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Maduro, «game over»

Maduro, «game over»
El presidente venezolano, Nicolás Maduro, ahora puesto en tela de juicio. EP
02/3/2019 06:15
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Actualizado: 01/3/2019 23:54
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Maduro encabeza una suerte de democracia semántica que le permite parapetarse en que fue elegido, aunque para que la elección sea legítima debe ser libre, abierta y competitiva.

Y la suya no lo fue.

No fue, por tanto, auténtica, por lo que su legitimidad en el sentido weberiano se funda en el principio autocrático y no en el democrático.

La fuente en que la que se basa su ejercito del poder es, básicamente, el dominio de las fuerzas armadas y policiales, es decir, de la fuerza.

La situación del país es trágica más que dramática.

Venezuela está próxima a convertirse en un Estado fallido y a su presidente -y curia que le protege- le es indiferente.

La agonía se acrecienta a pasos de Goliat y la desesperación y desesperanza se incrementan.

No se vislumbran salidas diferentes de la marcha de Maduro.

PATÉTICO DICTADOR

Por eso se multiplican las voces para que Maduro se vaya, porque es un patético dictador, hazmerreir de Charles Chaplin y hazmellorar de los millones de venezolanos que le sufren; un fracasado, que ha llevado a sus compatriotas al hambre, a la enfermedad sin esperanza de cura y a la muerte, ya que no le duelen prendas ordenar disparar a los discrepantes, quemar los camiones de ayuda humanitaria, expulsar a diputados del Parlamento Europeo la libertad de información o abolir, es, permíteme el tuteo, un tirano que, engordado por otros tiranos, se empeña en prolongar agónicamente un régimen decrépito, agotado, sin otra salida que la tuya.

Es un mentiroso enfermizo que se cree sus propios engaños.

Maduro, escucha, la realidad es terca y el país lo ha convertido en un desierto.

Contamos las horas, sus horas, con desesperación como en la canción de Maná.

Somos millones en todo el mundo las personas, con los principios que no tiene Maduro, que lloramos emocionados al ver el concierto de Cúcuta, una fiesta de la libertad que pisotea.

No era fácil llegar hasta allí, Maduro, pero centenares de miles de personas pudieron sentir el aliento de las canciones de Juanes, de Carlos Baute, de Carlos Vives, de Juan Luis Guerra, de Miguel Bosé, de Paulina Rubio, de Alejandro Sanz, de Fonsi…, un escape a la delirante opresión del Régimen a la deriva que Maduro capitanea a golpe de cornetín.

Maduro escuche, un gobernante digamos decente (aunque tú desconoces lo que es la ética y menos aún la decencia), que conduce a su pueblo a la pérdida en términos absolutos de sus derechos básicos, que expulsa al exilio a millones de sus ciudadanos, que destruye su país al convertirlo en un cortijo de unos pocos apesebrados que lo esquilman en perjuicio de la mayoría… debe irse.

SU PARTIDA SE HA ACABADO

Game Over.

Bastante horror ha causado.

Demasiadas muertes cuelgan de sus entorchados.

Permíteme el tuteo.

Debes abandonar.

¿No has visto el concierto de Cúcuta?

¿No has visto la alegría de la gente al gritar “Venezuela libre” con Alejandro Sanz?

Están cansados, hartos de ti, pero resisten y resistirán.

No se dan por vencidos, como canta Luis Fonsi.

El concierto de Cúcuta les ha encendido, les ha dado nuevos aires de esperanza de que tu final está cercano.

He visto tu ocaso en sus sonrisas y nuestros millones de sonrisas se suman a esos centenares de miles de sonrisas para contemplar tu caída, la caída de un dictadorzuelo bananero, ruin y fraudulento.

El muro de Berlín cayó.

Los 71 años de gobierno del PRI terminaron.

El totalitarismo soviético y de sus satélites cayó.

Cayeron las que Poulantzas llamó dictaduras mediterráneas, o la de Pinochet o la argentina…

Cayó el régimen del apartheid…

No sigo Maduro, porque como te dije eran suficientes dos palabras: Vete ya.

Renuncia.

No hagas sufrir más a los venezolanos.

Ten un gesto de coraje.

Reconoce tu fracaso y deja de pasear tu ser fantasmal entre manifestaciones de estómagos agradecidos por tus decretos de favor.

La Humanidad entera te lo agradecerá.

LA ANTORCHA QUE GUÍA EL MUNDO ES LA DE LA LIBERTAD

La mantiene bien en alto la Estatua que franquea la entrada a Nueva York, que esculpió el francés Bartholdi, por cierto inspirándose en el Coloso de Rodas, como nos recuerda Emilio del Río en su “Latin lovers”.

En su otra mano, la Estatuta sostiene una tablilla que simboliza la ley.

El Estado de Derecho, pues, fundado en la garantía de la libertad a través de la ley.

Te es tan ajeno, Maduro…

Tú sólo conoces la satrapía, el capricho arbitrario, la antilibertad, los plenos poderes, el absolutismo político.

Nada es irreversible ni nadie es imprescindible.

Tú el que menos, Maduro.

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