El juez tuitero, “Judge the Zipper”, desentraña los arcanos del derecho y de los jueces en un libro que va más allá de sus hilos en Twitter
El magistrado que adoptó el avatar de "Judge the Zipper" mantiene el anonimato sobre su verdadera identidad, como se puede ver en la foto. Foto: Carlos Berbell/Confilegal.

El juez tuitero, “Judge the Zipper”, desentraña los arcanos del derecho y de los jueces en un libro que va más allá de sus hilos en Twitter

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23/4/2023 00:45
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Actualizado: 24/4/2023 17:31
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A lo largo de los pasados siete años “Judge the Zipper”, seudónimo que adoptó este magistrado en 2016, ha acumulado un prestigio y una solvencia reconocida “urbi et orbi”. Son 26.000 tuits. Muchos de ellos han sido virales, por la claridad de sus razonamientos y de sus datos. Sin que nadie se lo pidiera, ha contribuido a arrojar claridad sobre el complicado mundo de la justicia, de los jueces y del derecho.

“Judge the Zipper” acaba de publicar su primera obra divulgativa, en formato clásico –un libro– de la mano de la editorial Esfera de los Libros: “Destripando el derecho. Sobre derecho y jueces para quienes no saben de derecho ni de jueces”.

En su libro aborda la actualidad y la no actualidad. Desde la ley del “sólo sí es sí”, la violencia de género, las denuncias falsas, la presunción de inocencia, la corrupción, la custodia compartida y las okupaciones.

Con este motivo, dar a conocer una de las mejores obras de divulgación sobre el “planeta ley” español, hemos llevado a cabo esta entrevista al autor, cuya apariencia física e identidad mantenemos en el anonimato a petición suya.

El encuentro tuvo lugar en las oficinas de nuestro periódico el pasado jueves.

¿Por qué adoptó el seudónimo de “Judge the Zipper”? ¿De dónde viene?

Viene de “Jack el destripador”, “Jack the Ripper”, en inglés. Quería crear un perfil que demostrase las interioridades de la justicia. Porque siempre hemos sido un mundo muy desconocido. De ahí lo de sacar a la luz, eviscerar. La referencia a “Jack el destripador” me pareció muy apropiada.

De hecho, inicialmente el seudónimo no iba a ser “Judge the Zipper” sino “Judge the Ripper”, “el Juez destripador”. Por eso, el avatar que utilizo en Twitter es la imagen de uno de los 33 sospechosos de haber sido “Jack, el destripador” –porque jamás fue detenido ni se conoció su identidad– el doctor Thomas Neill Cream, un médico escocés.

Después lo medité. Me pareció muy exagerado, aunque ya había pasado mucho tiempo. Fue en el siglo XIX. Para atenuar esa referencia cambié la erre por la zeta. Zipper es cremallera. Con lo cual mantengo la intención de abrir el mundo de la justicia, de sacar a la luz lo que hay. Seguí manteniendo la alusión, pero ya sin una referencia tan directa a “Jack, el destripador”.

¿Cuándo nació en Twitter “Judge, the Zipper”?

En 2016.

No es el único juez tuitero. Lo sabe, ¿verdad?

Sí, claro. Ya entonces, Àngels Blaus [@angels_blaus] nos habló, en un curso al que asistimos varios jueces, que ella tenía un perfil en Twitter. Me animó a tener el mío propio. Yo siempre digo que el decano de los jueces tuiteros es AngryJuez [@AngryJuez], aunque creo que hubo otros antes que él. Pero él fue quien tuvo más fama al principio, cuando esto empezó fuerte.

Pero hay otros, como Ladycrocs [@Ladycrocs], que tiene muchos más seguidores que yo, o Magístrathor [@Magistrathor].

Juan Montero [JMGaAN], Carlos Viader [@ViaderCarlos] o Natalia Velilla [@natalia_velilla] van a cara descubierta.

«Tanto en lo que a la parte de derecho se refiere como a la parte de jueces, quise hacer un libro de derecho que no pareciera un libro de derecho. Quería evitar que al lector que no conoce nuestro mundo le produjera rechazo»

¿Cómo lleva lo de los “haters”?

Hay que aprender a que te resbale y a relativizar lo que te digan. Uno va a Twitter con un impermeable, a interactuar con quien merezca la pena. Yo no bloqueo ni silencio a nadie porque sí que me gusta también escuchar la opinión de la gente. A veces no es fácil cuando alguien sale a atacarte o a aprovecharse de lo que digo para tergiversarlo y hacer daño.

