La fiscal Susana Gisbert transforma la realidad en literatura en su libro «Remos de plomo»
Susana Gisbert es fiscal en la Sección de Violencia sobre la Mujer y portavoz de la Fiscalía Provincial de Valencia. @gisb_sus.

La fiscal Susana Gisbert transforma la realidad en literatura en su libro «Remos de plomo»

Traspasa la barrera de lo jurídico para llegar a toda la gente que sea posible y provocar su reacción contra la violencia de género
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28/12/2018 06:15
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Actualizado: 07/10/2020 09:40
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De todas las sensaciones que provoca leer ‘Remos de Plomo’, la nueva antología de relatos que acaba de publicar la fiscal valenciana Susana Gisbert, la indiferencia es la única que queda desterrada con lo que la autora ya ha cumplido su principal propósito.

De manera transversal, a través de los 27 microrrelatos y 44 relatos que componen la obra, Gisbert  provoca con su desgarrador y brutal realismo hecho ficción que suframos una sacudida que nos haga ‘ver’ con mayúsculas de acción, conciencia y compromiso lo que pasa a nuestro alrededor en la violencia de género, la trata o el odio.

Precisamente usa un formato y un género que traspasa su ámbito jurídico diario porque anhela encontrar la forma de llegar a cuanta más gente posible, según sus propias palabras.

Y es que quiere hacernos reflexionar y pasar a la acción para que aunque todos rememos en el mismo mar, las mujeres no tengan la dificultad añadida de tener que hacerlo con el peso del plomo por el mero hecho de ser mujeres.

‘Ver’ es el verbo que ha escogido Fani Grande en el prólogo de la obra porque Gisbert «lo conjuga por activa y por pasiva, en singular, en plural, y en todos los modos verbales».

Y aunque acaba de presentar este libro, ya tiene un nuevo proyecto en el horizonte que saldrá con el nuevo año. Se trata de una novela dirigida a niños y adolescentes. Además, en verano, promete darle forma a una posible segunda parte de ‘Descontando hasta cinco’.

¿Por qué un libro como ‘Remos de Papel’?

Es una manera de traspasar las fronteras jurídicas porque si no parece que nos retroalimentemos. Es una iniciativa para llegar a mucha más gente desde la literatura y el «entretenimiento». Un juicio o una noticia en los medios de comunicación son mucho más lejanos.

Encontrar maneras para salirnos de esas barreras de lo estrictamente jurídico y que tengan repercusión más allá, es muy importante para que la gente empiece a ver en vez de mirar.

‘Remos de Plomo’ es una metáfora que significa que las mujeres remamos en el mismo mar que el resto de la sociedad pero, esos remos que nos han dado son mucho más pesados y es mucho más difícil. Es la continuación de la figura del ‘Mar de lija’, título de la anterior antología de relatos y que recoge la misma metáfora.

Portada del libro recién publicado.

¿Cuándo estaremos preparados para ‘ver’ la violencia de género?

Creo que cada vez la vemos más aunque queda ver mucho más que quedarse simplemente mirando. Es lo que pasa cada día en los medios de comunicación, que nos quedamos con la sensación del momento y no llegamos a pensar más allá.

Precisamente, ahí está la cuestión. Pensar que las personas que nos cuentan que han sido asesinadas o que han sufrido golpes son personas reales, que las podemos tener al lado e, incluso, ser alguien de nuestro entorno que no hemos caído en que es una víctima.

Y esto no solo con respecto a la violencia de género, sino llevado a la igualdad como algo más amplio. Hay que ver cosas de las que no nos habíamos dado cuenta. Es el caso, por ejemplo, del relato ‘Píldoras rosas’, que aparentemente no tiene trascendencia, parece una tontería. Una presentadora de televisión que coge una neumonía por ir medio desnuda en la retransmisión de las uvas de Noche Vieja.

 

Son estas situaciones a las que asistimos todos los años, no nos damos cuenta y, a lo mejor, tenemos que entrar un poco más y verlas más que mirar.

Entonces, ¿lo que describes en tu relato ‘De Perfil’ donde nadie quiere ver una situación de maltrato, es más habitual de lo que parece?

Sí, lamentablemente es mucho más cotidiano de lo que nos imaginamos. Lo veo no solo en mi vida como fiscal a nivel profesional sino incluso en mi vida diaria. Gente que lo quiere negar o se conforma con quedarse en la superficie.

«¿Cómo estás, Pepita? Te veo triste». Y en cuanto te dicen: «Sí, sí, estoy bien», pues ya se conforma. Es como no querer romper tu zona de confort que es lo que te habías planeado y no pensar que ese novio o ese marido de tu hija que te parecía tan estupendo es un maltratador; o no ver que tu hija que es una triunfadora lo está pasando fatal…. En definitiva, te es mucho más cómodo cerrar los ojos.

