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Opinión | El enemigo en la sombra: cómo la guerra híbrida redefine la defensa de Europa en 2025
Jorge Carrera, abogado, exmagistrado, exjuez de enlace de España en Estados Unidos y consultor internacional, explica como la guerra híbrida se infiltra en las infraestructuras, las redes y las mentes de Europa, desdibujando las fronteras entre la paz y el conflicto. Ilustración: Generada por IA.
30/4/2025 05:36
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Actualizado: 29/4/2025 22:34
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Europa, en esta primavera de 2025, respira un aire cargado de una tensión que no siempre se manifiesta en el estruendo de la artillería o el despliegue masivo de tropas.
Vivimos inmersos en una confrontación de nuevo cuño, una lucha sigilosa que se libra en las sombras de nuestro ciberespacio, en las corrientes subterráneas de nuestra opinión pública y en las arterias vitales de nuestras infraestructuras.
Hablamos de las amenazas híbridas, una forma insidiosa de agresión que combina de manera coordinada un abanico de instrumentos coercitivos y subversivos –militares encubiertos, económicos, cibernéticos, informativos– para explotar nuestras vulnerabilidades, desestabilizar nuestras sociedades y alcanzar objetivos estratégicos, operando deliberadamente por debajo del umbral de la guerra convencional.
Lejos de ser una mera hipótesis académica, las amenazas híbridas constituyen, hoy por hoy, un peligro real, creciente y existencial para la estabilidad, la seguridad y el propio tejido democrático del continente europeo.
Este artículo pretende desentrañar la naturaleza de esta hidra moderna, analizar sus manifestaciones actuales, evaluar la magnitud del riesgo y reflexionar críticamente sobre la preparación de Europa para afrontar este desafío definitorio de nuestro tiempo.
La Hidra moderna: definiendo la amenaza elusiva
Comprender la amenaza híbrida exige trascender las categorías tradicionales de conflicto.
No se trata de una guerra declarada, sino de una erosión persistente y multidominio del Estado y la sociedad objetivo. Su esencia radica en la combinación sincronizada y adaptativa de tácticas diversas, diseñadas a medida para explotar las debilidades específicas del adversario.
La ambigüedad y la negación plausible son sus señas de identidad. Los ataques –ya sea un ciberataque contra una red eléctrica, una campaña de desinformación viral o el sabotaje de un cable submarino– se calibran meticulosamente para dificultar la atribución fehaciente al actor estatal que a menudo tira de los hilos.
Se busca operar en la denominada «zona gris», ese espacio nebuloso entre la paz y la guerra donde las respuestas tradicionales (militares, legales) son difíciles de articular y justificar.
En 2025, esta amenaza se ve potenciada por la vertiginosa evolución tecnológica, especialmente la Inteligencia Artificial (IA).
La IA no es solo una herramienta para la defensa; es un multiplicador de la amenaza, capaz de automatizar ciberataques a escala, generar desinformación ultrarrealista (como los deepfakes), eludir sistemas de detección y facilitar operaciones de influencia cognitiva diseñadas para manipular percepciones y paralizar la toma de decisiones.
Los arquitectos de la inestabilidad: actores y motivos
Diversos actores estatales emplean tácticas híbridas en el ámbito internacional, cada uno con sus propios métodos y objetivos. Según análisis de inteligencia y eventos recientes, Rusia ha sido identificada como un participante activo en operaciones híbridas, particularmente en Europa.
Desde el inicio del conflicto en Ucrania, se ha observado un aumento en actividades como ciberataques, interferencias en procesos políticos y campañas de desinformación, acciones que algunos interpretan como intentos de influir en la cohesión política europea.
Por otro lado, China también utiliza herramientas híbridas, aunque con un enfoque distinto, priorizando la influencia económica, el espionaje tecnológico y el control de infraestructuras estratégicas.
Asimismo, otros estados, como Irán y Corea del Norte, han sido vinculados a operaciones en el ciberespacio y a campañas de desestabilización en distintas regiones.
«La IA no es solo una herramienta para la defensa; es un multiplicador de la amenaza, capaz de automatizar ciberataques a escala, generar desinformación ultrarrealista (como los deepfakes), eludir sistemas de detección y facilitar operaciones de influencia cognitiva diseñadas para manipular percepciones y paralizar la toma de decisiones».
