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Elogio de la función directiva pública: Entre el hybris y la escafandra

Elogio de la función directiva pública: Entre el hybris y la escafandra
David Owen, autor de "En el poder y la enfermedad", en el que desarrolla "el síndrome de hybris".
17/2/2017 05:57
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Actualizado: 16/2/2017 23:42
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David Owen, ministro de Sanidad y Asuntos Exteriores del Gabinete del gobierno laborista de James Callaghan y, neurólogo o, como apunta él mismo, investigador de la química del cerebro, desarrolla -en un libro de nombre tan revelador como “En el poder y en la enfermedad”- el “síndrome de Hybris”, que aqueja a algunos gobernantes que evalúan una situación en términos de ideas preconcebidas mientras se ignora o rechaza todo signo contrario. Insistiendo perversamente en una política contraproducente

La hybris es una manifestación de la megalomanía que ha tenido manifestaciones extremas y trágicas como se deriva del título que dio Ian Kershow al primero de los dos volúmenes de la biografía de Adolf Hitler: “Hybris” y “Némesis”

Owen, ejemplifica el síndrome del hybris con el distanciamiento y desafío de la realidad, de exceso de confianza, desprecio al detalle, a las advertencias y a la viabilidad, coste y posibilidad de obtener éxito.

El síndrome de Hybris sería el envés, el extremo opuesto de la parálisis.

Como a Hitler lo fue Chamberlain

Al margen de estos ejemplos dramáticos y extremos probablemente la decisión más delicada a adoptar por un dirigente se centrara en la ubicación de su política en el espacio existente entre la parálisis y la hybris.

Deberá señalar el punto exacto en el que desea posicionar su gestión dentro de la línea que une la distopia de un gobierno que como Calígula nombre cónsul a su caballo y la inactividad del infartado cerebral que observa la realidad desde el interior de una escafandra

La hybris es una patología que se encuentra en la naturaleza humana, por lo que es una parte de ella.

La parálisis difícilmente se acomoda con la misma, al ser incompatible con un estigma nos aboca como bicicletas de carne al movimiento continuo

Es probable que un partido en la oposición no pueda desalojar al partido en el poder sin el aderezo de una buena dosis de emoción, de hybris colectivo que evoque los sentimientos más primarios de heroísmo y cambio.

Por otra parte, no cabe duda de que la mejor detección de hybris se realiza siempre de manera retrospectiva. Cuando el cómodo respaldo de las consecuencias permite realizar un diagnóstico Porque la hybris puede desembocar en un probable Némesis pero también en descubrir América.

Es evidente que el gobernante siempre tendrá en su cabeza el segundo escenario y a veces el tiempo le dará la razón

¿Cuáles son los contrapesos frente a la hybris?

En la última rueda de prensa de Barak Obama como presidente dejó a su sucesor como regalo una reflexión que reviste especial trascendencia como epilogo y recapitulación ante los cambios de gobierno: “Trump cambiará sus opiniones cuando escuche a sus asesores”.

En sentido contrario un antiguo presidente del Gobierno español aludió a la cantidad de asesores económicos de que disponía subrayando que la dificultad se encontraba en conocer cual de ellos tenía razón

Política y función directiva administrativa en la práctica se configuran como dos realidades, dos seres vivos que se condicionan y deben adaptarse.

Es claro que no puede producirse una inversión copernicana del vector del poder que lo dibuje en sentido ascendente desde los cuadros hasta un dirigente que se convirtiera en un mero gestor de impulsos que provienen desde abajo

Pero se dice que todo Gobierno sea del color que sea es un Gobierno en coalición con el Ministerio de Economía.

Descripción que debe completarse con una retahíla adicional de contrapoderes a considerar. Económicos, judiciales, sociales, en los medios de comunicación…, e internos

La función directiva pública ostenta y debe ostentar un carácter bifronte. Por una parte de implementación de las estrategias fijadas por los órganos superiores. Pero por otra de soporte estable, técnico y profesional.

