La aparición de Dounia, 22 años después de ser secuestrada por su padre, un fracaso del estado de derecho
Belén Tapia en una intervención ante las Cortes de Aragón; en su mano izquierda muestra una foto de su hija Dounia, con su abuela paterna.

La aparición de Dounia, 22 años después de ser secuestrada por su padre, un fracaso del estado de derecho

Era hija de la española Belén Tapia
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24/12/2018 06:25
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Actualizado: 13/12/2022 11:32
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Dounia Chahidi Alaloui Tapia tenía dos años y ocho meses de edad el 20 de abril de 1997 cuando su padre, Abdelilah Chahidi, y sus tíos, Abdennebi y Youssef, la secuestraron y se la llevaron a Marruecos en avión, vía Toulouse, Francia.

Primero aterrizaron en Marraquech y más tarde se desplazaron en coche a Casablanca, donde entonces vivía Abdennebi, en cuyo apartamento comenzó a vivir Dounia.

Chahidi, de 35 años, había sido pareja de hecho de la doctora en Bellas Artes española Belén Tapia Gasca, de la misma edad, que diría cuatro academias de arte en Zaragoza.

Se habían conocido en 1989 en esa ciudad. Chahidi era su profesor de francés. Era un tipo cultivado y con don de gentes con el que inició una relación que después se tornó violenta, una vez que nació la niña.

«Abdelilah, el humano, el sensible, se transformó en un hombre agresivo, imprevisible y despiadado que echaba pestes por todo. Empezaron los insultos y las amenazas, luego pasó a las palizas. Me dejaba encerrada en casa. En una ocasión me tiró por la escalera. Pero las agresiones no se produjeron sólo contra mí. A Dounia, teniendo año y medio, le rompió la clavícula derecha cuando trabaja de romperle el brazo. Yo ya le había denunciado. Me dijo, mirándome a los ojos muy seriamente: ‘Si sigues adelante con ello le rompo el brazo a la niña’. Aquello era un infierno al que decidí poner fin un día», relató Belén Tapia al autor de este artículo. Un testimonio que incluí en mi libro «CSI, casos reales españoles», publicado en 2003.

El marroquí amenazó y chantajeó varias veces a Tapia, amenazándola con secuestrar a la pequeña Dounia si no le daba dinero. Llegó a darle seis millones de pesetas, 18.000 euros al cambio actual.

Finalmente, llevó a cabo la amenaza.

Secuestró a Dounia.

Error tras error

Fue un fracaso del estado de derecha en toda regla.

El 14 de junio de 1996 la entonces titular del Juzgado de Familia 6 de Zaragoza, Beatriz Solá, dictó una sentencia regulando el derecho de visitas del padre -fines de semana alternos, de 4 a 8 de la tarde-.

Un fallo en el que reconocía que Tapia estaba sometida a malos tratos físicos y psíquicos y a coacciones económicas por parte de Abdelilah, por lo que ordenó a la Guardia Civil que impidiera la salida de la niña de territorio español si ésta se producía. 

Descubrió, más tarde, que la sentencia de la juez de Familia no se había cumplido.

La Comandancia Civil de Zaragoza comunicó al aeropuerto la orden de la juez cuando lo que tenía que haber hecho era informar a la magistrada que esa funciono, la del control de fronteras era competencia de la Policía Nacional.

Ese error fue clave de su victoria en el contencioso-administrativo que entabló ante la Audiencia Nacional contra el Ministerio del Interior.

En febrero de 2001 el tribunal falló a su favor condenando al Ministerio a indemnizarla con 12 millones de pesetas (72.121 euros).

Belén Tapia jugó entonces a contracorriente.

Porque el nuevo Código Penal de 1995 no reconocía la figura de secuestro parental o retención ilegal.

El castigo por este tipo de delitos era inexistente. Sólo se penaba la desobediencia al juez y eso no estaba castigado más que con un máximo de seis meses de cárcel. Sin antecedentes penales, la sentencia quedaba en suspenso.

Este detalle era muy importante porque según las leyes era necesario que el delito perseguido tuviera un mínimo de dos años de pena para emitir una orden de búsqueda y captura internacional contra un padre que ha huido con su hijo de forma ilegal.

Belén Tapia removió Roma con Santiago

Para recuperar a su hija. Después de mucho litigar y gracias al Convenio de Colaboración hispano-marroquí, Tapia consiguió que los tribunales de ese país reconocieran la validez de la sentencia del Juzgado de Familia español en la que se le concedía a ella la guardia y custodia de Dounia. 

Además, al no haber estado casada descubrió que no podía reconocerse la paternidad del marroquí sobre la niña. Dounia era, a los ojos de las leyes locales, Dounia Tapia. Este reconocimiento fue la base que dio pie a la orden de búsqueda y captura internacional lanzada por Marruecos en 1999, a través de Interpol, contra dos de los hermanos Chahidi, Abdelilah y Abdennebi. 