Un aspecto relevante es el uso de actores no estatales, como grupos de hackers, redes de desinformación y organizaciones criminales, que permiten a los estados mantener un grado de negación plausible. La colaboración entre gobiernos y actores ilegales añade complejidad a la atribución de responsabilidades y dificulta las respuestas coordinadas.
Cabe señalar que las potencias occidentales también han empleado tácticas propias de la guerra híbrida en distintos contextos. Estados Unidos, países europeos e Israel han recurrido a estrategias que combinan medidas convencionales y no convencionales, como ciberoperaciones, sanciones económicas y apoyo a grupos aliados en conflictos.
Esto refleja que las técnicas híbridas no son exclusivas de un solo bloque geopolítico, aunque su justificación y percepción internacional varían según el caso.
En definitiva, la guerra híbrida es un fenómeno global en el que múltiples actores participan con distintos enfoques, lo que exige un análisis contextualizado y evitando simplificaciones binarias.
El arsenal de las sombras: herramientas y tácticas
El conjunto de herramientas híbridas es vasto y se aplica de forma coordinada en múltiples dominios:
• Guerra cibernética: Ataques persistentes contra infraestructuras críticas (energía, transporte, finanzas, salud), sistemas gubernamentales, procesos electorales y empresas estratégicas. Los métodos incluyen DDoS, «ransomware», espionaje, manipulación de señales (GPS) y, cada vez más, vigilancia encubierta mediante drones. Ejemplos recientes incluyen ataques a instituciones y elecciones en Bélgica, Países Bajos, Rumanía y España.
• Guerra de información (FIMI – Manipulación de Información e Interferencia Extranjera): Campañas masivas y sofisticadas de desinformación, propaganda y noticias falsas para polarizar sociedades, erosionar la confianza, desacreditar procesos electorales e influir en la opinión pública. Plataformas como «Voice of Europe» o la interferencia detectada en las elecciones de Moldavia y Georgia ilustran esta táctica. La IA potencia la creación de narrativas falsas y deepfakes convincentes.
• Coerción económica: Explotación de dependencias energéticas, manipulación de cadenas de suministro, uso de inversiones para adquirir control sobre activos críticos y presión económica directa para influir en decisiones políticas.
• Sabotaje y ataques físicos: Acciones encubiertas contra infraestructuras físicas, incluyendo gasoductos (Nord Stream, Balticconnector), cables submarinos de datos y energía, incendios provocados (Reino Unido, Polonia), vandalismo y provocaciones fronterizas (Estonia). El uso de «agentes desechables» dificulta la atribución.
• Instrumentalización de la migración: Facilitación deliberada de flujos migratorios irregulares hacia las fronteras de la UE (principalmente desde Bielorrusia hacia Polonia, Lituania, Letonia y Finlandia) como forma de presión política y social.
El Talón de Aquiles de Europa: vulnerabilidades explotadas
La eficacia de estas tácticas reside en la explotación de las vulnerabilidades inherentes de las sociedades abiertas y las economías interconectadas de Europa:
• Infraestructuras críticas: Nuestra dependencia de redes energéticas, de transporte, digitales (incluyendo los vitales y frágiles cables submarinos) y financieras las convierte en objetivos prioritarios. La digitalización y la interconexión aumentan la superficie de ataque y el riesgo de efectos en cascada.
• Procesos democráticos: La integridad de las elecciones y la confianza en las instituciones son blancos constantes de ciberataques y campañas FIMI. La libertad de información, paradójicamente, facilita la diseminación de desinformación.
• Cohesión social: La polarización política, las tensiones sociales y la desconfianza en las élites son activamente explotadas para dividir y debilitar desde dentro.
• Dependencias estratégicas: Dependencias económicas (energía), tecnológicas (semiconductores, IA de proveedores extranjeros) y en cadenas de suministro globales crean vulnerabilidades significativas que pueden ser instrumentalizadas.
• Dificultades de atribución y zona gris legal: La naturaleza encubierta de los ataques dificulta una atribución rápida y certera, retrasando o impidiendo respuestas contundentes. Muchas acciones se sitúan por debajo del umbral de «ataque armado», paralizando los mecanismos tradicionales de defensa colectiva. Esta ambigüedad es un objetivo deliberado de la estrategia híbrida.
