Joaquín Giménez: «La reconstrucción de la convivencia es la asignatura pendiente en el País Vasco
Joaquín Giménez en la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo. Carlos Berbell/Confilegal.

Joaquín Giménez: «La reconstrucción de la convivencia es la asignatura pendiente en el País Vasco

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14/4/2017 05:00
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Actualizado: 23/11/2017 11:24
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Joaquín Giménez (Alicante, 1945) es magistrado de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo desde hace 19 años. Lleva 43 años en la carrera judicial, exactamente desde 1974, donde accedió por oposición. Vivió entre 1984 y 1998 -14 años, «años de plomo», de terrorismo sangriento-, en el País Vasco, donde conoció de primera mano esta violencia y sus efectos.

Entre 1984 y 1986 fue magistrado de la Audiencia Provincial de Vizcaya (Bilbao). Desde 1986 a 1991 pasó a la Audiencia Provincial de Guipuzcoa. Y entre 1991 y 1998 fue presidente de ese órgano judicial. Vivió protegido por guardaespaldas mucho tiempo, sabiéndose objetivo de ETA, como muchos compañeros suyos.

Debido a esas vivencias, a ese conocimiento, jamás desconectó de esa zona de España que tan bien conoce y que tanto ama. Como si fuera la que le dio la luz.

Quien lo conoce sabe que la personalidad de Giménez se distingue por tres rasgos muy definidos: es un hombre progresista, posee un gran sentido del humor y llama a las cosas por su nombre. Como en esta entrevista, a calzón quitado, para muchos, a contracorriente, con el tema la reconstrucción de la convivencia en el País Vasco.

La asignatura pendiente, desde su punto de vista.

¿Este gobierno está secuestrado por las víctimas del terrorismo de ETA?

Ni está, ni puede estar. Este gobierno tiene muy claro de que es el árbitro en esta situación. Y este árbitro no puede estar monopolizado por los intereses de un colectivo, que merece todo mi respecto, obviamente.

Pero ese colectivo no representa todo el bien común plural del Estado español. De todo el Estado. Ni tampoco el interés de toda la ciudadanía vasca.

Es una cosa mucho más amplia. Hay que atender a otros intereses.

En definitiva, ¿cuál es la asignatura pendiente en el País Vasco? La reconstrucción de la convivencia.

A eso no se puede boicotear con el argumento de que aquí tiene que haber vencedores y vencidos. Porque es un planteamiento maniqueo.

ETA no ha conseguido nada. Se ha rendido de forma incondicional.

¿Que se ha tratado de maquillar?, cierto. Y de una forma bastante patética.

Todo el debate de si están todas las armas, de si se disuelven, es lógico y admisible. Pero no se puede secuestrar la reflexión de que algo ha cambiado.

De que hoy estamos, cualitativamente, en España y, de forma específica, en el País vasco mucho mejor que hace diez años.

Antes había unos que mataban y ahora no matan.

El Gobierno ni está ni puede estar secuestrado por las víctimas del terrorismo de ETA

¿Ha leído Patria, el libro de Fernando Aramburu?, que resume muy bien el momento en que nos encontramos a través de la historia de dos familias.

Sí, claro.

¿Que sabor le dejó?

Me dejó un sabor agridulce. Porque ves, por un lado, la inutilidad que ha sido toda la actuación terrorista.

¿Cuál es la herencia de ETA? Se resume en dos frases: ha sido una fuente de dolor y una escuela de odio.

Curar esos efectos requiere tiempo y una resocialización.

Pero se puede conseguir. En España tuvimos una guerra civil mucho peor. Pasó tiempo y hoy tenemos una buena convivencia democrática.

En el País Vasco la asignatura pendiente consiste en recuperar esa convivencia.

Pasar del etiquetaje de muerte al distinto y de agredir al que no piensa como yo a respetarlo como un ser humano distinto.

No se puede boicotear la reconciliación en el País Vasco planteando que tiene que haber vencedores y vencidos, según el magistrado Giménez. Carlos Berbell/Confilegal.

Usted recientemente hizo una buena reflexión sobre aquellos que en su momento jalearon el movimiento independentista en el País Vasco. Aquellos, que de alguna forma se han beneficiado personalmente. Son políticos, curas y activistas. Estos se van a ir de rositas…

Evidentemente. Hay que distinguir entre el aparato de ETA, los que mataban, y aquellos que envenenaban; estos últimos colectivos ahora están, incluso, en las instituciones. Y yo no lo critico.

Durante años se ha estado diciendo algo muy importante: que las opciones políticas, incluso la independentista, son legítimas.

Y que no se podía optar a ello a través del tiro en la nuca y el coche bomba, sino luchando por eso por las vías democráticas.

Los medios no justifican los fines. Cuando el medio es el atentado lo que se deslegitima es el propio fin.

Ahora, que se ha llegado a esta conclusión por parte de los que mataban, con un discurso ya agotado, no se les puede responder que tampoco pueden defender esa idea por la vía democrática. Porque es una contradicción. Esto es así de claro y hay que decirlo.

Los presos etarras, además, han reconocido la legalidad penitenciaria…

Así es. Cuando se habla de presos de ETA son aquellos que han cometido delitos, que están cumpliendo sus penas y que ahora, incluso, pueden empezar a pensar en sí mismos sobre la inutilidad de su vida. Pueden beneficiarse finalmente de ello.

