértigo.

Tengo un amigo que pasó por esto. Venía de una gran empresa energética y, cuando salió, hace dos años, estaba angustiado porque no tenía nada en la agenda. Pero ayer mismo me decía: «Estoy contento porque, después de cinco años, he aprendido a disfrutar de no tener nada en la agenda». Sin embargo, esto es algo que muchas personas no logran superar.

Otro aspecto muy importante es el físico. Si has vivido con un alto nivel de estrés y con la adrenalina siempre a tope, parece ser que, cuando pasas de una actividad intensa al retiro o la jubilación, pueden aparecer enfermedades.

¿Y esto por qué ocurre?

Porque de alguna manera, la adrenalina estaba sosteniendo el equilibrio de tu cuerpo. Pero cuando ese nivel de actividad baja de golpe, puede surgir un infarto o incluso un cáncer. No es un tema suficientemente estudiado, y ojalá se investigue más, pero lo que sí está probado es que hay un alto índice de enfermedades tras la jubilación.

¿Qué sucede entonces? Que si has incorporado previamente técnicas de relajación, como la meditación, el yoga o el “mindfulness”, afrontarás estos cambios con mucha más facilidad. En cambio, si pasas de una actividad frenética a no tener ocupaciones y, además, careces de herramientas para gestionar esa nueva realidad, el impacto será mucho mayor.

Luego, por supuesto, está el tema financiero. Si no has planificado bien y tienes hábitos de gasto elevados, cuando tu sueldo se reduzca con la jubilación, te enfrentarás a otro trauma importante.

Hay dos factores clave para no hablar de dinero, según González-Espejo. Por un lado, la idea de que hablar de ello es de mal gusto y, por otro, el miedo a perderlo.

¿Por qué tanta gente evita hablar de dinero?

Creo que en España es una cuestión cultural. Algo muy arraigado en nuestra sociedad.

Antes, se consideraba de mal gusto hablar de dinero, ¿no? Ese es un factor. Pero, fíjate, en el libro hablo de una enfermedad llamada peñafobia, el miedo irracional a la pobreza o a quedarse sin recursos económicos en la vejez.

Creo que puede estar relacionado con un instinto de supervivencia muy primario. Quienes padecen este miedo tampoco quieren hablar de dinero porque temen que se lo roben o que, de alguna manera, desaparezca.

Así que aquí hay dos factores clave: por un lado, la idea de que hablar de dinero es de mal gusto, y por otro, el miedo a perderlo. Ambas pueden ser motivaciones importantes para evitar el tema. Y creo que es un problema.

Desde el Instituto de Smart Ageing, que tú diriges, estáis articulando toda una actividad empresarial. Explícame en qué aspectos o áreas estáis actuando.

A partir del libro y la metodología desarrollada, hemos creado dos cursos dirigidos a empresas: “Aprender a envejecer sabiamente” —ya disponible— y “Aprender a jubilarse sabiamente”, en preparación.

En el primero abordamos los nueve pilares del envejecimiento inteligente, desde hábitos de salud física hasta temas económicos como el ahorro, la inversión y los productos financieros.

Un dato clave: el 90 % de los nacidos entre 1957 y 1974 —la generación “Baby Boom”— posee una vivienda. Algunos podrán costear servicios como el de un cuidador, pero otros necesitarán recurrir a fórmulas alternativas de financiación.

Muchos tendrán que seguir trabajando, y estudios indican que alrededor del 30 % lo hará hasta el final de sus vidas, como ya sucede en Estados Unidos, porque la pensión no cubrirá sus necesidades.

Por ello, es esencial conocer herramientas como la hipoteca inversa, la venta de la nuda propiedad o la renta vitalicia. Entender sus diferencias permite tomar decisiones informadas.

También es clave adaptarse al entorno digital. Desde el Portal Notarial —aún poco conocido pero muy útil— hasta la firma electrónica o la inteligencia artificial, estas tecnologías ya forman parte del día a día.

Otro aspecto importante es la vivienda: conviene repensar dónde queremos vivir en esta etapa. A menudo permanecemos en el lugar de origen por inercia, cuando hay ciudades mejor adaptadas al envejecimiento.

