El Valle de los Caídos, cruce de «fuerzas sobrenaturales»
Valle de los Caídos. Foto: Carlos Berbell/Confilegal.

El Valle de los Caídos, cruce de «fuerzas sobrenaturales»

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13/10/2019 06:15
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Actualizado: 13/10/2019 00:12
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Aficionado a lo esotérico y misterioso, Francisco Franco no podía por menos que estar enterrado en un lugar mágico, cruce de fuerzas telúricas y en línea recta a vuelo de pájaro del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial,  fuente y crisol de conocimientos herméticos.

Franco, además de muy católico, era también muy aficionado a lo esotérico, a las fuerzas ocultas y otros misterios inexplicables. De joven frecuentó a una hechicera magrebí llamada Mersida y al adivino y curandero Corinto Haza.

Pero su preferida fue siempre la monja Llimargas, a la que llamaba la “madre catalana” y que le visitaba para comunicarle los designios divinos sobre todos los españoles.

La zona en que se sitúa el Valle de los Caídos está llena de lugares de interés telúrico, como el monte Abantos y la silla de Felipe II y en ella se han encontrado ¿pruebas? de rituales rúnicos ancestrales de los íberos que la habitaban in illo témpore.

Cultos a la Madre Tierra, al Lobo, al señor de las bestias, pero también ha sido centro de cultos en nuestra época por grupos ocultistas y satanistas, según afirman los estudiosos magufos.

Según un libro publicado en 1982 por la Fundación Francisco Franco y escrito por Diego Méndez, el arquitecto y director de las obras, el lugar donde se levantaría el conjunto arquitectónico que compone el Valle de los Caídos fue presentido y elegido personalmente por Francisco Franco.

Por su parte, el mausoleo de los Reyes en El Escorial no hace desmerecer el mausoleo del Valle de los Caídos, de donde en breve se exhumará a Franco, pero donde permanecerán por el momento las víctimas de la guerra.

Cuenta la leyenda –una vez más– , que el emplazamiento del Monasterio que mandó construir Felipe II, fue elegido por una comisión de expertos que incluía desde clérigos, a arquitectos y agrimensores, médicos, zahoríes y algún experto en astrología, con el fin de que el edificio se convirtiera en un poderoso talismán, situado sobre lo que los nativos de la zona hacían llamar la puerta del infierno, un centro natural de poder donde se expresaban las desatadas fuerzas telúricas.

FELIPE II, AFICIONADO AL OCULTISMO

Felipe II, con quien Franco muestra más de una afinidad, mostró también a lo largo de su vida un claro interés por el ocultismo, así como la posibilidad de triunfo de lo que en aquel tiempo se conocía como ciencia alquímica.

Otra de las obsesiones de este monarca, fue la acumulación de reliquias de santos y mártires cristianos.

En el altar de la basílica reposan infinidad de ellas; allí se encuentran diez cuerpos completos de santos, 144 cabezas, 306 brazos y piernas y miles de huesos.

Las reliquias actuaban como verdaderos talismanes de poder que protegerían los vórtices de la gran obra.

Las obras comenzaron en 1940 bajo la dirección del arquitecto Pedro Muguruza, continuándolas en 1950 el arquitecto Diego Méndez.

El conjunto, presidido por la inmensa cruz con esculturas de Juan de Ávalos se terminó en 1958 y fue inaugurado el día 1 de abril de 1959.

VIDENTES QUE INTERESARON A FRANCO

Como ocurría con Felipe II, también a Francisco Franco le interesaron las artes de lo sobrenatural.

Ramona Llimargas Soler, fundadora de las Hermanas de Jesús Paciente fue vidente de cabecera del general Franco durante y después de la guerra.

Nació a finales del siglo XIX en Vic, tuvo desde muy joven visiones y apariciones que le proporcionaban mensajes del más allá.

La hermana Llimargas gozaba además del don de la bilocación; podía estar en misa y repicando, o en el convento y en Burgos despachando con el Caudillo, o en un hospital cuidando enfermos y en las trincheras durante la batalla al mismo tiempo.

También se le había otorgado el don de penetrar las conciencias, por lo que pasaba grandes espantos al comprobar los verdaderos pensamientos de la gente normal.

Cuando visitaba al caudillo, aunque no hablaba castellano, ambos se entendían perfectamente, pues al igual que José María Aznar, Franco en la intimidad hablaba catalán con toda naturalidad, lo que él atribuía con cierta incongruencia al hecho de saber hablar gallego.

La monja vidente le recomendaba habitualmente que rezase el rosario, pero también le aconsejaba en temas de estrategia militar – como la batalla del Ebro- le prevenía contra masones encubiertos entre sus allegados o le contaba los designios de la Providencia a corto y medio plazo.

MERSIDA LA HECHICERA

Mucho antes, durante la guerra de Marruecos, Franco frecuentaba a una “enigmática mujer” con fama de hechicera llamada Mercedes Roca, alias Mersida de nombre de guerra, que vivía al sur del Atlas rifeño.

Franco consultaba a la hechicera tanto en temas personales, como en cotilleos coloniales y estrategias militares. La tradición dice que era rubia, y de ojos claros y que asesoraba a muchos oficiales españoles y franceses.

Mersida desapareció un día como por arte de magia y las malas lenguas señalaron que más  que bruja, era una espía que sacaba secretos militares a los ingenuos militares.

Franco también visitó durante aquellos años rifeños a un misterioso judío sefardita llamado Corintio Haza, que simultaneaba en Tánger su labor de comerciante con la de vidente y curandero, con desigual resultado.

Cuenta la leyenda que Corintio predijo a Franco que sería el capitán de la sublevación militar, a la que seguiría una terrible guerra.

Los rifeños –habitantes del norte de Marruecos– decían que Franco tenía «baraka», suerte; porque las balas no lo alcanzaban.

EL TALISMÁN MULTIFUNCIÓN

Al parecer, Haza le fabricó un talismán protector que incluía –en un verdadero batiburrillo– la milenaria Tau, última letra del alfabeto hebreo y compromiso de vida en el seguimiento de Cristo, el martillo de Thor, la energía solar, otras dos cruces más por si acaso y la Luna y Saturno para defenderlo de sus enemigos.

Por algo decían sus huestes del Rif que tenía “baraka”, un toque divino que le impedía morir, aunque su hermana Pilar prefería achacarlo a la Virgen del Chamorro, patrona de El Ferrol, más que a la superstición musulmana.

Por si acaso, Franco también echó mano –valga la redundancia– de la mano incorrupta de Santa Teresa, que tuvo en su mesilla de noche de su dormitorio en el Palacio de El Pardo durante cuarenta años, en un mueble oratorio de palosanto.

Consideraba que la reliquia era su talismán de la suerte e incluso se la llevaba de vacaciones al Pazo de Meirás o al Palacio de Ayete en San Sebastián.

Otros relicarios de su gusto fueron el Santo Sudario de Oviedo, la Cruz de la Victoria, enarbolada por don Pelayo en la batalla de Covadonga, y los restos de los santos Eulogio, Julián y Lucrecia.

COSAS DE FAMILIA

La afición a lo oculto podría haberle llegado de familia, pues Nicolás Franco, su hermano mayor, fue tachado también de brujo.

Cuando Ramón, el hermano aviador, desapareció en su hidroavión en 1929, Nicolás tuvo el presentimiento de que no había muerto y ayudó a localizar con precisión el área en la que debían buscarlo los equipos de rescate.

Los dos pilotos náufragos fueron localizados, al borde de la muerte, pero vivos gracias a la clarividencia de su hermano.

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