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EL acoso laboral, «mobbing», o un castigo en el silencio

EL acoso laboral, «mobbing», o un castigo en el silencio
Yolanda Díez Herrero es experta en ciberdelincuencia y violencia de género
18/10/2015 11:56
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Actualizado: 16/2/2016 10:56
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El acoso moral laboral causa mucho daño, y desde luego no existe peor enemigo que ignorarlo por desidia, o su falta de conocimiento.

Debe tenerse en cuenta que el mismo se nutre de la existencia de las relaciones asimétricas de estatus y poder entre las diferentes personas que conforman el espacio de trabajo, y que puede ser llevado a cabo por quienes ostentan cargos de jerarquía o, incluso entre  iguales laboralmente hablando, en el propio Centro de trabajo.

Hemos perdido los límites morales que constituían una especie de código de civismo y hacernos reflexionar y no traspasar determinadas barreras, afirmando «eso no se hace, eso no se puede hacer».

Solo nos volvemos a encontrar con la capacidad de indignarnos cuando los hechos aparecen en la escena pública, y ampliada, en algunos casos, en los medios de comunicación. El poder no establece un marco de acción eficaz, y elude sus responsabilidades con respecto de las personas a las que supuestamente dirige o ayuda.

Los cuadros de acoso laboral varían de acuerdo con el ámbito en que se producen, y de acuerdo con los códigos propios de cada actividad y las personalidades de sus actores. Pero más allá de sus peculiaridades, los comportamientos habitualmente siguen un determinado patrón. Las agresiones verbales más o menos graves que pueden llegar al plano físico, a tácticas de humillación, de indiferencia, a ataques a la reputación ajena, mediante chismes o bromas que ridiculizan y ponen en riesgo su vida personal, su salud psíquica o a acontecimientos de su vida privada, y, finalmente a agresiones sexuales, con las consecuencias que a las postre se derivan para la víctima de unas y de otras circunstancias descritas.

El procedimiento del acosador puede ser tan sofisticado que consigue confundir a la víctima, haciéndole creer que es responsable de errores y equivocaciones que ella efectivamente no cometió.

Según pone de manifiesto Marie Francesa Hirigoyen en su libro «El acoso Moral en el trabajo«, es equivalente a la destrucción de la imagen pública y de la carrera profesional del trabajador, sin mencionar su muerte moral, lo que da una idea aproximada del problema social de esta perversa forma de violencia moral en el trabajo.

La violencia y el acoso en el trabajo nacen del encuentro entre el ansia de poder y la perversidad.

Varios estudios han demostrado que este fenómeno de la violencia laboral no solo destruye el ambiente de trabajo y disminuye la productividad, sino que también favorece el absentismo, la depresión y otros trastornos psicológicos debido al desgaste producido por la constante perturbación del equilibrio laboral.

Las personas acosadas no quieren sentirse ofendidas y no toman en serio las indirectas, por lo que los ataques del autor tienden a multiplicarse.

Durante un largo periodo y con asidua regularidad la víctima es acorralada, se la coloca en una posición de inferioridad, sometiéndola a maniobras hostiles y degradantes.

La víctima no se muere directamente de recibir todas estas agresiones, pero si pierde una parte de sí misma, se desgasta, se humilla y termina hundida. Los compañeros de trabajo por bajeza, egoísmo o miedo a represalias prefieren mantenerse al margen, con lo cual el conflicto no solamente se individualiza y agranda, sino que el mismo se torna como inevitable.

El miedo que estas situaciones provocan en la víctima por el sufrimiento vivido, le conduce a comportarse patológicamente, algo que el agresor utilizará como una coartada para justificar su agresión.

Los datos demuestran la existencia de un mayor número de mujeres que de hombres que son víctimas del acoso laboral o «mobbing», y se calcula que el porcentaje actual es de 70 por ciento de mujeres frente aún 30 por ciento de hombres, datos que en ambos casos, son siempre excesivos.

De esta cifra se infiere y se evidencia la relación existente entre el acoso moral laboral y el acoso sexual, del cual son víctimas, aterradoramente, siempre las propias mujeres, cuya defensa jurídica y social es una obligación de todos, porque constituye una lacra social de la cual todos somos participes.

Muy a menudo el acoso moral o «mobbing» ejercido sobre una mujer es el resultado de negarse a requerimientos sexuales por parte del autor del acoso. El instigador del acoso se siente agraviado con el «rechazo» de la mujer a sus pretensiones y deseos, y dado que el acoso sexual está jurídicamente penalizado, opta por castigarla a través del siempre injusto hostigamiento psicológico.

