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La tecnología debe ser un motor de solidaridad y de otros valores

La tecnología debe ser un motor de solidaridad y de otros valores
Javier Puyol, socio de ECIX Group.
24/1/2016 12:30
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Actualizado: 21/3/2016 12:31
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La tecnología constituye un importantísimo factor de desarrollo, pero la solidaridad no debe constituir un valor preterido u olvidado en el mismo.

Constituye un factor que debe ser favorecido en pro de la globalidad, buscando un marco jurídicamente justo y equitativo. Donde se respeten la libertad y los derechos de las personas, sea cual sea la sociedad a la que pertenezca, o las características culturales, sociales, o económicas que formen parte de la misma.

La práctica de la solidaridad es tan saludable que cada vez más personas se apuntan a ella.

Así lo señala Parro Fernández, quien afirma que el hecho de dedicar un tiempo a ver las necesidades de otros, a entenderlas y a darles una respuesta no es algo moderno, pero lo que sí es moderno son las formas y las maneras en las que ésta puede llevarse a la práctica.

El ejercicio de la solidaridad es un bien moral fundamental, ya que la solidaridad nos llega a humanizar a nosotros mismos y a nuestro entorno, fomentando, fortaleciendo y aumentando procesos sociales únicos que de otro modo no podríamos entender ni conocer.

La solidaridad llama a la acción humana, al compromiso concreto con los otros, a la responsabilidad con el entorno que nos rodea y que está seriamente dañado. La solidaridad nos urge a actuar contra las injusticias, contra los desequilibrios tan flagrantes de este mundo. La solidaridad nos llama a trabajar por la paz y por la libertad.

En nuestro mundo tan lleno de brechas y de muros hacen falta más dosis de solidaridad para construir puentes, para tender redes de apoyo, para equilibrar las balanzas de las pobrezas, de las violencias y de los derechos.

La práctica de la solidaridad enriquece los derechos humanos y dignifica el mundo y las vidas de muchas personas.

En el pasado, colaborar con causas humanitarias, sociales o vinculadas al desarrollo se hacía de una manera muy distinta. En este sentido, tal y como señala Miguel Regueira, hubo un tiempo en el que teníamos que tratar con organizaciones locales si lo que queríamos era hacer el bien en nuestro entorno, y asociarnos con otras internacionales si nos preocupaban los problemas generales del mundo. Sin embargo, no siempre resultaba atractivo, cómodo o transparente ayudar de esta manera.

El resultado era que muchos posibles colaboradores no tomaban la decisión de actuar, a pesar de que albergaran buenas intenciones y contaran con la capacidad económica necesaria.

Por ello, cuando se escuchan comentarios relacionados con la tecnología, la mayoría de personas asocian a cotizaciones en bolsa, servicios para empresas, sistemas comercio, business to business o e-learning entre otros muchos términos.

Hasta cierto punto es normal, pues el sector tecnológico es joven, ha habido excesiva valoración de lo que era el mercado en ese justo momento, y últimamente está viviendo tiempos difíciles debido a esos excesos injustificados.

Teniendo en cuenta el reciente caso del terremoto en Nepal, Internet y las redes sociales encierran un enorme potencial para transformar el mundo que apenas estamos empezando a descubrir

Por ello, Manuel Castells, al vincular los conceptos de tecnología y solidaridad, ha establecido la necesidad de dar cumplimiento a tres pautas de futuro bien diferenciadas, que son en síntesis las siguientes:

a). Potenciar el concepto de cooperante internacional mediante las TIC: aprovechar las ventajas que nos da internet para potenciar al cooperante a través de internet

b). Utilizar herramientas de e-learning: crear un mix de formación de pequeñas misiones de formación presenciales con herramientas y metodologías e-learning y de creación de comunidades

c). Utilizar sistemas telecentros: trabajar para ser capaces a incrementar esa formación con ejemplos y trabajos prácticos con el objetivo de una futura auto ocupacion

La tecnología ha cambiado eso por completo.

Y no siempre los sistemas más punteros resultan los más útiles, puesto que combinaciones como la televisión y los SMS son bastante efectivas. Pero ahora veremos, teniendo en cuenta el reciente caso del terremoto en Nepal, que Internet y las redes sociales encierran un enorme potencial para transformar el mundo que apenas estamos empezando a descubrir.

Cuando se consultan los contenidos de las redes sociales no se está simplemente leyendo chistes y faltas de ortografía o consultando fotos; también se ve cómo se sienten y cómo piensan otras personas, amigos, familiares y extraños.

