Y el poderoso Hernán Cortés se arrodilló ante los 12 frailes franciscanos; sus aliados indígenas no entendían nada…
Cortés recibe a los doce misioneros franciscanos. Mural en la parroquia a Ozumba (Estado de México).

Y el poderoso Hernán Cortés se arrodilló ante los 12 frailes franciscanos; sus aliados indígenas no entendían nada…

En 1523, el Papa Adriano VI tomó una decisión cargada de simbolismo y estrategia espiritual al autorizar al franciscano Francisco Quiñones a enviar 12 frailes al Nuevo Mundo. La cifra no era accidental; evocaba a los apóstoles de Jesús, un gesto cargado de intenciones profundas. 12 frailes que después fueron conocidos como los 12 Apóstoles de la Nueva España o los 12 Apóstoles de México.

A diferencia de los conquistadores que acompañaron a Hernán Cortés con armas y escudos, estos franciscanos tenían un equipamiento singular: un mensaje de amor cristiano y el voto de pobreza franciscana, su única defensa en tierras desconocidas.

Pero ¿qué podía significar la llegada de estos hombres para los habitantes de la Nueva España, y por qué Cortés, el “invencible” conquistador, eligió recibirlos con una reverencia casi devota?

De hecho fue Cortés quien solicitó, en su Cuarta Carta de Relación, el envío de franciscanos y dominicos para llevar a cabo la evangelización. Una propuesta que hicieron suya Adriano VI, cuyo papado duró apenas un año, y su sucesor, Clemente VII, que suscribió la decisión de su predecesor, y el emperador Carlos V.

El momento de su llegada a Veracruz, que pronto sería una puerta simbólica hacia el corazón del Imperio mexica, quedó grabado en la memoria de quienes presenciaron la escena. Era el 13 de mayo de 1524.

Tras pisar tierra, los 12 franciscanos, vestidos con sus túnicas humildes, descalzos y cargados solo de su fe, comenzaron una travesía a pie hacia Tenochtitlán, la capital mexica (mal llamada azteca), hoy México D.F.

Recorrieron las 70 leguas (392 kilómetros) que distaban hacia su destino bajo el sol abrasador, pisando sobre suelos duros y áridos, que fueron testigos silenciosos de su caminar lento y determinado.

El impacto para la población indígena fue inmediato: acostumbrados a la ostentación de los conquistadores recién llegados, los frailes parecían, a primera vista, insignificantes.

Pero ¿qué efectos tendría esta primera impresión sobre el curso de la evangelización en América?

Los franciscanos elaboraron la segunda gramática de la historia de la humanidad, del náhuatl, la lengua franca que hablan los pueblos indígenas del centro y el sur de lo que hoy es México para poder evangelizarlos. La primera fue la de la lengua española, en 1492, de la que fue autor Antonio de Nebrija.

EL MENSAJE DE CORTÉS A SUS ALIADOS: ESTOS SON LOS HOMBRES DE NUESTRO DIOS

La historia dio un giro histórico en su llegada a la capital, donde Hernán Cortés los recibió de una manera inesperada.

Los indígenas, acostumbrados a sacerdotes mexicas, que ejercían rituales solemnes y poderosos, en muchas ocasiones oficiando sacrificios humanos y arrojando los cadáveres escaleras abajo tras extraerles el corazón, miraron con asombro a estos 12 hombres descalzos y humildes.

La escena fue aún más impactante cuando vieron a Cortés, el gran capitán, conquistador y vencedor del imperio méxica, arrodillarse ante estos hombres descalzos y humildes en señal de respeto.

Para los indígenas, este acto fue una muestra de que los frailes representaban un poder superior, una autoridad espiritual capaz de subyugar incluso al conquistador.

La escena, poderosa, ganó en fuerza cuando todos los hombres de Cortés, emulando a su capitán, también se arrodillaron ante los 12 franciscanos.

¿Qué mensaje envió Cortés a sus aliados nativos? Que los franciscanos poseían una autoridad y respeto superiores, no basados en la fuerza sino en la espiritualidad y la fe, lo que facilitó su labor evangelizadora.

La misión franciscana tenía un claro propósito: no solo convertir, sino transformar desde la humildad y la convivencia. Estos frailes venían con la intención de “vivir entre ellos como ellos,” una premisa que se alejaba del enfoque imperialista de la conquista.

A diferencia de otros enfoques misioneros que pretendían imponer una cultura y una fe extranjeras, los franciscanos buscaron una integración más pacífica y respetuosa de las costumbres locales.

En lugar de instalarse en residencias cómodas, eligieron adoptar la vida sencilla de los pueblos indígenas, compartiendo sus costumbres y aprendiendo su lengua. Fiel al principio de que el ejemplo es el principio de la autoridad.

Este enfoque provocó un efecto inesperado: los pueblos nativos comenzaron a ver en estos frailes figuras distintas a los invasores.

En sus hábitos sencillos y en su disposición a vivir en pobreza, percibieron algo nuevo, un acercamiento que no trataba de imponer desde la superioridad, sino desde la comprensión. ¿Hasta qué punto esta cercanía genuina transformó la percepción indígena hacia el cristianismo?

Para muchos, esta convivencia fue reveladora. Los 12 Franciscanos, sin armas ni autoridad visible, traían una fuerza que se percibía en su trato y su conducta.

Sus mensajes de amor y perdón resonaban con una intensidad inesperada, en parte porque no se limitaban a palabras, sino que se manifestaban en acciones y gestos cotidianos.

LA REVERENCIA DE CORTÉS LES CONFIRIÓ LA AUTORIDAD MORAL

¿Cómo interpretarían los indígenas esa vida austera y sencilla en contraste con la brutalidad de la conquista? Para muchos líderes y ciudadanos del imperio mexica, el respeto que Cortés demostraba por estos hombres era incomprensible y, sin embargo, efectivo.

La reverencia del conquistador añadió legitimidad a los frailes, lo que los situaba en una posición privilegiada como figuras de autoridad moral.

Este momento marcó un punto de inflexión en las relaciones entre los conquistadores y las poblaciones indígenas. A diferencia de otros enfoques misioneros que pretendían imponer una cultura y una fe extranjeras, los franciscanos buscaron una integración más pacífica y respetuosa de las costumbres locales.

Así, los 12 Apóstoles de México no solo lograron introducir el cristianismo; también aprendieron de aquellos a quienes evangelizaban, estableciendo un puente cultural que, aunque frágil, sentaría las bases para una evangelización más comprensiva y menos violenta.

El legado de estos frailes fue una semilla que floreció en el tiempo, un modelo de evangelización que buscaba la transformación espiritual desde la humildad y la cercanía.

Su memoria permanece viva en la historia de México, un país donde la fe católica y la cultura indígena han mantenido un diálogo tenso pero inseparable.

Los 12 Apóstoles de la Nueva España, al pisar descalzos y sin pretensiones la tierra mexicana, demostraron que el poder de la palabra y del ejemplo puede ser más duradero que el de la espada.

Y así, plantaron una huella imborrable, un recordatorio de que la verdadera fuerza no reside en la violencia, sino en la capacidad de entender y transformar desde el respeto y la empatía.

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