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El «convoluto» de Carlos Lesmes

El «convoluto» de Carlos Lesmes
El presidente en funciones del CGPJ y del Supremo, Carlos Lesmes, con Margarita Robles, en una foto tomada en la Comisión de Justicia del Congreso de los Diputados, que ésta presidía, en 2017. El columnista, Carlos Berbell, hace referencia a la fijación de Lesmes con Robles. Foto: Carlos Berbell/Confilegal.
05/3/2021 17:01
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Actualizado: 05/3/2021 23:23
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La palabra «convoluto» no figura en el diccionario de la Real Academia de la Lengua, ya lo adelanto. Procede de nuestro tronco madre, el latín. La popularizó Guido Brunner, el embajador alemán en España entre 1982 y 1992, para explicar el destino de unas comisiones que la multinacional alemana Siemens había repartido para facultar sus intereses en la participación del AVE Madrid-Sevilla.

«Convoluto» viene del latín «convolvere», que significa hacer un envoltorio, o lío. Se entiende que lío en todos los sentidos.

Lo de ayer, de Carlos Lesmes, con el nombramiento de 6 altos cargos y el aplazamiento de dos fue un «convoluto» en toda regla.

Un «convoluto», pero en negativo, por el aplazamiento del nombramiento de dos magistrados para las correspondientes vacantes en el Tribunal Supremo.

De la misma forma que, a lo largo de sus siete años de mandato, también los hubo numerosos «en positivo» (para él y para sus intereses personales, se entiende): Luis María Díez-Picazo, Fernando Román, Dimitry Berberoff…, por citar algunos relevantes.

La Plataforma Cívica por la Independencia Judicial los tiene todos indexados y analizados a conciencia.

¿Y por qué, precisamente, estos dos «convolutos» en negativo?

Para quien conozca las claves que rigen en el Vaticano judicial y que gobiernan a los 20 cardenales de la justicia y a su «Papa», el resultado era el más probable.

El más evidente.

Y mira que me han dado, unos y otros, explicaciones para todos los gustos. Desde «la necesidad de que fueran elegidos por amplísimas mayorías» por «cuestión de principios», hasta los ajustes de cuentas personales por cuitas del pasado, que también las hay.

Los dos candidatos favoritos eran Félix Azón, para una plaza vacante de la Sala de lo Social del Tribunal Supremo, y Manuel Almenar, para otra vacante en la Sala de lo Civil. Uno progresista, de Jueces y Juezas para la Democracia (JJpD), y el otro conservador, de la Asociación Profesional de la Magistratura (APM).

Si aplicáramos la lógica política que todo el mundo entiende que funciona en estas cosas no habría habido problemas en que salieran. La cuestión que ninguno de los dos eran del agrado del presidente en funciones, Carlos Lesmes.

Félix Azón, magistrado de la Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, exvocal del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), miembro de Juezas y Jueces para la Democracia y exdirector general de la Guardia Civil, tiene un problema de calado, insoluble: es amigo personal de Margarita Robles, ministra de Defensa.

La propia Robles fue la protagonista de otro «convoluto», de otro lío que creó Lesmes, en 2016, y que la perjudicó de forma directa y evidente.

Fue en el mes de mayo. La entonces magistrada del Tribunal Supremo había aceptado la oferta que Pedro Sánchez le hizo para que fuera su número 2 en la lista por Madrid del PSOE, en las elecciones que se celebraron el 26 de junio de ese año.

La magistrada, como era preceptivo, solicitó al CGPJ su pase a la situación de servicios especiales. Una situación administrativa similar a la de la excedencia pero en la que se le reserva su destino y se le reconoce la antigüedad como si hubiera estado ejerciendo la jurisdicción.

Contra todo pronóstico, Lesmes se la montó.

Le concedió, sí, su pase a servicios especiales pero la despojó de su condición de magistrada del Tribunal Supremo. La Comisión Permanente, el órgano que le correspondió dirimir este asunto, votó 4 a 3, con el voto decisivo del impulsor de la iniciativa, Lesmes. No tenía ninguna necesidad.

Nadie conoce de dónde le viene a Lesmes esta fijación personal con Robles. Porque es una fijación.

Lo paradójico es que Lesmes fue elegido, en 2010, magistrado de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Supremo con el voto de la actual ministra de Defensa cuando era vocal del CGPJ (2008-2013).

UNA MUJER DE AFECTOS

Todo el mundo sabe que si hubiera que identificar el talón de Aquiles de esta mujer íntegra y de sólidos principios, sin duda sería el de los afectos personales. Como bien sabe, Pedro Sánchez, a quien no abandonó en sus peores momentos.

Robles es leal con sus amigos hasta la muerte, aunque ello le ponga en la peor de las situaciones.

Lo malo es que esto a veces tiene consecuencias en sentido contrario. Porque la frustración del nombramiento de Azón es, sin duda es una zancadilla, de esas de tarjeta roja directa, a la propia Robles.

Lo ve hasta Miguel Durán, el socio director de Durán & Durán Abogados, ciego desde la cuna.

Confieso que contaba con ello. Tengo muy presente la fábula del escorpión y la rana.

Tampoco contaba con la elección de Manuel Almenar, magistrado de la Audiencia Provincial de Pontevedra, exvocal del CGPJ (en el que también estuvieron Margarita Robles y Félix Azón) y presidente de la APM.

