Entrevista | Belén Landaburu, una de nuestras “constituyentes”: toda una pionera en derecho de familia e igualdad
Belén Landaburu, todo un símbolo de la lucha por la igualdad y pionera en la reforma legislativa española en derecho de familia. Su activismo político, que se encendió durante las revueltas estudiantiles de 1956 sigue vigente aún hoy. Su vitalidad contagiosa es un ejemplo a seguir. Foto: Yolanda Rodríguez / Confilegal

Entrevista | Belén Landaburu, una de nuestras “constituyentes”: toda una pionera en derecho de familia e igualdad

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23/2/2025 00:45
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Actualizado: 24/2/2025 12:29
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En vísperas de los próximos premios del Colegio de la Abogacía de Madrid, programados para el 6 de marzo, tuvimos el privilegio de conversar con Belén Landaburu, todo un símbolo de la lucha por la igualdad y pionera en la reforma legislativa española en derecho de familia.

Su activismo político, que se encendió durante las revueltas estudiantiles de 1956, refleja una vida dedicada a modificar las estructuras de poder, desde dentro, hacia una mayor justicia y equidad. A los 33 años, ya era una de las procuradoras más jóvenes en las Cortes, marcando significativamente el paisaje político y legal de nuestro país. Su influencia fue crucial en la reforma del Código Civil en 1972, promoviendo cambios que igualaron la mayoría de edad legal para mujeres y hombres y que captaron la atención internacional, incluyendo la del New York Times.

Recuerda que uno de los grandes hitos fue, sin duda, la inclusión de mujeres en la Comisión General de Codificación, porque permitió que las mujeres tuviéramos voz en la formulación de leyes y reformas importantes. Y subraya que María Telo y ella colaboraron estrechamente en esos esfuerzos. María, desde fuera, y ella, desde dentro, abrieron caminos que antes eran impensables para muchas mujeres.

Además, su labor fue fundamental en la configuración de la Constitución española; fue la única mujer que formó parte de la ponencia de la Ley para la Reforma Política de 1977, asegurando que el matrimonio y otros derechos civiles reflejaran la igualdad..

A lo largo de su amplia trayectoria política, su nombre ha estado vinculado a esa Igualdad, convirtiéndose en un claro ejemplo de compromiso con la igualdad en el sector legal y del poder de la perseverancia y la convicción.

A los 33 años, fue una de las procuradoras más jóvenes en las Cortes y participó activamente en el ámbito social. ¿Cómo recuerda aquella etapa?

Aquellos años fueron, sin duda, gloriosos para mí. Mi compromiso político comenzó durante mis años universitarios, en 1956, un período efervescente marcado por el surgimiento de los primeros movimientos estudiantiles que desafiaban al régimen de Franco y clamaban por mayores libertades.

Recuerdo esa época con una mezcla de nostalgia y vigor, porque fue un tiempo de despertar político, de rebeldía y de grandes esperanzas. Aunque el desenlace fue duro, con muchos de mis compañeros detenidos, yo escapé de esa suerte gracias a la intervención de una amiga cuyo padre tenía conexiones con la policía. Nos aconsejaron que abandonáramos Madrid de inmediato para evitar represalias.

Los eventos de 1956 culminaron con varios estudiantes encarcelados en Carabanchel. Aquel año, las represalias fueron severas y resultaron en cambios significativos dentro del régimen, incluyendo la destitución del ministro secretario general del movimiento y del ministro de Educación, Ruiz-Jiménez.

Belén Landaburu: «Mi compromiso político comenzó durante mis años universitarios, en 1956, un período efervescente marcado por el surgimiento de los primeros movimientos estudiantiles que desafiaban al régimen de Franco y clamaban por mayores libertades».

¿Cómo evolucionó su carrera política después de esos turbulentos inicios?