Pero hay que tener siempre presente que esto es Twitter, no es la realidad. En ocasiones lo he pasado mal cuando me he dejado arrastrar por ese “feedback” negativo. Me he llegado a ir varios días de la red social, para tomar distancia. Es en esos momentos cuando te das cuenta de que la realidad es otra. Que el mundo en el que vives es otro. Es verdad que se produce una interrelación entre ambos mundos.

Prueba de ello es que los políticos, por ejemplo, muchas veces reaccionan a lo que pasa en las redes sociales. Y eso define su mensaje y su política. Pero aún reconociendo esta sinergia, ambos mundos no son lo mismo.  

Tu vida es tu familia y tu trabajo. Twitter es una parte de nuestra vida que no puede contaminar a la otra parte. En suma, aprendes a utilizarlo.

Es decir, ha desarrollado, llamémoslo así, la virtud de la contención, ¿no?

Sí, efectivamente. No responder. No entrar al trapo. En alguna ocasión me he visto en la tesitura de contestar a alguno especialmente hiriente, pero al comprobar que no tenía más de 200 seguidores, decidí que no. No iba a darle una dimensión que no tenía. No podía, ni debía, contribuir a expandir ese mensaje de odio que estaba lanzando contra mí. 

Cuando se puso en contacto con usted Ymelda Navajo, la directora editorial de La Esfera de los Libros, ¿qué tipo de libro le propuso? ¿Una obra sobre la base de sus hilos en Twitter o quiso ir más allá?

No le di tiempo a que me explicara.

¿Cómo que no le dio tiempo a explicarse? En aquel momento usted tenía más de 70.000 seguidores. Hoy roza los 90.000.

Ellos habían visto mi perfil en Twitter, con lo que estaba sobreentendido que querían una obra sobre divulgación jurídica. Yo tenía ya en mente escribir un libro. De hecho, tenía unas ciertas páginas ya escritas. Se las envié. Les gustó muchísimo y me contestaron que querían más como esas.

Con una fecha de entrega ya uno se pone al lío y no lo deja solo para cuando se tiene un rato, sino que se convierte en parte de mis obligaciones diarias.

No le voy a preguntar cuánto va a cobrar porque es de mala educación...

[Se ríe] El dinero que me van a pagar voy a donarlo a la investigación del ELA. No hay interés crematístico por mi parte en el libro. He querido aportar claridad, pedagogía y divulgación. 

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En la entrevista explica que adoptó el avatar del doctor escocés, Thomas Neill Cream, uno de los 33 sospechosos de ser «Jack el destripador», el legendario asesino en serie de Londres, por el objetivo del magistrado de eviscerar y explicar el mundo de la justicia y el derecho. Foto: Carlos Berbell/Confilegal.

Lo que le ha salido es un libro de pura ‘evangelización’ jurídica, si me permite la descripción en el sentido más divulgativo del concepto. Evita las referencias formales a leyes, a sentencias, elude los latinajos. No hay notas a pie de página…

Esa ha sido mi intención. Tanto en lo que a la parte de derecho se refiere como a la parte de jueces, quise hacer un libro de derecho que no pareciera un libro de derecho. Quería evitar que al lector que no conoce nuestro mundo le produjera rechazo. 

Tenía muy claro que iba a contar lo que yo sé de derecho, pero de la forma más coloquial posible.

Le entregué el borrador a un amigo que no sabía nada de derecho, pero que había escrito dos libros, para que me diera su opinión. Sus comentarios me sirvieron para hacerlo más comprensible, si cabe. Me confirmó la idea de que se leía fácil.

Tengo que decirle que su libro me ha sorprendido porque también se moja. Por ejemplo, cuando se refiere a los automatismos en la Policía a la hora de detener a un sospechoso de violencia de género. Y es crítico con ello. Y lo explica.

En un principio yo no quería mojarme. Quería explicar las cosas. Hacer divulgación. ‘Esto es lo que hay y ya está’. Al final me he mojado en algunos temas cuando he tenido muy claro qué mensaje quería transmitir. Porque tengo una opinión muy reflexionada, muy consolidada. Digo, esto es lo que opino yo. Y lo hago en tres o cuatro temas concretos. 

Este es uno de ellos.

La policía, en general, funciona con estos automatismos. Los jueces también los tenemos, aunque en menor medida. Porque somos conscientes de que no podemos pasar la pelota al tejado de nadie.