Antes sus compañeros y sus aliados no les dejaban beneficiarse. Ahora sí.

El último comunicado de 4 folios, en ese lenguaje grandilocuente y maquillante, al final lo que dice es que creen que ha llegado el momento de que cada uno busque su solución individual y que acepte la legislación penitenciaria.

¡Llegar a esa conclusión ha costado!

Hay que distinguir entre el aparato de ETA, los que mataban, y aquellos que envenenaban; estos últimos colectivos ahora están, incluso, en las instituciones

¿El hecho de que no hablen de arrepentimiento es importante?

El perdón tiene efectos liberadores para la víctima y para el verdugo.

A la víctima porque el perdón es olvido y le puede liberar del rencor, de haber sufrido el hachazo del terror. Para el verdugo el efecto es que le libera del odio.

Y estos son procesos de reflexión individuales.

Los que tanto hablan del derecho a la autodeterminación tienen que empezar por reconocer el derecho de autodeterminación en clave individual.

Es decir, la legitimidad de que cada uno piense lo que ha hecho con su vida y lo que quiere hacer con lo que le queda de vida.

¿Por qué considera que sería conveniente devolver Instituciones Penitenciarias a Justicia, después de 21 años en el Ministerio del Interior?

Toda la legislación antiterrorista de España tiene el ADN de ETA. Toda. Ahora ETA ya no mata.

Habría que hacer una reflexión respecto de esa excepcionalidad. A ver qué conviene mantener y qué conviene derogar.

Por ejemplo, ¿por qué de la noche a la mañana se pasa la situación penitenciaria de Justicia –que es donde tenía que estar- a Interior?

Pues como consecuencia del ADN de ETA, del tema de la dispersión. Ahora esta situación ha cambiado.

Habrá que volver a sintonizar. Y esto no es desarme, ni rendición, ni nada. Esto es el cumplimiento de la ley.

El cumplimiento de la legislación penitenciaria no puede venderse como una claudicación del Estado ante el terror.

¿Qué planteamiento es ese? Eso es un disparate.

La reflexión de devolver Instituciones Penitenciarias a Justicia es perfectamente válida. Y hay que hacerla sin ningún complejo.

El reflexionar sobre la dispersión de los presos, exactamente igual.

La posibilidad de que el Estado trasfiera la legislación penitenciaria al Gobierno vasco como la tienen en Cataluña es una cosa que cabe dentro de lo previsible.

Son tres cosas concretas que no se pueden ver como claudicación o rendición del Estado.

¡Por Dios!, si aquí si quien se ha arrodillado es ETA.

El Código Penal, según Giménez, sólo exige que el arrepentimiento por parte de los etarras se traducía en una facilitación de la investigación criminal. Carlos Berbell/Confilegal.

Acabar con la dispersión de los presos etarras, según su punto de vista, no es claudicar, ¿correcto?

En absoluto. Aplicarles la legislación penitenciaria no es claudicar.

El tema de la determinación de los lugares de cumplimiento, ahí está. El tema de determinados beneficios penitenciarios que van anejos con la posibilidad del arrepentimiento y el perdón, ahí están.

Este arrepentimiento no debe entenderse en clave ético-moral. Porque eso es muy personal.

El Código Penal es un código de mínimos. La atenuante de arrepentimiento, contemplada en el Código Penal, está despojada, por jurisprudencia de la Sala Segunda, de ese contenido ético del dolor por el pecado cometido.

Sólo se exige que ese arrepentimiento se traduzca en una facilitación de la investigación criminal.

Para un observador mínimamente neutral, la entrega de armas por parte de ETA en Francia fue un teatrillo de cara a sus parroquianos 

Los trescientos y pico asesinatos que quedan por esclarecer tienen que seguir siendo investigados, ¿no es así?

Evidentemente. Aquí nadie habla de amnistía. Eso es imposible. Hay trescientos casos que están abiertos. Algunas de estas armas entregadas en Francia pueden contribuir a su esclarecimiento, pero hay que seguir investigando.

El único tope que hay es la prescripción.

¿Qué pensó usted cuando vio el acto de entrega de alguna de las armas, por parte de ETA, en Francia?, ¿Qué entendió que era eso?

Supuso maquillar lo que no es maquillable. Y eso, ¿para quién? Para el pueblo fiel, para sus parroquianos.

Para un observador mínimamente neutral eso fue un teatrillo. Para el pueblo fiel, como es fiel…

Porque si se pensara. ¿Quién se acuerda, a estas alturas, de los cinco puntos de la alternativa KAS? ¿Dónde están las victorias de ETA? ¿Dónde está la realidad de Navarra?

¿A usted no le preocupa ir contracorriente, y, además, en voz alta?

El juez, por su condición de ser juez, no tiene techo de cristal. Ni quiero tener padrino ni quiero responder como apadrinado.

Es el papel del juez. El juez es un poder autónomo. No es un monaguillo del ejecutivo, sea cual sea el color del ejecutivo. No debe de serlo. Y su discurso, con frecuencia, puede no ser oportunamente político o del gusto de la clase política.

El discurso del juez es el discurso de la ley, de los valores humanos y de la Constitución.

Con la misma claridad que lo digo ahora, lo decía en “los años de plomo”, cuando estaba en Bilbao y en San Sebastián.

Ya por eso tuve algunos problemas, pero lo acepté.

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