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Opinión | El alto el fuego en el Mar Negro: una tregua frágil en medio de la guerra
Jorge Carrera, abogado, exmagistrado, exjuez de enlace de España en Washington D.C., exconsejero de Justicia en la REPER (Bruselas) y consultor internacional analiza la tregua que está forjando Estados Unidos entre Ucrania y Rusia en el Mar Negro, donde este último país tiene su flota.
26/3/2025 05:36
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Actualizado: 26/3/2025 01:24
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El reciente anuncio de un cese de hostilidades en el Mar Negro entre Rusia y Ucrania, mediado por Estados Unidos, ha generado expectativas y escepticismo en igual medida.
Este acuerdo, alcanzado tras tres días de negociaciones técnicas en Riad, Arabia Saudita, marca un punto de inflexión parcial en un conflicto que ya supera los tres años. Pero lejos de ser una solución definitiva, refleja las profundas divergencias que persisten entre las partes y las complejas dinámicas geopolíticas que rodean esta guerra.
Un acuerdo con interpretaciones encontradas
Desde el primer momento, las versiones sobre el alcance y aplicación del pacto han chocado frontalmente. Por un lado, el presidente ucraniano, Volodímir Zelensky, declaró que el alto el fuego «entra en vigor inmediatamente tras su anuncio».
Por otro lado, el Kremlin ha sido categórico: no habrá tregua real hasta que Occidente levante una serie de sanciones económicas clave, incluyendo las impuestas al Rosselkhoz Bank (el banco agrícola ruso) y otras instituciones financieras vinculadas al comercio internacional de alimentos.
Esta discrepancia no es un mero detalle técnico, sino un reflejo de la desconfianza mutua que sigue dominando las relaciones entre Moscú y Kiev. Mientras Ucrania insiste en que el pacto debe incluir mecanismos de verificación independientes —posiblemente supervisados por Turquía o la UE—, Rusia lo ve como una oportunidad para aliviar su estrangulamiento económico sin ceder terreno en el campo de batalla.
Las condiciones rusas: ¿un intento de romper el aislamiento?
Las exigencias del Kremlin son claras y abarcan varios frentes. Por una parte, el levantamiento de sanciones financieras: Rusia exige la reconexión de sus bancos al sistema SWIFT y la eliminación de restricciones a empresas de seguros que cubren el transporte de productos agrícolas.
Por otra parte, pide protección para su sector energético. El acuerdo incluiría una cláusula que blindaría refinerías e infraestructura petrolera rusa de los ataques con drones ucranianos.
Finalmente, garantías comerciales. Moscú busca reducir los costos logísticos de sus exportaciones, especialmente de fertilizantes, un sector clave para su economía.
Para analistas occidentales, estas demandas confirman que Putin está más interesado en negociar con Washington que con Kiev. «Rusia ve este acuerdo como parte de una agenda bilateral con EE.UU., no como una concesión a Ucrania», señala un informe del New York Times.
Ucrania: entre el alivio y el riesgo estratégico
Para Zelensky, el cese de hostilidades en el Mar Negro supone un respiro en dos frentes:
Seguridad marítima: Permitiría reanudar las exportaciones de grano, vitales para la economía ucraniana.
Protección de infraestructura crítica: Podría reducir los ataques rusos contra puertos y centrales energéticas.
Sin embargo, hay preocupación en Kiev. El ministro de Defensa, Rustem Umerov, advirtió que cualquier movimiento sospechoso de la flota rusa fuera de su zona de operaciones actual será considerado una violación del acuerdo.
La memoria del colapso del anterior pacto de granos en 2023 —cuando Moscú lo abandonó unilateralmente— sigue fresca.
Además, algunos sectores del gobierno ucraniano temen que la tregua limite sus propias operaciones militares en el Mar Negro, donde sus drones navales han logrado éxitos notables contra buques rusos.
EE.UU.: ¿mediador o actor con intereses propios?
La administración Trump ha presentado el acuerdo como un logro diplomático, en línea con su retórica de buscar soluciones rápidas. Sin embargo, hay dudas sobre su compromiso a largo plazo.
Fuentes cercanas a las negociaciones sugieren que Washington estaría dispuesto a flexibilizar algunas sanciones a cambio de estabilidad en el mercado global de alimentos, pero sin ceder en puntos clave como el apoyo militar a Ucrania.
Algunos expertos ven aquí un riesgo: si Rusia percibe que EE.UU. prioriza un acuerdo superficial sobre una solución duradera, podría aprovechar para seguir presionando en el terreno mientras negocia alivios económicos.
¿Hacia una paz duradera o una pausa temporal?
El mayor interrogante es si este alto el fuego marítimo puede convertirse en un primer paso hacia negociaciones más amplias. Por ahora, las posiciones siguen irreconciliables. Rusia insiste en que cualquier paz requiere la aceptación de sus anexiones territoriales y Ucrania descarta ceder territorio y exige garantías de seguridad.
En este contexto, el acuerdo del Mar Negro parece más un parche que una solución. Su verdadero impacto dependerá de dos factores:
Si se cumple (y durante cuánto tiempo), en un conflicto donde las treguas anteriores han sido efímeras.
Si logra generar confianza para futuras negociaciones, algo que hoy parece lejano.
La teoría de juegos nos muestra que el formato actual de negociaciones, con EE.UU. como mediador y sin contacto directo entre Rusia y Ucrania, crea asimetrías de información y poder que tienden a favorecer a la parte con mayor paciencia estratégica y mejor posición de facto sobre el terreno (Rusia).
Cualquier acuerdo estable y duradero requeriría mecanismos de verificación y garantía creíbles, algo complicado dada la falta de confianza entre las partes y los problemas de credibilidad demostrados hasta ahora (como el incumplimiento de la tregua energética).
Como nos recuerda la teoría de juegos, en situaciones de conflicto internacional, «la disuasión es el arte de producir en la mente del enemigo el miedo a atacar». El balance estratégico actual sugiere que estamos lejos de un equilibrio donde la disuasión mutua genere una paz estable y duradera, lo que anticipa un proceso negociador complejo y potencialmente prolongado con resultados inciertos.
Mientras tanto, la guerra en tierra sigue su curso, y con ella, el sufrimiento de millones de civiles atrapados en medio de una contienda que, por ahora, no tiene fin a la vista.
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