Polly Higgins: «Es vital que el ecocidio sea tipificado como un delito contra los derechos humanos, y castigado»
Polly Higgins con los campos de Olivos de Torres, Jaén, al fondo, donde tuvo lugar el curso en el que participó, hace dos años. Carlos Berbell/Confilegal.

Polly Higgins: «Es vital que el ecocidio sea tipificado como un delito contra los derechos humanos, y castigado»

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17/7/2017 05:05
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Actualizado: 17/7/2017 09:18
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En el Reino Unido  hay dos tipos de abogados, los llamados «solicitors», que jamás actúan en sala, pero que preparan los casos, y los «barristers», que son los que sí lo hacen. La escocesa Polly Higgins era, hasta 12 años, una de las mejores «barristers» de Londres. Hasta que lo dejó todo por una misión que vió muy clara: la tipificación del ecocidio a nivel internacional. Que se incluya en el Estatuto de Roma, que en 1998 dio vida al Tribunal Penal Internacional, como un crimen contra los derechos humanos.

Sería el quinto, junto con los ya reconocidos: genocidio, lesa humanidad, crímenes de guerra y el crimen de agresión.

El delito de ecocidio penalizaría la destrucción del ecosistema causado por la acción de los estados y de las multinacionales, imponiendo el deber legal de cuidado para prevenir el ecocidio ecológico y climático.

Según datos de la Organización Meteorológica Mundial, si la humanidad continua con las emisiones de gases el efecto invernadero elevará la temperatura de la tierra 4 grados centígrados para final del siglo XXI. El impacto, en término de vidas humanas, especies salvadas y de tierra y océanos protégidos, es incalculable.

Higgins lo tiene claro, la tipificación del ecocidio contribuirá a crear un mundo con mayor paz.

Con ella conversamos en profundidad en Torres, Jaén, tras su conferencia magistral «Ecocidio: Genocidio contra la naturaleza», que pronunció el 14 de julio en el marco del Curso de Verano de la Universidad de Jaén que codirige Baltasar Garzón y que este año llevó por título «Crímenes medioambentales: mecanimos de lucha contra el ecocidío y otros crímenes contra la naturaleza».

Para esta activista el placer fue doble: pronunciar la conferencia y conocer a Garzón, cuya trayectoria influyó la suya propia, según reconoció a Confilegal.

¿El ecocidio es una idea nueva?

No, en absoluto. Sobre el ecocidio se viene hablando desde hace 40 años. De hecho, luego me enteré de que fue en junio de 1972, durante la primera Conferencia sobre el medio ambiente del mundo, celebrada en Estocolmo, y organizada por Naciones Unidas, cuando se propuso por vez primera la tipificación de los delitos de ecocidio.

Olof Palme, que era entonces primer ministro de Suecia, tuvo unas palabras muy duras, muy críticas, contra Naciones Unidas por no haber apoyado la tipificación del ecocidio como un delito contra el medio ambiente.

Luego, en 1973, según pude saber, Naciones Unidas elaboró, en una convención, un borrador sobre ecocidio.

En 2012 unos periodistas con los que tenía relación, me entregaron un borrador del Estatuto de Roma, fechado en 1996, en el que se contemplaba incluir el ecocidio como el quinto crimen contra la humanidad, junto a los cuatro restantes, que dan vida hoy a lo que es el Tribunal Penal Internacional.

De acuerdo con aquel documento, había 50 países que apoyaron la introducción del ecocidio y 4 que no: Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Holanda.

Cuatro países que defendieron los intereses de tres grandes compañías multinacionales, pertenecientes a los sectores agroquímico y de biotecnología, combustibles fósiles y la industria nuclear, que hicieron “lobby” para que no se tipificara el ecocidio. Y lo consiguieron.

Higgins a la sombra, donde tuvo lugar la entrevista. Carlos Berbell/Confilegal.

¿Usted ha calificado públicamente al ecocidio como un crimen de Estado?

Porque lo es. El ecocidio es un crimen de Estado porque el Estado permite a las grandes corporaciones ir adelante con sus negocios para que hagan mucho dinero, a costa del medio ambiente.

