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Ada Colau: La alcaldesa que quería ser empresaria

Ada Colau: La alcaldesa que quería ser empresaria
La alcaldesa de Barcelona ha calificado de "excepcional" la situación que se produjo el 20 a raíz de los registros en diferentes sedes de la Generalitat, a los que se ha referido como "escándalo democrático" y por "motivos políticos".
06/12/2019 00:00
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Actualizado: 06/12/2019 00:00
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He seguido con la mayor atención el proceso de la gestión del agua en el Área Metropolitana de Barcelona (AMB).

Desde sus ya remotos origines en la Lieja de 1867, los mecanismos de integración de pequeñas sociedades  de gestión de aguas subterráneas en la cuenca del río Llobregat (Aguas de Sans, la inglesa Barcelona Besós…) todo compatible con las señas de identidad de la cultura catalana:

Creativa, cosmopolita, emprendedora, creadora de valor al inversor, grande y pequeño ahorrador, y a la fuerza del trabajo, con avanzados modelos de protección social y a la postre servicio al interés general, que se extiende hasta la segunda centuria del siglo XXI con la gestión del ciclo integral del agua,  inaugurando de nuevo la modernidad con una solución de colaboración pública y privada de la empresa mixta Aigües de Barcelona.

Una historia de éxito a lo largo de más de 150 años que afrontaba el futuro con una solución integradora de lo público y lo privado, a la vez moderna y de progreso.

Los cambios acontecidos tras el entierro de la convergencia en el mundo catalán, tras la centrifugación política a los extremos han deparado un nuevo modelo municipal que lejos de afrontar la tarea de resolver con eficacia los retos de presente y de futuro inmediato, lo perturba con iniciativas y declaraciones a medios poco apropiados.

Precisamente en una de las ciudades icónicas europeas, un espacio humano y urbano de primera magnitud y seguramente, presidirlo sea junto con la responsabilidad política uno de los honores más dignos que uno se puede imaginar en un servidor público.

“MUNICIPIO EMPRESARIO”

Lejos de todo esto, el eje de la política municipal ha sido impulsar al “municipio empresario”.

Que recuerde ahora, las iniciativas de esta naturaleza han sido en el sector energético y en los servicios funerarios.

Dos ámbitos donde Europa dispone de empresas de primer nivel. Y dentro de Europa, singularmente Cataluña, generando una alteración de las reglas de competencia sin precedente de los Urales hacia abajo, que las autoridades del ramo toleran.

Pero no considerando el “holding” municipal suficiente, se penetra en la medula social, en el Ciclo Integral del Agua del Área Metropolitana.

También la señora Colau quiere ser actora (con los recursos de todos), como empresaria del agua.

Se siente capaz de hacerlo mejor que los más cualificados empresarios del sector que, también en Cataluña, tienen alguno de sus referentes más brillantes y prudentes.

Como Ángel Simón, pero no solo él, esencialmente el equipo de profesionales integrados que ha sido capaz de cohesionar y que son, quizá por eso, objeto de insultos, calumnias y acusaciones en los medios de comunicación por parte de la máxima representante de una de las más brillantes ciudades que uno conoce.

¿ES NORMAL QUE LOS ALCALDES INSULTEN A LOS EMPRESARIOS?

Hace pocos días un abogado neoyorquino de visita por España me preguntaba que si era normal que los alcaldes insultaran a los empresarios. Porque si pasara tal cosa en «la Gran Manzana», él se haría rico poniendo demandas al Ayuntamiento.

Por el contrario, jamás he escuchado de esos patrones de empresa una palabra más alta que otra.

Es una gente curiosa, a veces pienso si no serán flemáticos ingleses.

Tienen esa cosa un poco ingenua de los ingenieros que creen que cuando discrepan de las decisiones públicas hay que acudir a los tribunales de Justicia para que, “técnicamente”, resuelvan quien tiene razón, que es lo que se acomoda a la ley y al interés general.

Y lo más asombroso aún, cosa quizá de marcianos, lo que dicen los tribunales, cuando es firme, lo cumplen.

Frente al comportamiento cívico del patrón empresarial vilipendiado, pero estoico, se alza, en las antípodas, el proceder de la polémica alcaldesa con vocación, también, de patrona empresarial publica y desde luego menos estoica.

Comienza por destrozar las decisiones de la Corporación anterior que, tras trabajos técnicos, informes, análisis, estudio y debates abiertos decidió que lo mejor para el ciclo integral del Agua en nuestra Barcelona metropolitana, debería ser la empresa mixta.

Pero llegada doña Ada Colau a la Plaça de Sant Jaume, con un discurso radical, ejerciendo el adanismo más conspicuo, deciden que la mixtura publico privada no debe ser.

Que solo ellos deben gestionar el agua y controlarse de paso a sí mismos.

GESTIÓN DEL AGUA

Pero para tales fines, con una valentía quizá opinable, hacen suyo el discurso de otras tres grandísimas empresas de gestión del agua que, estos si, con intereses legítimos, pretendían mediante recursos judiciales acceder a la adjudicación.