En una ocasión tuve una conversación muy reveladora con quien entonces era el jefe del Servicio de Atención a la Mujer en mi partido Judicial. ‘Nuestras directrices son detener siempre y que sea el juez el que decida’, me dijo. Algo absurdo.

Nosotros, los jueces, no podemos pasar el testigo al siguiente relevista. A nosotros nos corresponde resolver esta cuestión sobre el criterio jurídico y la realidad. 

También me pasa sobre la institución del jurado. Tengo una opinión muy pensada, muy consolidada. Y estoy en contra.

«La presunción de inocencia es un elemento nuclear del estado de derecho y democrático que disfrutamos. Es la piedra angular de los derechos humanos. Si no estamos dispuestos a pagar ese precio, lo que posiblemente acabaremos pagando será un precio todavía mayor y más grave, que es un Estado totalitario»

Tampoco elude otro de los temas de mayor actualidad, el del consentimiento y la ley del “sólo sí es sí”. Señala que, desde los Códigos Penales del siglo XIX, dicho concepto era el elemento nuclear. Y mucho más en el actual, de 1995, en el que está comprendido dentro del capítulo de delitos contra la libertad e indemnidad sexuales. Y recuerda que la intención primigenia en la reforma del consentimiento, con la reforma del “sólo sí es sí”, afectaba de forma directa a la presunción de inocencia.

Claro, detrás de los mensajes de “sólo sí es sí”, o “hermana, yo sí te creo”, de todas estas consignas que secundaron algunos políticos –recuerdo a Carmen Calvo, que dijo que a la mujer había que creerla– lo que había era, efectivamente, un intento de matar, asesinar o destruir a la presunción de inocencia.

La denuncia de la víctima tenía que pasar a ser verdad.

Y la persona acusada tenía que defenderse de la acusación probando su inocencia, invirtiendo el actual sistema de garantías. Básico.

Inicialmente, el proyecto de ley que se llevó al Parlamento incluía una descripción del consentimiento que, tal y cómo estaba expresada, ponía en riesgo la presunción de inocencia, contrariando los tratados internacionales de protección de derechos humanos que garantizan ese principio.

He escuchado a juristas decir que no hay que exagerar tanto la presunción de inocencia cuando hablamos de estos delitos, queriendo proteger a la víctima. Y esto es erróneo. 

Todo esto acontece a raíz de la sentencia de la manada, que condenó a los acusados sobre la base de la versión de la víctima.

A la víctima se la creyó. Solo que su relato se calificó, en principio, como uno que no incluía violencia o intimidación. Cosa que después corrigió el Tribunal Supremo, como todos sabemos.

Son delitos que se producen en la intimidad…

Soy muy consciente de ello, como magistrado. Y de que al final queda la palabra de uno contra otro.

Es cierto que, en ocasiones, entendemos, o creemos percibir, que ha habido algo más. Pero no podemos materializarlo porque las pruebas son las que son y nos vemos obligados a archivar o absolver.

Y lo hacemos con el convencimiento interno de que a lo mejor haya algo más, pero que no hemos podido desentrañarlo.

La presunción de inocencia es un elemento nuclear del estado de derecho y democrático que disfrutamos. Es la piedra angular de los derechos humanos. Si no estamos dispuestos a pagar ese precio, lo que posiblemente acabaremos pagando será un precio todavía mayor y más grave, que es un Estado totalitario, donde los derechos humanos pueden no ser respetados según qué delitos y donde cualquier persona, por ser objeto de una denuncia corre el riesgo de ser encarcelada.

Como lector, se agradece la franqueza. Como cuando afirma que sí, que existe una justicia para ricos y otra para pobres. Y me hace mucha gracia que cite al expresidente del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo, Carlos Lesmes.

Sí, durante su mandato, tuvo varias intervenciones gloriosas. Él fue quien dijo que la justicia era muy buena cazando robagallinas y menos eficaz atrapando a ladrones de cuello blanco.

En la carrera judicial también lo recordamos –y ponga comillas– “con cariño” cuando dijo aquello de que a los jueces había que guiarlos con el palo y la zanahoria. Nunca llegó a pedir disculpas por eso.

¿Piensa que realmente nuestro Código Penal necesita una actualización?

Está claro que los delitos que pueden cometer las personas que están en una situación de poder, o que tienen medios, son más difícil de perseguir.

Y como tenemos falta de medios, al final de los medios sale más rentable dedicarlos a asunto de más fácil persecución que aquellos que son más complicados.

