Los conocimientos legales que poseía Hernán Cortes fueron vitales para su éxito en la conquista del Imperio Méxica
Hernán Cortés estudió derecho en la Universidad de Salamanca, una de las instituciones más prestigiosas del mundo occidental.

Los conocimientos legales que poseía Hernán Cortes fueron vitales para su éxito en la conquista del Imperio Méxica

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12/8/2024 05:35
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Actualizado: 16/8/2024 11:32
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Hernán Cortes poseía conocimientos legales, aunque no completó formalmente la carrera de Derecho. Natural de Medellín, hoy provincia de Badajoz –Extremadura– procedía de una familia de hidalgos (nobles de baja categoría), lo que le dio una base social respetable, pero sin grandes riquezas.

A los 14 años Cortés fue enviado a la Universidad de Salamanca, una de las instituciones educativas más prestigiosas del mundo occidental, para estudiar Derecho. Los procesos de formación no estaban tan reglados como los de ahora, pero daban una idea de la inteligencia del futuro conquistador.

Allí, a lo largo de dos años, estudió derecho canónico y derecho romano, que seguían siendo la base del derecho civil en España. También aprendió latín y retórica.

Lo que más tarde le sería muy útil, tanto en la administración de los territorios descubiertos y conquistados en América como para persuadir a propios y extraños. En nuestros días posiblemente habría recibido un apodo como «piquito de oro» o similar.

No eran muchas las gentes que en aquellos tiempos supieran, como poco, leer y escribir. Y mucho menos estar versadas en leyes.

Ese conocimiento de las leyes y del funcionamiento de la burocracia administrativa española fue su llave para la conquista posterior del Imperio Méxica y su elevación a una posición social que siempre buscó.

CON 19 AÑOS SE EMBARCÓ RUMBO A AMÉRICA

Hombre de espíritu inquieto, en 1504, a la edad de 19 años, se embarcó en una expedición que tenía como destino la Isla de la Española, que hoy comprende, al este, a la República Dominicana, y al oeste Haití.

En su capital, Santo Domingo comenzó, a trabajar en diversas actividades, entre ellas como escribano público.

Gracias a sus conocimientos legales y administrativos y sus relaciones, recibió tierras y encomiendas que le permitieron adquirir algo de riqueza e influencia, ganándose reputación de persona capaz y ambiciosa.

Siete años más tarde, en 1511, se unió a la expedición para la conquista de la isla de Cuba que capitaneó el colono Diego Velázquez y Cuéllar, 20 años mayor que Cortés, quien, conociendo sus capacidades, le tomó bajo su protección y lo incluyó en su círculo de colaboradores de confianza.

Bajo la sombra de Velázquez, convertido en gobernador de la isla, Cortés fue nombrado igualmente escribano y después alcalde de Santiago de Cuba, al sureste de la isla. En nuestro tiempo es la segunda ciudad más grande después de La Habana.

Fueron cargos que le dieron poder, influencia política y relaciones dentro de la estructura administrativa.

Además, Cortés también recibió una encomienda y tierras. Esto le proporcionó una base económica sólida y una posición social respetable. Lo que no fue óbice para que siguiera adquiriendo propiedades adicionales que le permitieron acumular una pequeña fortuna.

El gobernador de Cuba, Diego Velázquez y Cuéllar, consideraba a Hernán Cortés uno de sus hombres de máxima confianza. Sobre estas líneas, dos retratos y un autógrafo suyo.

LA GRAN OPORTUNIDAD DE CORTÉS

Sin embargo, lo conseguido no colmaba sus aspiraciones. Cortés, que en 1519 ya había cumplido los 34 años, quería más. Mucho más.

Su «protector», Diego Velázquez, lo puso al frente de una nueva expedición que tenía como misión la de explorar y establecer contacto con las civilizaciones indígenas que entonces habitaban lo que hoy es México.

Era una expedición para recoger información sobre la geografía, los recursos naturales y las poblaciones indígenas, con las que se debía intercambiar bienes y otras riquezas como oro y otros productos valiosos. Sin olvidar la evangelización.

Aunque no se trataba de una misión de conquista inicial, Velázquez probablemente anticipaba que la expedición podría establecer fortificaciones o asentamientos menores para consolidar la presencia española en la región y proteger los intereses comerciales.

El extremeño era carismático y diplomático, como había demostrado en sus relaciones con otros líderes indígenas en Cuba –crucial para establecer contacto con las civilizaciones que se encontraran en el continente–, y poseía el liderazgo, la determinación, la energía y la ambición que se precisaban.

