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Opinión | Putin sorprende al mundo sobre Ucrania de madrugada: ¿qué está sucediendo?
Jorge Carrera, abogado, exmagistrado, exjuez de enlace de España en Estados Unidos y consultor internacional, analiza el sorpresivo anuncio del presidente Putin para iniciar negociaciones directas con el presidente ucraniano, Zelenski, en Estambul. Foto: EP.
12/5/2025 05:34
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Actualizado: 12/5/2025 00:44
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La reciente propuesta del presidente ruso, Vladímir Putin, de reanudar las negociaciones directas con Ucrania en Estambul ha irrumpido en el escenario internacional como un destello de esperanza, aunque teñido de escepticismo.
En un conflicto que se prolonga desde hace años —y que ha dejado tras de sí una estela de devastación humana y material—, todo gesto de diálogo merece una recepción cautelosa.
Sin embargo, la iniciativa no puede desvincularse de un contexto marcado por la desconfianza mutua, los complejos intereses geopolíticos y el peso de una guerra aún latente.
Un anuncio con algunos datos que llaman la atención
El anuncio presidencial de Putin a la 1:30 a.m. hora de Moscú (22:30 GMT del sábado) sugiere una urgencia inusual. Este horario intempestivo plantea interrogantes sobre los motivos que impulsaron tal premura en la comunicación oficial.
No se ha confirmado oficialmente si el presidente ruso, Vladímir Putin, leyó su discurso del 11 de mayo de 2025 desde notas manuscritas o impresas. Las imágenes transmitidas por Reuters y Al Jazeera muestran a Putin hablando desde un atril en el Kremlin, pero no permiten distinguir con claridad el formato de sus notas.
Aunque algunas fuentes mencionaron el uso de apuntes manuscritos o la existencia de diferentes notas manuscritas, este detalle no puede verificarse con certeza, y qué duda cabe de que puede tener su importancia en el análisis.
Ese día, es decir, el sábado 10 de mayo de 2025, Moscú fue escenario de significativos eventos diplomáticos y conmemorativos con motivo del 80.º aniversario de la victoria soviética sobre la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial.
Si bien el desfile militar principal se realizó el día anterior (9 de mayo), las actividades sabatinas incluyeron encuentros bilaterales, visitas oficiales y una cena de Estado ofrecida por el presidente Putin en el Kremlin para dignatarios extranjeros. Estos acontecimientos sirvieron para consolidar las alianzas internacionales de Rusia y proyectar una imagen de respaldo en medio del conflicto ucraniano.
Entre las personalidades destacadas presentes en Moscú ese día se encontraban:
Xi Jinping, presidente de China, quien realizó una visita de Estado del 5 al 10 de mayo, participando en las celebraciones y formalizando acuerdos bilaterales con Rusia.
Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil, cuya asistencia generó controversia internacional debido a la postura brasileña frente al conflicto en Ucrania.
Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, y Miguel Díaz-Canel, presidente de Cuba, quienes asistieron a las ceremonias y participaron en la cena oficial en el Kremlin.
Aleksandr Lukashenko, presidente de Bielorrusia, y Aleksandar Vučić, presidente de Serbia, también presentes en los actos conmemorativos.
Robert Fico, primer ministro eslovaco, único líder de un país miembro de la Unión Europea en asistir a las celebraciones, desafiando la posición de la Comisión Europea.
En total, se esperaba la participación de 29 líderes mundiales en las celebraciones moscovitas, evidenciando el esfuerzo del Kremlin por demostrar apoyo internacional en un contexto de tensiones geopolíticas.
Simultáneamente, en Kiev, los mandatarios de Alemania, Francia, Reino Unido y Polonia se reunieron con el presidente ucraniano Volodímir Zelenski para abordar garantías de seguridad y promover un alto el fuego de 30 días con Rusia.
Es importante señalar que la tregua unilateral de 72 horas declarada por Rusia con motivo del Día de la Victoria concluía precisamente a medianoche del 11 de mayo.
