El jurista Javier López-Galiacho ofrece una guía ética para reconciliar a una España dividida en su obra «El lector de Galdós»
El autor, Javier López-Galiacho Perona, en el centro, con los actores Manuel Galiana, a la izquierda, que interpreta a Benito Pérez Galdós, y con Jesús Ganuza, el lector. Foto: JLG.

El jurista Javier López-Galiacho ofrece una guía ética para reconciliar a una España dividida en su obra «El lector de Galdós»

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14/4/2025 05:40
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Actualizado: 14/4/2025 08:53
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Javier López-Galiacho Perona, reconocido jurista, académico de la Real Academia Europea de Doctores, profesor titular de Derecho Civil de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, director de Cumplimiento y Sostenibilidad del Grupo FCC e incansable defensor del patrimonio teatral español, ha dado un giro sorprendente y apasionado a su trayectoria profesional con el estreno de «El lector de Galdós».

Es su primera obra teatral. Vio la luz el pasado 4 de abril en el Teatro Circo de Albacete, su ciudad natal.

En «El lector de Galdós», López-Galiacho explora el alma profunda de Benito Pérez Galdós, una obra que cuenta con la magistral interpretación de Manuel Galiana, en el papel principal, y de Jesús Ganuza, en el papel de lector, Pepe López Alonso. Este personaje en la realidad fue el bisabuelo del autor.

Este estreno teatral es más que una reivindicación de la obra galdosiana; es también un viaje íntimo a su propia memoria familiar, marcada por el teatro y la pasión por la cultura.

Desde la escena del emblemático Teatro Circo de Albacete, en la tarde-noche del estreno, López-Galiacho lanzó un potente mensaje ético de reconciliación y fraternidad, imprescindible en una España contemporánea dividida por la polarización y las tensiones sociales.

En esta entrevista el autor explica el quién, como, cuándo, dónde y por qué de «El lector de Galdós», que había publicado un año atrás.

¿Qué le llevó, como jurista y ensayista, a cruzar esa frontera invisible y a escribir teatro? ¿Y por qué precisamente con Galdós como protagonista?

Había tocado varios “palos” literarios, que dicen los flamencos, como el ensayo, una investigación jurídica amplia y especialmente el columnismo periodístico que es un género que me encanta, pero me apetecía mucho adentrarme en el mundo de la dramaturgia.

De los contemporáneos, admiro a Antonio Buero Vallejo.  Y de los clásicos a Lope de Vega y Ramón del Valle Inclán. Benito Pérez Galdós estaba ahí esperándome. Lo conocía por sus novelas y sus monumentales Episodios Nacionales, pero su obra teatral fue importantísima a finales del siglo XIX y primeras dos décadas del XX.

Pero sobre todo quería reivindicar en estos momentos de polarización nacional, el espíritu galdosiano de patriotismo fraternal entre los españoles y esa preocupación permanente por el que sufre que subyace en toda la obra de este Galdós.

En la obra, Galdós se confiesa al borde de la muerte. ¿Hay algo suyo, algo íntimo de Javier López-Galiacho, que también se ha deslizado en esa confesión del maestro?

La obra presenta a un Benito Pérez Galdós viejo, cansado, achacoso, cegato, en su último año de vida. Siempre he tenido claro que el ser humano es clarividente cuando le llega el final.

Hay un momento en que dice “todo está consumado”. De eso se aprovecha, vamos así a decirlo, su lector privado, que ve el momento. Como el buen torero, descubre el toro bravo, para entresacarle su vida.

Ahí está la clave. Conocer a un Galdós íntimo, sin filtros. Esta es la primera vez que literariamente se condensa porque las fuentes de investigación, de lo que pensaba o hizo Galdós como persona, están muy dispersas y no están sistematizadas.

Yo le diría que el 80 por ciento de “El lector de Galdós” son pensamientos de Don Benito. También le confieso que también hay un 20 por ciento de lo que Javier López-Galiacho entiende que hubiera compartido con don Benito en una charla de café. Pero es mejor que el lector de esta obra o el que vaya a ver al gran Manuel Galiana en Galdós, lo descubra por sí mismo.

