A juicio de Javier Tebas, si la Superliga triunfara eso se traduciría en despidos, precariedad y pérdida de tejido deportivo y social. Foto: Confilegal.
“La Superliga pone en peligro la sostenibilidad del fútbol europeo”, advierte Javier Tebas, presidente de LaLiga
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07/6/2025 05:45
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Actualizado: 07/6/2025 20:24
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El presidente de LaLiga, Javier Tebas, y Jorge Garbajosa, presidente de FIBA Europa, protagonizaron un mano a mano en el marco del ISDE Sports Convention 2025, que se celebró ayer en el Centro Cultural Galileo, en Madrid, con el título «Deportes emergentes, nuevos formatos, Kings League, Superliga, etc», en el que el abogado lanzó un mensaje claro y contundente: la Superliga europea no solo es un proyecto elitista, sino una amenaza directa para la sostenibilidad del fútbol en su conjunto.
Lejos de suavizar sus críticas, Tebas subrayó que esta iniciativa, impulsada por un reducido grupo de grandes clubes, “rompe los equilibrios económicos y competitivos que permiten la viabilidad del sistema actual”, dijo mientras Elena Suárez, socia de Écija y moderadora del evento, escuchaba con mucha atención.
“Una competición cerrada sería letal para las ligas nacionales”
Para Tebas, el principal problema de la Superliga –ahora rebautizada Liga Unify– no es solo su formato, sino su filosofía: “No se puede construir una competición para 12 clubes que permanecen fijos y otras cuatro plazas que cambian sin garantizar un acceso justo desde las ligas nacionales. Eso mata el incentivo de miles de jugadores, técnicos y clubes que pelean por méritos deportivos”.
El presidente de LaLiga recordó que el modelo cerrado ya ha demostrado sus limitaciones en otras disciplinas. Puso como ejemplo la Euroliga de baloncesto, donde los derechos televisivos han caído y el crecimiento económico ha sido menor al esperado: “Si fuera un modelo tan brillante, debería haber hecho crecer los ingresos. Pero la realidad demuestra que ha estancado las competiciones nacionales. En 2003 los derechos de televisión eran prácticamente los mismos que ahora”.
“No hay 300 jugadores en el ecosistema, hay 65.000 familias que viven del fútbol”
Uno de los argumentos más potentes expuestos por Tebas fue de naturaleza estructural y social: “Cuando hablamos del impacto del fútbol profesional, muchos piensan solo en los grandes nombres que aparecen en los titulares —los Messi, Mbappé o Haaland de turno—, pero la realidad del ecosistema futbolístico europeo es mucho más amplia y compleja”.
Según detalló, más de 65.000 familias en España dependen económicamente del fútbol, desde los jugadores y entrenadores de Segunda División B, Tercera RFEF o ligas femeninas, hasta fisioterapeutas, preparadores físicos, personal de oficinas, utilleros, técnicos audiovisuales, trabajadores de seguridad, mantenimiento de estadios, operadores de cámaras, personal de catering y limpieza, transportistas, responsables de comunicación, empleados de clubes modestos, y un largo etcétera que vertebra una red de empleo estable en torno al deporte rey.
“La Superliga pone en riesgo esa red”, advirtió Tebas. “Si solo unos pocos clubes concentran los ingresos, los recursos que hoy permiten mantener estructuras profesionales en más de 40 clubes de Primera y Segunda División se verán reducidos drásticamente. Y eso se traduce directamente en despidos, precariedad y pérdida de tejido deportivo y social”.
Tebas insistió en que la sostenibilidad del fútbol no puede medirse solo por los beneficios de los grandes clubes, sino por la capacidad del sistema para dar oportunidades y estabilidad al conjunto. “Esto no va de 22 personas en un campo. Va de todo lo que rodea al fútbol: empleo, formación, integración social, cultura popular. Si nos cargamos eso, el daño será irreparable”.
Garbajosa: “No se puede construir el futuro del deporte excluyendo a la mayoría”
Desde el mundo del baloncesto, Jorge Garbajosa compartió muchas de las preocupaciones expresadas por Tebas, y aportó una visión paralela sobre los riesgos de un modelo cerrado como el que propone la Superliga. “En el baloncesto europeo ya estamos lidiando con una situación parecida. Tenemos varias competiciones superpuestas —como la Euroliga y las ventanas FIBA—, y eso está tensionando al sistema en lugar de fortalecerlo”, afirmó.
Garbajosa reconoció que la Euroliga se ha construido como una competición de élite con un número fijo de clubes, pero advirtió que este modelo ha generado un desequilibrio evidente.
“No es cierto que todos los equipos crezcan por igual. De hecho, los clubes que no están en esa élite han visto reducidas sus posibilidades económicas, su visibilidad y su capacidad para atraer talento”, explicó.
A su juicio, “el modelo sostenible no puede ser el que basa su éxito en la exclusión, en la concentración de recursos en unos pocos, y en el abandono de los principios de solidaridad y mérito”.
Subrayó que incluso los clubes que forman parte de la élite acaban sufriendo: “Hay equipos que, tras haber sido invitados a participar, se ven obligados a asumir presupuestos irreales y terminan en crisis económicas profundas. El crecimiento mal planificado se convierte en deuda y precariedad”.
El presidente de FIBA Europa también alertó sobre el riesgo de banalizar las competiciones nacionales: “Cuando los clubes ya saben que van a jugar una liga continental pase lo que pase, el interés por su rendimiento en la competición local se diluye. Eso es perjudicial para los aficionados, para los patrocinadores y para los propios jugadores”.
