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La inversión financiera consolida su apuesta por la sostenibilidad
06/11/2021 06:46
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Actualizado: 06/11/2021 00:18
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Todo lo referente a la sostenibilidad ha pasado de tener un papel tangencial a ser parte central de las actuaciones públicas y privadas. Que es parte central de actuaciones públicas lo pone de manifiesto, por ejemplo, el reciente acuerdo del G-20 para fijar el techo del calentamiento global en 1,5 grados (aumento de la temperatura media anual respecto a los niveles preindustriales).
Y que lo es también en las actuaciones del sector privado se evidencia con mayor fuerza en la transformación que está originando en el sector financiero. Nunca habíamos presenciado una tendencia con un desarrollo tan veloz y un calado tan estructural como es la integración de los criterios sostenibles en los procesos de inversión, impulsada también por el Plan de Acción de Finanzas Sostenibles de la Unión Europea.
Por ello, actualmente, la gama de productos financieros sostenibles –que serían aquellos que integren criterios ambientales, sociales y de gobernanza (en inglés, ESG, de ‘environmental, social and governance’) en las decisiones de negocio o de inversión, está en continua expansión.
Cada vez son más las entidades que optan por incorporar estos productos a sus carteras, ante la creciente demanda de los inversores. Resulta cada vez más frecuente ver emisiones de bonos sostenibles, esto es, emisiones de deuda pública o privada destinadas a la financiación de proyectos con objetivos ambientales y sociales, y fondos de inversión calificados por sus entidades gestoras como sostenibles.
En lo que se refiere a los bonos sostenibles, ya se dispone de una amplia gama de productos en función de la tipología de proyecto a la que se destina la financiación: bonos verdes, sociales, naranjas (destinados a financiar el sector cultural) y azules (para proteger los océanos). No obstante, los verdes concentran casi el 50 % de las emisiones de este tipo de instrumentos.
De acuerdo con el Observatorio Español de Financiación Sostenible, la emisión de bonos sostenibles en España creció un 70 % en el primer semestre del 2021 en comparación con el mismo período de 2020, hasta alcanzar los 15.103 millones de euros.
En los fondos de inversión sostenibles, también se observa un aumento sustancial de la oferta. De hecho, tal y como publicó recientemente el estudio anual Spainsif del 2021, ‘La inversión Sostenible y Responsable en España‘: «la inversión con criterios ESG ha crecido un 21 % en 2020 y ha superado por primera vez a la tradicional con una cuota de mercado del 54 %, ganando cada vez más relevancia la inversión minorista (21 %) frente a la institucional».
En estos productos se ha pasado de un modelo de gestión tradicional, basado solo en criterios financieros como riesgo o volatilidad, a un modelo que tiene en consideración, además, factores extrafinancieros o cualitativos como son los riesgos ambientales, sociales y de gobernanza (ESG, como decíamos antes).
Pero ¿qué entiende la normativa europea por producto sostenible o ISR (siglas por las que se conoce a la inversión socialmente responsable o inversión sostenible y responsable)?
El conocido como reglamento de divulgación (Reglamento (UE) 2019/2088, sobre divulgación de información de la sostenibilidad en el sector de los servicios financieros, también conocido por las siglas inglesas SFDR, de Sustainable Finance Disclosure Regulation) define normativamente por primera vez qué son productos sostenibles. Son: (i) productos que promueven características ambientales o sociales, respetando siempre prácticas de buena gobernanza, y (ii) productos que tienen como objetivo inversiones sostenibles.
Cada uno de estos dos tipos presentan diferente grado de ambición en lo sostenible: los primeros, menos exigentes que los segundos.
Sin embargo, la normativa no detalla en qué deben invertir estos productos y la propia Comisión Europea ha señalado que los productos sostenibles son neutrales en cuanto a su diseño y no requieren ninguna composición específica de las inversiones, ni umbrales mínimos, objetivos o estilos de inversión, ni tampoco el empleo de herramientas, estrategias o metodologías concretas.
Veamos un poco más sobre ellos.
PRODUCTOS QUE PROMUEVEN CARACTERÍSTICAS SOSTENIBLES
En el mercado se observa que los productos que la normativa define como productos que «promueven características ambientales o sociales, o una combinación de ellas, siempre y cuando las compañías en las que se invierta observen prácticas de buena gobernanza» pueden seguir distintos enfoques o estrategias de inversión como, por ejemplo, ‘best-in-class’, ‘best-efforts’ o de exclusiones sectoriales, que explicamos a continuación.
Se denomina estrategias ‘best-in-class’ aquellas que, dentro de cada sector, centran la inversión en compañías que tienen una mejor calificación en sostenibilidad o una mejor gestión de los riesgos ESG que sus homólogos (discriminación positiva).
Las estrategias ‘best-efforts’ se centran en identificar las compañías o emisores con mejor evolución en su ‘rating’ ESG, para premiar así a los que se esfuerzan más por mejorar su sostenibilidad, aunque su calificación no sea elevada.
La tercera estrategia para escoger productos que promueven características sostenibles consiste en excluir, eliminar del universo de inversión determinadas compañías por pertenecer a sectores denominados controvertidos (armamento, tabaco…) o por no cumplir con determinados criterios éticos o normas internacionales.
Si el producto sigue una estrategia de exclusiones sobre la base de criterios ambientales o sociales, se le exige analizar la materialidad de estos criterios para demostrar el impacto real de esta estrategia en la cartera del producto y evitar prácticas que conducen a la exclusión de un número muy limitado de inversiones o a exclusiones ya requeridas por la normativa aplicable.
PRODUCTOS CON OBJETIVO SOSTENIBLE
La segunda tipología de productos sostenibles son los «productos que tienen como objetivo inversiones sostenibles».
Estos productos tienen en cuenta las actividades de las empresas en las que invierten y su consideración como sostenible desde un punto de vista ambiental o social. Pueden seguir también distintas estrategias como «inversión de impacto», «inversión alineada con los ODS» (‘objetivos de desarrollo sostenible’, definidos por la ONU) o «inversión temática», si bien todas ellas coinciden en que los resultados de sostenibilidad deben ser medibles.
La cartera de esta tipología de productos debe estar compuesta casi en su totalidad por inversiones sostenibles que, recordemos, se trata de inversiones en actividades económicas que contribuyan a un objetivo medioambiental o social, que pueda medirse a través de indicadores, siempre y cuando la actividad no perjudique significativamente ningún otro objetivo medioambiental o social y las empresas beneficiarias sigan prácticas de buena gobernanza.
Como he intentado exponer de forma breve, en la inversión financiera se está evidenciando un cambio cultural profundo, tendente a financiar con preferencia actividades sostenibles. La gama de productos sostenibles es cada día mayor; los inversores van a poder restringir el ámbito de financiación de los productos según sus preferencias de sostenibilidad y los legisladores están comprometidos con los objetivos de desarrollo sostenible.
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