¿Por qué a la Guardia Civil también se le llama «la Benemérita»?
La igualdad entre hombres y mujeres es una realidad en la Benemérita de hoy. Carlos Berbell/Confilegal.

¿Por qué a la Guardia Civil también se le llama «la Benemérita»?

Fue a raíz del Real Decreto 2.088, por el que el Consejo de Ministros de 4 de octubre de 1929 concedió a la Guardia Civil  la Gran Cruz de la Orden Civil de la Beneficencia, «por los innumerables actos y servicios abnegados, humanitarios y heroicos que los individuos pertenecientes al mismo han realizado con motivo de incendios, inundaciones y ‘salvamento de náufragos'».

Fue a propuesta del entonces ministro de la Gobernación, el general Severiano Martínez Anido. Su director general era entonces el general José Sanjurjo.

La Orden Civil de la Beneficencia fue creada el 17 de mayo de 1856, reinando Isabel II con ese fin, precisamente: recompensar actuaciones o servicios extraordinarios llevados a cabo en el transcurso de desastres. La concesión de dicha Gran Cruz no fue más que el reconocimiento oficial al que ya existía entre la ciudadanía.

Desde entonces «La Benemérita», «Guardia Civil» e «Instituto Armado» son descripciones intercambiables para una misma institución que hoy cuenta con la confianza de los españoles en la protección de su seguridad.

La Guardia Civil fue creada el 28 de marzo de 1844 y su primer director -la denominación del cargo entonces fue de inspector general- fue el mariscal de Campo Francisco Javier Girón y Ezpeleta, duque de Ahumada.

La organización del nuevo organismo lo hará depender “del Ministerio de la Guerra en lo concerniente a su organización, personal, disciplina, material y percibo de sus haberes, y del Ministerio de la Gobernación en lo relativo a su servicio peculiar y su movimiento.

Organización que hoy, 174 años después, sigue manteniéndose.

Nació para acabar con el bandolerismo y la inseguridad que acechaba a los caminos tras la guerra de la independencia. Problemas a los que no podía hacer frente la llamada Milicia nacional una fuerza armada de ocasión que manejaban los caciques locales.

Los objetivos quedaron claramente explicitos en el Real Decreto que le dio la vida: «proteger eficazmente a las personas y a las propiedades». Y mantener el orden público, como estableció después su Reglamento. Una fuerza de seguridad nacional, profesional, con prestigio, solidez institucional, al servicio de la nación, y ajena a los vaivenes políticos.

Lo que parecía «normal» en 1844 -el robo de ganado con el salteamiento, el secuestro,las coacciones y amenazas con daños que implican lesiones, violaciones, incendios, homicidios y asalto a carruajes-, diez años después era ya una excepción.

Bandoleros tan famosos como Diego CorrientesCurro Jiménez«, José María, «el Tempranillo«, Luis Candelas, Francisco Rios González «El Pernales», Chato de Benamejí, Melgares, el Bizco del Borje, el Barquero de Cantillana, «Pasos Largos» o las bandas de Pedro Machuca y los Niños de Écija y otros fueron vencidos.

Y aunque el fenómeno perduró en una medida mínima, a finales del siglo XIX quedó totalmente erradicado de España.

Sus ciudadanos podían desplazarse sin problemas de seguridad por toda su geografía cuando así lo debieran.

El despliegue de la Benemérita, la instauración de casas cuartel en todo tipo de pueblos, la vigilancia constante de sus hombres -cuando no estaban de guardia, aún estando fuera de servicio, seguían vigilando y conocían a todos y cada uno de los habitantes- fueron el secreto de su éxito.

SELECCIÓN Y CALIDAD

Girón y Espeleta, con el visto bueno y el apoyo completo de la Reina Isabel II, organizó este cuerpo bajo estrictos criterios de selección y calidad.

Para ello, propuso que la Guardia Civil fuera una organización basada en la calidad por lo que recomendó cubrir la plantilla paulatina y selectivamente para garantizar la excelencia del personal.

Suya es la siguiente cita: “servirán más y ofrecerán más garantías de orden cinco mil hombres buenos que quince mil, no malos, sino medianos que fueran».

No se equivocó.

14 jefes, 232 oficiales y 5.769 agentes formaron la primera remesa de Guardia Civil de la Historia, dividida en 14 tercios en un homenaje a los ejércitos de los Austrias.

El tricornio, de origen francés, se convirtió desde entonces en el símbolo distintivo de este cuerpo. El uniforme, que comenzó siendo azul, viró hacia el gris bajo la monarquía de Alfonso XII y la Segunda República; en 1940, tras su fusión con el Cuerpo de Carabineros -cuya competencia fue hasta el final de la guerra civil el control de las fronteras y la lucha contra el contrabando-, la Guardia Civil adoptó el color por el que se la conoce hoy.

CÓDIGO MORAL

El duque de Ahumada fue el artífice de la constitución del cuerpo y también el soporte moral de la Guardia Civil.

El 20 de diciembre de 1845, creó la «Cartilla del Guardia Civil», un código moral para los agentes que se cristalizó en el lema “el honor es la principal divisa del guardia civil».

Y añadía: «debe, por consiguiente, conservarlo sin mancha. Una vez perdido, no se recobra jamás”.

El 10 de octubre, cumpleaños de la reina Isabel II y, con ocasión de la constitución de las Cortes Generales, la recién creada Guardia Civil realizó su primer servicio consistente en cubrir la carrera de la comitiva de la Reina desde Palacio hasta las Cortes.

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