Manuel Marchena, magistrado de la Sala de lo Penal del Supremo, ha descrito a Javier López-Galiacho Perona, tras asistir al estreno de la obra, como «el abogado dramaturgo». Sobre estas líneas, el autor respondiendo a los aplausos del público y señalando a su familia, que estaba entre el público. Foto: lacerca.com.

La figura del lector privado, encarnado por su propio bisabuelo, da pie a un diálogo profundamente humano. ¿Ha sido esta obra también una forma de reconciliarse o conversar con su propia historia familiar?

Yo heredé de mi padre y de mi abuelo, el hijo del lector privado de Galdós, una mini foto de mi bisabuelo, el actor Pepe López Alonso, leyendo a don Benito.

Mi bisabuelo Pepe fue un buen actor de reparto de compañías acreditadas como las de María Guerrero o la gran Margarita Xirgu.

Incluso le llegó a estrenar una obra a Galdós. También fue pionero del cine mudo en España con “Frivolinas”, una película muda de 1927.

Él y su mujer, Carmen Galiacho Moyano, se dedicaron al mundo del teatro formando ambos sendas compañías. Pero sus familias, que eran muy conservadoras –una de médicos de Alfonso XIII, y la otra descendiente del ministro de Educación don Claudio Moyano–, los castigaron dándoles la espalda familiar.

Tuvieron que pasarlo mal económicamente, porque era una profesión de pan para hoy y hambre para mañana. Por eso les obligó a sus dos hijos a ser médicos.

Por cierto, ambos, mi abuelo Emilio, en Albacete, y mi tío abuelo, José Salvador, en Cabañas de la Sagra (Toledo), tienen calle por su entrega como médicos por los más necesitados.

Mi abuelo Emilio López-Galiacho fue, además, héroe de Annual como se contó aquí en Confilegal. Fue el último que salió del puesto cargado de heridos.

Sí, esta obra es también un homenaje a los cómicos de la familia. Por los “Galiacho” corre la sangre teatral y algo tenemos de cómicos.  

El chalet de Hilarión Eslava se convierte casi en un personaje más. ¿Qué le seduce tanto de los espacios con memoria y por qué elige uno tan doméstico y tan simbólico para su debut teatral?

¡Ay, ese chalecito de Hilarión Eslava!, con lo bonito que era, con un estilo neomudéjar, casi esquina a la de la Princesa. Era de su sobrino don Pepino.

Hoy en su lugar se levanta un edificio moderno, despersonalizado, frío, conservándose eso sí una bella placa en recuerdo de Galdós por la que pasan miles de madrileños sin pararse, desconociendo que en aquel lugar vivió, trabajó incluso ciego, y allí murió el gran don Benito Pérez Galdós.

Me encanta el Madrid galdosiano del que aún queda en pie gran parte y puede recrearse los ambientes dieciochescos de “Fortunata y Jacinta”, “Misericordia” o “Miau”.

«Benito Pérez Galdós vino a estudiar Derecho a la Universidad Central de Madrid en 1862 al viejo caserón de San Bernardo. Pero en vez de estudiar Derecho Romano o Civil se dedicó a ‘flanear’ por Madrid acudiendo a teatros, operas y tertulias de café. Pero cogió formación. Por eso es conocida su abundante fraselogía jurídica en su obra».

¿Cómo fue ver a un actor como Manuel Galiana dar vida a su texto y, en particular, a un Galdós envejecido y doliente? ¿Le sorprendió algo de su interpretación?

Tenemos, por una parte, la obra publicada, “El lector de Galdós” (Sial). Y  luego la adaptación teatral. Siempre pensé en Galiana desde la primera línea. No hay un mejor Galdós, porque Manolo Galiana se identifica estética y éticamente con el pensamiento de don Benito.

La obra está dedicada para que la interprete uno de los grandes vivos de la escena española. Su interpretación, como apostilló el gran actor catalán Josep María Flotats el día de su estreno nacional en el Teatro Circo de Albacete, es sencillamente magistral y completa.

Un recital de puro teatro de palabra, de gestos, de silencios. “Grábala bien”, me recomendó Flotats, “que quede como un referente”.

Yo animo a los lectores de “Confilegal” que se acerquen, de momento, los sábados 10 de mayo y 7 de junio para verla en directo en la sala “Estudio 2 Manuel Galiana”, en el Off Madrid teatral, que es el barrio de Embajadores.