Mary Joyce acertadamente apunta que gracias a las redes sociales se sabe más sobre lo que piensan, sienten y les preocupa a los demás, como nunca antes en la historia de la humanidad. Está en marcha un importante cambio cultural.

Podemos responder de tres maneras distintas a esta avalancha de participación. La primera es ignorándola, a través de la apatía. Consultar tu Twitter, pero no responder; ver las fotos de las vacaciones de tus amigos, pero no comentarlas; leer un blog y olvidar su contenido un minuto más tarde. La segunda opción es la «homofilia», lo que significa «amor a los iguales». Filtras los contenidos de manera que solo absorbes la información y las opiniones de personas parecidas a ti mismo, haciendo caso omiso de los puntos de vista que te parecen raros o lejanos.

Ambas opciones resultan atractivas en una era de sobrecarga de información.

Sin embargo, hay una tercera opción: incrementar nuestra solidaridad.

¿Qué significa? Significa expandir nuestra empatía a la escala de la red. Significa que las redes sociales ya son globales y que las preocupaciones sociales deberían serlo también. Significa escuchar a los que son diferentes. Significa preocuparse por una crisis en algún lugar del mundo de la que te has enterado por el blog de un ciudadano periodista. Significa muchas cosas…, y el internet de la solidaridad, sin lugar a dudas constituye una faceta de la virtualidad no explorada suficientemente, donde queda todavía mucho aún por descubrir.

Por ejemplo, y en esta vinculación entre redes sociales y solidaridad, puede traerse a colación lo sucedido con Twitter.

Recientemente ha recopilado recientemente los trending topics (temas del momento) de más impacto en 2015, así como los tweets y los usuarios más populares. Entre ellos, cabe destacar que por ejemplo tanto #JeSuisCharlie, como #PrayforParis encabezan el ranking de términos que más impacto han generado en la red social este 2015.

La verdadera protagonista del año ha sido la solidaridad, ya que cuatro de los 10 hashtag con más impacto tienen el apoyo como hilo conductor

No obstante, podría decirse que la verdadera protagonista del año ha sido la solidaridad, ya que cuatro de los 10 hashtag con más impacto tienen el apoyo como hilo conductor. Así, destacan el #RefugeesWelcome (refugiados, bienvenidos), #BlackLivesMatter  (el término de apoyo a la comunidad negra tras lo sucedido en Ferguson y en otras ciudades estadounidenses) o #IStandWithAhmed (hashtag en solidaridad con el joven de 14 años estadounidense que fue detenido por portar un reloj digital que la Policía tomó por bomba).

Del mismo modo, tal como ponía de manifiesto Paola Grisel, la educación en valores dentro de la ciencia y tecnología, constituye el camino hacia la disminución de la violencia y fomento de la cultura de paz en la sociedad de la globalización, y en este sentido, destacaba varias características fundamentales, que debían ser resaltadas:

a). El hecho de destacar el papel de la ciencia y tecnología como eje de desarrollo de una sociedad.

b). El reconocer que la ciencia y tecnología cobra un papel importante para aumentar o disminuir la violencia y fomentar la cultura de paz.

c). El dar a conocer, en forma general, la relación de la educación en valores para la ciencia y tecnología y su importancia para disminuir la violencia y comenzar el fomento de la cultura de paz.

Por ello, según señala Estela Valdez, vivimos en un mundo que depende de forma creciente de la ciencia y la tecnología. Los procesos de producción, las fuentes de alimentación, la medicina, la educación, la comunicación o el transporte son todos campos cuyo presente y futuro están fuertemente ligados, al desarrollo tecnocientífico.

El aumento de la contaminación, el uso de sustancias tóxicas, el deterioro progresivo del medio ambiente, la desertización, el empobrecimiento de la flora y la fauna, y los accidentes y enfermedades relacionados con la tecnología son una parte importante de estos riesgos.

No obstante, no solamente el medio ambiente y la salud se enfrentan en nuestros días a nuevos retos.

El fenómeno de la globalización, representado por la economía a escala mundial, tiene también efectos indeseables sobre la distribución de la riqueza, aumentando las diferencias entre los países desarrollados y en vías de desarrollo, y agravando las situaciones de pobreza en colectivos desfavorecidos.