Si se tipifica internacionalmente el ecocidio, si se introduce en el Estatuto de Roma, como planteamos, el Estado podría ser declarado responsable por haber dado los permisos para que ese delito pueda ser castigado como se merece.

Por eso, es vital que el ecocidio sea tipificado como un delito contra los derechos humanos, y castigado

¿El mundo es propiedad de las grandes multinacionales que son, al final, las que se benefician de los ecocidios?

Sí, por supuesto. Leyendo entre líneas de todo lo que hemos descubierto, hubo, de forma clara, un proceso poco ortodoxo de presión, de hacer lobby. Y ese tipo de presión es una forma de corrupción. Especialmente cuando se hace de forma oculta, cuando se hace por detrás.

Está muy claro que la decisión se tomó y que alguien permitió que el delito de ecocidio fuera suprimido sin que se votara.

¿Cree usted que hoy en día se podría conseguir lo que no se pudo entonces?

Sí, por un número de razones. Entonces estábamos en una posición peor. Hoy los gobiernos no tienen las manos tan libres porque la opinión pública es mucho más fuerte y está mejor informada. Y se revuelve contra ese tipo de cosas, contra esos retrocesos.

Fíjese en Donald Trump, el presidente de los Estados Unidos, por ejemplo, en sus primeros cien días ha sacado a América del Acuerdo de París [sobre el cambio climático], ha suspendido varias disposiciones que prohibían la minería, ha declarado que quiere llevar adelante varios proyectos de oleoductos, ha despedido a personal de la Agencia de Protección Medioambiental…

Es evidente que este hombre tiene una agenda muy diferente. ¿Y qué ha conseguido? Radicalizar a la sociedad civil. A lo grande. Existe una gran resistencia social contra esos retrocesos.

Estamos buscando una solución mayor. Este tipo tiene que ser parado. Y tendremos que hacerlo a un nivel supranacional.

Ese sentido de luchar contra la injusticia siempre fue algo muy mío, muy personal. No es una accidente que después me hiciera abogada

Usted ahora se ha convertido en una personalidad internacional, un referente en la lucha por esta causa, viniendo como viene del mundo del derecho y de la Justicia. ¿Esta actitud es reciente o viene de más atrás?

Forma parte de mí desde que era muy joven. Cuando era niña me enfadaba mucho. Me irritaban mucho las injusticias. Recuerdo que un día estaba en el colegio. Había un profesor de arte que acosaba a un niño y que le pegó. Aquello me pareció inconcebible e inadmisible. Así que me interpuse y yo, a su vez, le pegué un puñetazo al profesor.

¿Cuántos años tenía usted?

16 años. El niño tenía 11 años. Hoy nunca defendería el uso de la violencia para hacer frente a la violencia. Huelga decir que fui expulsada.

Una hora después estaba a las puertas del colegio. Recuerdo que en ese momento me sentí sorprendida por haberlo hecho. Pero también por el hecho de que la castigada era yo, no el profesor que había pegado violentamente al niño.

Ese sentido de luchar contra la injusticia siempre fue algo muy mío, muy personal. No es una accidente que después me hiciera abogada. Y que en vez de utilizar los puños, en la defensa de las personas, utilizara la palabra para conseguir justicia.

Por eso, cuando escuché, por primera vez, las argumentaciones sobre la jurisdicción universal, en la vista pública que se celebró para decidir si se extraditaba a España, o no, al general Pinochet para responder por los delitos contra la humanidad cometidos bajo su dictadura, hizo que viera las cosas claras.

Un niño siendo agredido. La tierra siendo agredida.

Fue un momento ‘Eureka’ para usted, ¿no?

Sí, claro. Si tenemos que tratar con la justicia tiene que ser a nivel global. Tan simple como eso. Y eso es lo que Baltasar Garzón dice y defiende. Por supuesto que tiene que ser así. Cuando hay países que protegen a criminales dándoles inmunidad política es cuando la corrupción impera a su nivel más alto.

Si permites la impunidad de un político corrupto todo el mundo es consciente de ello, todo el sistema se resiente. Al final, la cosa consiste en los parámetros que establezcamos y lo que establezcamos lo es aceptable o no para nuestras sociedades.

