Mariano Guindal, periodista: “La impunidad se terminó cuando vimos entrar a Rato en aquel coche de policía”
El protagonista de esta entrevista, Mariano Guindal, en una foto reciente.

Mariano Guindal, periodista: “La impunidad se terminó cuando vimos entrar a Rato en aquel coche de policía”

Presenta su libro "Mariano Guindal. Un hombre con buena suerte. Memorias apasionadas de un reportero"
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01/12/2018 00:30
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Actualizado: 01/12/2018 09:39
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A Mariano Guindal se le conoce como excelente periodista, un maestro en el área de la prensa económica. Y se le recordará siempre como autor de la famosa frase dirigida a Miguel Boyer en rueda de prensa: “¿Ministro, qué pasa en Rumasa?”.

Aquella pregunta destapó  la caja de los truenos y costó miles de millones al Estado.

También le lanzó a la fama.

Hoy, muchos años después, el periodista ha escrito un libro de memorias que empieza en el barrio de chabolas donde se crió y concluye en un crucero por la Antártida con su esposa, la periodista Mar Díaz Varela y su hijo San.

Entre medias, un recorrido apasionante por nuestra historia reciente y en compañía de los principales personajes que han dirigido nuestro país o sus finanzas, todo narrado con un amable humor en ocasiones desternillante.

En esta entrevista con Confilegal, Mariano Guindal, que ha sido redactor jefe de Economía y editorialista de La Vanguardia, y que a lo largo de su dilatada carrera, ha trabajado en las revistas Guadiana, Cambio 16 y Panorama y en Diario 16, analiza cómo el mundo económico se ha visto judicializado y considera que para el sector “la impunidad se terminó cuando todos vimos entrar a Rato en aquel coche de policía”.

Autor de dos libros anteriores, «El declive de los dioses» (2011), un superventas en su género y una obra de referencia para entender la transición económica española y  «Los días que vivimos peligrosamente» (2012), ahora presenta «Mariano Guindal. Un hombre con buena suerte. Memorias apasionadas de un reportero».

El periodista, de 67 años, afirma con rotundidad y sin pelos en la lengua: “Este es un país de  tramposos”.

En su libro se autodefine como un hombre con suerte. ¿Se nace con suerte o la suerte se hace?

La suerte no existe, la tengo porque he sabido gestionar mi mala suerte. Lo importante es la asociación de casualidades y que de ti dependen las decisiones que tomas a lo largo de tu vida.

Relata usted en estas memorias, historias sobre bellas señoritas en lupanares nacionales e internacionales que harían  sonrojar al mismísimo comisario  Villarejo. ¿No se le ha enfadado nadie? 

Éramos jóvenes… Pero no, no se ha enfadado nadie… Yo creo que no lo han leído todavía.

Cito a Villarejo porque usted cuenta que le paseó por sitios poco recomendables escribe: “Visitamos los más famosos puticlubs, donde nos invitaban a las copas, aunque dejaba siempre una buena propina acompañada de una frase entre dientes, «es que soy un señor»”. ¿En qué año fue que ya se dedicaba a esos asuntos?

Me llevó a hacer la ronda, él estaba en la brigada social de la policía.

Era por 1978. Era el dirigente de la Asociación de Funciona­rios del Cuerpo General de Policía, una especie de sindicato que agrupaba a los polis de la Social en la época de Franco.

Me grababa y en una ocasión utilizó la grabación en una asamblea del sindicato que acabó a tiros.

O sea que a mí, hace ya  40 años me grababa Villarejo. Después de aquello  me ha llamado varias veces. Siempre le decía: “Pepe, no me recuerdas a un superpolicia, me recuerdas a Torrente, eres como el brazo tonto de la ley”.

Lo sorprendente es que a Villarejo se lo hayan tomado en serio. Eso habla más de las élites que del propio policía.

De adolescente, durante su estancia en el colegio de La Paloma las pasó canutas. Cuenta cómo ya con doce años se convirtió en uno más del grupo que revendía chuches a los demás chavales. Y que los profesores hacían la vista gorda. Dice usted, “siempre he pensado que así es como se forman las mafias, por desidia de la autoridad competente”. Después de aquella primera experiencia ¿ha conocido muchas mafias en el mundo económico?

Muchísimas. Este es un país de tramposos. Las organizaciones empresariales en muchas ocasiones se utilizaban como carteles para no competir entre sí y pactar los precios.

En los sindicatos había muchas veces más intereses personales que preocupación por los intereses generales que decían defender.

Ahí tenemos el por qué ahora la actualidad pase por los tribunales.

¿Cómo en su adolescencia en La Paloma, las autoridades miraban para otro lado o estaban en el ajo?

Se trata de desidia en realidad.  La gente acepta una cota de corrupción por no asumir sus propias obligaciones; estas cosas  sólo se denuncian o estallan cuando las cotas alcanzan un nivel insoportable o porque hay una crisis y no quedan porciones de tarta para repartir.

Las crisis son un problema de debilidad de las instituciones, de tolerancia:  “haga lo que quiera, pero no moleste”.

Guindal con su esposa, la también periodista, Mar Díaz Varela, en una foto tomada en un reciente viaje.

Con 14 años, en su primer trabajo, como botones, le encomendaban distribuir sobres con dinero negro a los clientes. Un 5 por ciento de la facturación de los pedidos a los jefes de compras. ¿Cuántas veces se ha vuelto a encontrar con esa o similares prácticas a lo largo de su profesión?

Era muy habitual aquello entonces, lo que llamaban el rappel. Le daban un porcentaje sobre el pedido a los jefes de compras.

Podrían haber realizado un descuento por pronto pago a la empresa, pero se hacía de esta manera irregular. Una vez Luis Blázquez, entonces relacionado con Banco Central, intentó ofrecerme una  visa oro.

Yo no tenía cuenta y se lo dije. “No importa, tu gasta y no te preocupes del pago”. Por supuesto le dije que no y después de eso se corrió la voz de que iba “de estrecho” y cuando coges la fama de que no tragas, ya no te proponen estas cosas.

Pero sí ocurría. Hay algún caso conocido de un periodista de la época al que llamaban el hombre del maletín.

A lo largo de su vida profesional ha tratado con toda la cúpula económica y financiera. ¿Imaginó en algún momento que acabaríamos viendo a tanta gente del sector en el banquillo o incluso en prisión?

No. Aunque el tema de las Cajas de Ahorro se veía venir, porque quien daba crédito lo hacía con criterios políticos, como si se les hubiera olvidado que la principal obligación de un banquero es devolver los depósitos con intereses pactados.

Lo dije en alguna rueda de prensa y se sorprendieron mucho. Fui el único periodista que criticó públicamente cuando a Rato le nombraron presidente de Caja Madrid.

Cuando un político dirige una Caja,  la lógica es electoral  no es de rentabilidad.

Los consejeros de la caja igual, tienen mentalidad social en el mejor de los casos o mentalidad clientelista. Cuando das un crédito debes pensar que ese dinero no es tuyo  sino de alguien que te lo ha prestado. Pero piensan que es dinero de nadie.

«Aznar ha sabido rodearse de gente que sabe de leyes. Pero se ha hecho rico, multimillonario» 

Cita en su libro que Juan Villalonga fue uno de los que tu­vieron más pecado. Dice: “era amigo de infancia de Aznar y compañero de pupitre en el colegio de El Pilar. El presidente lo puso al mando de Telefónica, donde se inventó una versión peculiar de las opciones sobre acciones y se hizo  multimillonario. Después le siguieron Alberto Cortina, que obtuvo una indemnización abusivamente multimillonaria en Repsol, y Miguel Blesa, otro amigo de infancia de Aznar, que terminó en la cárcel por la estafa de Caja Madrid y ha acabado suicidándose. Rodrigo Rato le sustituyó en el puesto y tampoco lo hizo bien. Y suma y sigue…”.

Todos los amigos de la infancia de Aznar ha terminado mal.

Y añade: El que no fue ni procesado ni condenado fue el presidente del Gobierno de aquella nefasta época negra.

Él ha sabido rodearse de gente que sabe de leyes. Pero se ha hecho rico, multimillonario.

Es indudable que lo económico se ha visto inmerso en lo judicial. ¿Es una tendencia que algunos del sector llevan en los genes?

Lo lleva en los genes el ser humano. Es propio del alma humana, el ser rico, coger atajos…

Pero si se quiere luchar contra la corrupción hay que terminar con la tolerancia y que las instituciones lo eviten, que el Gobierno lo evite.

Yo espero que las instituciones funcionen y que sea el sistema quien impida la corrupción.

En países con democracia sólida saben que quien la hace, la paga.

La clave es el fortalecimiento de las instituciones, que haya independencia en el Tribunal de Defensa de la Competencia, en la Comisión Nacional del Mercado de la Competencia, en el Banco de España, en el  Poder Judicial….

Yo reclamo recuperar el espíritu de la  Ilustración.

¿Antes  tenían más impunidad? Esa impunidad era propia del franquismo, en que banca y poder iban de la mano. Pero después continuó. ¿Qué ha cambiado para que veamos hoy a un ex ministro en prisión? 

La impunidad viene del franquismo y en aquella época hubo más escándalos que ahora: Redondela, Confecciones Gibraltar, Sofico… Ocurre que entonces no se podía informar y claro, lo que no se sabe no existe.

La impunidad era tremenda.

Llega la democracia pero este es un país de pillos.

Los ciudadanos piensan que la  democracia es gratis y que a los  partidos no hay que pagarlos. Se deja hacer y se produce la  financiación ilegal que viene de fuera y que afecta a todos los partidos.

Y claro,  el recaudador quiere su parte, todo el mundo está pringado y al final, se deja hacer.

Mariano Guindal es uno de los grandes expertos periodísticos en el campos económico.

Igual que hablamos de la necesaria independencia de los jueces frente a los políticos, ¿Habría que hablar de lo independencia de los políticos frente a los señores de la economía?

Fundamentalmente, quien paga manda. No hay mejor negocio que invertir en leyes, un “y” o un “o” cambia todo.  No es lo mismo decir que tienes que pagar el 10 por ciento de tu facturación “y” el 4 por ciento de tus beneficios que decir que tienes que pagar facturación “o” beneficios.

Por eso digo que invertir en leyes es el mejor negocio. He visto algunas cosas, por ejemplo, cómo Botín le indicaba a Rato -cuando estaba en el Parlamento- cómo tenía que modificar en el texto de unos Presupuestos Generales del Estado con una frase para que se pudiera justificar la venta de su participación en CEPSA.

Luego se fue a los tribunales internacionales y pese a la modificación de la ley los tribunales internacionales dieron la razón a la otra parte. Bastante cotidiano ha sido, sí.

¿Continúan haciéndolo?

Creo que la impunidad se ha terminado cuando todos los españoles vieron a Rodrigo Rato, el hombre más importante del FMI entrando en el coche con la mano del policía en la cabeza. Pueden seguir haciéndolo, pero con miedo. Supuso un antes y un después.

¿Son los poderes económicos los que consiguen poner y quitar gobiernos?

No es tanto quitar o poner sino colaborar o coadyuvar, porque si eso fuera así, Podemos no tendría un solo diputado ni creo que el PSOE hubiera podido ganar nunca unas elecciones.

Pero, bueno, cuando tienes dinero es una ayuda.  En nuestra democracia los poderes económicos influyen en los gobiernos  pero no los eligen.

¿Y en los jueces?

A ver: el  Poder Judicial es el único poder del Estado que no ha hecho la transición democrática. Policías, militares, periodistas la han ido haciendo, pero los jueces no han tenido esa transición.

Por supuesto existen los que son demócratas de motu propio, pero la estructura ha sido muy franquista. Tal vez el lío de las hipotecas y el Tribunal Supremo sea lo que para los militares fue el 23 F, la catarsis que se necesita para que las cosas empiecen a cambiar.

Sin embargo a los banqueros no les da por la política. ¿Es porque les resulta menos rentable o porque no necesitan estar en el Gobierno para mandar?

Tienen intermediarios, ¿para qué van a ir al Gobierno?

«La mayor corrupción es la intelectual, cuando los siete grandes de la Banca se reunían a pactar las comisiones y las reglas del mercado»

Una de sus preguntas más célebres fue la que le hizo a Miguel Boyer,ministro de Economía en 1983. Le preguntó en una rueda de prensa: “¿Qué pasa en Rumasa?”. El ministro nervioso  le respondió: “Pues que como no me entreguen las auditorías que les he pedido les mando a los inspectores del Banco de España”. Usted lo publicó y de inmediato, ante una posible quiebra, la gente sacó todo su dinero de las entidades financieras de Ruiz Mateos. Abrió la caja de los truenos.

Con toda seguridad. Por eso Joaquín  Almunia me dice siempre  que yo he sido  el periodista que más dinero le ha costado a la democracia.  Pero, de nuevo, esto viene de atrás. En el sistema financiero, Franco dio a los bancos el poder de autorregularse y a las eléctricas lo mismo, “hagan lo que tengan que hacer mientras esto funcione bien”.

La mayor corrupción es la intelectual, cuando los siete grandes de la Banca se reunían a pactar las comisiones y las reglas del mercado.

Es decir, primero decidían  lo que iban a ganar y luego se construía, se ponían de acuerdo: a quién se financiaba, a quién no… Eso es la corrupción de verdad. Luego que den a uno  un sobre o influyan en el  trato son tonterías… Si lo ves en la cuenta de resultados de un gran banco no es nada.

Pero es un delito

Por supuesto, lo que pasa es que cuando un señor roba un millón es un delincuente pero cuando roba un euro  a un millón de usuarios es un genio.

Cobrar un euro de más a los consumidores supone muchísimo dinero y cuando se hace trampa para que no haya competencia eso es la corrupción.

Por eso el tribunal más activo en España es el de Defensa de la Competencia, España es el país de Europa donde más carteles se han desmantelado en los últimos cinco años.

En el fondo de la corrupción siempre hay motivos  económicos. Pero los poderes ficticios económicos y de poder  tienen tendencia a librarse. ¿Por qué?

Se libran porque hay impunidad. Ahora bien, Rato es el punto de inflexión y a partir de ahí la impunidad va a ir disminuyendo, la gente empieza a pensar que quien la hace la paga, “si está Bárcenas en la cárcel y otra gente también, a mí me puede tocar”.

Tampoco es cuestión de pensar que todas las élites son corruptas, la mayor parte no lo es. España es una democracia consolidada y honesta y estos  problemas los hay en muchos países. Hicimos una democracia defectuosa, la que se podía hacer, salimos de la dictadura a la democracia; el dictador murió en la  cama, el ejército quedó  intacto, la policía sin purga, los jueces no hicieron la transición…

Nada es gratis, es un proceso de depuración que dura 40 años. Pero el grado de impunidad no es ahora el mismo que existía en los años 70 o 80; es infinitamente menor.

Mariano Guindal, con su esposa, Mar Díaz Varela, y su hijo adoptivo, San.

Lo cierto es que ahora la ingeniería financiera hace que sea muy difícil seguir la pista y el dinero ilegal acaba en los paraísos fiscales.

La mayor corrupción a nivel mundial, el gran escándalo,  se hizo con ingeniería financiera en Estados Unidos con las hipotecas basura y se extiende hasta el 2008 con el gran crack que acabó provocando en todo el mundo todo tipo de desgracias, como la del hambre en tantos países.

Se hizo la vista gorda, se ejerció la tolerancia, no se supo seguir la corrupción intelectual que se montaba en EE.UU. y  que se extiende por todo el planeta. Se dejó hacer.  Espero que algo hayamos aprendido

¿Cómo aplicarlo?

Hay un arma que es el voto. Quien lo usa frívolamente es el responsable de las desgracias que ocurran. Yo siempre he dicho que defiendo con mi vida dos cosas: el derecho al voto y la libertad de expresión. Estas son las palancas que permiten el cambio,  que pueden transformar una sociedad.

El patriotismo, la ideología… no.

He visto socialismo tiránico y democracias corruptas.

Todo eso se denuncia con la información y con las urnas.

«Yo siempre he dicho que defiendo con mi vida dos cosas: el derecho al voto y la libertad de expresión. Estas son las palancas que permiten el cambio,  que pueden transformar una sociedad»

Decía antes que usted resistió cuando intentaron comprarle con una tarjeta Visa Oro. ¿Es lo habitual?  En el mundo del periodismo económico ¿hay colegas que resisten poco?

Esto venía de una tradición antigua, estaban los “sobrecogedores”, como los críticos taurinos. Se les llamaba así porque cogían sobres con dinero.

Un compañero, Gustavo Matías, en una rueda de prensa de empresas eléctricas  en la que también estaba yo, vio en la carpetilla con la documentación que nos habían facilitado 15.000 pesetas. Montó una discusión y lo publicó donde trabajaba, en Europa Press y yo acudo de testigo.

En España existe tradición de  regalar y eso tiene poca entidad, lo importante es que ese asunto a mayores de la tarjeta de crédito.

Si la aceptabas y  el periodista receptor escribía algo que no gustaba le avisaban: “Te envío los recibos de las cosas que no has pagado”. Esas prácticas se han acabado.

Pero es que es un país en que has visto jueces corruptos, periodistas corruptos, ciudadanos corruptos…, no hay una cosa sin la otra.

Hacen lo que ven.

También es verdad  que la profesión ha puesto mecanismos para zanjarlo. La Asociación de Informadores Económicos nació con la  idea de terminar con los “sobrecogedores”. ¿Sigue existiendo? Puede ser, pero se pueden perseguir.

Sobre estas líneas, el libro publicado por Guindal.

¿Se ha  dejado algo en el tintero?

Sí, quiero añadir que yo  he contado la historia de la gente sin historia. Cuando decía Aznar que el milagro  económico español era él, estaba mintiendo.

Quien ha hecho grande este país partiendo de un país miserable como era el que yo he vivido han sido nuestros padres.

El milagro económico  era mi madre que fregaba escaleras o la de Carlos Solchaga que se dejaba los ojos cosiendo en una máquina Singer para que su hijo tuviera estudios.

O el padre del juez Garzón, que era agricultor.

Las élites han extraído más de la sociedad, pero aquí quien ha aportado ha sido el pueblo llano.

Yo cuento una historia de éxito que es la mía y que es la de millones de ciudadanos que no salen en los libros de historia ni en ningún sitio.

¿Qué le ha dado a usted el periodismo?

No me ha dado ni fama ni fortuna, pero si buenos amigos. Por eso digo que es la mejor profesión del mundo.

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