En el año 2005, Pares definió el «mobbing» como «el acoso psicológico en el trabajo que tiene como objetivo destruir la estabilidad psicológica de un ser humano a través del descrédito«. Se práctica acosando grupalmente de tal manera que la víctima «estigmatizada «no pueda defenderse, no pueda hablar, o que si lo hace su palabra no tenga ningún valor. La indefensión de la víctima proviene de la pasividad de los testigos que permiten la destrucción de otro ser humano de una manera cobarde, como ha quedado apuntado anteriormente.

Las víctimas desarrollan cuadros clínicos de depresión, ansiedad, desorden de adaptación, impacto sobre la autoestima, impacta sobre la seguridad, ataques de pánico y suicidio.

La violencia no puede ni debe de ser tolerada en alguna de sus expresiones, y constituye una obligación de las instituciones, empresas, empresarios, y de todos en general, el promover, introducir y asegurar que el respeto este incluido en todas sus estructuras organizativas dentro de la empresa para reducir la posibilidad de la existencia de ese abuso de poder o violencia laboral, en cualquiera de sus manifestaciones.

Una mujer tiene que poder desenvolverse en su medio laboral sin ser víctima de acosos sexuales o morales. Aún persiste en algunos hombres la creencia de que han de poseer sexualmente a una mujer para que esta pase a ser de su propiedad.

Las condiciones laborales para las mujeres nunca han sido fáciles, lo que para un hombre se da por supuesto, la mujer lo tiene que demostrar, y si bien es verdad que hemos avanzado mucho, todavía existen mecanismos de control social que, como en el caso del acoso, se ejercen sobre la mujer para legitimar y mantener la estructura entre ambos géneros en términos de relaciones de poder.

La erradicación del acoso en el trabajo, será efectiva cuando el problema de degradación y hostigamiento de la víctima se una preocupación y responsabilidad de la sociedad en su conjunto, y se identifique como un comportamiento abusivo anclado en el poder.

Desde el Servicio de Información sobre el «mobbing», se considera que la lucha contra comportamientos hostigantes, para ser efectiva y duradera, requiere de la implementación de dos líneas de actuación básicas, tanto en el seno de las organizaciones como en la sociedad civil. Estas dos líneas consisten en el fomento a ultranza de las redes de solidaridad femenina, y por otro, en la adquisición de un compromiso personal de todos los individuos para no caer en circulos de violencia, pero, especialmente, de aquellas personas que tienen responsabilidades desde la perspectiva laboral.

El fomento y la creación de redes de solidaridad femenina permitirá iniciar una manera diferentes de relacionarse, implicará promover relaciones de aceptación del otro, poniendo el acento en aspectos comunes y no en las diferencias, y esa red podrá ejercer de sostén de aquéllas mujeres y compañeras que sean hostigadas, con lo que se conseguiría que la lucha contra el acoso laboral fuera más efectiva

El compromiso personal, hace referencia a que todo ciudadano, tanto mujeres como hombres han de dar un paso adelante por salir abiertamentede toda clase de círculos donde se fomente la violencia, en este caso, de manera predominantemente moral. Y consecuentemente con ello, debe indicarse que dicha actitud consiste en no responder a la violencia con violencia, y para ello hace falta que cada individuo se comprometa consigo mismo a no ejercer contra su semejante acciones de descrédito y destrucción

Mucho se ha escrito sobre el «mobbing», pero a veces demasiado teórico, y sin referencias prácticas que nos sitúen en el verdadero drama que supone la existencia de acoso personal en el trabajo.

Por ello, debe traerse a colación las reglas establecidas por Iñaki Piñuel a los efectos de poder detectar la existencia de esta situación.

Dicho especialista ha indicado que, si el empleado siente hostigamiento psicológico durante un periodo de seis meses con una frecuencia de dos veces a la semana, entonces es una víctima del acoso, y ha establecido unas pautas o reglas tal como se ha indicado anteriormente, para poder determinar que evidentemente dicho «mobbing» se está produciendo de manera efectiva. Dichas reglas son las que se exponen a continuación:

