Firmas
Aprender de la historia: Auschwitz
28/1/2018 06:03
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Actualizado: 28/1/2018 00:22
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Cuando nacemos, todos, tenemos un libro inédito por escribir y, también, un camino expedito por recorrer que se irá haciendo con cada experiencia. Pero no es menos cierto que la propia historia nos ofrece algunas pistas para poder escribir esos libros con renglones más rectos y viajes menos traumáticos.
La historia está encuadrada dentro del método propio de las ciencias sociales y tiene como objeto de estudio el pasado de la humanidad. Esta es la vertiente académica de lo que significa la ciencia de la Historia. Pero para los hombres y mujeres de hoy, de ayer y de mañana, la historia tendría que significar mucho más, debería de utilizarse como una potente herramienta de corrección de acciones y comportamientos. Debería significar el título de viaje marcado con el que pudiéramos iniciar caminos, en unas ocasiones desde estaciones diferentes y, en otras, desde la misma estación pero con diferentes destinos.
Es una triste realidad comprobar que hace solo unas décadas, algunos hombres (demasiados) no supieron o no quisieron ver que se encaminaban hacia un viaje de crueldad y vergüenza colectiva.
Entre el final de la Primera Gran Guerra, en 1918, y el inicio de la Segunda Guerra Mundial, en 1939, apenas pasaron veinte años. Entre las dos Grandes Guerras murieron más de noventa millones de personas. Aunque no es tiempo aquí para detallar los diferentes antecedentes geopolíticos que pudieron llevar a la humanidad a iniciarse en aquellos vergonzantes y sanguinarios viajes hacia la muerte y la destrucción, una cosa es clara: No hubo la inteligencia necesaria para valerse de la propia historia.
Parece que seguimos empeñados en despreciar la Historia. Hoy, en pleno siglo XXI el mundo entero se retuerce en sus mismos odios, vuelven a escena quienes pretenden excluir a todos aquellos que no comulgan con el ideario “oficialista”, sea político o religioso.
Cuando el cáncer no se logra extirpar, es más que probable que se extienda y acabe por invadir a otros órganos. Esto mismo sucede con el devenir de nuestra historia. En el siglo pasado, tras la Primera Gran Guerra, podría haberse extirpado el origen del mal que llevó a millones de pérdidas humanas. Sin embargo, tan solo dos décadas después, el mundo volvió a enfermar. En este caso, el nazismo propagó su odio extremo y la historia, volvió a repetirse, con más millones de personas caídas por la sinrazón de unos tiranos y dictadores sin corazón.
En la actualidad se podría pensar que existen muchos más mecanismos de contención y de control para que no vuelva a reproducirse una catástrofe humanitaria como la que se originó por las dos Guerras Mundiales del siglo pasado.
Sin embargo, observando el panorama que se dibuja en muchos rincones de nuestro planeta, todos los supuestos muros de contención, sea en forma de Convenios Internacionales, sea en forma de Pactos de no agresión, firmados entre diferentes miembros de la Comunidad Internacional, se antojan muy débiles frente a las innumerables amenazas que siguen existiendo en el mundo.
Así es, en nuestro mundo sobran muchos hacedores del mal y tenemos una gran carestía de líderes que abanderen valores y principios alejados del odio, de la exclusión, de la confrontación…
Hoy, en todos los rincones del mundo, volvía a azotar en nuestras conciencias otra vergüenza colectiva, con motivo del 73º aniversario de la liberación de los campos de concentración y exterminio de Auschwitz.
Se nos sigue encogiendo el corazón solo de pensar en el inmenso sufrimiento por el que tuvieron que pasar las víctimas del nazismo, como también sufrieron las víctimas del comunismo. Y, hoy, como ayer, millones de personas también siguen sufriendo, como víctimas de otro grave cáncer aún sin extirpar: El terrorismo. El mundo, sigue enfermo.
Como dijo el ensayista inglés, Aldous Huxley, “quizá la más grande lección de la historia es que nadie aprendió las lecciones de la historia” .
Esperemos que, de una vez por todas, aprendamos a no cometer los mismos errores del pasado.
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