Es vicario del poder político pero también ostenta un rol institucional propio técnico.

Es un instrumento, pero también un activador autónomo de políticas públicas y un condicionante y un contraste de realidad. Todo dirigente cuando toma posesión dispone de una plantilla de altos profesionales en su unidad de los que se puede decir que más que depender de él o adicionalmente…son de los que él depende.

La política, una fase pasional

La función directiva pública supone una clave de cohesión social frente a la segmentación propia del partidismo. De contraste de realidad frente a la hybris. La mente colectiva de una sociedad se soporta -como la humana que se representa en la película «Del revés»- sobre una multiplicidad de emociones en que cobra especial importancia una dicotomía tan humana como la que se da entre la razón y la pasión.

La política seria una fase pasional emocionante condicionada por poses, filias y fobias, nombres, sloganes, y frecuentemente fantasía y hooliganismo. En la que está presente lo que George Lakoff define como nuestro inconsciente cognitivo, estructuras de nuestro cerebro a las que no podemos acceder de manera consciente, premisas que aplicamos sin ser conscientes de su existencia,

Frente a ello, la función directiva pública tiene una vocación de mayor raciocinio, estabilidad y deber ser. Más aburrida y menos heroica –tecnocracia al fin y al cabo- pero el contraste de derecho y viabilidad necesario que como decía Owen en caso de ser ignorados derivan en ocasiones en la hybris

Como se ha recogido en este blog en Portugal desde 2012 la selección de los niveles más altos de la Administración portuguesa se efectúa a través de una institución independiente y profesional, la CRESAP, que se convierte así en una institución con reconocimiento internacional y un ejemplo de buenas prácticas en relación con la selección de los directivos públicos.

Portugal profundiza en un sistema profesional de selección de los directivos públicos, algo que parece fundamental para reforzar la independencia, la neutralidad y la capacidad de las Administraciones Públicas.

El funcionario se mueve en clave de asalariado

Porque el directivo público, como funcionario superior con limitada proyección pública, se mueve más en clave de asalariado que de autónomo interino en un puesto político y se eleva por lo general sobre lo que Sigmund Freud llamaba «el narcisismo de las pequeñas diferencias” con una vocación mas ad intra que ad extra. Incluso alguna leyenda urbana (o no) atribuía a una Comisión Interministerial (la de Retribuciones) haber denegado una propuesta del presidente del Gobierno de creación de un puesto al no amortizar otros del mismo coste.

Quizás por ello resulta excepcional encontrar altos funcionarios implicados en casos de corrupción. Incluso en los ayuntamientos hay quien considera que gran parte de la culpa de su proliferación se encuentra en la debilitación y corrosión de la independència de secretarios, interventores y tesoreros.

Y no debe olvidarse que la jurisprudencia sobre prevaricación hace pivotar el tipo, entre otros elementos, en la adopción de resoluciones frente a informes técnicos en contra

Cuestión diferente es si el presidente Donald Trump escuchara como pronostica Obama a sus asesores o cabalgará en la hybris inherente en todo gobernante hacia una posible Némesis o, por el contrario, a descubrir una nueva América.

Una curiosa encuesta realizada en twitter sobre quién es más probable que logre, en su caso, frenar la agenda de Trump concluía que frente al 26 por ciento que opinaba que el Congreso republicano, el 10 por ciento que decía que los votantes y el 16 por ciento que se decantaba por el contexto internacional.

Casi la mitad de los encuestados (el 48 por ciento) consideraba que serían los funcionarios y jueces (que también son funcionarios).

En todo caso, viendo cómo evolucionan los acontecimientos, parece claro que deberá actualizarse la famosa frase que se utilizó en la política estadounidense durante la campaña electoral de Bill Clinton en 1992 que ponía el foco en la gestión.

Está clara la constatación del enorme valor electoral de las emociones: ¡¡¡No solo es la economía, estúpido!!

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