La sentencia del TJUE: ni carta blanca ni blindaje
Uno de los puntos jurídicos más relevantes que salió a colación en el debate fue la interpretación de la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) sobre la Superliga, dictada el 21 de diciembre de 2023. Para muchos promotores del proyecto, la resolución fue leída como una “luz verde” para seguir adelante con una competición al margen de UEFA y FIFA. Pero para Tebas, esa lectura es interesada y, en gran medida, errónea.
“La sentencia del TJUE no avala el modelo de la Superliga, ni legitima de forma automática su puesta en marcha”, afirmó con rotundidad. “Lo que dice el Tribunal, en esencia, es que las organizaciones como UEFA y FIFA no pueden prohibir competiciones alternativas de forma arbitraria, sin un marco normativo claro, transparente y no discriminatorio. Es decir, que deben establecer procedimientos objetivos para autorizar nuevos torneos, pero no pierden su papel de supervisores del sistema”.
Tebas recalcó que el fallo no reconoce a la Superliga como una competición válida ni obliga a FIFA y UEFA a autorizar cualquier torneo bajo cualquier condición. “Es una llamada de atención sobre la necesidad de mejorar la gobernanza del deporte, pero no una autorización para saltarse las reglas del juego”.
Además, la sentencia reafirma algo fundamental para el modelo deportivo europeo: el principio de mérito y el acceso a las competiciones por resultados deportivos. “Ese es el verdadero corazón del deporte europeo”, insistió Tebas. “Una competición como la Superliga, donde haya equipos con plaza fija sin importar su rendimiento en sus ligas nacionales, va en contra del espíritu y de la legalidad del modelo europeo, por mucho que intenten disfrazarlo de modernización o innovación”.
De hecho, recordó que 26 de los 27 Estados miembros de la Unión Europea firmaron un documento conjunto en 2023 oponiéndose expresamente a modelos cerrados como el de la Superliga, en defensa de las estructuras deportivas tradicionales basadas en la solidaridad, la formación de base y la igualdad de oportunidades.
En resumen, lo que el TJUE reclama es mayor transparencia y objetividad en los procesos de autorización de competiciones, no la ruptura del ecosistema actual. “Y ese ecosistema —con sus imperfecciones— funciona. Genera empleo, cohesión, movilidad social, formación. Lo que proponen con la Superliga no es futuro, es una privatización encubierta del fútbol profesional”, concluyó Tebas.
La batalla cultural por el modelo deportivo europeo
Tebas también quiso poner el foco en un aspecto menos visible pero igual de importante: la cultura deportiva. “La Superliga es una importación del modelo estadounidense, que responde a lógicas de franquicia y espectáculo. Pero Europa tiene una tradición deportiva distinta, basada en la competencia abierta y en la representación nacional”.
En este punto, Garbajosa profundizó en la diferencia estructural entre ambos modelos. “El sistema norteamericano es cerrado y mercantilista, pero nace de una realidad sin ascensos ni descensos, sin estructuras de base como las nuestras. Exportarlo sin más a Europa es un error de concepto. Aquí los clubes pequeños también son parte de la identidad del deporte. Los aficionados no solo quieren ver grandes partidos, quieren ver a los suyos pelear, subir, caer y volver a luchar”, aseguró.
Calendarios imposibles y saturación: un problema que se agrava
En conexión con Garbajosa, quien expuso problemas similares en el baloncesto con la proliferación de competiciones continentales, Tebas alertó sobre la saturación del calendario: “No se puede seguir inflando la temporada sin tener en cuenta a los clubes, que son los que pagan a los jugadores. Tenemos a futbolistas volviendo lesionados de selecciones o torneos superpuestos. Los clubes no son consultados. Y sin clubes, no hay industria”.
Garbajosa respaldó esta idea y advirtió sobre la desconexión institucional: “La mayoría de los jugadores no están en la élite. La realidad es que el 0,8 % de los deportistas profesionales acumulan más del 90 % de los minutos. Estamos sobreexplotando a unos pocos mientras invisibilizamos al resto. Eso no es sostenible ni deportiva ni económicamente”.
Un modelo sostenible frente al espejismo financiero
A modo de conclusión, Tebas reivindicó el modelo actual de ligas nacionales y competiciones europeas con acceso meritocrático como “el único realmente sostenible”.
Rechazó la idea de que la solución a todos los problemas pase por “más partidos, más ingresos, más formatos”, y apeló a la responsabilidad colectiva de los actores del deporte: “No se trata de enriquecer a 12 clubes. Se trata de preservar un ecosistema que funciona, que genera riqueza, empleo, emoción y cohesión social”.
Garbajosa, en la misma línea, lanzó una reflexión final: “Debemos tener una visión a largo plazo. El deporte profesional no es solo negocio. Es identidad, es comunidad, es salud, es educación. Si sacrificamos eso por ingresos inmediatos, perderemos lo esencial. Tenemos que construir un modelo europeo que sea justo, competitivo y emocionalmente cercano a la gente”.
Ambos dirigentes, desde disciplinas distintas pero complementarias, coincidieron en una conclusión esencial: el deporte debe reinventarse sin perder sus raíces. Ni la tecnología, ni el espectáculo, ni las grandes cifras pueden sustituir a lo esencial: el juego, la emoción compartida y el sentimiento de pertenencia.
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