Ciudades como León, Vitoria o Pamplona llevan años desarrollando servicios para personas mayores, a diferencia de otras más grandes como Madrid, donde el ritmo acelerado y la masificación dificultan la vida a medida que envejecemos.

En definitiva, debemos valorar no solo la calidad de vida que buscamos, sino también el coste de mantenerla. Muchas personas mayores consideran que se vive mejor en ciudades más pequeñas, donde todo es más accesible y asequible.

«Es fundamental conocer los productos financieros disponibles, como la hipoteca inversa, la venta de nuda propiedad o la renta vitalicia. No son todos iguales, y es necesario entender bien sus diferencias para tomar decisiones informadas».

Háblame del problema del costo de los cuidadores…

A día de hoy, si tú o yo tuviéramos que contratar un cuidador para nuestra madre o nuestro padre, cumpliendo con las exigentes leyes laborales actuales, necesitaríamos 5,2 empleados para garantizar un servicio de 24 horas, los siete días de la semana.

¿Quién puede permitirse pagar eso en España? Prácticamente nadie.

La realidad es que la mayoría de las familias contrata a dos cuidadores y luego se turnan, lo que, en muchos casos, genera pequeñas irregularidades. Porque la verdad es que es un servicio extremadamente caro.

Pero es que, además, no hay suficientes cuidadores. Actualmente, en Europa faltan 1.200.000 profesionales del sector, y la política migratoria que tenemos no facilita en absoluto la llegada de trabajadores para cubrir esa necesidad. Tampoco hay una estrategia clara para atraer personas de países con alto desempleo y formarlas para este trabajo.

¿Qué más hacéis?

Tenemos un club, “Matura”, que nos está permitiendo conocer y entender muy bien al colectivo. Ya contamos con 1.000 socios, principalmente en Madrid, y en su mayoría mujeres.

Con este club estamos detectando necesidades. Por ejemplo, muchas personas quieren vivir en lo que se conoce como vivienda colaborativa para mayores, pero actualmente hay muy pocos proyectos de este tipo.

¿Las mujeres se preocupan más por el futuro?

Yo creo que sí, y además son más sociales, tienen más claro que necesitan salir, relacionarse y participar en actividades.

La vivienda es también otro aspecto fundamental al que González-Espejo ha prestado un profundo estudio. Foto: Carlos Berbell/Confilegal.

¿Qué se entiende por vivienda colaborativa?

Una vivienda colaborativa es un espacio donde quienes van a vivir allí toman decisiones colectivas sobre cómo quieren que sea su entorno y su día a día.

Por ejemplo, si se va a construir desde cero o si se va a renovar un edificio ya existente. Los residentes deciden aspectos como si quieren que haya una biblioteca, una cocina común, si contratarán empleados para determinadas tareas o si gestionarán todo ellos mismos. En definitiva, es una forma de organización en la que la comunidad define cómo será su hogar.

Es volver al concepto de tribu.

Sí, de alguna forma. O a la pandilla de jóvenes que una vez fuimos. O a un grupo de apoyo similar. Eso es lo que representan las viviendas colaborativas.

Lo que estamos haciendo es identificar qué quiere cada persona de nuestro grupo. Ya se han apuntado 200 personas a esta iniciativa y, con ellas, hemos realizado una primera encuesta.

A partir de los resultados, con la ayuda de una empresa especializada en la construcción de viviendas colaborativas, vamos a analizar si realmente podemos materializar proyectos reales y tangibles.

Lo interesante es que casi todos los participantes aseguran que tienen dinero para invertir en este modelo de vivienda. Muy pocos han dicho que no cuentan con recursos suficientes y, para ellos, se podría desarrollar un modelo de vivienda en alquiler. Es decir, hay soluciones también para quienes no tienen suficiente ahorro.

Lo sorprendente es que hay un interés real y que muchas personas tienen la capacidad económica para hacerlo, pero el proceso es complicado. Para que esto funcione, se necesitan profesionales que guíen y estructuren bien el proyecto.

No es el último campo.

No, estamos impulsando un segundo proyecto. Hemos detectado que, en uno de los grupos, muchas personas mencionaban que les estaban subiendo mucho las primas de los seguros de salud, en algunos casos alcanzando los 400 euros o más al mes en compañías tradicionales.