  1. Mi superior se niega a comunicar, hablar o reunirse conmigo.
  2. 2. Me ignoran, me excluyen, o me hacen el vacío, fingen no verme, no me devuelven el saludo, o me hacen «invisible» .
  3. Me chillan o gritan, o elevan la voz con vistas a intimidarme.
  4. Me interrumpen constantemente impidiendo expresarme.
  5. Prohíben a mis compañeros o colegas hablar conmigo.
  6. Inventan y difunden rumores y calumnias acerca de mí de manera malintencionada.
  7. Minusvaloran y echan por tierra mi trabajo sistemáticamente no importa lo que haga.
  8. Me acusan injustificadamente o falsamente de incumplimientos, errores, o fallos, inconcretos y difusos que no tienen consistencia ni entidad real.
  9. Me atribuyen malintencionadamente conductas ilícitas o antiéticas contra la empresa o los clientes para perjudicar mi imagen y reputación.
  10. 10. Recibo críticas y reproches por cualquier cosa que haga o decisión que tome en mi trabajo con vistas a paralizarme y desestabilizarme.
  11. Se amplifican y dramatizan de manera malintencionada pequeños errores o nimiedades para alterarme.
  12. Me amenazan con usar instrumentos disciplinarios (rescisión de contrato, no renovación, expediente disciplinario, despido, traslados forzosos, etc…)
  13. Desvaloran mi esfuerzo profesional, restándole su valor, o atribuyéndolo a otros factores 14. Intentan persistentemente desmoralizarme mediante todo tipo de artimañas.
  14. Utilizan de manera malintencionada varias estratagemas para hacerme incurrir en errores profesionales y después acusarme de ellos.
  15. Controlan, supervisan o monitorizan mi trabajo de forma malintencionada para intentar «pillarme en algún renuncio».
  16. Evalúan mi trabajo y desempeño sistemáticamente de forma negativa de manera inequitativa o sesgada.
  17. Me dejan sin ningún trabajo que hacer, ni siquiera a iniciativa propia, y luego me acusan de no hacer nada o de ser perezoso.
  18. Me asignan sin cesar nuevas tareas o trabajos, sin dejar que termine los anteriores, y me acusan de no terminar nada.
  19. Me asignan tareas o trabajos absurdos o sin sentido.
  20. Me asignan tareas o trabajos por debajo de mi capacidad profesional o mis competencias para humillarme o agobiarme.
  21. Me fuerzan a realizar trabajos que van contra mis principios, o mi ética, para forzar mi criterio ético participando en «enjuagues».
  22. Me asignan tareas rutinarias o sin valor o interés alguno.
  23. 24. Me asignan tareas que ponen en peligro mi integridad física o mi salud a propósito.
  24. Me impiden que adopte las medidas de seguridad necesarias para realizar mi trabajo con la debida seguridad.
  25. Se me ocasionan gastos con intención de perjudicarme económicamente.
  26. Me humillan, desprecian o minusvaloran en público ante otros colegas o ante terceros.
  27. Intentan aislarme de mis compañeros dándome trabajos o tareas que me  alejan físicamente de ellos.
  28. Distorsionan malintencionadamente lo que digo o hago en mi trabajo, tomando «el rábano por las hojas».
  29. Se intenta buscarme las cosquillas para «hacerme explotar”.
  30. Envenenan a la gente a mi alrededor contándole todo tipo de calumnias o falsedades, poniéndolas en contra mía de manera malintencionada
  31. Hacen burla de mí o bromas intentando ridiculizar mi forma de hablar, de  andar, o me ponen motes.
  32. Recibo feroces e injustas críticas o burlas acerca de aspectos de mi vida personal.
  33. Recibo amenazas verbales o mediante gestos intimidatorios.
  34. Recibo amenazas por escrito o por teléfono en mi domicilio.
  35. Me zarandean, empujan para intimidarme.
  36. Se hacen bromas inapropiadas y crueles acerca de mí.
  37. Me privan de información imprescindible y necesaria para hacer mi trabajo.
  38. Limitan malintencionadamente mi acceso a promociones, ascensos, cursos de formación o de capacitación para perjudicarme.
  39. Me asignan plazos de ejecución o cargas de trabajo irrazonables e inusuales.
  40. Modifican mis responsabilidades o mis cometidos sin comunicármelo.
  41. Me lanzan insinuaciones o proposiciones sexuales directas o indirectas.

Ante dicha situación procede reaccionar con valentía, y poner dicha situación en conocimiento de personas que nos puedan ayudar: familia, psicólogos, superiores en el trabajo, fuerzas y cuerpos de seguridad, o simplemente recurrir jurídicamente a un abogado.

Hay que reconocer que formamos parte de una sociedad violenta, que se esfuerza por dejar de serio, y entre todos tenemos que colaborar y apoyar decididamente en este esfuerzo. Hemos de resaltar la existencia de muchas acciones, normativas y políticas sociales encaminadas a erradicar la violencia, especialmente contra las mujeres. Aunque queda un largo camino por recorrer la violencia física y moral sigue existiendo en unas cifras alarmantes, los menores en la escuela siguen siendo acosados sin una solución clara y suficientemente eficaz hasta el momento, en que el poder atajar de manera real el problema suscitado, y cada vez son más los trabajadores que se ven sometidos al acoso que ha sido descrito, y que termina abocado a la pérdida del empleo.

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