Así se produce este esperpento municipal: la alcaldesa jalea, anima y apoya un recurso de tres empresas foráneas contra AGBAR para luchar contra las decisiones municipales.

Extraños compañeros de alcoba, podríamos decir. Pero si París valía una misa, el acceso al empresariado público municipal bien vale una unión “contra natura”.

Pero volvamos a la Sentencia que nos ocupa, que, en realidad, son dos: una impugnación contra la decisión municipal de empresa mixta para el AMB, ante el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, que dio la razón en algún punto a los tres grandes empresarios recurrentes (y a la señora Colau) y cuatro recursos al Tribunal Supremo, donde una vez más, casi como una costumbre, el profesor Santiago Muñoz Machado ha ejecutado un auténtico modelo de razonamiento jurídico que cumple aquello que decían de la claridad de los filósofos.

Un texto luminoso que se incorporará a los postgrados de acceso a la Abogacía para ejemplo de los jóvenes letrados (que nos pagarán la pensión más pronto que tarde) y que en cuatro sentencias consecutivas de la Sala de lo Contencioso-Administrativo, no menos brillantes ha zanjado, el tema señalando que la decisión municipal de gestión mixta era la ajustada a derecho (fallo en contra de los cuatro grandes empresarios, señora Colau incluida).

Ni es la hora ni el lugar ni el autor que debe hacer el análisis riguroso de lo que son decisiones técnicas.

Ni siquiera de volver al cuestionamiento de la influencia de la designación de magistrados en los Tribunales Superiores de Justicia desde los Gobiernos autonómicos.

Las sentencias, por cierto, desestiman uno de los motivos y estiman el otro que es, por cierto, el que a todos nos debería de afectar, pues está en torno al concepto de propiedad, diferenciando entre la muy necesaria función social de la propiedad privada y la confiscación de bienes.

Algo que está en el ADN de Cataluña que hizo desde los albores del siglo XIII una cultura jurídica del comercio, donde “las Costums de mar de Barcelona” han iluminado el tráfico mercantil que trae la modernidad con esa vocación universalista, acogedora, e integradora que ha caracterizado a lo catalán.

Fíjense que “grave delito” han cometido los magistrados del Tribunal Supremo que han merecido una diatriba sin precedentes en la crítica, en su aspereza y tono desabrido, mas allá de la no menos famosa sentencia “del procés”.

Un razonamiento que, en su sencillez, dice algo que estaría en el común de las gentes, y que es uno de sus atributos de excelencia intelectual.

Mala cosa es esta de que las gentes que quieren avanzar y hacer mejor Barcelona tienen que acudir a los tribunales, que deberían ser cosa de último recurso.

No está en la sólida tradición municipal que siempre resolvió los conflictos desde el diálogo, el equilibrio y la moderación, de las buenas formas.

La dimensión de la Barcelona maravillosa que todos anhelamos se construyó desde una sociedad civil de trabajadores cualificados, de empresarios solidarios, de comerciantes emprendedores, de profesores e intelectuales de referencia con una de las potencias editoriales más grandes del Viejo Continente, que alimentaron a las generaciones  y a la resistencia civil frente a la dictadura de los años de plomo.

EL FANTASMA DE FRANCO

Todo eso, una larga historia, no se puede borrar con ideas franquistas de la autarquía empresarial pública (aquellas que tantas empresas “nacionales”, recuerdan…), no tiene sentido recuperar un Instituto nacional de Industria Municipal y resucitar junto con Franco al marqués de Suances, tan avanzado el siglo XXI.

Todo eso y criticar a los súbditos empresarios y a los jueces, (como el ultranacionalismo) es cosa del “Ancient Regime”.

Ni el soberanismo, el separatismo, la violencia, la ciudad ardiendo (recuerdos dramáticos de la «Rosa de Fuego»), los adoquines voladores en lugar de los libros educadores, el turismo intensivo, los pisos patera, la integración de los emigrantes, el tráfico, rodado, lo urbano…, nada de todo esto es más importante que el ciclo integral del agua del Área Metropolitana de y para Barcelona.

Inmersos en una emergencia climática, al decir de Naciones Unidas (que bien si la Cumbre chilena hubiese podido llevarse a Barcelona que tiene sobradas capacidades y mar, pero los adoquines no andan quietos, como en Santiago…).

Todas las cosas están condicionadas por el agua como premisa esencial de una ciudadanía barcelonesa y catalana, donde todos los que ponen un pie en los andenes de Sans, en la terminal del Prat, en el Puerto o por carretera, nos convierten en vecinos, o así nos sentimos los que no tenemos el privilegio de haber nacido allí.

Cuando pase la toxicidad de los efluvios públicos empresariales se impondrá, además de la Ley y el Derecho, el «seny».

La autoridad municipal volverá a sus funciones naturales de control, regulación y fiscalización de las aguas, los empresarios a gestionar con eficiencia y eficacia, a crear empleo, generar valor y pagar impuestos.

Y todos juntos al dialogo y al progreso.

Tengo la seguridad que ni jueces ni empresarios se atarán las descalificaciones al dedo.

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