Todos estos elementos sugieren urgencia y posibles influencias externas. Surgen entonces varios interrogantes: ¿Ha tenido China alguna intervención en esta decisión, dada la presencia de Xi en Moscú?
Y, de ser así, ¿qué factores motivaron a China a recomendar o a presionar a Putin para tomar esta iniciativa?
Y algunas hipótesis imposibles de verificar en este momento: ¿Es posible que China haya movido ficha precisamente ahora que ha abierto negociaciones con Donald Trump? ¿Es posible que Trump haya conseguido convencer a China en un momento de máxima presión, o el posible movimiento de China es totalmente independiente de las negociaciones con Estados Unidos?
Un contexto de estancamiento y desconfianza
El conflicto entre Rusia y Ucrania, que escaló a su punto álgido con la invasión rusa en febrero de 2022, ha estado marcado por una serie de intentos fallidos de negociación y una espiral de violencia que parece no tener fin.
Las primeras semanas de la guerra fueron testigo de tímidas aproximaciones diplomáticas, incluyendo las conversaciones en Estambul a finales de marzo de 2022, donde se llegó a esbozar un posible acuerdo.
Ucrania se mostró dispuesta a renunciar a sus aspiraciones de unirse a la OTAN y a adoptar un estatus neutral y no nuclear, a cambio de garantías de seguridad por parte de las grandes potencias.
Sin embargo, estos Acuerdos de Estambul de 2022 nunca llegaron a materializarse. Las negociaciones se suspendieron abruptamente tras la revelación de las atrocidades cometidas durante la ocupación rusa, como la masacre de civiles en Bucha, lo que profundizó la desconfianza mutua e impulsó a ambas partes a seguir la vía militar.
Los años 2022 y 2023 fueron testigos de una intensificación de la guerra, con ofensivas y contraofensivas sucesivas que causaron un inmenso derramamiento de sangre y una creciente polarización entre Rusia y Occidente.
Rusia proclamó la anexión ilegal de cuatro regiones ucranianas en septiembre de 2022, mientras que Ucrania, respaldada por el masivo envío de armamento occidental, logró recuperar parte del territorio perdido.
A pesar de los esfuerzos diplomáticos de terceros países, como la mediación de Turquía en el Acuerdo de Granos del Mar Negro en julio de 2022, no se produjeron nuevos diálogos de paz formales.
Para comienzos de 2025, la guerra había derivado en un estancamiento sangriento, con un elevadísimo número de bajas militares y la peor confrontación entre Rusia y Occidente desde la Crisis de los Misiles de 1962.
En este contexto de punto muerto y desconfianza acumulada, la propuesta de Putin de reanudar las negociaciones directas con Ucrania emerge como un intento de romper el estancamiento.
Pero, ¿es realmente un gesto de buena voluntad o una maniobra táctica más en el complejo tablero de ajedrez geopolítico?
La propuesta de Putin: ¿genuino interés en la paz o estrategia dilatoria?
Si bien la oferta de negociaciones «sin condiciones previas» podría interpretarse como una señal de flexibilidad, es fundamental analizarla en el contexto de las demandas históricas de Rusia y su comportamiento durante el conflicto.
Putin ha dejado entrever en su discurso las reivindicaciones rusas de fondo, incluyendo la neutralidad permanente de Ucrania, el reconocimiento por parte de Kiev y Occidente de las «nuevas realidades territoriales» creadas por la guerra (es decir, la soberanía rusa sobre Crimea y otros territorios ocupados), y el fin del apoyo militar occidental a Ucrania.
Estas demandas, que han sido reiteradas por Moscú en diversas ocasiones, chocan frontalmente con la postura de Ucrania, que exige la retirada total de las tropas rusas de su territorio como condición fundamental para cualquier acuerdo de paz.
Por lo tanto, la oferta de Putin de negociar «sin condiciones previas» podría ser vista como una táctica para desplazar el foco de atención de las demandas rusas más controvertidas y presentar a Rusia como la parte constructiva en el proceso de paz.