Un aspecto fundamental de la expedición era recolectar información detallada para ser enviada a la Corona española. El gobernador quería asegurarse que los descubrimientos y las actividades comerciales beneficiarían a la Corona y fortalecerían su posición como gobernador de Cuba.

Para llevar a cabo esa misión el gobernador de Cuba consideró que la persona idónea en ese momento era Hernán Cortés.

El extremeño era carismático y diplomático, como había demostrado en sus relaciones con otros líderes indígenas en Cuba –crucial para establecer contacto con las civilizaciones que se encontraran en el continente–, y poseía el liderazgo, la determinación, la energía y la ambición que se precisaban.

Pero sobre todo, Velázquez creyó que podría controlar a su hombre.
Se equivocó.

Cortés partió al mando de 11 galeones y 700 hombres.

EL GOBERNADOR DE CUBA TRATÓ DE IMPEDIR LA EXPEDICIÓN EN EL ÚLTIMO MINUTO

Hernán Cortes partió de Santiago de Cuba el 18 de febrero de 1519.

Al mando de una pequeña flota formada por 11 barcos, 100 marineros, 600 soldados de infantería y caballería a bordo, y 16 caballos –un recurso muy valioso porque los indígenas no habían visto estos animales en su vida–.

También perros de guerra, cañones de pequeño calibre, conocidos como falconetes, que se usaban para apoyar a las tropas en combate, arcabuces, una forma temprana de armas de fuego, además de espadas lanzas, picas y ballestas, armas tradicionales de la época.

Y un número de esclavos y sirvientes.

No era una expedición demasiado grande, pero en ella Cortés había invertido toda su fortuna. Porque su idea no era solo la de explorar sino la de conquistar, saltándose los planes del gobernador Velázquez. Su apuesta era a todo o a nada.

De hecho, el gobernador, convencido finalmente de que Cortés se la iba a jugar –y no andaba muy equivocado– en el último momento trató de revocar el nombramiento. Lo que el conquistador impidió zarpando a toda prisa.

Durante los dos meses siguientes, la expedición llegó a la isla de Cozumel, en la costa de la península de Yucatán, donde contactó con los mayas locales y recabó información sobre las poderosas civilizaciones que habitaban en el continente.

Allí rescató a Jerónimo de Aguilar, que había naufragado años atrás; y entró en contacto con Gonzalo Guerrero, otro español, también náufrago, declinó unirse a Cortés. Se había asimilado a una de las tribus mayas y convertido en cacique.

En la costa del Golfo de México, cerca de lo que hoy es Tabasco, se enfrentó a los indígenas en la Batalla de Centla, el 25 de marzo de 1519, logrando una victoria decisiva, lo que le permitió ganar control sobre la zona y mucha información sobre la existencia de los méxicas y de Tenochtitlán, hoy ciudad de México.

INFORMACIÓN SOBRE TENOCHTITLÁN Y EL TLATOANI MOCTEZUMA

Los indígenas describieron Tenochtitlán como una ciudad vastísima y la capital de un gran imperio gobernado por un emperador, a quien los aztecas llamaban el tlatoani (en ese momento, Moctezuma II). Era el centro del poder político, religioso y económico de la región.

Relataron que Tenochtitlán estaba situada en el medio de un gran lago (el Lago de Texcoco), con la ciudad construida sobre islas y rodeada de agua.

Mencionaron los sistemas de canales y calzadas que conectaban la ciudad con la tierra firme, lo que impresionó a los españoles, ya que evocaba imágenes de Venecia.

Los indígenas también hablaron de la enorme riqueza de la ciudad, especialmente en términos de oro, plata y piedras preciosas.

La ciudad estaba llena de templos, palacios y mercados, y era un centro de comercio donde se reunían productos de todas las regiones del imperio.

Y se refirieron a los templos dedicados a sus numerosos dioses, incluido Huitzilopochtli, su dios de la guerra, describiendo los rituales y sacrificios humanos que se llevaban a cabo.

Lo que fascinó y horrorizó a los españoles.

Tras esa batalla, los pueblos indígenas de la región se sometieron a Cortés y le ofrecieron tributos, incluyendo alimentos, oro y esclavos.

Entre esos esclavos había una mujer indígena llamada Malintzin (bautizada después como doña Marina, conocida en la historia como Malinche), quien se convertiría en su principal intérprete y consejera. También en su amante.