Almenar fue el muñidor, en 2015, de un hecho sin precedentes que ha marcado de forma crítica el mandato y la Presidencia de Lesmes: la unidad de acción de las cuatro asociaciones de jueces existentes. Ha sido, con ellos, el «contrapoder» al «Papa» de la justicia española.

Su voz ha sido de las más críticas contra la gestión del hoy presidente en funciones del CGPJ, que, en una de las comidas con los líderes de las cuatro asociaciones, en las que solía hablar el 90 por ciento del tiempo, «les aconsejó», en tono muy condescendiente, que debían unirse porque así sería más fácil tratar con uno solo.

El magistrado Almenar, además de un activista asociativo, también es un trabajador incansable. Jamás ha desatendido su trabajo fiel al principio de que el ejemplo es el principio de la autoridad. Y él la tiene. Nadie se lo discute.

También se da la circunstancia de que también es amigo de Margarita Robles.

En ambos casos, Lesmes podría haber utilizado su ascendencia sobre los 14 vocales dispuestos a votar (7 se negaron y votaron en blanco) a favor de ambos.

Pero no lo hizo. Esa es la realidad.

Habría sido de todo punto imposible que Lesmes secundara la entrada en el Supremo de dos antagonistas como Azón y Almenar, por más que fuera de justicia porque reúnen todas las condiciones. Precisamente por eso.

En el caso de Azón, minutos antes de la celebración del Pleno Extraordinario de ayer jueves, Lesmes había recibido el mensaje que el ministro del Interior y exvocal del CGPJ, Fernando Grande-Marlaska, había enviado a los 21 componentes del órgano de gobierno de los jueces, a través de una entrevista en Radio Nacional.

Les «aconsejó» que no nombraran a nadie porque la negociación para renovar el CGPJ estaba en marcha y debían dejar la decisión de nombrar a los 8 altos cargos a sus sucesores.

Un mensaje que, a toro pasado, no hay otra forma de interpretar que referirlo a Azón.

Porque Grande-Marlaska fue el que cesó al magistrado como director general de la Guardia Civil de forma unilateral y sin contar con el acuerdo de Robles, de quien también dependía por la naturaleza militar de la Benemérita.

Grande-Marlaska, quien posee muchos rasgos afines a Lesmes, y Azón no son precisamente amigos.

¿POR QUÉ SE ELIGIERON 6 DE LOS 8 ALTOS CARGOS?

¿Por qué 6 sí y 2 no?

Recordemos. Estaban en liza los puestos de tres magistrados del Tribunal Supremo -dos en la Sala de lo Civil y uno en la de lo Social-, las Presidencias de los tribunales superiores de justicia del País Vasco y de Canarias, la presidencia de una sala del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco; y las presidencias de las audiencias provinciales de Salamanca y Almería.

La explicación es más que evidente.

La «verdad judicial», la que se ha argumentado como justificación, es que, ya que no era posible conseguir los 13 votos preceptivos –con 14 en liza–. Que lo mejor era dejar ambos nombramientos hasta el Pleno del día 26 de marzo y allí dirimir estas dos vacantes con otras dos de la Sala de lo Contencioso-Administrativo.

Algo que podría no ocurrir, de aprobarse la reforma en marcha en el Congreso de los Diputados de la Ley Orgánica del Poder Judicial que prohibirá cualquier tipo de nombramiento a un CGPJ en funciones como este.

La «verdad material» es que, aunque Lesmes habría comprometido, en apariencia, su voto favorable a Azón y a Almenar, no hizo nada para hacer realidad sus nombramientos.

Al contrario. ¿Un ajuste de cuentas? Tiene toda la pinta.

Hace tiempo que aprendí a interpretar a las personas por sus aspiraciones personales.

A Lesmes le preocupa su próximo destino, que será en uno de los despachos de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Supremo, donde tiene su plaza.

No está nada claro que vaya a obtener una de las cuatro vacantes en el Tribunal Constitucional.

Al menos, no con los votos del PP.

¿Y con los del PSOE? Parece improbable. Puede que piense en optar por las que se produzcan el próximo año, cuando Santiago Martínez Vares y Juan Antonio Xiol lleguen al final de su mandato.

Dos puestos que le corresponderá nombrar al futuro CGPJ.

Lo tiene duro.

Como Lesmes es un hombre creyente, de misa regular, seguro que cuenta con la ayuda de la Providencia.

Si yo estuviera en su piel haría la promesa, como poco, de recorrer a rodilla pelada la ascensión al Santuario de Nuestra Señora de la Cabeza, en Andújar, Jaén, o hacerme, durante tres años seguidos, un camino de Santiago completo. Mucho más relajado y menos doloroso, hay que admitirlo.

Durante estos siete años al frente del CGPJ Lesmes ha jugado a la política de forma clara. Ha preferido a Susana Díaz frente a Pedro Sánchez y también a Soraya Sáenz de Santamaría frente a Pablo Casado.

A pesar de haber pasado ocho años como director general en el Ministerio de Justicia de los dos gobiernos de José María Aznar, en política no ha andado muy fino, precisamente. A las pruebas me remito.

Sin embargo, hay que admitir que sí que ha hecho una cosa bien: sus «convolutos». Sus líos. El nombramiento de sus amigos y amigas como magistrados del Tribunal Supremo.

Allí los llaman los GAL, grupo de amigos de Lesmes.

Ese es su auténtico «legado».

Porque la verdad, no veo otro.

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