Sin embargo, se impone la cautela. La historia del conflicto sugiere que Moscú está dispuesto a utilizar las negociaciones como una herramienta para consolidar sus ganancias territoriales y presionar a Ucrania para que acepte sus términos. Con todo, la expresión de Putin “podemos contemplar algunas condiciones nuevas”, incluida en su discurso, llama poderosamente la atención.
La respuesta de Ucrania: entre la esperanza y la cautela
La reacción del gobierno ucraniano a la propuesta de Putin ha sido de cautela y escepticismo. El presidente Volodímir Zelenski calificó la propuesta como «una señal positiva», en el sentido de que «por fin los rusos han comenzado a considerar poner fin a la guerra», pero dejó claro que antes de sentarse a negociar debe producirse «el primer paso para acabar realmente con una guerra», que es un alto el fuego.
Ucrania exige una tregua total previa como condición para acudir a Estambul, proponiendo que Rusia detenga todas sus operaciones militares de inmediato (idealmente un cese de hostilidades de 30 días mínimo) y luego, bajo ese cese del fuego, se inicien las conversaciones.
Esta postura ucraniana refleja la profunda desconfianza hacia las intenciones de Rusia y el temor de que las negociaciones se utilicen como una pantalla para continuar la ofensiva militar. La experiencia de las negociaciones de 2022, que se llevaron a cabo mientras el ejército ruso continuaba sus avances, ha dejado una profunda cicatriz en la psique ucraniana.
La insistencia de Ucrania en un alto el fuego previo como condición para las negociaciones plantea un dilema fundamental: ¿es posible negociar mientras continúan las hostilidades, o es necesario un cese de la violencia para crear un entorno propicio para el diálogo?
El papel de la comunidad internacional: entre la facilitación y la presión
La respuesta de la comunidad internacional a la iniciativa de paz de Putin ha sido diversa, reflejando los diferentes intereses y prioridades de los actores clave.
Estados Unidos, bajo la administración Trump, ha adoptado un papel activo en la búsqueda de una solución, calificando la propuesta de Putin como «un día potencialmente grandioso para Rusia y Ucrania».
Trump ha expresado su deseo de poner fin a la guerra rápidamente y ha apoyado la exigencia de un alto el fuego de 30 días como primer paso hacia la paz.
Sin embargo, también ha dejado entrever que podría reducir el apoyo militar a Ucrania si considera que Kiev obstaculiza un acuerdo, o endurecer las sanciones contra Rusia si culpa a Moscú por el fracaso de la paz.
La Unión Europea, por su parte, se ha alineado estrechamente con Ucrania, insistiendo en la necesidad de un alto el fuego «incondicional» de al menos 30 días como muestra de la seriedad de Rusia. Los líderes europeos han advertido que, si Putin rechaza el cese del fuego, aumentarán la ayuda militar a Ucrania y endurecerán las sanciones económicas contra Rusia.
Turquía, como anfitrión de las posibles negociaciones, ha acogido con satisfacción la propuesta de Putin y se ha ofrecido a facilitar un diálogo que conduzca a una solución permanente del conflicto.
Sin embargo, Turquía también ha enfatizado la importancia de un alto el fuego completo para crear un clima propicio para las conversaciones de paz, lo que refleja su postura de mediador imparcial y su deseo de poner fin al derramamiento de sangre.
China, por su parte, ha expresado su beneplácito ante cualquier esfuerzo de paz en Ucrania, abogando por un acuerdo de paz justo, duradero y vinculante, aceptable para todas las partes. Si bien China mantiene una postura cercana a Rusia en la narrativa del conflicto, también ha instado a Moscú a evitar escaladas nucleares y a buscar una solución negociada.
Las Naciones Unidas, desde el inicio del conflicto, han mantenido una postura a favor de un cese inmediato de las hostilidades y una solución diplomática basada en la Carta de la ONU. Si bien la ONU celebra la posibilidad de negociaciones, también mantiene cierto escepticismo, dada la volatilidad de la situación y la necesidad de que cualquier acuerdo respete el derecho internacional.
