Como en Misión Imposible, Israel robó en 2018 documentos secretos a Irán que revelaban su programa de armas nucleares encubierto
Los agentes del Mossad ejecutaron, en 2018, una de las operaciones de inteligencia más audaces del siglo XXI: el robo de los archivos secretos del programa nuclear iraní, extraídos en vehículos civiles en plena madrugada.

Como en Misión Imposible, Israel robó en 2018 documentos secretos a Irán que revelaban su programa de armas nucleares encubierto

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15/6/2025 05:36
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Actualizado: 14/6/2025 23:28
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La operación comenzó mucho antes de que los agentes del Mossad abrieran las puertas metálicas del almacén en Kahrizak, en las afueras de Teherán. Comenzó en 2015, cuando el entonces presidente estadounidense Barack Obama logró lo que muchos consideraron un hito diplomático: la firma del Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA), más conocido como el acuerdo nuclear con Irán.

Ese pacto, respaldado por la Unión Europea, China y Rusia, obligaba a Irán a limitar su programa de enriquecimiento de uranio a cambio del levantamiento de sanciones económicas. Para Obama, era la única forma de frenar la carrera nuclear iraní sin entrar en otra guerra en Medio Oriente.

Pero para Israel, ese acuerdo era una apuesta ciega. “Irán mentirá”, decían en voz baja los funcionarios de inteligencia israelíes. “Lo ha hecho antes. Lo sigue haciendo.” Y lo más preocupante para ellos: las inspecciones del acuerdo no abarcaban archivos ni sitios militares históricos.

Israel jamás ha dejado —ni por un segundo— de considerar el programa nuclear iraní como una amenaza existencial. Es una obsesión de Estado. De ahí los recientes ataques aéreos llevados a cabo hace unas horas sobre objetivos iraníes.

Trump y la desconfianza estratégica

Cuando Donald Trump asumió la presidencia en enero de 2017, había prometido “destruir” el acuerdo. Sin embargo, una vez en la Casa Blanca, sus asesores —especialmente del Departamento de Estado y del Pentágono— comenzaron a convencerlo de lo contrario.

Argumentaban que Irán estaba cumpliendo con los términos técnicos del acuerdo y que retirarse sin pruebas sería desestabilizador.

Israel tomó nota de ese cambio de tono. Según los autores del libro «Target Tehran: How Israel is using Sabotage, Cyberware, Assassination –and Secret Diplomacy– to stop a nuclear Iran an create a new Middle East» (Objetivo Teherán: Cómo Israel se sirve del sabotaje, la ciberguerra, los asesinatos –y la diplomacia secret– para para a un Irán nuclear y crear un nuevo Oriente Próximo), Yonah Jeremy Bob, periodista del Jerusalem Post, e Illan Evyatar, fue en ese momento cuando el Mossad intensificó una operación encubierta largamente planeada: obtener pruebas físicas de que Irán había mentido al mundo, incluso después de firmar el acuerdo.

El libro fue calificado por The Wall Street Journal, como uno de los 5 mejores libros de política en 2023.

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, presentó las pruebas obtenidas en una rueda de prensa televisiva. Foto: France 24.

Obtener pruebas físicas del programa de armas nucleares iraní

El Mossad, la agencia de inteligencia israelí, relatan los autores, descubrió que Irán había ocultado pruebas clave sobre su programa de armas nucleares, específicamente del Proyecto AMAD, suspendido oficialmente en 2003.

Su objetivo, por lo tanto, fue obtener pruebas físicas de que Irán había mentido sobre la naturaleza pacífica de su programa nuclear, para presentarlas al mundo y justificar futuras acciones.

La inteligencia israelí descubrió en 2016 el lugar en el que el régimen de los ayatolás había ocultado los documentos. Fue gracias a una combinación de información por satélite, y trabajo de campo. Se encontraba en un a nave industrial gris, en el distrito de Kahrizak, al sur de Teherán.

La existencia del archivo era apenas una sospecha entre analistas occidentales. Israel lo había localizado tras años de infiltración y vigilancia, y había tomado una decisión sin precedentes: no destruirlo, sino robarlo. Entero.

Desde el exterior parecía un depósito de archivos fiscales o chatarra estatal. Puertas adentro, bajo llave en cajas fuertes y estanterías blindadas, se encontraba el corazón de un programa que Irán juraba haber abandonado hacía más de una década: el Proyecto AMAD.

Durante meses, los agentes entrenaron en una réplica exacta del edificio, construida en secreto en Israel. Cada puerta, cada pasillo, cada ángulo fue memorizado. Prácticas cronometradas. Repeticiones nocturnas. Cada minuto contaba.