También va de proteger a aquellos cuyas voces no pueden ser escuchadas. Personas que no tienen la formación, la elocuencia, la capacidad o los medios para defenderse.

La activista y abogada le dijo en público y abiertamente a Garzón que «era su héroe». Carlos Berbell/Confilegal.

¿Cuándo fue la primera vez que supo de la existencia de Baltasar Garzón?

Fue una mañana temprano de un lunes de 1998. Iba de camino a los Juzgados de Bow Street, en Londres. Yo entonces era una «barrister» junior. En la puerta a la sala de vistas donde se iba a ver lo de Pinochet, me encontré un montón de periodistas. A mí me correspondía intervenir como abogada más tarde ante ese mismo tribunal, en defensa de un cliente acusado de robo.

Nadie podía entrar porque la vista era a puerta cerrada, pero yo sí pude por esa circunstancia.

De esa forma fui testigo directo de aquella vista histórica, provocada por la petición de extradición del general Pinochet –que estaba en arresto domiciliario- por parte del juez Baltasar Garzón,. Y pude escuchar las intervenciones de dos de los mejores abogados de ese momento en el Reino Unido.

El que representaba a la Fiscalía argumentó en defensa de la extradición para que Pinochet respondiera por crímenes contra la humanidad cometidos durante su dictadura, sobre la base del principio de la jurisdicción universal.

Esta fue la primera vez que ese argumento jurídico de estas características fue escuchado en una sala de vistas del Reino Unido. Aquello cambió la historia, de una forma muy importante.

Aquello marcó después mi trayectoria profesional como abogada.

La primera vez que hoy el nombre de Baltasar Garzón fue en la vista para extraditar a España al general Pinochet; aquello marcó después mi trayectoria profesional como abogada

¿Cuál era la profesión de su padre?

Metereólogo.

¿Y la de su madre?

Era artista.

¿Le habló su padre sobre el cambio climático?

Sí, claro. Era algo que le preocupaba mucho. Recuerdo haber hablado mucho con él en los noventa sobre ello. Y haber leído en los periódicos que podríamos estar entrando en una nueva edad del hielo.

Y recuerdo, cuando estudiaba en la Universidad de Aberdeen, cuando abrió un gran supermercado. Todo el mundo decía, ¡Wow!, esto es bueno. Pero a continuación un buen número de pequeños negocios cerraron.

Y recuerdo informaciones de la radio de cómo la fruta y los verduras eran rociadas con productos químicos. Y no te podían decir qué productos químicos habían sido utilizados.

¿Cómo podía ser que no te revelaran los productos químicos utilizados? Esto, para mí, fue un shock. Porque en aquel tiempo no teníamos certificaciones orgánicas.  Me sentí muy desamparada sobre aquello, sobre lo que no teníamos control.

Usted es abogada, y muy buena. ¿Cuándo decidió centrarse en esta misión, si me permite la definición, para sensibilizar y crear el estado de opinión para que el derecho al medio ambiente sea reconocido como un derecho fundamental y el ecocidio como un delito?

Eso ocurrió hace 12 años. Entonces representaba a un hombre que se había visto gravemente herido y discriminado en su trabajo. Era un caso muy grave. Fue cliente mío durante 3 años, primero en primera instancia y luego en apelación.

Estábamos en el piso superior del edificio judicial, esperando a ser llamados en el juicio de apelacion, porque había un retraso en la vista que tenía que tener lugar.

El panorama de Londres era muy bonito. Se veían los árboles, los tejados de los edificios más bellos de la ciudad. Y me vi pensando, no es sólo mi cliente el herido y el discriminado.

¡Era la tierra! Lo vi muy claro.

Fue un momento muy profundo. Fue una elección crítica en un momento muy importante de mi vida.

Podía haber seguido con mi profesión. Gané el juicio. La sentencia del caso hizo que modificaran, en parte, la ley de contratación.

Cuando volví al despacho, los empleados me decían, ‘señora, esto es increíble. Ha conseguido una gran victoria. Su reputación está por las nubes. Ahora puede elegir los casos más importantes que le apetezcan’.

Polly Higgins durante su intervención; Baltasar Garzón escucha la conferencia magistral. Carlos Berbell/Confilegal.

¿Y qué pasó?