Viabilidad y escollos de la propuesta: un camino minado
A pesar del rayo de esperanza que representa la propuesta de negociaciones directas en Estambul, su viabilidad real es incierta debido a una serie de factores complejos y profundamente arraigados.
En primer lugar, la continuidad de las hostilidades en el terreno plantea un obstáculo significativo. A pesar de la reciente tregua unilateral rusa, los combates siguen activos y ambas partes mantienen sus operaciones militares. Negociar en medio de la violencia es extremadamente difícil, y Ucrania teme que Rusia pueda utilizar las conversaciones como una tapadera para continuar su ofensiva.
En segundo lugar, las condiciones previas contrapuestas de ambas partes parecen incompatibles a corto plazo. Ucrania exige la retirada de las tropas rusas de su territorio como objetivo último y un alto el fuego inmediato como condición de partida.
Rusia, por su parte, exige que Ucrania reconozca las ganancias territoriales rusas y renuncie a integrarse en alianzas occidentales. Estas condiciones, al menos por ahora, son irreconciliables y ponen en duda la sinceridad de las negociaciones.
En tercer lugar, la credibilidad de las partes es un factor crucial. La confianza entre Moscú y Kiev está prácticamente destruida, y la historia de incumplimientos de acuerdos por parte de Rusia genera un profundo escepticismo en Ucrania y Occidente.
En cuarto lugar, las presiones y cálculos geopolíticos de los actores clave influyen en la viabilidad del proceso de paz. Estados Unidos, la Unión Europea, China y Turquía tienen diferentes intereses y prioridades, lo que puede complicar la búsqueda de un terreno común.
Además, las presiones internas en Rusia y Ucrania también pueden dificultar la toma de decisiones difíciles.
No obstante estos desafíos, ciertos matices novedosos en la retórica de Putin sugieren un posible giro significativo en la postura rusa que merece atenta consideración.
El tono conciliador, la disposición a retomar el diálogo «sin condiciones previas» y el timing del anuncio —tras las celebraciones que reunieron a numerosos líderes internacionales en Moscú— podrían indicar una ventana de oportunidad diplomática en medio de este panorama aparentemente irresoluble.
Estos cambios sutiles no garantizan avances inmediatos, pero representan un viraje digno de análisis profundo en la estrategia del Kremlin.
Algo nuevo está sucediendo en el tablero geopolítico, aunque esto no necesariamente deba interpretarse como preludio de resultados significativos en el corto plazo. La diplomacia en conflictos de esta magnitud suele avanzar mediante pequeños pasos incrementales antes de producir acuerdos sustanciales, y cualquier expectativa de resolución inmediata resultaría prematura y probablemente contraproducente.
Paralelamente, la multiplicación de focos de tensión a nivel global está reconfigurando las prioridades estratégicas de las grandes potencias.
Los conflictos simultáneos en Ucrania, Oriente Medio, Cachemira, el Sahel, Taiwán y Sudán generan una presión acumulativa sobre el sistema internacional que aconseja ensayar la vía del diálogo.
Este contexto de crisis múltiples crea un escenario en el que todos los actores clave tienen mucho que perder ante una escalada incontrolable que podría desbordar los límites regionales y afectar gravemente la estabilidad mundial.
Ante esta realidad, China y Estados Unidos —como superpotencias con capacidad de influencia determinante— podrían haber llegado a la conclusión de que ha llegado el momento de propiciar una salida negociada a la guerra en Ucrania.
El pragmatismo geopolítico sugiere que ambas potencias, pese a sus diferencias en otros ámbitos, comparten un interés común en evitar que el conflicto ucraniano continúe deteriorando la seguridad global y dificultando la gestión de otras crisis urgentes.
Esta convergencia de intereses, si bien tácita y frágil, podría estar cristalizando en presiones coordinadas sobre Moscú y Kiev para avanzar hacia un compromiso viable.
https://www.youtube.com/@DerechoconCarrera
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