Como en «Misión Imposible: Rogue Nation», donde Ethan Hunt, el personaje de Tom Cruise, debe infiltrarse en una bóveda bajo el agua, el Mossad entrenó a su equipo para lograr lo imposible: entrar, abrir cajas fuertes industriales en silencio, seleccionar sólo los documentos más sensibles y salir sin dejar rastro.

Una Misión Imposible real

La noche del 31 de enero de 2018, bajo la cobertura de una luna pálida y el letargo de la ciudad, 23 agentes israelíes cruzaron la línea. No todos eran israelíes. Muchos eran miembros de la oposición al régimen de los ayatolás. Algunos ya estaban dentro del país desde días antes. Otros cruzaron por tierra en las horas previas.

El equipo principal entró en el edificio a las 00:07. El sistema de seguridad no era militar, pero sí sofisticado. La primera puerta fue abierta con llaves copiadas por un infiltrado meses atrás. Las cámaras fueron «hackeadas» o desviadas. El tiempo empezó a correr.

Las verdaderas fortalezas estaban adentro. Grandes cajas de acero blindado, sin códigos digitales. Nada que se pudiera abrir en segundos. Aquí no había cables que cortar como en las películas. Había que quemar el acero, con sopletes industriales traídos en piezas y ensamblados en el lugar. El sonido debía mantenerse al mínimo. Las chispas, contenidas.

Las llamas no solo fundían el metal: deshacían el silencio de la madrugada. Cualquier error podía costar la vida. Mientras un grupo abría las cajas, otros revisaban rápidamente el contenido. No se trataba de llevar todo, sino lo esencial: los documentos más reveladores.

En total, seleccionaron 183 carpetas físicas y 55.000 archivos digitales, copiados en discos y unidades SSD.

Para su traslado emplearon furgonetas y camiones ligeros que simulaban ser parte de flotas locales (de mensajería, abastecimiento o mantenimiento industrial), todos con matrículas iraníes reales o falsas.

Mientras los últimos archivos eran empacados, dos rutas de escape estaban en marcha. Una parte del equipo se dirigió por tierra hacia el noroeste, cruzando —según se sospecha— hacia Azerbaiyán. Otra parte enfiló hacia el sur, posiblemente hacia Bandar Abbas, buscando rutas marítimas o portuarias.

Algunos documentos fueron escaneados y enviados digitalmente a Israel en tiempo real.

A las 05:59 de la mañana, un minuto antes del cambio de turno de la guardia local, el último agente salió del edificio. El sol aún no había salido.

El material fue sacado del país por múltiples rutas: algunos documentos cruzaron hacia Azerbaiyán, otros fueron digitalizados en tiempo real y enviados cifradamente a Tel Aviv. No hubo capturados. Nadie detectó nada.

Solo semanas después, Irán se daría cuenta de que había sido víctima del robo más audaz de su historia moderna.

Netanyahu: Irán mintió

El 30 de abril de 2018, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu convocó a la prensa mundial. Sobre un escenario lleno de documentos y pantallas digitales, presentó las pruebas.

“Irán mintió”, dijo, mientras señalaba un plano de una bomba nuclear.

La escena, de hecho, sí pareció salida de Hollywood. Pero la inteligencia detrás de ella había sido real. El mensaje fue directo a la Casa Blanca: Trump, que aún dudaba si continuar o romper el acuerdo nuclear de Obama, ya no tenía excusas.

Diez días después, Estados Unidos se retiró del JCPOA.

A diferencia de «Misión Imposible», aquí no hubo gadgets futuristas ni motocicletas saltando por los techos de Viena. Pero hubo algo más poderoso: planificación obsesiva, inteligencia impecable, precisión quirúrgica y un objetivo geopolítico claro.

No se trató solo de robar archivos. Se trató de alterar la narrativa internacional, de desestabilizar el eje diplomático entre Teherán y Washington, y de reconstruir la verdad oculta detrás del programa nuclear iraní.

Siete años después, los cielos de Irán vuelven a iluminarse por ataques israelíes. Drones, sabotajes, asesinatos selectivos. La «guerra entre guerras», como la llama la doctrina de defensa israelí, sigue su curso. Pero todo comenzó en aquella noche silenciosa, en un almacén sin nombre.

Israel entendió que para evitar una bomba, a veces hay que robar un archivo. Y para alterar el destino de un programa nuclear, a veces basta con una noche perfecta.

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