Así que investigamos y encontramos una empresa, y posiblemente una segunda, que está lanzando una promoción de un seguro con prima fija de por vida, es decir, que garantizan que no subirán la tarifa con el tiempo.

Entonces, pensamos en acercarnos a estas empresas como colectivo. No es lo mismo negociar un seguro individualmente que hacerlo como un grupo de más de cien personas. Por eso, hemos reunido a un grupo de interesados y contamos con un corredor de seguros que va a negociar en nombre de Natura para intentar conseguir una póliza a mejor precio para todos.

«Dentro de poco tendremos unos 20 millones de personas mayores y, en unas décadas más, alrededor del 30% o incluso más de la población estará en ese grupo. Para 2.040 o 2.050, un tercio de la población será mayor. Me refiero a personas de 65 años en adelante, muchas de ellas longevas».

Eso está muy bien. También hablas del cohousing”. ¿Qué es?

La vivienda colaborativa, o «cohousing», es un modelo en el que los propios residentes deciden de forma conjunta cómo quieren vivir, qué servicios desean y cómo gestionar los espacios comunes.

El «coliving» es diferente. En este caso, promotores privados construyen un edificio y venden viviendas individuales que comparten algunas zonas comunes.

Por su parte, el «senior living» responde a una lógica de inversión: los promotores construyen, mantienen la propiedad del inmueble y ofrecen un servicio integral a personas mayores, que alquilan tanto el espacio como los servicios asociados.

Existen, por tanto, varias alternativas. Y también está la residencia tradicional, que en España suele ser la opción menos deseada.

Ahora bien, cuando el nivel de dependencia es alto y una persona ya no puede valerse por sí misma, el cohousing deja de ser viable. El cuidado continuo —24 horas al día, 7 días a la semana— requiere unos 5,2 cuidadores por persona, un coste que muy pocos pueden asumir.

En los últimos tiempos te he escuchado decir que este iba a ser un país de viejos.

Totalmente. Dentro de poco tendremos unos 20 millones de personas mayores y, en unas décadas más, alrededor del 30% o incluso más de la población estará en ese grupo. Para 2.040 o 2.050, un tercio de la población será mayor. Me refiero a personas de 65 años en adelante, muchas de ellas longevas.

Porque, además, no es solo que haya más personas mayores, sino que vivirán más tiempo del promedio. Hoy la esperanza de vida media es de aproximadamente 83,4 años para los hombres y 87,2 para las mujeres, pero esas cifras seguirán subiendo. Dicen que, cada año que pasa, la esperanza de vida aumenta tres meses.

Algo que me sorprendió al escribir el libro fue investigar sobre las personas que más han vivido. Ya sabes que la mujer que más tiempo ha vivido fue la francesa Jeanne Calment, que llegó a los 122 años antes de fallecer en 1997. Y en España, hasta hace poco, la persona más longeva era María Branyas, que murió en agosto de 2024 con 117 años.

Pero lo interesante es que, en los récords de longevidad, todas son mujeres. Nosotras vivimos más, pero con peor calidad de vida. A menudo llegamos a edades avanzadas con problemas de salud y menos recursos económicos. Es una realidad bastante dura.

De hecho, las mujeres enfrentamos más retos en el envejecimiento que los hombres. Vivimos más tiempo, pero con más dificultades económicas y de salud.

La crisis del sistema familiar es un hecho, subraya González-Espejo. «Nos tendremos que apoyar en nuestra red social, en nuestros amigos —que serán como nosotros y que, entre todos, podemos aportar algo: uno sabrá de derecho, otro sabrá de tecnología, otro cantará, otro bailará— y así nos daremos apoyo mutuamente», explica. Foto: Carlos Berbell/Confilegal.

En tu libro tampoco evitas hablar de la crisis de las pensiones que, aseguras, se avecina. Y mencionabas la opinión de dos expertos.

Sí. A mí, por ejemplo, me preocupa mucho qué pensión voy a cobrar cuando me jubile. En mi caso, me tocaría a los 67 años, salvo que haya cotizado lo suficiente y pueda hacerlo a los 65. Pero la gran pregunta es: ¿cuánto me va a tocar realmente? ¿Lo que me han dicho o menos?

