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La importancia de un gesto

La importancia de un gesto
Marcos García Montes y Nayra Cordero Lozano elogian, en su columna, al decano del Colegio de Abogados de La Palma, Juan Antonio Rodríguez, cuya Junta de Gobierno creó un turno de oficio gratuito para atender a los afectados por el volcán, a su compañero, Juan Gonzalo Ospina, que renunció a su premio para resaltar la entrega y el sacrificio de sus compañeros de la "Isla Bonita", y a Dulce María García Cabezas, coordinadora de ese servicio. Foto: Letspicyou.
20/12/2021 06:47
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Actualizado: 20/12/2021 00:37
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El 30 de noviembre de 2021 se celebró la entrega de los IV Premios de Confilegal y entre los mismos recibió el premio Confilegal al Compromiso el Colegio de Abogados de La Palma y en su representación el Ilustre Decano D. Juan Antonio Rodríguez.

La razón de este premio era el reconocimiento a los abogados de La Palma por la creación de un turno de oficio que voluntariamente y con carácter totalmente gratuito está realizando el asesoramiento a los afectados por la erupción del volcán de Cumbre Vieja.

Gestos como el de los Abogados de La Palma o el del abogado Juan Gonzalo Ospina, renunciando a este premio, que iba a recibir “ex aequo” con ellos, por “solidaridad y por amor a una profesión cuyo norte es el servicio a la ciudadanía”, sirven para destacar la humanidad de esta noble profesión y para mejorar la imagen que muchas veces se tiene del abogado.

Todos los que pertenecemos a esta profesión conocemos chanzas, chistes, memes, etc., sobre los abogados y esta imagen no podemos decir que sea fruto de las redes sociales sino que siempre han existido.

En las Danzas Macabras de Heidelberg (finales del siglo XV) citadas por Radbruch se recogen las palabras de un abogado que reconoce que “Traicione el Derecho habitualmente, convertí lo torcido en recto y vigente, vendí la verdad como bien sin merecimiento, más al precio de mi actual envilecimiento”

En el refranero español se recoge como la cultura popular ve al abogado: “Cuando toma cuerpo el diablo se disfraza de abogado” o “Lo que desenredan diez hombre buenos lo vuelve a enredar un picapleitos”.

Si acudimos al arte gráfico no podemos sino mencionar las caricaturas de Honoré Daumier “Les gens de justice” en el que los abogados aparecen, muchas veces, como payasos o comediantes que hacen bromas entre sí sobre el pobre defendido de turno.

Podemos destacar la viñeta en la que un pomposo y estirado picapleitos comenta a su encogido y humilde defendido: «Habéis perdido el caso, es verdad… pero seguro que habéis disfrutado la defensa que os he hecho».

La idea de que la abogacía es una profesión intrínsecamente inmoral es un tópico histórico y lo que es más grave, un tópico de la cultura popular como afirmó Salas “Necesitamos [juristas], al igual que necesitamos recolectores de basura, y en ambos casos deberíamos esperar que huelan mal”.

Frente a esta opinión nos encontramos con una profesión que recoge las normas deontológicas que deben regir la actividad profesional, normas que no se quedan en el campo de la moral sino que sus normas Deontológicas, tal y como recoge el Preámbulo del Código Deontológico de la Abogacía, “se insertan en el universo del Derecho”; y por lo tanto las normas deontológicas son también normas jurídicas que deben cumplir los abogados como parte del ordenamiento jurídico.

SON VALORES DE NUESTRA ABOGACÍA LA HONRADEZ, PROBIDAD, RECTITUD, LEALTAD, DILIGENCIA Y VERACIDAD

Según las normas de la Abogacía son valores fundamentales en el ejercicio de la profesión de abogado la independencia, la libertad, la dignidad, la integridad, el servicio, el secreto profesional, la transparencia y la colegialidad. La honradez, probidad, rectitud, lealtad, diligencia y veracidad son virtudes que deben adornar cualquier actuación.

Y como colofón de todo ello, cúspide de la pirámide de las normas deontológicas, estará la dignidad, como modo de comportamiento que debe impregnar la actividad profesional de quien ejerce la Abogacía.

El Estatuto de la Abogacía Española reconoce a la abogacía como “una profesión libre e independiente que presta un servicio a la sociedad en interés público y que se ejerce en régimen de libre y leal competencia, por medio del consejo y la defensa de los derechos e intereses públicos o privados, mediante la aplicación de la ciencia y la técnica jurídica, en orden a la concordia, a la efectividad de los derechos y libertades fundamentales y a la justicia”.

Quien ejerce la Abogacía, experto en leyes, en la técnica jurídica y en las estrategias procesales, se erige en elemento imprescindible para la realización de la justicia.

Estas virtudes, obligaciones y compromisos del abogado con sus clientes, con la sociedad y con la justicia se han dado en los protagonistas del premio al “Compromiso” pero no se han quedado sólo en el campo ineludible de la norma sino que en este caso han ido mucho más allá.

Nuestros compañeros del Ilustre Colegio de Abogados de La Palma, su Decano Juan Antonio Rodríguez, Dulce María García Cabezas, coordinadora del servicio y nuestro compañero Juan Gonzalo Ospina han aplicado esa ética profesional, no reglada, no exigible en los textos normativos, sino esa ética basada en la conciencia individual, en los valores personales, en la búsqueda del bien general como principio que inspira el ejercicio de la profesión de la abogacía.

Espero que el atronador aplauso que ofrecimos al Decano al recibir el premio al “Compromiso” por unos segundos apagara el rugir del volcán de Cumbre Vieja.

Muchas gracias compañeros por vuestro gesto que no sólo os dignifica a vosotros sino que ha dignificado a nuestra profesión.

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