Firmas
Opinión | El dilema de los abogados en verano
14/7/2024 06:32
|
Actualizado: 15/7/2024 11:35
|
Este verano quería tomarme unas vacaciones de verdad. Estaba decidido a comenzarlas en las Azores a finales de julio y continuarlas hasta principios de septiembre, que el descanso fuese la regla general y no la excepción como otros años.
Ciertamente, la decisión de que el bufete esté abierto en agosto es mía pero no obstante, sólo acudo para casos urgentes e importantes, estando de guardia los compañeros que se turnan para disfrutar también de sus merecidas vacaciones.
Esa circunstancia evita que pueda desconectar de mi trabajo en el asueto estival pues la comunicación con los administrativos y abogados es diaria.
Pero yo soy el único responsable, y es que siendo penalista no hay más remedio: el derecho penal no descansa.
Tradicionalmente, ha sido agosto un mes en el que nos han contratado para casos interesantes, entre otros motivos, porque muchos abogados están de vacaciones de verdad y no se levantan de la hamaca de la playa o la piscina aunque los llame un cliente de los de siempre con un grave problema.
Así, la mayoría de los casos que nos encargan son de clientes nuevos.
En los últimos años, además, ha ocurrido por ejemplo que un día de finales de julio, cuando me disponía a relajarme en Marbella, me recomendó un cliente del bufete a dos amigos con una necesidad acuciante de contratar a un abogado defensor por un asunto embarazoso.
Siendo así que el último día de julio hube de tomar un vuelo a miles de kilómetros para ver a mis nuevos clientes en una capital extranjera durante cinco días.
El año pasado, cuando ya tenía organizada mi rutina en la Costa del Sol para todo el mes y salía un mediodía de hacer algunos largos en una piscina climatizada, preparado para disfrutar de un apetitoso almuerzo y dormir una reparadora siesta, me encontré con un «Whatsapp» que me requería para acudir a Madrid a un plató de televisión por un caso penal internacional.
Ya no dejaría de viajar a Madrid durante todo agosto, hasta el punto que hube de cancelar un viaje a Londres de varios días en el último momento.
PROPÓSITOS PARA ESTE VERANO
Como decía al principio, mi propósito para este verano era comenzar el soñado sosiego a finales de julio en medio del Atlántico y al regreso permanecer en Marbella. En agosto, aprovecharía para leer mucho y terminar un nuevo libro.
Esto último debería haberlo hecho el año pasado y no pudo ser. Pero como cumplo 60 años y llevo casi 34 ejerciendo, alguna vez he de tomarme en serio el reposo agosteño.
Y yo soy el que tengo la última palabra.
Sin embargo, ya me han convocado para una reunión de dos días a principios de agosto unos clientes extranjeros.
¿Y qué hago?
Son buenos clientes, les he dicho que sí y esperemos que sean esos dos días nada más.
Otra circunstancia que tienen en cuenta muchos compañeros para no tomarse todo el mes de agosto de vacaciones es que es un mes en el que hemos de abonar los mismos gastos que otros además del coste de las vacaciones.
Con lo cual, hemos de facturar y no nos podemos permitir el lujo de cerrar del todo el bufete.
También me indican otros compañeros que están solos que al no poderlos sustituir otros colegas, han de estar de guardia permanente.
Otros abogados lo hacen porque no pueden desconectar así como así. Desean seguir enganchados al despacho, abrir cada mañana el correo, ver si llega alguna notificación aunque haya vacaciones judiciales en casi todos los órdenes, estar al tanto de novedades legislativas, jurisprudenciales y doctrinales.
Incluso, hasta leer una buena monografía.
¿Cómo voy a estar yo sin contacto alguno con los clientes y los papeles? ¡Yo, en realidad ,no me puedo tomar vacaciones! Oigo decir estas frases a muchos compañeros.
UNA DESCONEXIÓN EN NECESARIA
Pero creo que los abogados debemos tomarnos en serio disfrutar de unas vacaciones de verdad, plenas, por nuestra salud mental. Una cierta desconexión es necesaria para comenzar el nuevo año judicial más frescos y descansados.
Yo, que no lo hago del todo, voy a intentar este verano cumplirlo, al menos en su mayor parte. Aunque haga algunas excepciones, yo seré el que deba tomar soluciones drásticas para no atender llamadas, contestar mensajes y correos, etc., delegando estas gestiones en mis administrativos y compañeros que estén de guardia.
Así, esa colaboración servirá de filtro para atender lo realmente urgente e importante.
¿Pero y si llegan uno o dos casos buenos en agosto?
¿Nos podemos permitir el lujo de no atenderlos?
Porque seguro que esos potenciales clientes nos quieren ver a nosotros, los titulares del bufete y no a aquellos en quienes pretendemos delegar.
He ahí la cuestión: ¿Dejamos de tomar un nuevo caso, interesante y con una buena minuta?
¡Eso es lo que hemos querido siempre!
¡Un buen caso!
¡Sí, debemos aceptar esos buenos asuntos que llegan como un regalo en agosto! Pero no todos los asuntos que pretendan encargarnos, pues a buen seguro podrán esperarnos hasta septiembre aunque debamos realizar alguna gestión puntual.
Pero centrémonos en lo realmente importante: la desconexión es necesaria. Tomemos un baño en el mar o en la piscina cada día, sequémonos al sol, intentando que nuestra mente se evada del quehacer diario. Practiquemos deporte a primera hora de la mañana o a última hora de la tarde.
Leamos mucho, buena literatura, novelas que nos atraigan horas y horas con sus relatos, buenas biografías que nos hagan vivir la vida de grandes personajes, escuchemos la música que nos guste, bailemos, paseemos, divirtámonos con nuestros familiares y amigos, disfrutemos de la buena gastronomía, meditemos, pensemos y, sobre todo, descansemos.
Otras Columnas por Luis Romero Santos: