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Erradicar la violencia del deporte de base: Una asignatura pendiente

Erradicar la violencia del deporte de base: Una asignatura pendiente
Javier Puyol es socio director de Puyol Abogados & Partners. Foto: Carlos Berbell/Confilegal.
11/11/2018 06:15
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Actualizado: 07/9/2022 11:16
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El deporte es uno de los fenómenos más populares de nuestro tiempo. Es en él dónde se producen y expresan algunos de los grandes valores de la sociedad contemporánea.

El deporte es un instrumento de desarrollo social, vinculado en forma inmediata al bienestar y la salud de la población, como también a otra serie de valores, como pueden ser:

  • La autosuperación;
  • La lealtad en la competencia;
  • El reconocimiento del mérito;
  • La solidaridad;
  • La igualdad de oportunidades; y,
  • La lucha contra la discriminación.

Pero es también una oportunidad para canalizar el esfuerzo humano hacia fines sociales útiles y su promoción contribuye con la lucha contra problemas actuales tales como las adicciones, proporcionando ámbitos adecuados para que la juventud aplique y ejercite sus potencialidades físicas y mentales[i].

Esta vez no toca hablar de nuevas tecnologías, ni de ‘compliance’, ni tampoco de litigación en general, sino de la creciente y la acuciante violencia existente en el deporte.

Pero no en el deporte de élite que todos conocemos por los medios de comunicación, sino aquel que rara vez trasciende a las noticias, y que, consecuentemente con ello, impacta bastante menos en el conocimiento de la opinión pública. Estamos hablando del deporte de base.

En la actualidad, nadie duda de la importancia del deporte en nuestra sociedad, tanto en su faceta de espectáculo como en su dimensión práctica en el ámbito del ocio.

Aunque tradicionalmente se le reconoce un gran potencial educativo en la adquisición de valores sociales deseables, lo cierto es que, examinando algunos de los discursos e imágenes del deporte contemporáneo, podemos apreciar su carácter conflictivo, por cuanto puede ser vehículo de transmisión de valores moralmente cuestionables[1].

Recientemente he tenido el honor de ocupar la presidencia del Comité de Apelación y Jurisdiccional de la Real Federación Madrileña de Futbol, y con sorpresa he podido comprobar el número creciente de conflictos violentos generados día a día en los partidos de diferentes competiciones de futbol.

3.000 PARTIDOS DE FÚTBOL BASE A LA SEMANA EN MADRID

Ciertamente, debe conocerse que sólo en la Comunidad Autónoma de Madrid, semanalmente se juegan cerca de 3000 encuentros del llamado fÚtbol base, donde se agrupan las categorías menores de nuestro futbol, y ello, sin lugar a dudas, constituye una cifra a tener en consideración.

Sin embargo, no es menos cierto como cada vez es mayor el número de lances violentos protagonizado no sólo por los jugadores en el ámbito del partido, sino que también es relativamente frecuente, la producción de espectáculos bochornosos y completamente inaceptables de aficionados, que tienen un comportamiento casi irracional, a consecuencia de los avatares del juego.

En la actualidad, debido a la gran importancia que ha adquirido el deporte como fenómeno social cualquier acto violento cobra una importancia y una repercusión inigualable.

Partiendo de una definición muy amplia de violencia en el deporte, en la que se define dicha violencia como el hecho de «infligir voluntariamente daños físicos o de otro orden a personas u objetos relacionados directamente con encuentros deportivos”, pueden considerarse en detalle una serie de prácticas que implican violencia, no sólo física sino también psíquica y moral.

La violencia es un fenómeno muy complejo, que podría entenderse como toda expresión de fuerza mediante la cual se amenaza o hiere a alguna persona, representando entonces una respuesta que se fundamenta en el miedo e impone el criterio del agresor, sometiendo por la fuerza la voluntad de los demás sin tomar en cuenta sus sentimientos o las consecuencias que se derivan de tales actos.

La palabra «violencia» designa siempre contactos físicos inaceptables, la infracción de las reglas que llega hasta la agresión cometida irracionalmente fuera del terreno de juego.

Este modo es empleado para dominar o eliminar y es aplicable en contra de las personas en forma física, psicológica y/o ideológica, contra el ambiente o contra la propiedad, sin dejar de ver otros aspectos como las presiones sobre los árbitros, la corrupción, el «doping», que daña la salud del deportista, a los que también cabe reconocer como formas de violencia[ii].

En este sentido, y tal como pone de manifiesto el Portal-Web del Consejo Superior de Deportes, con relación a la Organización de la prevención de la violencia en el deporte en España[iii], el objeto declarado de la Ley 19/2007, en su artículo 1, es establecer medidas dirigidas a la erradicación de la violencia, el racismo, la xenofobia y la intolerancia en el deporte, y para ello, se fijan unos objetivos.

Todos estos objetivos tienen una vertiente preventiva, si bien según su “inmediatez” de cara a la prevención de comportamientos graves cabe hablar de:

a). Mantener la seguridad ciudadana y el orden público en los espectáculos deportivos con ocasión de la celebración de competiciones y espectáculos deportivos, parece formalmente la primera necesidad de cara a evitar la “violencia física” primaria. Sobre este punto, con alguna salvedad, se regula en el Título I de Ley sobre Obligaciones y dispositivos de seguridad para la prevención de la violencia, el racismo, la xenofobia y la intolerancia en competiciones deportivas.

En este título se establecen obligaciones para evitar actos violentos, racistas, xenófobos o intolerantes, tanto para los organizadores de espectáculos como para las personas espectadoras y asistentes a las competiciones y se regulan otras cuestiones como el Libro de registro de actividades de seguidores, las declaraciones de alto riesgo, control y gestión de accesos y de ventas de entradas, medidas especiales en competiciones o encuentros específicos, la posibilidad de Suspensión provisional o definitiva del encuentro y desalojo total o parcial del aforo y la Coordinación de Seguridad.

b) Fomentar el juego limpio, la convivencia y la integración en una sociedad democrática y pluralista, así como los valores humanos que se identifican con el deporte” se plantea como “inversión” de plazo un poco más largo. De esta forma, se hace necesario educar a las generaciones venideras para que aprendan a respetarse mutuamente, a convivir en paz.

c) Régimen disciplinario deportivo contra la violencia, el racismo, la xenofobia y la intolerancia. Respetando el ámbito propio de la disciplina deportiva, el Título III de la Ley 19/2007, que recoge los aspectos del régimen disciplinario que inciden sobre la violencia, el racismo, la xenofobia y la intolerancia. Se trata de acotar todos los ámbitos en que pueden darse estas manifestaciones, pues estas actitudes en el terreno de juego pueden tener repercusión en las gradas.

DIFERENCIA ENTRE RÉGIMEN DISCIPLINARIO DEPORTIVO Y RÉGIMEN SANCIONADOR

Quizá sea interesante resaltar la diferencia entre régimen disciplinario deportivo y régimen sancionador del que se habla después, ya que la confusión en este punto puede llevar a sentimientos de agravio comparativo que son caldo de cultivo de futura violencia.

Según el preámbulo de la Ley del Deporte de 1990, el fenómeno deportivo presenta aspectos diferenciados, realidades diferentes, que requieren tratamientos específicos. Esos tratamientos específicos no son otra cosa que normas o reglas a respetar en cada caso. Conviene distinguir, a estos efectos, dos aspectos:

La actividad deportiva organizada a través de estructuras asociativas (clubes, federaciones, ligas, etc.), que implica en su base una afiliación o licencia para la práctica de un deporte y, en su cúpula, unas reglas asociativas o de organización. Las personas que forman parte de esta actividad deportiva organizada ase someten a la denominada “disciplina deportiva” o “régimen disciplinario deportivo”, concepto que parte de la idea de que es el propio mundo del deporte el que establece las reglas del mismo en cada modalidad, los comportamientos en su práctica o en sus relaciones, y cuando las infracciones de esas reglas son sancionables (faltas en el juego, reglas de organización del campeonato, etc…) y el tipo de sanción (inhabilitación, suspensión o privación de la licencia federativa, sanciones económicas,  clausura del recinto, celebración de la prueba o competición a puerta cerrada; pérdida de puntos o puestos en la clasificación y pérdida o descenso de categoría o división).

El espectáculo deportivo, como fenómeno de masas. Los asistentes al espectáculo deportivo, los espectadores o aficionados en su sentido más general, la regulación del propio espectáculo deportivo, los organizadores del mismo, están sometidos, como todos los ciudadanos, a la potestad sancionadora de las Administraciones públicas.Es lo que la Ley del Deporte denominaba Prevención de la violencia en los espectáculos deportivos, y que la nueva Ley 19/2009 recoge bajo el epígrafe, más correcto en parte, de Régimen sancionador contra la violencia, el racismo, la xenofobia y la intolerancia en el deporte.

Esta regulación legal, aunque ha colaborado mucho en reducir el impacto de la violencia en el deporte, no ha impedido, no obstante, la enorme proliferación de actos violentos que siguen existiendo en nuestro deporte, en general, pero especialmente en lo que atañe al futbol.

Es una cuestión que trasciende a lo meramente deportivo, para entrar de lleno en la cultura de la sociedad.

EL FÚTBOL DE BASE FORMA PARTE DE LA CULTURA

El deporte, en este caso, el futbol de base, forma parte de lo que llamamos “cultura”, definida como el sistema de creencias y valores, costumbres, conductas y artefactos compartidos, que los miembros de una sociedad usan en interacción con ellos mismos y su mundo y que son transmitidos a través del aprendizaje.

La cultura, se compone tanto de elementos tangibles tales como: objetos, obras, tecnologías, etc. como de otros elementos que se pueden considerar como intangibles: las creencias, las ideas, los valores, que constituyen elementos que se aprenden y que están en constante revisión, y dentro de ellos, se recogen todos los que en su máxima extensión hacen referencia a la actividad deportiva.

El binomio deporte-cultura es indisociable.

En este caso, la proyección de esta cultura sobre la actividad deportiva debe incardinarse necesariamente en un proceso en el que deba erradicarse la violencia en todas sus manifestaciones, pues esta actitud, está diametralmente en contra de los valores que hoy en día representa el deporte.

Y ello, cobra una especial importancia en el deporte base, el que se practica por afición, donde el profesionalismo en su ejercicio no existe, y, sin embargo, la violencia constituye un eje común en demasiadas ocasiones, más como una pasión mal entendida en el ejercicio de una actividad, obviando que debe ser considerada como una recreación y diversión de la persona que lo practica.

Por ello, la violencia debe ser erradicada con la educación, y como una forma de asociar la cultura, a unos valores que representa el deporte, donde la violencia no tiene encaje alguno, constituyendo más la imitación de comportamientos de terceros que no son nada edificantes, y que muy poco tienen que ver con la verdadera cultura asociada al deporte, con esos valores que deben presidir la actividad deportiva, y especialmente en el futbol.

LA VIOLENCIA DESDE UN PUNTO DE VISTA DE LA PSICOLOGÍA SOCIAL

Ángel Gómez[iv], ha analizado la violencia en el deporte desde un punto de vista de la psicología social, y en este sentido ha afirmado que un aspecto importante al abordar el tema de la violencia en el deporte es considerar los diferentes tipos de deporte en los que se puede producir violencia, dónde se puede producir esa violencia, cuándo, quiénes son las personas que intervienen en la situación, entre quién se produce la violencia, y qué personas pueden ayudar a combatir la violencia en el deporte.

Y para ello, cree que es necesaria analizar este fenómeno de la violencia aplicado al ámbito del deporte, desde una triple perspectiva, a los efectos de poder llegar a buscar una explicación a este fenómeno cada vez más generalizado y preocupante:

a). Si considera que la violencia es necesaria en el deporte, la mayoría de las respuestas serían negativas. Sin embargo, sí parece que existe un consenso social en que la violencia en el deporte es algo rechazado, ¿por qué se sigue produciendo? Este hecho es uno de los que motiva la necesidad de este trabajo.

b). Una segunda cuestión radica en plantearse la “naturaleza” de la violencia en el deporte (King, 1995). Es decir, si es un tipo de violencia específica o puede asimilarse a la violencia en cualquier otro contexto. A este respecto Klein y Sorenson (2002) analizan como, si seguimos el punto de vista de los criminólogos, la violencia en el deporte es más o menos predecible si se tiene en cuenta lo que se conoce sobre la violencia en general. Sin embargo, si la violencia en el deporte la analizamos desde el punto de vista de la psicología social, el deporte, especialmente el que se realiza en grupo, contiene una serie de elementos que, por su naturaleza grupal, son capaces de exacerbar lo que serían los niveles normales de violencia.

c). Y una tercera cuestión es si la violencia en el deporte tiene solución y es posible evitar que se produzca, reducirla, o incluso eliminarla.

Gómez, llega a la conclusión sobre la necesidad de erradicar la violencia, por la influencia que ello tiene para la sociedad en su conjunto, haciendo especial hincapié en demostrar que todos podemos hacer algo para enfrentarnos a ella.

 

[1]Cfr.: “El deporte, un reflejo de la vida social”. Almería juega limpio. Modulo I.

[i]RODRIGUEZ, Alexis. “La violencia en el deporte”. Monografías.com.

[ii]RODRIGUEZ, Alexis. Obra citada.

 [iii]CONSEJO SUPERIOR DE DEPORTES. “Organización de la prevención de la violencia en España”. Ministerio de Cultura y Deporte.

[iv]GOMEZ, Ángel. “La violencia en el deporte. Un análisis desde la Psicología Social”. Revista de Psicología Social 22 (1). Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). 2007.

 

 

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