La madre de Dounia se vio, además, con las más altas autoridades del reino alauí.

La recibió, incluso, el primer ministro marroquí, Abderramán Yusufi, en 2000, en dos ocasiones. Le prometió que le devolverían a la niña.

La promesa no se hizo realidad. El 10 de ese mismo mes le informaron oficialmente que la pequeña había muerto, pero no le dieron ninguna prueba ni le explicaron cómo había ocurrido.

Belén Tapia jamás lo creyó, por lo que el 22 de noviembre de 2002 escribió una carta al Rey Juan Carlos solicitando ayuda. Le contestaron el 23 de diciembre de ese mismo año. El secretario general de la Casa Real, Ricardo Díez-Hochleitner, le confirmó «el fallecimiento de su hija Dounia, así como las penosas condiciones en las que vivió desde que fue secuestrada por su, padre y trasladada ilegalmente a Marruecos».

22 años más tarde, Dounia ha aparecido

La «madre coraje» Tapia jamás tiró la toalla. Este año, según cuenta El Heraldo de Aragón, localizó a un hombre en Casablanca que le puso en contacto con una joven que podía ser su hija. 

Las dos comenzaron a intercambiarse correos electrónicos.

Belén le comentó a la joven que había muerto su padre, el abuelo de Dunia, y que tenía que recibir una herencia.

Fue una magnífica excusa para que la chica, que ya tiene 24 años, viajara a Zaragoza el 23 de agosto pasado.

Ante la posibilidad de que pudiera ser una estafa, Tapia entró en contacto con el Grupo de Desaparecidos de la Policía, que preparó el encuentro en el centro comercial Aragonia, en Zaragoza capital.

 «Me dijo que llevaría una pulsera con las letras ABD (las iniciales del padre Abdelhilah, la madre Belén y la hija Dunia) y la fecha de su nacimiento (30-8-1994)», explicó Tapia.

Según la policía, las dos mujeres se parecían mucho. La joven les mostró un carnet, de una ciudadana belga, que resultó ser falso. En consecuencia fue detenida, pero el magistrado Rafael Lasala, titular del Juzgado de Instrucción número 7 de Zaragoza, después abrir diligencias por esos hechos, la puso en libertad.

Belén Tapia y Dounia se trasladaron después a Málaga, ciudad en la ahora que reside la madre, y pasaron unos días juntos.

La prueba de ADN confirmó que era ella

Durante ese tiempo le fueron tomadas pruebas de ADN, cuyos resultados se han conocido en estos días.

La confirmación es plena.

La joven es su hija.

La tan buscada Dounia.

El encuentro con su hija, contrariamente a lo que pudiera pensarse, no fue nada agradable.

«El encuentro no fue para nada idílico sino terriblemente dramático», revela Belén Tapia en su cuenta de Facebook. 

«Sus secuestradores, varios, podrán celebrar la impunidad de sus crímenes y la mitad de mi vida en un sufrimiento que aún no ha acabado», explica esta «madre coraje», con todo conocimiento de causa. Porque el delito, pasados los 22 años, está prescrito. 

Ni Abdelilah ni sus hermanos,  Abdennebi y Youssef Chahidi, pagarán por ello. 

Es verdad que las reformas legales realizadas en España introdujeron en 2013 el delito de sustracción de menores (225 bis del Código Penal y siguientes), que castiga con prisión de 2 a 4 años el secuestro de los hijos por parte de uno de los progenitores.

Una tipificación que no existía cuando Dounia fue secuestrada por su padre y sus tíos.

Fracaso de policías, juzgados, políticos e instituciones

«El fracaso de policías, juzgados, políticos e instituciones ha quedado bien en evidencia en estos 22 años donde lo único que se les ocurrió fué apuntillarme con la comunicación oficial de su muerte con pésame del rey de España incluido, sin llegar a reducir mi lucha por volver a ver el rostro de mi hija», afirma Tapia.

«Pero conseguí en su día llevar al Congreso una ley que hoy está vigente y penaliza a otros que quieran maltratar de por vida utilizando una criatura y creando tanto dolor a tantas personas como sólo la maldad y crueldad mayores pueden ser capaces», añade.

«Lo más triste de toda esta historia es además el daño que le hicieron a ella, orfandada de madre y obligada a huir, esconderse, creer mentira tras mentira, tener identidad falsa y no ser llamada ni por su nombre y no tener ahora capacidad de abrazar siquiera a su madre y volver con ella», añade. 

Un drama real, que ha producido un gran sufrimiento a la madre, que podría haberse evitado si el estado de derecho español hubiera funcionado como debía.

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