La indígena Malintzin (bautizada como doña Marina), junto a Jerónimo de Aguilar, permitieron que Cortés se comunicara con los indígenas, forjando alianzas que permitieron la derrota de Imperio Méxica. «Malinche», como también se le apoda, tuvo después un hijo con Hernán Cortés, que recibió el nombre de Martín Cortés. Foto: Pintura titulada «La Malinche» (1941), por Jesús Helguera.

HERNÁN CORTES SE INDEPENDIZA «LEGALMENTE» DEL GOBERNADOR DE CUBA

El 22 de abril de 1519, 53 días después de zapar de Santiago de Cuba, Hernán Cortés rompió las «cadenas legales» que le vinculaban con el gobernador de Cuba, fundando la ciudad de la Villa Rica de la Vera Cruz, donde hoy se halla la ciudad de ese nombre, Veracruz.

Dicha decisión tenía unas implicaciones legales y políticas muy importantes.

El nuevo cabildo –o ayuntamiento– era una entidad de gobierno reconocida legalmente por la Corona española. El cabildo poseía la autoridad para tomar decisiones en nombre del rey, incluyendo el nombramiento de cargos para la ciudad y para la administración de Justicia.

Pero sobre todo –y esto es lo realmente importante– la creación de este cuerpo de gobierno le permitió a Cortés actuar de manera autónoma, sin depender directamente de las órdenes de Diego Velázquez.

Porque el cabildo, al ser una institución reconocida por la Corona, podía legitimar las acciones de Cortés –fue nombrado por sus ciudadanos (los hombres que componían la expedición) capitán general y justicia mayor, cargos que le otorgaban autoridad sobre la expedición y sobre los territorios que conquistara– con lo cual rompió cualquier vinculación legal existente con el gobernador de Cuba.

Al fundar una ciudad y establecer un cabildo, Cortés creó el pretexto para comunicarse directamente con el emperador Carlos I de España y V de Alemania, que tenía entonces 19 años, saltándose la autoridad que, hasta ese momento, tenía Velázquez.

El cabildo, al ser una institución reconocida por la Corona, podía legitimar las acciones de Cortés –fue nombrado por sus ciudadanos (los hombres que componían la expedición) capitán general y justicia mayor, cargos que le otorgaban autoridad sobre la expedición y sobre los territorios que conquistara– con lo cual rompió cualquier vinculación legal existente con el gobernador de Cuba.

Establecía su propia autoridad en el Nuevo Mundo y se convertía en el interlocutor directo con el emperador.

No obstante, corría un gran riesgo: el gobernador de Cuba, sin dudarlo, le acusaría de traición a la Corona por desobedecer sus órdenes.

Consciente de ello, y para contrarrestarlo, se anticipó enviando a España en un barco a dos de sus hombres de máxima confianza, Francisco de Montejo y Alonso Hernández Portocarrero, para ver directamente a Carlos I.

El emperador Carlos quedó impresionado con los objetos que le envió Hernán Cortés desde México y las previsiones de conquista y validó su decisión de fundar una ciudad, la Villa Rica de la Vera Cruz. Foto: Pintura de Tiziano.

Los mensajeros llevaron con ellos la primera carta de relación en la que Cortés le explicaba al emperador, de forma detallada, todos los eventos desde su salida de Cuba hasta la fundación de la Villa Rica de la Vera Cruz. Y desgranaba sus planes de exploración y conquista del interior.

También describió la grandeza del Imperio Méxica, las riquezas y el poder de Moctezuma II.

Junto a ello –fundamental– envió una significativa cantidad de oro, joyas, plumas exóticas, textiles y otros objetos preciosos recibidos como tributos indígenas. Uno de los más notables fue un gran disco de oro, de un metro de diámetro, que representaba al dios méxica, Tonatiuh.

Evidentemente, lo que pretendió Cortés era impresionar al emperador, confirmar su desvinculación del gobernador de Cuba, y obtener su respaldo oficial para continuar con la conquista.

Y lo consiguió.

El emperador Carlos I vio ante sí fue la promesa de conquista de nuevos territorios a la Corona y la adquisición de nuevas riquezas con las que financiar las guerras que estaba librando en el continente europeo. España se había convertido en la potencia dominante en el orbe occidental y necesitaba recursos.

A Cortés sus cálculos con el emperador le salieron cuadrados.

Carlos I respaldó su iniciativa de conquista, reconoció su autoridad y su mando y conjuró cualquier acusación de traición que hubiera podido argumentar después el gobernador de Cuba, Diego Velázquez.

Lo que no hubiera sido posible sin esa formación legal que adquirió en la Universidad de Salamanca y su experiencia posterior como escribano y administrador en las nuevas posesiones de La Española y Cuba después.

El resto es historia

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