Bueno, pues según los cálculos que me ha hecho una empresa especializada en planificación financiera, el importe de mi pensión se reducirá en un 20%.

Y esto mismo me lo han confirmado también algunos actuarios con los que he hablado, que trabajan para distintos bancos. No voy a decir nombres, pero todos coinciden en que, para mi generación —yo nací en el 65—, el coeficiente de corrección rondará el 20%.

Es decir, parece ser que no vamos a cobrar la pensión que nos han prometido.

Y, en realidad, tiene sentido. Si miramos la situación actual, el déficit de la caja de pensiones es del 13%. ¿Y qué está ocurriendo? Que no nacen suficientes niños. La pirámide poblacional está completamente invertida: en la parte superior hay cada vez más personas mayores y, en la base, cada vez menos jóvenes.

Además, estamos limitando la entrada de inmigrantes. Hoy en día, se está frenando la llegada de trabajadores de países africanos, por ejemplo, cuando en realidad sería una de las pocas soluciones para sostener el sistema.

¿Cómo podemos evitar el problema de la soledad?

Claro, muchas personas se enfrentan a esto. Lo que está ocurriendo es que la sociedad española está cambiando. Antes, nuestra sociedad era lo que se llama familiarista: la familia era el principal pilar de apoyo. Pero esto está cambiando por múltiples razones.

Por ejemplo, muchos de los que hemos podido enviar a nuestros hijos de Erasmus, hemos visto cómo algunos se han enamorado de un australiano o de un finlandés y se han quedado a vivir fuera, o van y vienen constantemente.

Luego está el tema de los divorcios. En la generación “baby boom” más del 50% se divorcia. El otro día, Isabel Winkels mencionaba este dato.

¿Qué significa esto en la práctica?

Por un lado, supone un desastre económico, porque al dividirse el patrimonio, el poder adquisitivo se reduce enormemente. Además, surgen conflictos que complican la vida. Y para los hijos, esto es un problema enorme cuando llega el momento de cuidar a sus padres.

Ahora, mientras somos independientes, la situación es manejable. Mi madre vive en Alcorcón, mi padre en Alpedrete, y yo puedo ir a comer un día con uno y otro día con el otro.

Pero cuando seamos mayores y nuestros hijos tengan que cuidarnos a ambos, cada uno en un sitio distinto y, además, con una mala relación entre los padres… eso va a ser un problema gravísimo.

Es un tema del que no he oído hablar a nadie más que a mí, y de verdad creo que es crucial.

Otro problema es que nuestros hijos se casan tarde, si es que se casan. Y tienen hijos aún más tarde. Nosotras ya fuimos madres tarde en comparación con generaciones anteriores. Yo, por ejemplo, tuve a mi hijo con 27 años y, en mi época, la media en España estaba entre los 31 y 33 años. Ahora sigue en 33 años para el primer hijo.

«Aquí va a ser necesario un cambio cultural muy profundo y, probablemente, nos tocará impulsarlo junto con quienes ya llevan años trabajando en ello».

¿Qué implica?

Que cuando llegue el momento en que necesiten cuidar de sus padres, probablemente sigan criando a sus propios hijos. Y si sumamos a eso el hecho de que en muchos casos los padres están divorciados y viviendo en lugares distintos, el problema se multiplica.

Y a esto hay que añadirle otra realidad: no va a haber suficientes cuidadores en un país donde la red familiar tradicional está desapareciendo.

Entonces, nos tendremos que apoyar en nuestra red social, en nuestros amigos —que serán como nosotros y que, entre todos, podemos aportar algo: uno sabrá de derecho, otro sabrá de tecnología, otro cantará, otro bailará— y así nos daremos apoyo mutuamente.

Yo creo mucho en este modelo. Creo que va a ser clave en el futuro.

Es una reconfiguración del pasado hacia el futuro. Es una transformación total de cómo nos organizamos.

¿Y sabes qué pasa con esta red?

Que en otros países veo más difícil estructurarla. He vivido en Holanda, en Estados Unidos y en Bélgica, y allí lo veo más complicado. Pero en España, con lo que nos gusta socializar, esto es muy fácil. Solo hay que articularlo.