El término ‘globalización’ hace referencia, según Zygmunt Bauman, a que todos dependemos unos de otros. Las distancias importan poco ahora

El término ‘globalización’ hace referencia, según Zygmunt Bauman, a que todos dependemos unos de otros. Las distancias importan poco ahora. Lo que suceda en un lugar puede tener consecuencias mundiales. Gracias a los recursos, instrumentos técnicos y conocimientos que hemos adquirido, nuestras acciones abarcan enormes distancias en el espacio y en el tiempo. Por muy limitadas localmente que sean nuestras intenciones, erraríamos si no tuviéramos en cuenta los factores globales, pues pueden decidir el éxito o el fracaso de nuestras acciones.

Lo que hacemos (o nos abstenemos de hacer) puede influir en las condiciones de vida (o de muerte) de gente que vive en lugares que nunca visitaremos y de generaciones que no conoceremos jamás.

Asimismo, y aunque uno de los valores más preciados de la humanidad reside en la diversidad de sus culturas, la globalización supone una amenaza para las especificidades culturales y lingüísticas minoritarias o no dominantes, al mismo tiempo que, paradójicamente, contribuye a su conocimiento mutuo e intercomunicación.

Por ello, una vez derribados la mayoría de los límites que antes confinaban nuestra potencial acción a un territorio que podíamos inspeccionar, supervisar y controlar, hemos dejado de poder protegernos, tanto a nosotros como a los que sufren las consecuencias de nuestras acciones, de esta red mundial de interdependencias. Por ello, no se puede hacer nada para dar marcha atrás a la globalización.

Uno puede estar ‘a favor’ o ‘en contra’ de esta nueva interdependencia mundial. Pero sí hay muchas cosas que dependen de nuestro consentimiento o resistencia a la equívoca forma que hasta la fecha ha adoptado la globalización.

Por tanto, se hace preciso sustentarse en valores sólidos y objetos. En este sentido, la ciencia está basada en valores humanos y es, en sí misma, un sistema de valores (Bronowiski, 1956). Las necesidades emocionales cognitivas, expresivas y estéticas del hombre prestan a la ciencia su origen y sus metas. La gratificación de cualquier necesidad de ese tipo es un valor. Lo mismo se trata de amor a la seguridad como de amor a la verdad, a la certeza.

La elegancia, parsimonia, sencillez, precisión, claridad, son valores para el científico, como lo son para el artesano, el artista o el filósofo. Como científico comparten los valores básicos de nuestra cultura, valores, como la honradez, el humanitarismo, el respeto al individuo, el servicio a la sociedad, respeto democrático al derecho de los individuo a tomar sus propias decisiones, preservar la vida y la salud, aliviar el dolor, dar crédito cuando hay que darlo, compartir la confianza, ser justos.

Consecuentemente con ello, y vinculando los conceptos de tecnología y solidaridad, se pone de manifiesto que al hablar de Internet no es necesario pensar en las grandes infraestructuras comerciales, ni hablar de obtener beneficio económico alguno, ni el plantearse el hecho de crear costosas organizaciones técnicas, sino que lo importante es pensar en las personas discapacitadas a los que la red les ofrece todo tipo de posibilidades tanto culturales como de relación que hasta ahora les estaba completamente cerradas, es hablar de las personas que viven en lugares alejados de los focos de la cultura, la ciencia y el arte.

Y a los que se les abre la posibilidad de lograr una promoción más justa desde su realidad concreta, si no que el papel de la tecnología al servicio de los países del tercer mundo y de las personas más necesitadas de la sociedad que con Internet se acercan como protagonistas a la realidad del mundo. Cuando un ser humano sufre indignidad, pobreza o dolor, no podemos tener certeza de nuestra inocencia moral.

No podemos declarar que no lo sabíamos, ni estar seguros de que no hay nada que cambiar en nuestra conducta para impedir o por lo menos aliviar la suerte del que sufre. Puede que individualmente seamos impotentes, pero podríamos hacer algo unidos. Y esta unión está hecha de individuos y por los individuos.

Y en este sentido, puede afirmarse que la globalidad y los crecientes retos a los que se enfrenta la sociedad, tal y como recogen los objetivos del Desarrollo Sostenible del Pacto Mundial de las Naciones Unidas, ha estrechado el lazo que une a muchas voluntades privadas con el compromiso al bienestar por su retorno en términos de desarrollo social.

Es por ello que, la gestión del conocimiento, la detección de oportunidades, la implantación de los entornos digitales y la aplicación de la lógica de los negocios, ha profesionalizado las actividades que tienen como meta la solidaridad.

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