
De izquierda a derecha, Manuel Marchena, Ángel Jiménez, Pedro González-Trevijano, Rafael Navarro-Valls, Eduardo Torres Dulce y Carlos Aguilar. Foto: Confilegal.
Pedro González-Trevijano, expresidente del TC, presenta su última obra: «Causa contra Bruto y Pilatos»
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16/1/2025 05:35
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Actualizado: 16/1/2025 09:06
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La Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España fue ayer el escenario para la presentación del libro «Causa contra Bruto y Pilatos«, un ensayo y una obra de teatro en uno, del que es autor el expresidente del Tribunal Constitucional, Pedro González-Trevijano.
En su obra, González-Trevijano somete a juicio, ante el emperador romano, Marco Aurelio, que gobernó Roma entre el 161 y el 180 d. C, –uno de los llamados «cinco buenos emperadores»–, conocido por su sabiduría, su sentido del deber y su compromiso con la justicia.
Los acusados: Marco Junio Bruto, hijo de Servilia, quien fue amante de Julio César, en cuyo asesinato intervino activamente en el año 44 a.C., y Pilatos, el prefecto de la provincia romana de Judea, que permitió la tortura y la crucifixión de Jesucristo.
Como fiscal, Maximilien Robespierre, el conocido jacobino de la Revolución Francesa que acabo siendo ejecutado por esa misma revolución después de llevarse por delante, con la guillotina, a miles de ciudadanos, incluyendo a los reyes del momento, Luis XVI, y su esposa, la austriaca María Antonieta.
El abogado defensor escogido por González-Trevijano para la causa de Bruto es, nada menos, que Papiniano, el gran jurisconsulto romano. Una de las estatutas que flanquean la entrada a nuestro Tribunal Supremo es la suya. Un reconocimiento a su figura histórica.
Para la de Pilatos, el autor ha escogido a Abraham Lincoln, el 16.º presidente de los Estados Unidos, quien fue asesinado el 14 de abril de 1865 por John Wilkes Booth, un actor de teatro y simpatizante de los confederados, durante los últimos días de la Guerra Civil estadounidense, marcando un momento decisivo en la historia del país. Son dos figuras históricas gigantes.
El juicio tiene lugar en un espacio conceptual y simbólico inspirado en la tradición de los grandes juicios históricos y literarios. Este escenario no es un tribunal convencional, sino un lugar que mezcla elementos metafísicos, teatrales e históricos, con referencias explícitas al Infierno de Dante Alighieri y al juicio universal.
La obra fue presentada por el editor de la obra, Ángel Jiménez, de la Editorial Eride, por Carlos Aguilar, socio de Albiñana y Suárez de Lezo, por Manuel Marchena, magistrado de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, y por Eduardo Torres-Dulce, abogado y exfiscal general del Estado.
Torres-Dulce, durante su intervención, destacó la originalidad de la obra. Según él, «Causa contra Bruto y Pilatos» no es solo un ensayo o una obra teatral; es una reflexión multidimensional que entrelaza historia, filosofía y dramatización. “Cada formato tiene valor propio, pero juntos construyen una narrativa que invita a cuestionar los pilares de la justicia y el poder”, afirmó.
Torres-Dulce también subrayó la profundidad psicológica de los personajes. «Bruto, ¿fue un héroe republicano o un ambicioso? Y Pilatos, ¿fue un juez manipulado por el sanedrín judío o un político atrapado por las circunstancias? Estas preguntas convierten la obra en un espejo de los dilemas humanos más universales», explicó.
Manuel Marchena, por su parte elogió la capacidad de González-Trevijano para conectar historia y derecho. Destacó cómo el autor utiliza un formato teatral para confrontar decisiones históricas con valores éticos y jurídicos.
“La obra invita al lector a reflexionar: ¿es legítimo el magnicidio? ¿Cuándo se puede acabar con la vida de un tirano? Bruto lo hizo porque César estaba poniendo en peligro los pilares de la convivencia en la República. Y quien le reprocha ese comportamiento es nada menos que el fiscal Robespierre, el gran carnicero de la Revolución Francesa. Bruto le explica que César se había convertido en un tóxico e inmundo Leviatán. Por eso lo hizo», opinó el magistrado.
Sobre el segundo proceso, Marchena refirió que «el bueno de Pilatos estaba convencido de que Jesús era inocente. Pero no puede librarse de la presión del sanedrín. En realidad fue un instrumento de los judíos».
Por último, resaltó que el potencial teatral de la obra podría cobrar vida en escenarios emblemáticos, como el Teatro de Mérida. “El teatro transforma grandes dilemas en experiencias palpables. Esta obra merece un espacio así”, concluyó.
MÁS QUE UNA RECONSTRUCCIÓN HISTÓRICA
González-Trevijano defendió que su obra es más que una reconstrucción histórica. Busca desentrañar cómo los principios éticos chocan con las necesidades políticas. “El asesinato de Julio César fue presentado como un acto en defensa de la República, pero desencadenó su colapso. Pilatos enfrentó la presión política de su tiempo, convirtiéndose en símbolo de la tensión entre ley y moralidad”, reflexionó.
El autor enfatizó que el teatro es un vehículo poderoso para explorar estas tensiones. En su opinión, no solo contextualiza los hechos, sino que también permite entender las motivaciones humanas desde una perspectiva emocional.
«Causa contra Bruto y Pilatos» no se queda en el pasado. González-Trevijano conecta los dilemas éticos de la obra con los desafíos de las democracias modernas. “El abuso de poder y la falta de ética no son problemas históricos, sino amenazas actuales para la estabilidad de cualquier sociedad”, advirtió.
Y recordó que «la historia está preñada de magnicidios. En este sentido, España está a la cabeza. Sólo hay que recordar los asesinatos de los presidentes del Consejo de Ministros en los siglos XIX y XX: Juan Prim, Antonio Cánovas del Castillo, José Canalejas, Eduardo Dato y Luis Carrero Blanco».
La obra de Pedro González-Trevijano concluye como una reflexión profunda y universal sobre los dilemas morales, éticos y políticos que han marcado la historia de la humanidad. A través de un juicio teatral en el que figuras históricas como Bruto, Poncio Pilatos y Robespierre enfrentan las consecuencias de sus decisiones, el autor invita al lector y al espectador a actuar como jurado, desafiándolos a cuestionar la legitimidad del poder, la justicia y la responsabilidad individual.
Los actos humanos, aunque enmarcados en contextos históricos específicos, trascienden el tiempo y deben ser evaluados desde perspectivas éticas que abarcan tanto la moralidad como la justicia.
El juicio no ofrece respuestas definitivas, sino que deja abierto el debate, subrayando que la historia está repleta de grises y que cada lector o espectador tiene la responsabilidad de formar su propio juicio sobre los personajes y los valores que representan. Es, en esencia, una obra que explora la complejidad de la condición humana y la naturaleza del poder.
La presentación de la obra, reunió a destacados juristas y académicos. Entre ellos, la vicepresidenta del Tribunal Constitucional, Inmaculada Montalbán y sus compañeros Laura Díez, María Luisa Segoviano, Ricardo Enríquez y Enrique Arnaldo. También el expresidente y la exvicepresidenta del máximo tribunal de garantías, Francisco Pérez de los Cobos y Encarnación Roca, y el exmagistrado del TC, Manuel Aragón, entre otros. Por el Tribunal Supremo, además de Marchena, estuvo Jacobo Barja de Quiroga, presidente de la Sala de lo Militar.
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