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Opinión | Sánchez y los tres poderes
09/9/2024 05:35
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Actualizado: 08/9/2024 23:33
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“Vamos a avanzar con determinación en esa agenda, con o sin apoyo de la oposición, con o sin un concurso de un poder legislativo que necesariamente tiene que ser más constructivo y menos restrictivo”. La frase es tremenda desde el punto de vista democrático.
Cualquiera de los lectores podría pensar que la ha pronunciado alguno de los dictadores populistas que perviven en este inicio del siglo XXI.
Podría ser perfectamente, una frase fácilmente atribuible a Nicolás Maduro, Daniel Ortega e incluso al dictador ruso Vladimir Putin, pero no, la frase la ha pronunciado el presidente del gobierno español Pedro Sánchez ante el Comité Federal de su partido al pasado sábado.
Tal vez lo más grave ante tamaña afirmación, sea el silencio de todos los miembros del Comité Federal, nadie levantó la voz, pero también resulta demoledor el silencio cómplice de ciertos medios de comunicación, precisamente aquellos que según Sánchez son verdaderos medios y no se incluyen en su máquina del fango.
Si la frase la hubiera pronunciado cualquier líder del Partido Popular, esos mismos medios clamarían por la movilización general contra el fascismo y la extrema derecha, que la pronuncie el actual secretario general del PSOE solo provoca un cobarde silencio.
Siendo indulgentes, podríamos pensar que dicha frase fue un «lapsus linguae», ciertamente se le ve titubear al pronunciarla, pero si la analizamos desde las recientes, y no tan recientes, decisiones de Sánchez, nos damos cuenta, con horror, que no es un lapsus que es su verdadera intención.
La frase denota un desprecio absoluto a las instituciones democráticas y el intento de control de todos los resortes del estado.
En este sentido estaría el nombramiento de José Luis Escrivá como gobernador del Banco de España, solo Franco había nombrado a un exministro gobernador del Banco Central, y la colonización de todas las instituciones colocando a sus fieles, especialmente de aquellas instituciones que deberían respetar cierta independencia.
Decía Montesquieu, a quien debemos la imprescindible separación de poderes, que «todo hombre que tiene poder se inclina por abusar del mismo; va hasta que encuentra límites. Para que no se pueda abusar de este, hace falta disponer las cosas de tal forma que el poder detenga al poder».
Por ello el poder ejecutivo no puede legislar, necesita de la concurrencia del legislativo, donde además se representa la soberanía nacional, para legislar.
En definitiva, el Ejecutivo, ejecuta lo que el Legislativo aprueba y el límite del Ejecutivo es, precisamente, nuestra Constitución, que solo permite al ejecutivo legislar mediante Decreto Ley en supuestos de urgente y extraordinaria necesidad y su posterior ratificación parlamentaria.
Y, volviendo a la frase de Pedro Sánchez, resulta difícil imaginar cómo puede implementar una agenda política prescindiendo del poder legislativo, tal como ha anunciado ya que, incluso como ha venido haciendo, utilizando espúriamente el Decreto Ley para gobernar, precisa de su ratificación parlamentaria de un Congreso en el que ya ni siquiera tiene mayoría para lograrla.
La pregunta es, pues, ¿cómo pretende implementar una agenda política sin contar con el legislativo?
Imaginar la respuesta da miedo. Mucho miedo.
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