En un mundo tan polarizado como el actual, ¿cree que el mensaje final de Galdós —esa visión de una España fraternal— tiene hoy más vigencia que nunca?

Hoy más que nunca en esta España interesadamente dividida, polarizada, el mensaje de Galdós de unidad, de patriotismo fraternal es más necesario que nunca.

Como dice don Benito, cuando los españoles nos hemos mantenido unidos hemos sido invencibles, y cuando nos hemos dividido, nos han vencido.

Me emociona el final del libro, que no sale en la obra, cuando lo acabo con ese texto de Galdós, “Soñemos, alma soñemos”, que es una llamada a la responsabilidad individual y colectiva como españoles y que me vas a permitir que transmita a tus lectores.

Dice así: “Hagamos cada cual, dentro de la propia esfera, lo que sepamos y podamos: el que pueda mucho, mucho; poquito el que poquito pueda, y el que no pueda nada, o casi nada, estese callado y circunspecto viendo la labor de los demás.

“Acostumbrémonos a rematar cumplidamente, con plena conciencia, todo lo que emprendamos; no dejemos a medias lo que reclama el acabamiento de todas sus partes para ser un conjunto orgánico, lógico, eficaz, y conservémonos dentro de la esfera propia, aunque sea de las secundarias, sin intentar colarnos en las superiores, que ya tienen sus legítimos ocupantes.

“Cada cuál en su puesto, cada cuál en su obligación, con el propósito de cumplirla estrictamente, será la redención única y posible, poniendo sobre todo, el anhelo, la convicción firme de un vivir honrado y dichoso, en perfecta concordancia con el bienestar y la honradez de los demás”.

Todo un programa ético de Nación española.

Ha defendido el patrimonio teatral español desde la Asociación Nacional de Amigos de los Teatros Históricos de España [AMIThE] durante años. ¿Era inevitable que algún día usted mismo subiera su propia obra a uno de esos escenarios históricos que tanto ha protegido?

Hace 30 años ahora cree Amigos del Teatro Circo de Albacete para no perder esa joya mundial que es el coliseo teatral circense de mi ciudad natal, único en España y singular en el mundo; luego surgió la Asociación Nacional de Amigos de los Teatros Históricos de España y estamos detrás de constituir una fundación de ámbito nacional.

Se puede imaginar lo que supuso para mi estrenar en Teatro Circo esta obra, un escenario por el que he dejado mucha pasión y tiempo de mi vida. Vivir tiene estas cosas que a veces te devuelve con intereses la propia pasión.

¿Qué siente al saber que una obra escrita desde el respeto y la memoria familiar va a girar por teatros como el Zorrilla o quizá llegue a Canarias, la propia tierra de Galdós? ¿Es este el inicio de una nueva etapa como autor dramático?

Tras el estreno nacional en Albacete, seguirá como he dicho algunos sábados más por Madrid. Pero ya se está cerrando con el gran empresario teatral Enrique Cornejo el estreno de su gira nacional en el prestigioso Teatro Zorrilla de Valladolid y espero que lleguen más sitios.

Ya se ha interesado por ella una de las mejores productoras de España, Maribel Mesón, y la propia Universidad de Castilla-La Mancha para que pudiera representarse en sus diversos campus.

También el Grupo educativo Gredos San Diego. Estamos trabajando en unos cuadernos pedagógicos para que se pueda trabajar entre profesores y alumnos. Me haría enorme ilusión que se estrenara en Las Palmas, la ciudad de don Benito. Ya hay contactos para ello.

¿Cuál era la relación entre Galdós y el Derecho.

Benito Pérez Galdós vino a estudiar Derecho a la Universidad Central de Madrid en 1862 al viejo caserón de San Bernardo. Pero en vez de estudiar Derecho Romano o Civil se dedicó a ‘flanear’ por Madrid acudiendo a teatros, operas y tertulias de café, incluso metiéndose en líos como la revuelta estudiantil por el cese del rector Castelar en la accidentada Noche de San Daniel.

Pero cogió formación. Por eso es conocida su abundante fraselogía jurídica en su obra

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