Me tomé un año sabático. En el camino de regreso de los juzgados al bufete, una idea ocupaba mi cabeza. Existía una ausencia de cuidado de la tierra.

Me hice una gran pregunta: ¿cómo podíamos crear un deber legal de cuidado de la tierra?

Y esto es lo que sucede cuando comienzas una búsqueda. Y me dije, voy a tomarme un año sabático para responder a esa pregunta.

Y todavía estoy en mi “año sabático” [se ríe abiertamente].

¿Sabe quién es Joseph Campbell?

¿Joseph Campbell? ¿El autor de El camino del héroe?, sí, claro [vuelve a reírse].  Sí, mi historia tiene mucho con ver con esa búsqueda.

¿Y qué paso después?

Propuse la formulación del ecocidio ante la Comisión Legal de Naciones Unidas. Hice un borrador. Me pasé tres meses investigando el asunto de forma muy rigurosa.

El periódico The Guardian se enteró de lo estaba haciendo y se pusieron en contacto conmigo.

‘Mucha gente está interesada en el ecocidio, pero ¿tiene usted una web?’, me preguntaron. No, contesté. ‘¿Si le damos una semana, podría poner en marcha una?’. Claro. Hablé con un amigo que sabe de esto y se puso manos a la obra. Una semana más tarde, justo, estaba operativa. Ese día me llamaron los de The Guardian. ‘Va mañana. ¿Cuál es su web?’, me dijeron. Les contesté: eradicatingecocide.com.

Ese fin de semana entraron 28.000 personas en la web. Esto es lo que ocurre cuando tienes el apoyo de algún medio.

Esto es lo importante de nuestro tiempo. Puedes extender cualquier noticia en un instante. Puedes compartir ideas. Puedes entrar en contacto con personas de una forma que era imposible hace sólo 15 años.

Cuando se elaboró aquel borrador del Estatuto de Roma, en 1996, no existían los medios de comunicación de ahora.

Esta es nuestra ventaja ahora. A diferencia de 1996, ahora podemos intervenir. Esto es crítico. Y es imposible que se pueda ocultar.

Y los grandes poderes ya no pueden hacer y deshacer en las bambalinas

Exacto. Ya no pueden ocultar las cosas.

Higgins en una de las charlas TED que se celebraron en Gran Bretaña en la que explicó la importancia de tipificar el ecocidio como delito contra los derechos humanos.

Como buena jurista, usted ha redactado un borrador de artículo sobre el delito de ecocidio que podría ser incluido en el tratado de Roma mañana mismo, si fuera posible. ¿Funciona?

Sí, claro. Para probarlo, celebramos en el Tribunal Supremo del Reino Unido un juicio simulado con los más importantes abogados del Reino Unidos y con un número de abogados internacionales sobre el ecocidio ecológico.

Porque aquí estamos haciendo frente a dos tipos de ecocidio: el ecocidio ecológico y el ecocidio climático. Y hay una relación directa entre el ecocidio climático y las multinacionales.

Mientras continuemos con la extracción de petróleo, por ejemplo, esto dispara el ecocidio climático.

Aquí hablamos, incluso, de la responsabilidad estatal también, que tiene que prevenir las actividades industriales peligrosas que desembocan en el ecocidio climático.

Un juicio simulado de delito ecológico en el Tribunal Supremo del Reino Unido, con la asistencia y la colaboración de abogados nacionales y extranjeros, dice mucho de su capacidad de convocatoria en el mundo jurídico…

Además fue televisado a través de SkyChannel en directo. Lo vieron 800.000 personas. También fue cubierto por la prensa internacional.

¿Cuáles son los pasos a dar para conseguir que el ecocidio sea incluido como el quinto delito en el Estatuto de Roma?

Se han hecho muchísimas cosas en los últimos 7 años. He estado hablando con muchos gobiernos. Les asesoro legalmente. Esto es lo que propongo. Esto es lo que creo que debe convertirse en ley, les digo. Ahora depende de ustedes, de su elección.

¿Ha tenido algún tipo de contacto, de reunión con las autoridades españolas?

No, no lo he tenido todavía. En su país, un aliado natural es Baltasar Garzón, por lo que representa, por lo que ha sido y por lo que es.

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