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Un caso digno de Kafka: La realidad y nada más que realidad

Un caso digno de Kafka: La realidad y nada más que realidad
Juan Gonzalo Ospina, abogado y diputado del Colegio de Abogados de Madrid, autor de esta columna. Foto: Carlos Berbell/Confilegal.
01/5/2019 06:15
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Actualizado: 04/5/2019 23:22
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Hace unos días contactó un cliente con el despacho pues había denunciado el robo de su teléfono móvil y, según él, la Policía le había llamado para intentar “reconocer” las imágenes de los supuestos autores.

Y le aconsejó que fuera con su abogado, lo cual era de lo más inusual.
Nuestro cliente nos llamó el fin de semana, pues había sido citado el lunes a primera hora.
Nos sorprendió que el agente que le había llamado le preguntara por teléfono si el móvil robado tenía seguro, y si había sido indemnizado por el ello.
¿Casualidad o premeditación?
Ante las dudas, planteadas por el cliente, nos comentó que había salido de marcha, al llegar a la boca del metro 3 individuos le habían asaltado. Nos relató que esto había ocurrido en la estación de Sol, donde había cámaras de seguridad.
Aun así, nos contó que tenía seguro de móvil y que, gracias a la geolocalización, se podía comprobar que el terminal había sido sustraído.
Al llegar a la comisaría la fiesta estaba servida.
Nada más entrar el agente que nos atendió, directamente tuteándonos, se dirigió a mi cliente y le dijo: “Vas a reconocer la simulación del delito”
A lo que con determinación respondimos al unísono: «¡¡¿Cómo?!!».
Con sonrisa, pero sin ninguna gracia, el agente nos trató de convencer, insistiendo en que reconociéramos que todo era mentira.
Entre el enfado por la kafkiana situación y la preocupación de nuestro cliente, le mostré, primero, mi completo estupor por el trato recibido, y segundo, mirándole a los ojos, le dije: «si le va usted a leer sus derechos como investigado, muéstrenos los indicios incriminatorios, primero, y después entréguenos una copia del atestado».
Luego ya veríamos si nos acogíamos al derecho  declarar o no.
El agente no me contestó a mí sino a mi cliente: “Has cometido un delito de estafa y, por la simulación de delito, irás a la cárcel”.
Llegados a ese punto corté de raíz la conversación. Pedí que hiciera una diligencia y que constara todo lo que estaba ocurriendo: una víctima de un robo, en lugar de ser protegida, era acusada.
¡Impresionante!
Por supuesto que nos negamos a reconocer la simulación de un delito que no había ocurrido.
El robo había sucedido en la Puerta del Sol, la zona de Madrid más protegida y cubierta por videocámaras. Le pregunté al Policía si habían requerido las cámaras de seguridad el día y a la hora en que sucedió todo. Me contestó que no.
Le volví a preguntar si habían comprobado la geolocalización del terminal o si habían rastreado las llamadas. Me volvió a contestar que no, otra vez.
¡No habían hecho nada! ¡Y le exigían a mi cliente que confesara!
Intolerable.
Y llegó la frase del día: “Si no declara, se queda detenido”.
A lo que le contesté que «si mi cliente se  queda detenido, mañana salimos en la prensa por un Habeas Corpu de libro. Esto no es admisible. Roza además la amenaza, si es que no la consuma o la desborda”.
Finalmente, mi cliente se acogió a su derecho a declarar ante el juez.
Quedó en libertad.
Ahora estudiamos interponer acciones penales contra los agentes que nos atendieron, que no fue uno solo, por el delito de omisión de la obligación de perseguir delitos del 408, posible amenazas, prevaricación y detención ilegal.
¿Ahora lo fácil es ir por las víctimas y no buscar a los ladrones?
¿Es necesario tratar así a los ciudadanos?
Estamos ante el caso de una peligrosa caza de brujas instrumentada por algunos agentes de policía que son manzanas podridas de un cuerpo cuya honorabilidad por lo general es intachable.
Esperemos que el Ministerio del Interior y el juez de instrucción, ante la denuncia y la queja que vamos a presentar, tomen medidas.
La ley y la libertad no pueden quedar a merced de la arbitrariedad de aquellos que desde el capricho y el abuso de poder juegan con nosotros.
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