Después de esos años, las cosas se complicaron aún más, pero también surgieron nuevas oportunidades. No fue hasta 1966, con la creación de la Ley Orgánica del Estado por los tecnócratas, que vi una oportunidad para influir desde dentro. Esta ley introdujo un cambio liberal, permitiendo por primera vez la elección de los llamados procuradores familiares, elegidos por cabezas de familia.

Me presenté como candidata por Burgos y fui elegida en 1967. El día que entré por primera vez en las Cortes, me sentí verdaderamente gloriosa, consciente del camino desafiante que había recorrido y de las posibilidades que se abrían ante mí.

Permanecí en el cargo hasta las primeras elecciones democráticas de 1977, tras la muerte de Franco y la extensión de la legislatura.

Fue un período de intensa actividad legislativa y social. A pesar de ser una de las pocas mujeres en un entorno predominantemente masculino, me sentí acogida y respetada por la mayoría de mis colegas, lo cual facilitó mi labor y me permitió contribuir significativamente en varios temas clave.

Posteriormente, fui designada senadora por designación real entre 1977 y 1979, siendo una de las 27 mujeres «constituyentes» (21 diputadas y 6 senadoras).

«En la actualidad, existe la creencia equivocada de que la profunda transformación del “derecho de familia es una consecuencia de la llegada de la transición y la promulgación de la Constitución», y no es así. Empezó mucho antes».

En el 67, ¿cuántas mujeres eran procuradoras?

Éramos seis mujeres entre trescientos cuarenta procuradores, y fuimos ocho en la segunda. Aunque en número éramos pocas, nuestra presencia era muy significativa. La camaradería entre las pocas mujeres era fuerte, y juntas enfrentábamos los desafíos y aprovechábamos las oportunidades para influir en la legislación y las políticas públicas.

Fue emocionante y a la vez un desafío constante demostrar nuestro valor en un ámbito tan competitivo.

Usted también jugó un papel destacado en la reforma del Código Civil que igualó la mayoría de edad de mujeres y hombres en 1972. ¿Cómo fue ese proceso?

Mi participación en la reforma del Código Civil fue uno de los momentos más destacados de mi carrera legislativa. La disparidad en la mayoría de edad entre hombres y mujeres era una injusticia flagrante que perpetuaba la desigualdad de género.

Por eso, en 1972 presenté una proposición de ley para modificar el Código Civil, que era una iniciativa personal, distinta de los proyectos de ley que usualmente propone el gobierno. Busqué el apoyo de 50 firmas, aunque al final conseguí más de 60. Esto permitió modificar el artículo 321 del Código Civil, que establecía una anacrónica restricción para la mujer por razón de sexo.

El citado artículo establecía que las mujeres, aunque alcanzaran la mayoría de edad a los 21 años, no podían abandonar el domicilio paterno sin autorización hasta los 25 años, a menos que fuera para casarse o ingresar en un convento. Modificar este artículo fue un verdadero revulsivo para la sociedad, ya que empezó un debate nacional sobre la condición jurídica y los derechos de las mujeres en España.

En la actualidad, existe la creencia equivocada de que la profunda transformación del “derecho de familia es una consecuencia de la llegada de la transición y la promulgación de la Constitución, y no es así. Empezó mucho antes.

«El 2 de mayo de 1975 fue un día histórico. No solo por la abolición de la minoría de edad legal para las mujeres, sino también por el inicio de una serie de reformas que modificarían profundamente la legislación española en relación con los derechos de la mujer».

¿Cómo fue recibida su iniciativa en círculos políticos y legales?

La propuesta inicialmente tuvo el respaldo del Ministro de Justicia de la época, Antonio Oriol, lo que fue crucial. Sin embargo, enfrentó resistencias en la Comisión General de Codificación, donde no había presencia femenina y donde era necesario su consentimiento para cualquier cambio.

La aprobación de la ley el 22 de julio fue un momento de celebración y también de controversia, llegando incluso a ser noticia en el New York Times, que resaltó el cambio hacia una mayor libertad para las mujeres en España.

El cambio en la ley marcó un antes y un después en cómo se abordaban los derechos de las mujeres en nuestro país. Tras la modificación, el Ministerio de Justicia tomó un interés más activo en los asuntos de género, lo que llevó a que mujeres fueran finalmente incluidas en la Comisión General de Codificación.

Esto permitió que otros temas críticos relacionados con la autoridad marital, la nacionalidad, la tutela y los testamentos se revisaran bajo una nueva luz, comenzando un proceso de reforma más amplio que continuó hasta 1975.

En ese año, se presentó un proyecto de ley integral que finalmente eliminó la minoría de edad legal de las mujeres, consolidando así un paso gigante hacia la igualdad.

Belén Landaburu asegura que «La reforma del Código Civil en los setenta fue solo el comienzo. La patria potestad y otros aspectos relacionados con la familia y los bienes matrimoniales continuaron evolucionando hasta bien entrada la década de los noventa». Foto: Yolanda Rodríguez / Confilegal

El 2 de mayo de 1975, ¿no?

Sí, el 2 de mayo de 1975 fue un día histórico. No solo por la abolición de la minoría de edad legal para las mujeres, sino también por el inicio de una serie de reformas que modificarían profundamente la legislación española en relación con los derechos de la mujer.

Se eliminaron las restricciones que impedían a las mujeres casadas abrir una cuenta bancaria sin el permiso de sus maridos; también desencadenó un proceso de revisión más amplio que incluyó aspectos como la autoridad marital, la tutela, los testamentos y la nacionalidad, entre otros. Fue un período de gran efervescencia y actividad reformista que sentó las bases para la igualdad legal que más tarde se consolidaría con la Constitución de 1978.

Y la patria potestad de los hijos, que se modificó en 1981….

Así es. La reforma del Código Civil en los setenta fue solo el comienzo. La patria potestad y otros aspectos relacionados con la familia y los bienes matrimoniales continuaron evolucionando hasta bien entrada la década de los noventa.

Estos cambios fueron cruciales para asegurar que las mujeres tuvieran los mismos derechos y responsabilidades que los hombres, no solo en teoría sino en la práctica cotidiana.

¿Y cómo influyó su experiencia en el Senado en la consolidación de estos cambios?

Cuando fui designada senadora, tuve la oportunidad de participar directamente en las discusiones constitucionales. En una de las primeras versiones del texto constitucional, la redacción sobre el matrimonio no garantizaba la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Presenté una enmienda cuando el borrador llegó al Senado para asegurar que el texto constitucional reflejara la igualdad de derechos y deberes entre esposos, modificando la propuesta original del Congreso de los Diputados.

La enmienda fue crucial porque abogaba por la igualdad plena en los derechos matrimoniales. Aunque el artículo original simplemente mencionaba la capacidad de hombres y mujeres para contraer matrimonio al alcanzar la edad núbil, mi enmienda especificaba que ambos géneros tendrían igualdad de derechos y deberes en el matrimonio. Esta enmienda cambió la redacción del artículo que finalmente se convirtió en el artículo 32 de nuestra Constitución.

¿Cómo vivió ese proceso desde julio del 76 hasta la fecha del referéndum?

Además de las reformas legales, el período que precedió a la Constitución de 1978 estuvo marcado por una profunda transformación política y social. La Ley para la Reforma Política, de la que yo fui la única mujer que participó, por ejemplo, no solo estableció los fundamentos para nuestra transición a la democracia, sino que también creó un marco en el que los derechos de las mujeres podían ser reconocidos y ampliados en un contexto de mayor libertad y representación política.

Esta ley fue fundamental para abrir el camino hacia una sociedad más justa y equitativa, donde la soberanía residía genuinamente en el pueblo, y donde las mujeres podían participar en igualdad de condiciones en la vida política y social del país.

Ese periodo fue intenso y lleno de incertidumbre. Desde julio hasta diciembre, nos encontrábamos constantemente en un estado de tensión política, tratando de balancear diferentes intereses y presiones.

Landaburu reconoce que «La Ley para la Reforma Política, de la que yo fui la única mujer que participó, por ejemplo, no solo estableció los fundamentos para nuestra transición a la democracia, sino que también creó un marco en el que los derechos de las mujeres podían ser reconocidos y ampliados en un contexto de mayor libertad y representación política». Foto: Yolanda Rodríguez / Confilegal

Cambiar tantos años de historia y un sistema entero es complicado. Además, lograr que la sociedad lo entienda debe ser aún más difícil.

Efectivamente, uno de los mayores desafíos fue hacer que la sociedad comprendiera y aceptara los cambios. No se trataba solo de redactar nuevas leyes, sino de transformar la manera en que los ciudadanos veían su relación con el gobierno y con cada uno. La comunicación fue crucial.

Tuvimos que educar, informar, y a veces persuadir a segmentos de la población que estaban acostumbrados a un sistema completamente diferente. La transparencia y la participación ciudadana fueron claves para legitimar el proceso y asegurar su éxito a largo plazo.

En aquel entonces, ¿cómo manejaron las enmiendas y la oposición durante la aprobación de la ley?

La gestión de las enmiendas fue un proceso arduo. Nos enfrentamos a un volumen enorme de sugerencias y críticas, algunas muy válidas y otras claramente destinadas a obstaculizar el cambio. Trabajar con colegas de diferentes sectores, como Juan Luis Suárez y Noel Zapico, permitió abordar las enmiendas desde diversas perspectivas. Nuestra estrategia consistía en dialogar intensamente, buscando siempre puntos de encuentro y compromiso.

A pesar de la resistencia de algunos sectores conservadores y de la oposición de aproximadamente 40 votos, el amplio apoyo en el Congreso reflejó un consenso general sobre la necesidad de la reforma política.

«Uno de los grandes hitos fue sin duda la inclusión de cuatro mujeres en la Comisión General de Codificación: María Telo, Concha Sierra, Carmen Salinas y yo».

Entonces, ¿fue una mayoría absoluta la que permitió esa aprobación?.

Sí, obtener una mayoría tan significativa fue esencial. Reflejaba no solo el apoyo político dentro del Congreso sino también un mandato claro de la población para avanzar en la transición. Ese respaldo fue vital para dar continuidad al proceso y para enfrentar los numerosos desafíos que aún nos esperaban en el camino hacia una democracia plena y estable.

Además de firmar la Constitución, ¿qué otros momentos considera fundamentales en ese período?

Uno de los grandes hitos fue sin duda la inclusión de cuatro mujeres en la Comisión General de Codificación: María Telo, Concha Sierra, Carmen Salinas y yo. Esto fue crucial porque permitió que las mujeres tuviéramos voz en la formulación de leyes y reformas importantes.

María Telo y yo colaboramos estrechamente en estos esfuerzos. María, desde fuera, y yo, desde dentro, abrimos caminos que antes eran impensables.

Los trabajos de esta Comisión cristalizaron en un dictamen que, elevado al Gobierno, de tradujo en un proyecto de Ley, que posteriormente daría lugar a la citada ley del 2 de mayo de 1975 de reforma de determinados artículos del Código Civil y del Código de Comercio sobre la situación jurídica de la mujer casada y los derechos y deberes de los cónyuges.

¿Cómo fue esa colaboración con María Telo en la Comisión?

María empezó dando conferencias y juntas fundamos la Asociación de Mujeres Juristas. A través de esa plataforma, María hizo una labor significativa. Su experiencia y su historia personal fueron inspiradoras y fundamentales en nuestra lucha conjunta.

Aquí también hay que poner en valor la modificación del domicilio conyugal introducida por Mercedes Formica en 1958.

Aquella modificación se centró exclusivamente en el tema del domicilio conyugal, pero fue importante. La separación matrimonial era un proceso tortuoso y casi un infierno para las mujeres, que a menudo lo sufrían tremendamente. Mercedes Formica fue un ejemplo para mí.

Esa reforma permitió que las mujeres pudieran separarse sin tener que abandonar su hogar ni perder la custodia de sus hijos.

Belén Landaburu junto a la vicedecana del ICAM, Isabel Winkels, mostrándole una una imagen de otra de las constituyentes, su madre: Juana Arce. Foto: Yolanda Rodríguez / Confilegal

¿Qué significó para usted el reconocimiento a través del premio de igualdad del ICAM que lleva su nombre?

Fue un honor inmenso y también una gran responsabilidad. Este reconocimiento no solo celebra mi carrera, sino que también destaca la importancia de la lucha por la igualdad de género, una causa a la que he dedicado gran parte de mi vida.

Aceptar este premio me recuerda que, a pesar de los progresos realizados, aún queda mucho camino por recorrer para alcanzar una verdadera igualdad.

¿Qué consejo daría a las mujeres jóvenes que desean entrar en la política o en el campo jurídico hoy?

Les diría que tengan determinación y vocación. Aunque el contexto ha cambiado y hay más apertura, la política sigue siendo un campo complicado. Es esencial tener claro que la participación efectiva requiere perseverancia y compromiso con los ideales de justicia y equidad. Con determinación y vocación, se pueden superar los obstáculos y contribuir de manera significativa al bien común

Sin embargo, la participación política se ha vuelto extremadamente complicada. La dinámica dentro de los partidos políticos, por ejemplo, ha alcanzado un nivel de complejidad que hace difícil la navegación. Los diputados, aunque oficialmente libres de seguir su conciencia, en realidad enfrentan una enorme presión para alinearse con las directrices del partido, porque saben que si no muestran obediencia, podrían ser excluidos de las listas electorales en el futuro.

Veo que es crítica con el funcionamiento interno de los partidos…

Es cierto que los partidos son esenciales para la estructura de nuestra democracia, pero el nivel de control que ejercen sobre sus miembros puede sofocar el debate honesto y la expresión de diversas opiniones dentro del mismo partido.

Entonces, ¿cómo ha cambiado esto desde los tiempos de la Transición?

En la Transición, introdujimos los partidos políticos en un marco legal que buscaba abrir el sistema. Recuerdo, después del asesinato de Carrero Blanco, hubo un esfuerzo por crear ‘asociaciones políticas’ porque aún no se podía hablar abiertamente de partidos políticos. Este fue un momento de apertura, aunque cautelosa, que permitió cierta pluralidad.

Sin embargo, el proceso fue interrumpido y no se reanudó hasta después de la muerte de Franco, cuando pudimos hablar abiertamente de partidos políticos y comenzar a estructurarlos de manera que pudieran jugar un papel en una España democrática.

¿Cree que esos primeros esfuerzos por legalizar las asociaciones políticas tuvieron un impacto duradero?

Definitivamente. Aunque inicialmente fue un proceso frustrado, sentó las bases para lo que eventualmente sería una pluralidad política en España. Aquellos esfuerzos tempranos permitieron que, una vez que Franco murió, pudiéramos mover rápidamente hacia un sistema de partidos más abierto y representativo.

Torcuato Fernández-Miranda jugó un papel crucial, utilizando su habilidad para navegar la política de una manera que abrió efectivamente las puertas a la democracia que estábamos ansiosos por construir.

Parece que fue un tiempo de gran creatividad y también de grandes desafíos.

Así es, fue una época hermosa y de gran esperanza. Pudimos actuar casi con un lienzo en blanco, lo que, a pesar de los desafíos, nos ayudó a imaginar y construir un nuevo futuro.

Pero como en toda transición política, no todos los que contribuyeron fueron tratados justamente al final. Muchos, como Torcuato, quien fue fundamental en aquellos primeros días, no recibieron el reconocimiento o el respeto que merecían. Esto es, lamentablemente, algo común en política.

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