En esta línea argumental, ¿qué quieres despertar en el lector? ¿Una reacción, una cascada de sensaciones?

Siempre que se pueda poner en práctica, el arte, la literatura -cualquier manifestación artística, en suma- tiene un componente de responsabilidad social.

Y esa responsabilidad social es que, además de entretener, porque si no lo hace los lectores no siguen leyendo, seas capaz de transmitir un mensaje. Sobre todo, que sepamos darnos cuenta de que cosas que estamos viendo como normales, no lo son. Y que cuando suenan las alarmas no basta con cubrir el expediente; hay que profundizar un poco más aunque duela no solo a quien lo sufre sino también a quien lo tiene al lado.

Acto de presentación del libro el pasado 10 de diciembre en el Casino de Agricultura de Valencia, con el amadrinamiento del presidente de les Corts Valencianes, Enric Morera, junto con los editores, Mauro Guillén y Antonio Martínez. Foto: Blog ‘Con mi toga y mis tacones’.

¿Y cómo se profundiza?

Lo primero, lo primero que puede hacer cualquier persona es no ponerse de perfil. Hay que hacer caso a las alertas y si te equivocas, no pasa nada.

En el «no voy a decir nada no vaya a ser que meta la pata» o «no quiero meterme», si después hay una mujer asesinada, una parte de responsabilidad tenemos por no haber querido ahondar.

Por tanto, hay que fijarse y ahondar aunque ello suponga salir de nuestra zona de confort. Si tenemos a alguien cerca que está sufriendo esto, tenemos que ofrecer, por lo menos, la posibilidad de que nos lo cuente.

¿Qué sensaciones y qué emociones liberas cuando escribes un libro como ‘Remos de Plomo’? ¿Es una catarsis?

Escribir, a veces, duele. Contar lo que llevas dentro e incluso reconocer en mi esa persona que no ha sabido hacer suficiente porque no ha estado al lado, porque no se ha dado cuenta o porque el profesional no ha acertado con su decisión, eso muchas veces, también duele.

Pero es una manera no solo de aminorar ese dolor sino de evitar que suceda en el futuro.

Sí, es una catarsis. Lo que no hago nunca porque no me parece bien ya que profundizas en su intimidad, es contar las historias tal cual han sucedido y que alguien se pueda sentir identificado.

Pero sí cojo muchos trozos, muchas sensaciones. Y sí que me sirve de catarsis y, además, me he dado cuenta de que hay personas a las que le sirve leer mis libros.

Se han puesto en contacto conmigo mujeres maltratadas que me han dicho: «Me ha venido fenomenal», «me he visto reconocido», «me ha ayudado mucho». También gente que llega a identificar lo que pasa a su alrededor: «Me acabo de dar cuenta de lo que le pasaba a mi madre».

Contribuir a que alguien se de cuenta de que una mujer está padeciendo esto y conseguir llegar a tiempo de alguna manera, aunque sea en un solo caso, hace que merezca la pena haber escrito no este libro ni el anterior, sino tomos de una enciclopedia.

¿De todos los relatos del libro, cuáles son los que más te ha costado escribir?

Son varios. Uno al que le tengo especial cariño porque se sale un poco de la línea es ‘Salvar al soldado Peris’ . Además de que la protagonista es una mujer y su rol es el de mujer, entra en el tema de Memoria Histórica. Me quedé muy contenta cuando leí el resultado. Me parece que transmite las cosas de una sociedad que ni siquiera conocí pero que gente que sí la ha vivido me ha dicho que he sido capaz de retratarla.

Y el que he titulado ‘Mía’ porque lo relaté desde la voz del maltratador. Ponerme en la piel de una persona que es completamente ajena y contraria a lo que pienso, me resultó difícil pero a su vez fue satisfactorio porque la gente que lo leía se daba cuenta de que oía esas cosas y no las escuchaba.

Al hilo de este relato, ¿crees que el maltratador tiene solución, tiene cura?

Me gustaría pensar que sí, pero tengo muchas dudas.

Lo primero es que para que tuviera cura, tendría que ser una enfermedad y no lo es exactamente. Es fruto de una sociedad, de una educación, de unas circunstancias y, por supuesto, de la violencia particular de cada persona.

En cualquier caso, por lo menos es nuestra obligación intentarlo. Porque desde el punto de vista de que la violencia de género es el fruto de una educación y de una sociedad, habrá que cambiarla y tratar de modificar estereotipos.

Es muy difícil pero en mi experiencia profesional he visto que algunos no han reincidido y quiero pensar que no han vuelto a cometer una serie de hechos. Igual que comentaba antes en referencia a las mujeres, en este caso, con uno solo que se rehabilite, ya habrá merecido la pena el esfuerzo.