El peligro creciente: evaluación del riesgo para 2025 y más allá
El nivel de amenaza híbrida en Europa no solo es elevado, sino que muestra una clara tendencia al alza. El análisis de riesgo realizado en el documento de referencia lo situaba ya en medio-alto para 2025, una evaluación que los acontecimientos recientes y las valoraciones de expertos no hacen sino confirmar y, posiblemente, agravar. Las líneas entre la guerra híbrida y el conflicto abierto se están difuminando peligrosamente.
Los factores que impulsan este riesgo son persistentes: las tensiones geopolíticas derivadas de la agresión rusa en Ucrania, la aceleración tecnológica (IA) que abarata y potencia las tácticas híbridas, la demostrada intención de actores como Rusia de asumir mayores riesgos, y una percepción de impunidad derivada de una disuasión occidental que parece insuficiente para frenar estas acciones.
El riesgo no es solo cuantitativo (más ataques), sino cualitativo: la posibilidad de ataques más destructivos, dirigidos a infraestructuras más sensibles o que crucen umbrales de soberanía previamente respetados.
Forjando el escudo: respuestas europeas y brechas persistentes
Europa no ha permanecido impasible.
Tanto la Unión Europea como la OTAN han desarrollado estrategias y herramientas para contrarrestar estas amenazas. La UE ha desplegado la «Caja de Herramientas Híbrida» (EU Hybrid Toolbox), la Célula de Fusión Híbrida, legislación clave como las directivas NIS2 (ciberseguridad) y CER (resiliencia de entidades críticas), y estrategias recientes como ProtectEU y la Estrategia de Preparación de la Unión.
La OTAN basa su enfoque en «Preparar, Disuadir y Defender», fortaleciendo la resiliencia nacional, la ciberdefensa y afirmando que un ataque híbrido podría invocar el Artículo 5.
La cooperación UE-OTAN se ha intensificado, facilitada por plataformas como el Centro de Excelencia Híbrido (Hybrid CoE) en Helsinki.
Sin embargo, a pesar de estos avances innegables en concienciación y desarrollo de capacidades, persisten brechas significativas que cuestionan la preparación real de Europa para un conflicto híbrido a gran escala.
La coordinación entre niveles (nacional/UE), sectores (público/privado) e instituciones sigue siendo un desafío. La implementación de la legislación clave como NIS2 y CER sufre retrasos y falta de armonización en muchos Estados miembros. Persisten serias dudas sobre la eficacia de la disuasión actual.
La velocidad de adaptación de las estructuras defensivas europeas a menudo no sigue el ritmo de la evolución de la amenaza. Y la necesaria implicación de «toda la sociedad» (ciudadanos, sector privado) sigue siendo más una aspiración que una realidad consolidada.
Despertar a tiempo
Europa se encuentra en una encrucijada crítica.
Estamos inmersos, lo reconozcamos o no, en una confrontación permanente que se libra en la zona gris, una lucha por la resiliencia, la soberanía y el futuro de nuestro modelo democrático. La preparación actual, aunque mejorada, es insuficiente para afrontar la magnitud y la sofisticación de la amenaza híbrida coordinada y a gran escala que ya estamos experimentando y que amenaza con intensificarse.
La respuesta no puede limitarse a añadir nuevas herramientas a un arsenal fragmentado. Requiere una transformación fundamental: un cambio hacia una cultura de seguridad proactiva, integrada y adaptativa que impregne todos los niveles de gobierno y se extienda a cada ciudadano y empresa.
Necesitamos acelerar la implementación de nuestras defensas, desarrollar doctrinas de respuesta claras que incluyan una disuasión por castigo creíble para elevar los costes de la agresión, invertir masivamente en la resiliencia de nuestras infraestructuras críticas (especialmente las digitales y submarinas), combatir la desinformación con contundencia y educación, forjar alianzas robustas público-privadas, y abordar de frente nuestras dependencias estratégicas.
La guerra híbrida no es un conflicto futuro; es la realidad presente de Europa. Ignorarla o subestimarla es invitar al desastre.
La resiliencia no es una opción, es una condición sine qua non para la supervivencia. Solo con unidad, determinación y una adaptación estratégica constante podremos navegar estas aguas turbulentas y asegurar que la sombra que hoy se cierne sobre Europa no dé paso a una oscuridad permanente.
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