Proyecto Freesoul hace de la prisión de Valdemoro una casa de acogida para perros abandonados que rehabilita a animales e internos
Este proyecto de ayuda bidireccional, que viene de la mano de Souling (una entidad que realiza terapias asistidas con animales) y de Hoope (la protectora que recoge de la calle a los perros) tiene como objetivo rehabilitar tanto al animal como a los internos. Se encargan de cuidar de ellos hasta que una familia les adopte.

Proyecto Freesoul hace de la prisión de Valdemoro una casa de acogida para perros abandonados que rehabilita a animales e internos

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03/11/2022 06:49
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Actualizado: 03/11/2022 01:33
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La prisión de Valdemoro (Madrid III) se ha convertido, gracias al proyecto Freesoul, en una casa de acogida para perros sin hogar que cada año son abandonados a su suerte en España. Desde que comenzó el proyecto en 2020, ya han pasado por el centro penitenciario cinco animales, de los cuales tres ya han sido adoptados. Además, a principios de 2023 la idea se implantará en Estremera (Madrid VII).

Este proyecto de ayuda bidireccional, que viene de la mano de Souling (una entidad que realiza terapias asistidas con animales) y de Hoope (la protectora que recoge de la calle a los perros) tiene como objetivo rehabilitar tanto al animal como a los internos. Se encargan de cuidar de ellos hasta que una familia les adopte.

Esta idea comenzó en 2020 y, tras dos años y medio de proyecto, han logrado rehabilitar a cinco perros gracias a que una veintena de presos han estado con ellos mañana y tarde. La primera perra que entró fue Afrodita, una galga española que fue adoptada a los pocos meses. Después la podenco Chia y el mestizo Axel, que también encontraron un hogar. Ahora tienen a dos, a Caimán y Videl, un podenco y un galgo.

Según ha explicado a Confilegal Diana Izquierdo Santiago, educadora social y coordinadora del proyecto, el día a día de los presos de Valdemoro gira en torno a los animales. Nada más levantarse, acuden al patio en el que se encuentran los perros, les dan de comer, les sacan, les dan un paseo por el campo de fútbol o, incluso, trabajan con ellos la conducta y la educación del can.

Afrodita con uno de sus cuidadores.

También se encargan de limpiar sus casetas, cepillarles, revisarles si se han hecho alguna herida jugando o, incluso, administrarles la pastilla de desparasitación o la pipeta para evitar que cojan parásitos. “Están mañana y tarde con ellos”, ha apuntado. 

Y aunque todavía no se ha dado el caso, si un interno que padece de permiso para poder salir a la calle quiere llevárselo de paseo fuera de prisión, podría hacerlo sin problema, ha relatado Izquierdo.

“Les motiva diariamente saber que hay alguien esperándoles y hacen que encuentren sentido a su estancia. Tienen sentimientos de cariño con ellos, les dan besos, abrazos y les dicen que les quieren”. 

Hay listas de espera para participar

Aquellos que quieran participar en el proyecto, tienen que echar una instancia al centro solicitando querer entrar y, a partir de ahí, se les forma y se les enseña a cómo manejar a los animales. Pero hay una gran lista de espera para participar porque no hay perros suficientes que cuidar. 

En el proyecto puede participar cualquier interno salvo si ha cometido algún delito de maltrato animal, aunque, según Izquierdo, tienen en mente poder desarrollar otro tipo de talleres para este tipo de presos. 

“La idea es plantear, si se reforma la ley y se condena a más de dos años, un programa de intervención psicosocial sobre este delito concreto”. Ahora mismo, quien está en prisión y ha cometido ese delito, es porque va asociado a otro y es un cúmulo de condena.

Pero tras el buen funcionamiento del proyecto, han comenzado ya a expandirlo a otras prisiones, en concreto, Estremera (Madrid VII). 

“Estamos adaptando los cheniles para los perros y creemos que a principios de 2023 ya estará todo listo para empezar. Queremos que el proyecto sea igual que el de Valdemoro”, ha explicado la coordinadora.

Una vez rehabilitados los perros, se busca a una familia para su adopción

Una vez rehabilitado el animal, llega la hora de encontrar una familia definitiva que le adopte, y los reclusos participan en el proceso, pues son los que tienen la última palabra.

Hoope selecciona una familia que acude a la prisión para ser entrevistada por los internos. Éstos deciden si son las personas adecuadas para quedarse con ellos o no. En el caso de ir todo correctamente, los cuidadores internos entregan al animal y firman todos la adopción.

«Pero el animal también puede ser adoptado por el propio preso o su familia una vez haya cumplido su condena si así lo desea», ha destacado Izquierdo.

Este proyecto se puede construir gracias a financiación privada y patrocinadores, puesto que no reciben respaldo económico institucional. “Si tuviésemos más dinero podríamos extender el proyecto a otras cárceles, de esta forma, echaríamos una mano al mundo animal, que está muy saturado y para los internos les produce un refuerzo emocional muy grande”. 

Además de este proyecto bidireccional, hace 11 años, en la cárcel de Topas, en Salamanca, se llevaron a cabo tratamientos entre caballos y niños con parálisis cerebral, donde se formaba a los internos como terapeutas.

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