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Vulnerables

Vulnerables
La autora es la Fiscal decana del área Getafe-Leganés del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, Avelia Alía, quien aborda la temática de la vulnerabilidad y la protección que la Constitución nos proporciona.
28/3/2020 06:35
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Actualizado: 28/3/2020 00:36
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“Vulnerable” es todo aquél que puede ser herido o recibir lesión, física o moralmente, según la definición del diccionario de la RAE. Todos, por tanto, somos vulnerables.

De hecho, nuestra fragilidad ha quedado expuesta groseramente ante el COVID-19.

Pero, se habla de personas “especialmente vulnerables” cuando concurren en el individuo determinadas características que lo exponen en mayor grado al menoscabo o daño.

En la mayoría de las ocasiones no es la acción de un patógeno o de la naturaleza, sino la propia sociedad quien actúa como victimario de los más vulnerables.

La enfermedad, la edad o la discapacidad son meras circunstancias que acompañan a una persona, por las que debería poder transitar sin riesgo, si fueran observadas con consideración y respeto por la sociedad y por los individuos que la conforman.

De ahí la importancia del modelo social que diseña cada país.

LA CONSTITUCIÓN, EL REFERENTE

La Constitución española corona nuestro ordenamiento jurídico y decidió que éste se sustentara en el respeto a la dignidad de la persona y en los derechos inviolables que le son inherentes, como fundamento del orden político y de la paz social.

Ese prisma colectivo se impone frente al particular a través del cual cada uno puede percibir el mundo.

Porque en determinadas situaciones, aun tan graves como la pandemia que nos azota, algunos sólo verán mercados, valores, intereses, donde los más vulnerables no superan el cribado coste-rentabilidad y priorizarán la economía frente a la vida de los ciudadanos.

Otros, intentarán utilizar los triajes, seleccionando por grupos a aquellos que merecen ciertos servicios públicos como la asistencia hospitalaria, frente a otros. Y no faltarán quienes perciban como enemigo, incluso agredan, a un conciudadano por sentirse más fuerte, sano o joven que él.

Esas limitadas, miopes y crueles visiones, propias de corazones secos, se han manifestado en estos días especialmente contra el colectivo de las personas mayores, y no podemos mantenernos impasibles en un silencio cómplice.

Todos estamos bajo el cobijo de nuestra Constitución y de los tratados internacionales de derechos humanos ratificados por España. La dignidad es atributo de todo ser humano del que emanan los derechos fundamentales y no puede ser fulminado por prácticas que supongan el desbaratamiento de todo nuestro sistema legal y social.

Un espejo de doble cara está retratando nuestra sociedad: una, clara y limpia que refleja el sacrificio y esfuerzo impagable de quienes están al frente de servicios esenciales, y otra empañada por quienes, presos de sus carencias, pretenden vaciar los sagrados derechos a la dignidad y a la igualdad.

Las heridas que no puedan sanar los primeros en nada serán comparables a las huellas que pueden dejar en nuestra sociedad los segundos.

Cuando todo acabe debe quedar incólumne el basamento de nuestro sistema constitucional, de lo contrario no sólo faltarán muchas vidas sino que se desdibujarán las de todos.

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