En el comportamiento del agresor, ¿le das todo todo el peso al factor ambiental sin que medie el componente genético?

Genético, estoy segura que no. Se puede tener un comportamiento más o menos violento y ahí puede haber un componente genético pero la manera de canalizar esa maldad o esa violencia en una dirección concreta, hacia la mujer, es fruto de una educación, de una sociedad y de una concepción porque esa persona podría canalizar su violencia hacia otro sentido y no lo hace.

Por eso es muy típico el caso de maltratadores que en el resto de ambientes son personas estupendas, de las que nadie se apercibe y de puertas para dentro son verdaderos monstruos y solo con su mujer o pareja.

En el relato de ‘El fiscal que lloró’, ¿qué hay de propio y de ajeno?

La sensación de frustración que tenemos a veces es palpable.

Y aunque el caso es muy extremo, lo he exagerado y lo he puesto en otra época, hay una mezcla porque también me he acordado de mi padre que quería ser abogado, fiscal… y de esa sensación de que era algo que quería siempre.

Pero la sensación de frustración que tienes cuando la cosa no sale como quieres o cuando te toca hacer algo que no quisieras hacer, es real aunque la historia no lo sea.

Y ¿cómo se aborda un problema como la trata?

Es uno de los problemas más graves que tenemos y más ocultos. Lo vemos como una cosa abstracta, que está ahí y que le pasa a otras personas y no pensamos que le puede pasar a cualquiera.

La mayoría de las prostitutas son víctimas de trata y, sin embargo, ser cliente de la prostitución no está mal visto. No se piensa en todo lo que hay detrás. Mientras esa prostitución no se rechace socialmente y no se entienda como un divertimento, creo que es muy difícil acabar con ello.

¿Que se puede hacer para desmontar esto teniendo en cuenta que tampoco hay un rechazo generalizado entre los jóvenes?

Los jóvenes tienen un exceso de información y no hemos sabido darles las herramientas para que reaccionen. No se puede decir que no entren en Internet ni estar detrás de ellos en todo momento.

Lo único que podemos hacer es darles las herramientas, insisto, para que estén lo suficientemente formados y que sepan rechazar y reaccionar ante eso. Esto es lo que vemos que no se produce.

La tarea está en las escuelas y en las casas. Es difícil que un chico joven pueda rechazar la prostitución si en determinados ámbitos le ríen las gracias por ir a un prostíbulo o si para una despedida de soltero van a buscar algo de esto como diversión.

Mientras estas cosas las vean como normales, no puede haber rechazo.

Otra vez más tenemos que hablar de educación, pero ¿hay medidas concretas suficientes en este ámbito?

No las hay y es una pena porque la Ley integral contra la violencia de género ya hablaba de que tiene que haber esta educación. Había una asignatura que era Educación para la Ciudadanía que podía haber cubierto este papel dándole cualquier otro nombre si se quería.

Pero no solo se trata de cubrir el expediente -que es lo que se está haciendo- y dar una charla el día 8 de marzo o el 25 de noviembre. Hay que hacer mucho más e impregnar todo transversalmente de igualdad. Por ejemplo, en matemáticas, que los problemas no digan que «Pepito le dio caramelos a Juanito». Igual las protagonistas tienen que ser Pepita y Juanita; o en Historia, introducir figuras de mujeres que fueron importantes.

Hay un estudio sobre libros de texto que dice el 70% de los personajes que salen en ellos son varones. Así es difícil que las niñas tengan referentes y que los niños tengan referentes femeninos.

Y a todo esto le añadimos el odio…

Sí, claro.

La exacerbación de los sentimientos de odio y la radicalización de posturas es tremendo y, muchas veces, las redes sociales que son un instrumento con un potencial positivo enorme, sirven para que uno se sienta en esa especie de barrera de impunidad. Y como no está dando la cara, alguien se atreve a escupir un odio como no sería capaz de hacerlo en persona.

¿Cuándo no habrá más ‘Viernes negros’ porque no haya que contabilizar más víctimas y cuándo seremos capaces de ‘ver’ mas allá del estereotipo del Black Friday?

Me gusta ser optimista y pensar que poco a poco vemos cosas que antes no veíamos. Yo misma.

En la Nochevieja del 90, el famoso sketch de Martes y Trece de «Mi marido me pega», no me llamó la atención y hacían una parodia de una mujer maltratada. Pasado el tiempo, pidieron perdón.

Si eso mismo lo viera ahora, se me abrirían las carnes pero en aquel momento no tengo un recuerdo de que me llamara especialmente la atención.

Entonces, yo creo que estamos empezando a ver las cosas. Ahora nos falta la segunda fase, ser capaces de reaccionar que dependerá de la actitud personal de cada uno y de la de los poderes públicos.

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