Que no digo que no se investiguen, pero como hay falta de medios, al final donde se nota más es donde los delitos son más complejos de investigar. Delitos de cuello blanco, por decirlo así, donde hay multitud de documentación bancaria y económica, muchos implicados, contratos administrativos que hay que desentrañar cómo funcionan.

Son más difíciles de investigar, requieren más tiempo, más esfuerzo que ir a por un ladrón, que es mucho más sencillo. Porque no hay que hacer grandes esfuerzos.

La falta de medios acaba perjudicando la persecución de esos delitos.

Serían necesarias algunas reformas legales. Como incrementar las penas de algunos delitos que están en situación de poder. Pero los vientos circulan, precisamente, en dirección contraria.

En la actualidad «Judge the Zipper» cuenta con casi 90.000 seguidores en Twitter. Foto: Twitter.

Se refiere a la malversación, ¿no?

Es evidente. Se ha hecho una rebaja del delito de malversación de caudales públicos. La sociedad debería ser mucho más contundente con aquellos que están en situación de poder. Porque están infringiendo un deber especial de cuidado.

Explica muy bien que no existe en nuestro Código Penal un delito específico de corrupción. Que son diez delitos con otros nombres, pero que no llevan el apellido ‘corrupción’.

Así es. Si busca la palabra corrupción en el Código Penal no encontrará la palabra corrupción.

Se están transmitiendo mensajes interesados, como que solo hay corrupción cuando el político se queda con el dinero. Y no es así. Es corrupción cada vez que se utilice mal ese poder, aunque sea para enriquecer al vecino y no a sí mismo. O aunque sea para perjudicar a otros y no enriquecer a nadie.

La clase política quiere vender otro mensaje porque los afectados son de los suyos. Por eso, cuando la corrupción les salpica, ¿cómo lo solucionan? Cambiando el concepto de corrupción, diciendo que no es corrupción.

«El artículo 117 de la Constitución, que dice que la justicia emana del pueblo, se queda sin sentido si el pueblo no entiende las decisiones de la justicia»

¿De todos los hilos que ha escrito, cuál ha sido el que más impacto ha tenido?

El de la ocupación, al que le dedico una amplia extensión en el libro. También el de las puertas giratorias. En general cuando hablo de politización del poder judicial o de como la política está implicada en el Poder Judicial suelen tener mucha repercusión. 

Precisamente, uno de los objetivos al abrir mi cuenta de Twitter fue dar a conocer cómo el poder político trata de fagocitar el poder judicial.

Llevo muchos años explicando mi trabajo en institutos, en colegios. Allí tengo que bajar el nivel a lo más básico. Trato de contar las cosas de la forma más simple y clara posible. Esta es la clave. Para que nos entiendan y para que entiendan la importancia de la justicia en un estado de derecho como el nuestro.

El artículo 117 de la Constitución, que dice que la justicia emana del pueblo, se queda sin sentido si el pueblo no entiende las decisiones de la justicia.

A lo largo de los pasados años tanto jueces decanos como presidentes de Audiencias Provinciales, además de las asociaciones de jueces, han apoyado la implantación de la figura del juez divulgador, que tanto éxito está teniendo en los países del norte de Europa, y que nació en Holanda. Jueces que explican los casos relevantes a los medios de comunicación. Casi lo que usted hace a través de Twitter. ¿Cómo lo ve?

Espero que el próximo futuro Consejo General del Poder Judicial desarrolle esa figura. Es esencial. Mi intención al abrir mi cuenta de Twitter tuvo ese objetivo.

Esta es una asignatura pendiente. Falta mucha comunicación. Falta que se expliquen las cosas, las decisiones, las sentencias.

¿Qué profesión tenía su padre? ¿Era juez, tenía que ver con la justicia?

No, en absoluto. Mi padre era inspector de trabajo.

¿Y por qué se hizo usted juez?

Bueno, yo quise ser, en un principio, notario. Me preparé esa oposición durante un año y medio, hasta que descubrí que mi vocación real era la de ser juez. Tardé tres años y medio en aprobar. Descubrí que casaba mejor con mi forma de ser y con mi personalidad. Fue una decisión acertada. Me gusta mucho mi profesión.

La última pregunta es más que obligada: ¿Va a salir del armario? ¿Va a rebelar su identidad al mundo? O va a seguir como “El llanero solitario” o “El zorro”, con la máscara de “Judge, the Zipper”?

No lo tengo decidido. Pero sí le voy a decir que si lo hago a lo mejor hay quien se sorprende.

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