Los contratos temporales siguen existiendo a pesar de la reforma laboral, según las expertas de Proluco Abogados y Economistas
Yasmin Ghaffari y Elena Cabello, asesoras legales de Proluco Abogados y Economistas, destacan los efectos de la reforma laboral un año después de su aplicación.

Los contratos temporales siguen existiendo a pesar de la reforma laboral, según las expertas de Proluco Abogados y Economistas

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27/3/2023 06:47
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Actualizado: 28/3/2023 11:12
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Yasmin Ghaffari, asesora legal y graduada social, ha explicado que después de un año de la aplicación de la reforma laboral, los contratos temporales «siguen existiendo» de manera parecida a la forma en que lo hacían anteriormente. «El número de contratos no ha variado por tipo de contrato, todavía se hacen los temporales, incluso en fraude de ley», aclara Ghaffari, recalcando que es una situación que se da «aunque [los legisladores] se empeñen en hacerlos indefinidos».

«Los contratos por obra y servicio se podía justificar, aunque el máximo de tres años fuera excesivo, pero ahora observamos que el cambio que se buscaba de la relación entre empleados y empresas no siempre se logra», indica.

Elena Cabello, asesora legal y compañera de Ghaffari en el equipo de Laboral de Proluco Abogados y Economistas, expresa que uno de los principales cambios que ha observado después de un año de la aplicación de la reforma refiere a la limitación de contratos temporales, que ha dado pie a un incremento en el número de contratos indefinidos fijos discontinuos.

«Antes hubieran sido contratos por obra y servicio, dependiendo del convenio de aplicación y de la necesidad», dice, aclarando que la temporalidad de ciertos servicios hacía que los nuevos contratos sigan funcionando como si fueran temporales.

Dificultades en los despidos

En cuanto a lo que llama el «encarecimiento del despido», Ghaffari señala que la falta de los ‘despidos exprés’ lleva a que las empresas tomen pasos extra para llegar a lo mismo «llevando a que pierdan tiempo e incurran en un gasto público innecesario».

Explica que esto se debe a la tendencia a «inventar» despidos disciplinarios que se llevan a un procedimiento en los que «el empleado acepta la conciliación y se le paga una indemnización».

«Es una forma de encubrir lo mismo», dice, afirmando que es una práctica que llevan a cabo compañías de todos los tamaños.

Las diferencias entre las empresas de diferentes tamaños son otro factor por el cual la aplicación de nuevas normativas puede complicarse, según Cabello, que pone como ejemplo las campañas de igualdad y los planes antiacoso.

«Muchas compañías los ignoran y prefieren arriesgarse», señala, indicando que la mayoría de estos planes están diseñados para compañías de mayor tamaño. También apunta que «en las multinacionales sí se nota la falta de acceso de las mujeres a los puestos directivos, pero no se observa un techo de cristal ni problemas de diferencia salarial en las más pequeñas».

Es una consideración que Ghaffari extiende al porcentaje de cotizaciones a la Seguridad Social de los trabajadores, que busca ajustarse a los rendimientos y que ella define como «mal encuadradas». «No puede ser que un pequeño empresario o pequeña empresa, tenga el mismo porcentaje de Seguridad Social que empresas como Zara, esto supone entorno a un 33% sobre los salarios de los trabajadores, independientemente del tamaño y facturación de la empresa», dice, criticando lo que llama «desequilibro entre unos y otros». «Creo que habría que aplicar unos porcentajes mayores a empresas grandes y reducir los mismos a las empresas pequeñas».

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