¿Qué forma jurídica tiene el Instituto de Smart Ageing?

Estamos valorando qué forma jurídica adoptar. Probablemente será una cooperativa, ya que somos un grupo de expertos comprometidos con el envejecimiento saludable.

Hasta ahora, el proyecto ha funcionado como un «spin-off« del Instituto de Innovación Legal, mi empresa. Recientemente, un organismo de la Comunidad de Madrid nos propuso una estructura jurídica que podría adaptarse mejor a nuestras necesidades.

Lo que hemos desarrollado es una metodología fruto de tres años de trabajo. Ahora necesitamos consolidarla con un equipo multidisciplinar.

Buscamos un médico —idealmente especializado en longevidad o medicina de familia—, un experto en planificación financiera que domine pensiones y productos económicos, y un abogado con experiencia en derechos de las personas mayores, especialmente en herencias, sucesiones, curatelas, poderes preventivos, derechos digitales y prevención de abusos.

También necesitamos un buen corredor de seguros que nos ayude a identificar las mejores opciones del mercado.

Y, por supuesto, una psicóloga, que ya forma parte del equipo. Para que el proyecto crezca, es esencial contar con profesionales cualificados y comprometidos.

¿Y ahí hay negocio, evidentemente? ¿Tú lo ves?

Yo lo veo clarísimo. Deberíamos tener cierto éxito porque la necesidad existe. Otra cosa es que esto aún es muy incipiente. Aquí va a ser necesario un cambio cultural muy profundo y, probablemente, nos tocará impulsarlo junto con quienes ya llevan años trabajando en ello.

Porque yo no soy la única. Hay gente muy buena que lleva tiempo llamando a las puertas y alertando sobre la realidad del envejecimiento de la población, la pirámide invertida y la longevidad. Esto no solo impacta a nivel individual, sino también a la sociedad en su conjunto, a las empresas y a las administraciones públicas y privadas.

En este proceso de crear empresa y ofrecer servicios a las personas mayores, supongo que la financiación tendrá que venir tanto del sector público como del privado. En el caso del sector público, ¿de dónde?

El problema que veo con la financiación pública es que la innovación que se fomenta desde las administraciones suele estar muy condicionada. Normalmente, la colaboración con empresas innovadoras se canaliza a través de una figura llamada compra pública innovadora.

Y, en mi opinión, esa estrategia tiene una visión un poco miope porque solo da apoyo a proyectos con un fuerte componente tecnológico.

La tecnología es maravillosa y esencial, pero no todos los proyectos innovadores necesitan desarrollar nueva tecnología. Pueden utilizar la que ya existe.

Por ejemplo, cuando lancé mi club, me planteé si desarrollar una app propia o no. Finalmente, decidí no hacerlo porque, ¿dónde está la gente comunicándose? En WhatsApp. Y WhatsApp ya tiene una funcionalidad llamada Comunidades que permite organizar grupos con eficiencia. Entonces, ¿para qué iba a invertir en desarrollar una app y contratar programadores para algo que ya existe y funciona perfectamente?

Si me presento a una compra pública innovadora, es muy probable que rechacen el proyecto porque no tiene suficiente desarrollo tecnológico propio, y eso me dejaría fuera del acceso a esas ayudas. Probablemente, lo mismo pasaría con otras subvenciones de organismos como el CDTI o Red.es.

Y, sin embargo, nuestro proyecto es realmente innovador y aporta valor.

Creo que este enfoque excesivamente tecnológico es algo que debería revisarse. Y no soy la única que lo piensa. Hace poco, en una reunión organizada por la revista Emprendedores, varias mujeres emprendedoras mencionamos exactamente lo mismo. Yo lo iba a decir, pero otra persona se adelantó y expresó la misma preocupación.

Se prioriza demasiado la tecnología.

Exacto, hay una obsesión con la tecnología.

González-Espejo señala también la existencia del edadismo, una realidad. Foto: Carlos Berbell/Confilegal.

Además, ahora parece que todo el mundo llama «IA» a cualquier cosa.

Sí, exactamente. Hay una moda en la que cualquier proyecto le mete algo de GPT, lo menciona como inteligencia artificial y ya está. Pero muchas veces eso no es IA de verdad, sino solo una herramienta mal integrada.

Yo también podría incorporar algo de eso a mi proyecto, pero no creo que sea lo realmente innovador de lo que estamos haciendo.

Lo que nosotros estamos configurando es una comunidad de servicios, podríamos llamarlo una plataforma de asistencia integral. Pero, sobre todo, lo innovador aquí es que nos hemos dado cuenta de que la clave está en la prevención.

Lo que realmente hay que hacer es evitar que las personas lleguen a necesitar cuidados. Está comprobado que, si haces ejercicio, como yoga, si te alimentas bien y llevas un estilo de vida saludable, probablemente necesitarás menos asistencia en la vejez.

Hay gente que llega a esa etapa en excelentes condiciones y otros que no. ¿Por qué? En parte, por genética. Se estima que alrededor del 30% de nuestra salud está determinada genéticamente, y eso no lo podemos evitar. Si heredamos un gen relacionado con el cáncer, por ejemplo, está ahí.

Pero también está demostrado que la aparición o desarrollo de enfermedades como el cáncer está influenciado por factores como el estrés, la alimentación y otros hábitos de vida. En resumen, con buenos hábitos podemos reducir el número de personas que necesitarán cuidados y, por lo tanto, minimizar el problema de la dependencia.

Otro tema que también abordas es el edadismo. ¿Dentro de la comunidad que estás creando se contempla alguna iniciativa para aprovechar la experiencia y conocimientos de este colectivo?

Sí, nosotros hemos creado un canal llamado Oportunidades Profesionales, porque claramente hay muchas personas que necesitan seguir activas.

Lo que más escucho de mis amigos es que han sido despedidos de forma inesperada y, en algunos casos, sin prejubilación. Es decir, no cuentan con un buen colchón económico que les permita esperar hasta la jubilación sin preocupaciones.

Lo peor es que no les llama nadie. Y te hablo de personas con currículum brillantes, que han ocupado altos cargos y llevan uno o dos años visitando headhunters sin recibir una sola oferta.

Conozco el caso de un doctor en medicina, el de una directora de Recursos Humanos de una gran consultora… y a ninguno le llaman.

La edad, claramente, es un factor.

Por supuesto. El edadismo está profundamente arraigado en la sociedad, aunque es difícil de demostrar. No te llaman, simplemente. ¿Es mala suerte? No, lo que pasa es que, si nadie contacta a alguien con un perfil así, probablemente haya un motivo, y ese motivo es la edad.

¿Se puede combatir el edadismo en el empleo?

Sí, y hay herramientas para hacerlo. La tecnología puede ayudar a eliminar sesgos en los procesos de selección. Existen softwares que eliminan los datos personales en los curriculums, pueden realizar entrevistas con voces distorsionadas para que no se identifique la edad del candidato, etc.

¿Cuántas personas forman parte de tu plataforma ahora mismo?

Más de 1.000 personas. En WhatsApp hay unas 850 activas, y otras 300 o 400 que prefieren recibir información sin participar en los grupos.

¿Por qué adoptaste el término de “Smart Ageing” en vez de la terminología española, envejecimiento inteligente?

Lo he puesto en inglés, no porque me encante el inglés, sino porque en España, curiosamente, parece que los términos en inglés tienen mejor aceptación.

Además, lo hice porque quería vincularlo con el concepto de «Smart Cities», que los ayuntamientos ya han asimilado bien. Mi idea es trabajar con ayuntamientos y, al igual que existe el concepto de «Smart Cities», impulsar el de «Smart Ageing».

Pero, personalmente, me encanta la expresión envejecimiento inteligente. La abrazo completamente. Creo que la vejez y el envejecimiento son algo hermoso.

Una última pregunta. Si tuvieras que dar un solo consejo a alguien de 40 o 50 años para llegar a la vejez con plenitud e independencia, ¿cuál sería?

El tiempo pasa muy rápido. Cuando te des cuenta, ya serás mayor.

Si no has hecho los deberes a tiempo, te vas a arrepentir.

Ahora tienes una metodología que puedes seguir. Síguenos y envejece inteligentemente.

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